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Capítulo 18 El desenlace

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Malingo miraba inmóvil a través de los árboles con la esperanza de captar alguna señal del regreso de Candy, pero hasta entonces no había tenido suerte. Lo que sí había visto era una bandada de diez o doce criaturas aladas que miraban a través de los árboles en la misma dirección que Malingo y que ladraban y chillaban, cotorreando y aullando con las voces de un perro, un cerdo, un mono y una hiena.

—¿Qué es ese ruido? —dijo Covenantis.

—Tienes que verlo tú mismo —dijo Malingo. Su vocabulario era demasiado pobre para hacerle justicia a lo que veía.

—Ahora mismo no puedo mirar —respondió el niño babosa—. Estoy… concentrado en una cosa y no es algo de lo que pueda apartar la atención.

Medianoche absoluta

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