Читать книгу Medianoche absoluta - Clive Barker, Clive Barker - Страница 9

Capítulo 1 Hacia el Crepúsculo

Оглавление

La pandilla abaratiana de Candy tenía muchos planes para celebrar que había vuelto sana y salva a las islas tras la violencia y la locura del Más Allá. Pero apenas habían terminado de darle la bienvenida con besos y risas (a lo que los hermanos John añadieron una versión a cappella de un viejo estándar abaratiano) cuando Deaux-Deaux, el Capitán de Mar, que había sido el primer amigo que había hecho Candy en aguas abaratianas, fue a buscarla para decirle que se estaba transmitiendo la orden, por todos los medios y en todas las direcciones posibles, de que se presentara ante la Gran Cabeza de Yeba Día Sombrío. El Consejo de las Horas ya estaba congregado allí, en una reunión de emergencia para analizar al completo los desastrosos acontecimientos que habían tenido lugar en Chickentown. Puesto que Candy poseía una perspectiva única de dichos acontecimientos, era vital que asistiera para prestar declaración.

No sería una reunión fácil, lo sabía. Sin duda, el Consejo sospechaba que ella era el origen de los sucesos que habían causado tanta destrucción. Querrían que les diera un testimonio completo de por qué y cómo había logrado hacer unos enemigos tan poderosos como Mater Motley y su nieto, Christopher Carroña: enemigos con el poder de anular el sello que el Consejo había puesto sobre Abarat y obligar a las aguas del Izabella a doblegarse a su voluntad, lo que provocó que se formara una ola tan potente como para anegar el umbral entre los mundos e inundar las calles de Chickentown.

Se despidió en seguida de aquellos a los que acababa de volver a saludar (Finnegan Hob, Tom Dos Dedos, los hermanos John, Ginebra) y, en compañía de su amigo Malingo, el geshrat, subió a bordo de un pequeño bote que el Consejo le había enviado y partió hacia los Estrechos del Crepúsculo.

El viaje fue largo pero sin incidentes. No fue gracias al temperamento del Izabella, que estaba muy agitado y presentaba en sus corrientes multitud de pruebas del viaje que habían realizado recientemente sus aguas más allá de la frontera entre los mundos. Había restos de Chickentown flotando por todas partes: juguetes de plástico, botellas de plástico y muebles de plástico, por no mencionar cajas de cereales y latas de cerveza, páginas de revistas del corazón y televisores rotos. Una placa con el nombre de una calle, pollos muertos, el contenido de la nevera de alguien, sobras que se meneaban en bolsas de plástico herméticas: medio sándwich, unos filetes de carne y una porción de tarta de cerezas.

—Qué extraño —dijo Candy mientras observaba cómo flotaba todo—. Me da hambre.

—Hay muchos peces —dijo el abaratiano vestido con el uniforme del Consejo que conducía el bote entre la basura.

—No los veo —dijo Malingo.

El hombre se inclinó sobre un lado del bote y, con una velocidad asombrosa, metió la mano en el agua y sacó un pez gordo con puntos amarillos y manchas de color azul brillante. Le ofreció la criatura, toda pánico y colorido, a Malingo.

—Toma —dijo—. ¡Cómetelo! Es un pez sanshee. Tiene una carne muy buena.

—No, gracias, crudo no.

—Como quieras. —Se lo ofreció a Candy—. ¿Mi señora?

—No tengo hambre, gracias.

—¿Le importa si yo…?

—Adelante.

El hombre abrió la boca mucho más de lo que Candy pensaba que fuera posible y mostró dos impresionantes hileras de dientes afilados. El pez, para gran sorpresa de Candy, emitió un chillido agudo que se apagó en el instante en el que su depredador le arrancó la cabeza. La chica no quería mostrar repulsión por lo que probablemente fuera algo perfectamente natural para el piloto, así que se puso a observar de nuevo los extraños recuerdos de Chickentown que seguían flotando, hasta que la pequeña embarcación les introdujo finalmente en el ajetreado puerto de Yeba Día Sombrío.

Medianoche absoluta

Подняться наверх