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La naturalización de los orígenes mecanicistas y biologicistas

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Cuando todavía no existían la radio ni la televisión, la acepción “medio de comunicación” se asimilaba al transporte.

A comienzos del siglo xix, los trenes, troles, incluso los colectivos y autos, eran mencionados como “medios de transporte” o “medios de comunicación” por su posibilidad de conectar lugares, de “comunicar” a través de las personas y las cosas unas realidades con otras.

Con el advenimiento de la posibilidad de transportar ya no personas ni cosas, sino información, la palabra tuvo su desplazamiento hacia el telégrafo, el teléfono y más adelante, la radio y la televisión, hasta alcanzar hoy incluso la Internet, todos considerados “medios de comunicación”.

Ese origen mecanicista suele pasar inadvertido, naturalizado, sin embargo, ¿no es posible que la metáfora objetivante y objetivadora coloque la posibilidad enunciativa en el uso del objeto, antes que en el vínculo o la relación con los sujetos?

¿Qué grado de “olvido” opera sobre la esencia fundamental del vínculo en el que el sujeto debería ser reconocido como tal y no equiparado al objeto? Desde la perspectiva de Mattelart, la analogía biológica naturaliza el vínculo hacia la utilidad de los objetos, pudiendo legitimar la existencia de un paradigma unificador, a partir de la necesidad de “borrar” toda huella de subjetividad (Mattelart, 1995: 357).

¿Cuánto influyó esta operación retórica en la tendencia de las investigaciones conductistas y funcionalistas a relegar los contextos y hacer foco en la linealidad comunicacional que propone emisión-recepción? ¿O, por el contrario, fue el mecanismo oportuno para fortalecer la mirada objetivante y desdibujar los procesos políticos, sociales, históricos y culturales que signan la comunicación?

Derecho humano a la comunicación: Desconcentración, diversidad e inclusión

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