Читать книгу Reinventarse - Daniel Cestau Liz - Страница 10
ОглавлениеPRÓLOGO
Los que no me conocen bien piensan que soy un tipo exitoso porque viajo mucho, manejo un Bentley, vivo en un piso sobre la playa de Sunny Isles y tengo algunos buenos relojes.
Los que sí me conocen realmente, saben que soy exitoso porque nunca trabajo menos de 12 horas diarias, tengo una esposa y un hijo maravillosos, amigos de “fierro”, socios de “oro” y fundamentalmente porque he tenido la enorme oportunidad a lo largo de mi vida de crear o -en otros casos- liderar unos cuantos emprendimientos que le dieron una posibilidad laboral concreta y en el tiempo a mucha gente.
A los 59 años no tengo muy claro aún qué es el éxito, ni siquiera si lo he logrado. Sí traté de aprender lo que es disfrutar de la vida, ya que tuve una niñez bastante dura y solitaria. En esa época me prometí que cuando pudiera iba a enfrentar a la vida y le iba a sacar una ventaja importante porque me lo merecía, ya había sufrido bastante.
En pocos años falleció gran parte de mi familia directa, comenzando a los 9 años con mi mamá, mi abuela, mi tía abuela y mi padrino a quien adoraba. En mi inocencia de niño pensaba que no podía ser que todo me pasara a mí y me juré consciente o inconscientemente que cuando tuviera la posibilidad de forjarme el destino lo iba hacer de frente y empujando todas las variables que estuvieran dentro de mi área de influencia para lograr los objetivos, principalmente el de ser feliz y volver a tener nuevamente una familia.
En este largo trecho recorrido de medio siglo -que se dice fácil- pude lograr todos los objetivos que me propuse, realicé todos los sueños que imaginé e incluso un poco más. Seré un eterno agradecido a la vida por esto y nunca la culparé por los momentos amargos que han sido muchos.
También en este maravilloso trayecto aprendí que no hay caminos cortos -cuántas veces a uno le surge la tentación de tomarlos- para lograr lo que nos propongamos.
Honestidad, Trabajo, Compromiso, Agradecimiento, Liderazgo, Aprendizaje, Retribución, Experiencia, Humildad, son algunas de las “monedas de oro” que debemos acuñar para llegar a buen puerto con un final feliz.
En este nuevo libro mi objetivo es acercarles algunos escritos, artículos e ideas que expresan diferentes puntos de vista o recetas -como me gusta llamarlas- que nos ayudarán a explorar algunos de los caminos que la experiencia nos ha enseñado pueden dar buenos resultados en camino de lograr el éxito.
Para cerrar esta introducción, quiero compartir con ustedes una historia que nos ayudará a recordar que hemos sido creados para realizar un sueño. Vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pon-gamos la vida en ello y si nos damos cuenta de que no podemos, quizás necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas, y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades, lo lograremos.
El éxito en la vida no se mide en definitiva por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.
LA ESPERANZA DE UN SUEÑO
Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección a la gran montaña. Muy cerca del camino se encontraba una langosta. “¿Hacia dónde te diriges?”, le preguntó.
Sin dejar de caminar; la oruga contestó: “Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo”.
Sorprendida, la langosta dijo mientras su amigo se alejaba: “¡Tú debes estar loco! ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable”.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no la escuchó. Sus diminutas patitas no dejaron de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo: “¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?”
Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: “Tuve un sueño y deseo realizarlo. Subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo”.
El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: “Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa”.
El escarabajo se quedó en el suelo, tumbado de la risa, mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. “¡Tú no lo lograrás jamás!”, le dijeron, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir, con su último esfuerzo, un lugar donde pernoctar. Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle, por días enteros, fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido con su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba su refugio, digno de alguien que murió por querer realizar un sueño irrealizable.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a resquebrajarse, y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que todos creían muerta.
Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas color arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría su sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.
Todos se habían equivocado.