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El evangelio de Jesucristo
¿Ha venido el Mesías?
Marcos 1: 1-9
Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: HE AQUI, YO ENVIO MI MENSAJERO DELANTE DE TU FAZ, EL CUAL PREPARARA TU CAMINO. VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: “PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS”. Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: Tras mí viene uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os bauticé con agua, pero Él os bautizará con el Espíritu Santo. Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
ESQUEMA
1.Jesús fue declarado Mesías e Hijo de Dios por la resurrección de entre los muertos.
2.Jesús ha sido el Hijo de Dios desde la eternidad.
3.Jesús fue el Mesías predicho por los profetas y precedido por Juan el Bautista.
4.Jesús fue el Mesías porque no hubo otro hombre más humilde y poderoso que Él.
5.Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios porque es el único capaz de bautizar con el Espíritu Santo.
5.1.Jesucristo, el evangelio mismo.
5.2.Pasos para la transformación.
CONTENIDO
La palabra evangelio significa buena noticia. Hay muchas buenas noticias: por ejemplo, cuando estamos temerosos por nuestra salud y los estudios médicos nos salen bien; o nos sorprenden con algún regalo que nos agrada mucho; o encontramos la compañera o compañero para caminar juntos en esta vida. Sin embargo, necesitamos una noticia más importante que cualquiera de ellas. Porque nuestros estudios médicos pueden salir bien, pero nosotros carecer de alegría; podemos tener dinero, pero no felicidad; compañía, pero no verdadero amor. Necesitamos recibir una noticia aún más importante que cualquier otra: es el evangelio de Jesucristo. Es la noticia de que podemos vivir una vida de una calidad y una plenitud que ni siquiera imaginamos porque el Mesías, el Hijo de Dios, ha venido y, con Él, la salvación eterna ha llegado a nuestras vidas. Es la certeza de que el reino de Dios se ha acercado a nosotros en Jesucristo revelándonos el amor incondicional de Dios y venciendo los poderes del mal y de la muerte que destruyen nuestras vidas. Es la experiencia de una nueva vida aquí y la esperanza de gloria en la vida venidera.
En los textos antiguos las primeras frases constituían el título del libro y aquí Principio del Evangelio de Jesucristo Hijo de Dios es el título del libro. El mismo condensa varias afirmaciones relevantes: a) Nos remite al inicio del evangelio en el ministerio humano de Jesús, pero también, como veremos, al origen eterno de este evangelio; b) Nos informa de que Jesús es el Mesías (en griego Cristo) y, a su vez, el Hijo de Dios eterno; c) Nos resume el contenido entero del libro designando a Jesús como el que anuncia y revela la buena noticia del reino de Dios, pero, también, como el sujeto mismo del evangelio. Efectivamente, Jesús mismo es el evangelio.
Pero… ¿ha venido el Mesías? J. Moltmann en un magnífico texto de cristología llamado El camino de Jesucristo (Sígueme, Salamanca, 1993; págs. 53-64) resume los reparos de rabinos distinguidos para aceptar a Jesús como el Mesías (del hebreo “Ungido”) de Dios. Martin Buber expresa que la iglesia supone que con Jesús vino la redención del mundo, pero que el judaísmo no puede creerlo ya que no percibe que, a partir de Él, haya habido algún perfeccionamiento efectivo de la creación. Schalom Ben-Chorim hizo suyo el argumento del mundo irredento y agregó que el judaísmo, a diferencia del cristianismo, no concibe la redención como algo que incumbe al alma solamente. La redención debe acontecer en el alma, en el cuerpo, en la creación toda y en la cultura. Sostuvo que solo hay un corte en la historia: la Torá dada en el Sinaí al pueblo de Israel. Gershom Scholem repitió la idea de que la redención debe acontecer en el teatro de la historia y de la comunidad, es decir, en la esfera de lo visible y no, como la concibe el cristianismo, en el ámbito de lo invisible y del más allá.
Moltmann contesta a las objeciones preguntándole a los rabinos: ¿puede acaso haber anticipos efectivos de la salvación en un mundo irredento? Si la respuesta es “no” entonces deberían negar el concepto de pueblo escogido con el propósito de ser luz de las naciones, o la ley y los profetas como anticipos del reino de Dios. De ese modo estarían negando los fundamentos mismos de la fe de Israel. Si la respuesta es “sí” ¿por qué negar a Jesús como anticipo efectivo del reino de Dios? Por otro lado, continúa expresando Moltmann, la imagen de un cristianismo que se reduce al mundo de lo invisible, al alma y al más allá, no se condice para nada con la vida y la acción de Jesús y sus fieles seguidores. Puede corresponder a cierta lamentable imagen de la época en la que el imperio romano adoptó al cristianismo como su religión oficial. Entonces, el emperador se ocupaba del cuerpo y de lo político-social y la iglesia del alma y del más allá. Pero nosotros, que vamos a leer y reflexionar sobre el evangelio de Marcos, veremos a Jesús, no solo perdonar pecados y encaminar vidas en la voluntad de Dios, sino también sanar enfermos y enseñar las dimensiones familiares, económicas, políticas y culturales del reino de Dios. Lo contemplaremos ir a la cruz por ser considerado un blasfemo por los judíos y un sedicioso por los romanos. Finalmente captaremos que Jesús ya inició el reino pero todavía no lo consumó. Jesucristo está en camino y aún aguardamos Su venida en gloria.
¿Ha venido el Mesías? Solo quien lea el Evangelio de Marcos con un corazón abierto al misterio de Dios, solo quien pueda sentir la profundidad del amor de Dios manifestado en Jesús, solo quien lo acompañe en el camino hacia la cruz, solo quien pueda ver el poder bajo la debilidad, la totalidad bajo el fragmento, el futuro en el presente, el triunfo sobre la derrota y la vida bajo la muerte, puede decir: “Ha venido el Mesías”. “He conocido la buena noticia de Jesús el Mesías; el Hijo de Dios”.
Jesucristo anunció y encarnó la buena noticia divina de nuestra salvación eterna. Al leer el libro de Marcos en general y el texto de hoy en particular, veremos cinco razones para afirmar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y Él requiere una respuesta de nuestra parte:
1. Jesús fue declarado Mesías e Hijo de Dios por la resurrección de entre los Muertos.
1.1. Un nuevo inicio.
Y que fue declarado Hijo de Dios… por la resurrección de entre los muertos: nuestro Señor Jesucristo (Ro. 1:4). Recordamos en este punto el final del Evangelio de Marcos: “…buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo pusieron. Pero id, y decid a sus discípulos y a Pedro: “Él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo.” (Mr. 16: 6-7). Este final invitó a los discípulos a un nuevo inicio: recomenzar el ministerio de Jesús desde Galilea con la certeza de que allí habrían de verlo. La visión del Resucitado era confirmación de sus pretensiones como Mesías o Cristo y realización de su unidad efectiva con el Padre en tanto Hijo de Dios. La resurrección de Jesús de entre los muertos desmentía los cargos formulados contra Él, validaba la justicia del reino que Él anunció y encarnó, ratificaba su condición de Mesías y lo revelaba como Hijo de Dios en poder.
1.2. Comienza la misión.
A partir de la resurrección de Jesús, la iglesia de Cristo, comenzó una misión de expansión del evangelio que superó todo obstáculo que se opusiera: amenazas, cárceles, intereses políticos, sociales y religiosos, persecuciones y martirios. Esto fue posible porque los seguidores de Jesús actuaron con un denuedo y poder y una libertad, confianza y valentía que no pueden explicarse por ninguna motivación humana; sino solo por el Espíritu del Cristo Viviente obrando en ellos. El encuentro con el Resucitado había transformado a sus seguidores; no solo por la impresión indeleble causada en ellos o por la nueva coherencia lógica a la cual se integraba el aparente escándalo de la crucifixión, sino por el nuevo poder de vida que los motivaba.
1.3. Vuelta a los principios.
No debe sorprenderse el lector de que, luego de haber considerado la resurrección de Jesús, hayamos vuelto al principio del libro: al bautismo y a los inicios del ministerio de Jesús, con el anuncio de Juan el Bautista. Así procedió la iglesia cristiana: a partir de la resurrección volvió a interpretar, retrospectivamente, la cruz, la vida, las enseñanzas, bautismo, nacimiento y hasta el origen eterno de Jesús. Efectivamente, la resurrección y exaltación de Jesús como el Cristo no inauguró su condición de Mesías e Hijo de Dios. Más bien reveló lo que Él era desde la eternidad.
2. Jesús ha sido el Hijo de Dios desde la eternidad.
2.1. La concepción de Jesús.
Como está escrito en el profeta Isaías: HE AQUI, YO ENVÍO MI MENSAJERO DELANTE DE TU FAZ, EL CUAL PREPARARA TU CAMINO. VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: “PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS.” (Mr. 1:2-3) Mateo y Lucas se refieren a la concepción de Jesús por el Espíritu Santo, lo cual significa, desde una perspectiva teológica, que el Espíritu Santo es la verdadera madre de Jesús o que el Padre Celestial es su verdadero padre. Juan, de un modo sumamente útil, se refiere a Jesús como el Logos (Palabra o Verbo, en griego), que desde la eternidad creaba el cosmos y que llegó a ser carne (Jn. 1:14). Marcos no deja de referirse a la eternidad de Jesús en tanto Hijo de Dios; pero lo hace de un modo muy original.
2.2. Tres cambios.
En Mr. 1:1-2 aparece una cita compendio, que se recitaba normalmente en las sinagogas. Las citas nos sorprenden con la voz de Dios: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz (Ex. 23:30; Mal. 3:1) Aquí, en el contexto inicial del éxodo, el mensajero se refería al que iba a introducir al pueblo en la tierra prometida. En el segundo contexto, el de Malaquías, el mensajero podría aludir a Elías, el profeta escatológico que vendría antes de los tiempos finales, según la tradición israelita. La segunda cita: Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios (Is. 40:3), en su contexto inicial, indicaba al mensajero que precedía la vuelta del pueblo de Israel desde el exilio babilónico. Al interpretar los textos de esta manera lo estamos haciendo en su sensus literalis. Es decir, conforme a la posible intención de los autores bíblicos vetero-testamentarios. Pero los autores del N.T. interpretaron los textos en su sensus plenior. Es decir, en un sentido presente en la letra del texto, no intentado conscientemente por el autor, intentado por el Espíritu Santo y descubierto a la luz de revelaciones posteriores (en este caso el hecho de Cristo en todas sus dimensiones). Marcos reinterpreta las citadas Escrituras introduciendo tres cambios: a) Delante de tu faz no se refiere a la faz del pueblo sino al rostro de Jesús, que, por otro lado, también representa al pueblo. Es como si Dios le dijera a Jesús: He aquí, Hijo mío, yo envío mi mensajero delante de tu rostro el cual preparará tu camino. Dios le ha prometido esto al Hijo y lo ha hecho antes de que Jesús fuera a Juan, probablemente en el eterno consejo divino. b) Preparad el camino del Señor no se refiere a otro mensajero más que a Juan el Bautista, quien estaba llamado a allanar las sendas del Señor. Los esenios, grupo de monjes judíos contemporáneos a Jesús que se habían ido al monasterio del Qumrán en el desierto, para dedicarse a esperar al Señor y estudiar las Escrituras, creían que eran ellos quienes cumplirían el texto de Isaías 40:3. Marcos, sin embargo, identifica a Juan el Bautista con esa voz que clama en el desierto, y que, desde allí, llama al pueblo a enderezar sus sendas. c) Es notable que ...el camino del Señor que en el A.T se refería al camino de Dios, Marcos lo refiera al camino de Jesús. Se identifica al Señor Dios con Jesús. El Señor es Jesús.
Esta voz de Dios dirigida a Jesús en el interior de su consejo eterno, esta identificación del mensajero con Elías y esta identidad de Jesús con El Señor Dios nos muestra el origen divino de Jesús para Marcos. Marcos, a su modo, expresa que Jesús es el Hijo eterno de Dios.
3. Jesús fue el Mesías predicho por los profetas y precedido por Juan el Bautista.
3.1. Jesús más que un profeta.
Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. (Mr.1:4-6). Marcos, al citar las profecías de Malaquías e Isaías entronca a Jesús en la misma esperanza de Israel, en la tradición profética. Los escritores del N.T. han releído las profecías y las han aplicado a Jesús dando coherencia lógica a su advenimiento y haciendo pertinente el evangelio a Israel. No se lo asocia a la tradición sacerdotal o al templo, tampoco a la legal de los escribas y fariseos. Ciertamente no se lo relaciona a las tradiciones guerreras de los reyes que conquistaron territorios, como David y Salomón, ni a los macabeos o sus sucesores los zelotes. Jesús no fue un filósofo cínico, ni un simple sanador carismático, ni un rabino hillelita. Fue un profeta, como lo consideraron muchos de sus contemporáneos. Pero fue mucho más que un profeta: en Él se cumplieron las profecías que anunciaban al Mesías. Estamos ante el Mesías de Israel y el Hijo del Hombre para todas las naciones. Él nos reveló y encarnó lo que significa ser verdaderamente humanos, anticipó el reino de Dios y trajo luz y esperanza a un mundo sumido en la oscuridad.
3.2. El precursor del Mesías.
Juan el Bautista fue ese profeta escatológico que, a modo de Elías que era un hombre del desierto, precedió a Jesús en su ministerio. Jesús no fue un alma caída del cielo en la línea de ciertos gnósticos. Jesús llegó antecedido por una historia y anticipando el futuro del reino de Dios.
El v.4 dice: Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. ¿Por qué Juan apareció en el desierto? Porque en el éxodo de Egipto el pueblo peregrinó en el desierto 40 años antes de entrar en la tierra prometida; también, en el Tercer Isaías1, se habla del desierto como el lugar por el cual volvían los cautivos de Babilonia a su tierra. En nuestro texto, desde el desierto, Juan clama para que el pueblo arrepentido, purificado y preparado cruzara el Jordán en un nuevo éxodo para esperar la llegada del reino de Dios. El bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados no se refería a los muchos bautismos de purificación que se realizaban en el monasterio del Qumrán, ni a las abluciones rituales que se realizaban según la ley de Moisés; aludía a un bautismo único y final ante la expectativa de la próxima e inminente venida del Señor para juicio. Arrepentimiento aquí es metanoia, ese cambio de dirección de vida que se realiza una vez y para siempre, y que implica una transformación personal y social, una vuelta personal y comunitaria a Dios y a su voluntad.
Y acudía a Él toda la gente de la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán (v.5). El mensaje y el desafío de Juan había tenido mucho éxito, él estaba en el área de Judea y de Jerusalén, en el área del templo mismo, pero al otro lado del río. De este modo, aparece la predicación de Juan como una alternativa al templo, como una protesta al templo, como una invitación a un cambio del corazón y de las relaciones sociales y no a simples arrepentimientos rituales basados en sacrificios de animales que no erradicaban la injusticia. Juan no quería, como los sacerdotes de Qumrán y algunos zelotes, cambiar a los sacerdotes sino cambiar el orden social injusto promovido, en parte, por el templo mismo. La austeridad que Juan mostrada en su vestimenta y en su comida (v.6), era una señal de protesta contra los saduceos del templo y contra los ricos que, abusando de los demás, generaban pobreza y marginalidad. Muchos llegaban confesando sus pecados en el río, en la frontera hacia una nueva tierra, hacia un nuevo orden, hacia una nueva justicia que resistiera el juicio del Señor que venía a instaurar su reino. Cuando la situación era más difícil y las tinieblas más densas, crecían las expectativas mesiánicas. En Juan, Dios estaba preparando el camino y en Jesús respondiendo al clamor de tantas expectativas.
4. Jesús fue el Mesías porque no hubo otro hombre más humilde y poderoso que Él.
Y predicaba, diciendo: Tras mí viene uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias. Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán (Mr.1:7, 9). Juan, después de haber predicado el arrepentimiento para perdón de pecados, después de haber llamado a la confesión y al bautismo, comenzó a anunciar la llegada del Mesías, la venida de Jesús, uno más poderoso que él. La actitud de Juan es un ejemplo para todo seguidor de Jesús: él menguó para que Jesús creciera; cumplió su misión y, después de presentar a Jesús, limitó su ministerio. Efectivamente, Juan percibió en Jesús a alguien que tenía el poder de llevar a los seres humanos a una relación más profunda con Dios, de traer el reino de Dios. Juan, con humildad, declaró no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias. Quienes desataban la correa de las sandalias eran los esclavos a sus amos y los discípulos a sus maestros. Es como si Juan estuviera diciendo “yo no puedo ser esclavo ni discípulo de Jesús”.
Pero si Juan fue humilde, Jesús lo fue más todavía. El más poderoso se hizo bautizar por el más débil. ¡Cuánta humildad! ¡Cuánta grandeza! Y fue expresamente desde Galilea, recorriendo un largo camino. El mismo Hijo de Dios, que afirmará su rostro para subir decididamente a Jerusalén, con la misma decisión, fue al otro lado del Jordán para hacerse bautizar por Juan. Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Este hito del bautismo de Jesús no ha recibido, prácticamente, cuestionamientos por parte de crítica histórico- literaria. En nuestro Cristo se conjugan maravillosamente poder y humildad.
5. Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios porque es el único capaz de bautizar con el Espíritu Santo.
Yo os bauticé con agua, pero Él os bautizará con el Espíritu Santo (Mr. 1:8). Jesús podía hacer algo que Juan no podía: Juan podía predicar el arrepentimiento, pero solo Jesús, el Cristo e Hijo de Dios, puede bautizar con el Espíritu Santo. Solo Él puede sumergirnos en la vida misma de Dios, en la plenitud de su gracia y perdón y en la belleza de una nueva vida llena del poder y la gloria de Dios. Solo Él nos lleva del río del arrepentimiento a los manantiales de agua viva que brotan de su seno y colman nuestras necesidades más profundas.
5.1. Jesucristo, el evangelio mismo.
Jesucristo, el Hijo de Dios, es el evangelio mismo. Muchos no lo pueden creer. Oramos por ellos para que Dios se lo revele. Lo cierto es que, al recorrer las páginas del Evangelio de Marcos, nadie podrá negar que Jesús de Nazaret encarnará y revelará el poder de Dios para perdonar, rehabilitar, sanar y crear un mundo más justo y humano. Nadie podrá negar que en cada encuentro y enseñanza suya pueda percibirse un rayo de luz de sabiduría y amor divinos. ¿Quién no festejará que el reino de Dios se ha anticipado?
5.2. Pasos para la transformación.
¿Queremos, acaso, que nuestras vidas y nuestro mundo se conformen a la mediocridad e injusticia existentes? Si decimos “no” es necesario dar pasos para que esto no ocurra. Son pasos pequeños y comienzan con nosotros: a) Reconozcamos que queremos una vida mejor, trascendente. b) No basta con ver en Jesús a un buen hombre. Debemos reconocer que es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios eterno y que esto ha sido confirmado por su resurrección de entre los muertos, predicho por los profetas y testificado en cada acto de su vida. c) Demos un paso de fe y comencemos a seguirlo como nuestro Salvador y Señor. d) Oremos entregándole nuestra vida para que Él nos sumerja en el río de su Espíritu. Maravillosas sorpresas nos esperan.
Señor, ante la llegada de Cristo, quiero limpiar y ordenar la casa de mi vida. Me apresuro a abrir la puerta de mi corazón para que entre el Salvador y la llene de tu gloria. ¡Gracias por el evangelio de Jesús el Cristo! Amén.
1. El libro de Isaías es un compendio de 3 libros llamados: Primer Isaías, capítulos 1 al 39, Segundo Isaías de 40 al 55 y Tercer Isaías del 56 al 66, que fueron escritos en distintas épocas pero luego compilados en un solo libro.