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Una iglesia en fiesta de bodas
Marcos 2: 15-22
Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban comiendo con Jesús y sus discípulos; porque había muchos de ellos que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores? Al oír esto, Jesús les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan? Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque entonces el remiendo al encogerse tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce una rotura peor. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el vino romperá el odre, y se pierde el vino y también los odres; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos.
ESQUEMA
1.Es una fiesta con invitación abierta y comida para todos.
1.2. Una invitación para todos.
2.2. Una comunidad terapéutica.
4.Es una fiesta absolutamente novedosa.
CONTENIDO
Cuando, en mi condición de viudo, decidimos con mi actual esposa casarnos teníamos dudas acerca de cómo hacer el festejo de bodas. ¿Hacer algo pequeño solo con los familiares? ¿Invitar a familiares y algunos hermanos y amigos? Eran distintas opciones. Yo deseaba, como pastor de la iglesia, que nadie quedara excluido. No era fácil incluir a todos. Pero, finalmente, Dios preparó todas las cosas como para poder invitar a todos. Nos guió hacia el salón, por un lado; hacia el servicio de almuerzo, por el otro; y hacia la provisión de música y otros elementos. Pero el Señor ordenó las circunstancias de tal modo que hacerlo estuviera al alcance de nuestras posibilidades. Y fue una hermosa fiesta. Allí estaba la iglesia en fiesta de bodas.
El pasaje que hemos leído nos presenta la idea de una iglesia en fiesta de bodas. Para Jesús el reino de Dios es, ante todo, como una fiesta de bodas. Y la iglesia, que es expresión y agente del reino de Dios, está llamada a comprenderse y a actuar como una iglesia en fiesta de bodas. Veamos, entonces, desde el pasaje leído, cuatro características acerca de la iglesia en fiesta de bodas.
1. Es una fiesta con invitación abierta y comida para todos.
Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban comiendo con Jesús y sus discípulos; porque había muchos de ellos que le seguían (Mr. 2:15).
Jesús salió de la casa donde había sanado al paralítico y fue a la orilla del mar (Mr. 2:13). Salió a un lugar abierto. Su enseñanza es al aire libre, porque anuncia un reino de carácter universal. Una iglesia con invitación abierta no debería quedarse solamente celebrando cultos en sus templos. Las personas que se encuentran en las plazas o en las calles están necesitadas del evangelio. Tenemos que ir con Jesús hacia los lugares abiertos. En mi experiencia personal siempre personas son bendecidas cuando salimos a las plazas o a los parques a predicar el evangelio. En estos versículos encontramos a un Jesús lleno de vitalidad y sensibilidad. Pasa de un lugar a otro y se deja impactar empáticamente por las necesidades de la gente, a medida que van apareciendo. Tal como vimos en Mr. 2:14 llamó a Leví, identificado con Mateo (Mt. 9:9).
1.1. Una invitación personal.
A diferencia del llamado a los pescadores a quienes llamó de a pares, a este lo llamó estando solo. Siendo Mateo de la tribu de Leví, dedicada al sacerdocio, paradójicamente, ejercía un oficio muy mal visto. Los recaudadores de impuestos eran considerados avaros y explotadores, además de impuros, por estar en contacto con los gentiles. Pero es interesante que Jesús lo llamara estando solo, no como parte de una categoría social o de una clase. Si bien Jesús en ocasiones denunció pecados de ciertos grupos sociales, no obstante, se acercó a todas las personas sin discriminación. Leví era Leví, no “un recaudador de impuestos”. No debemos olvidar que las parábolas de Jesús otorgan un valor ilimitado a la vida de cada persona. El Dios de Jesús se preocupa infinitamente por la única oveja del rebaño perdida y por cada uno de los “pequeñuelos” que nosotros dejamos de lado. Cuando consideramos superficialmente a las personas como parte de una categoría social y decimos: “Ese es un comunista”, “un bolchevique”, “un fascista”, no hacemos más que conspirar contra la paz mundial. Las personas no pueden ser calificadas simplemente como parte de un grupo o clase social y ser consideradas infrahumanas. Un ser humano se comportará más civilizadamente si otros lo consideran como persona individual, con motivos humanos y sentimientos dignos de tal nombre. Inversamente, mostrará un comportamiento más inhumano, y un rostro más siniestro, cuando se lo considera un enemigo en categorías abstractas. Por esto, Jesús rompe con el esquema amigo-enemigo. Y Leví, ante la aceptación y amor de Dios que Jesús le ofreció, dejó el banco de los tributos —telonio—, y lo siguió. El Señor nos invita a no juzgar superficialmente, ni subestimar lo que Jesús puede hacer en la vida de cada persona, por más poco recomendable que parezca.
1.2. Una invitación para todos.
Una iglesia en fiesta de bodas es una iglesia con invitación abierta: abierta a todos. Como iglesia de Jesucristo debemos recordarnos continuamente que todos nosotros somos creación de Dios y pecadores perdonados. Y así como Jesús nos llamó a nosotros a su reino, hemos de invitar a todos a seguirlo, por más pecadores, despreciados y excluidos por la sociedad que sean.
En la escena descripta en Mr. 2:15 asistimos a una comida donde había grupos dispares. Por un lado, los discípulos de Jesús y, por el otro, muchos recaudadores de impuestos y pecadores, porque había muchos de ellos que lo seguían. Probablemente Leví habría contribuido a la tarea evangelizadora. El centro es Jesús, la casa posiblemente fuera de Mateo. La comida es el signo del perdón y de no discriminación enseñada y ejercida por Jesús. La iglesia no debe ser un lugar de discriminación. Conforme a algunas tradiciones de Israel, los puros no podían comer con los impuros. Hoy en día, en algunas casas, el personal doméstico come aparte de los dueños de la casa; en algunas iglesias los que no son miembros de “esa” comunidad no pueden participar de la Cena del Señor. Todo eso es discriminación. Nada de eso enseñó Jesús.
El reino de Dios es un reino de perdón y la iglesia, como signo del reino, es el lugar de perdón, encuentro y reconciliación. Antiguamente, cuando un hermano caía en pecado, la iglesia lo castigaba prohibiéndole participar de la mesa del Señor. Se lo excluía, o él se autoexcluía de la comida en común. Nada más erróneo, ya que la mesa del Señor es el espacio en que, con Jesucristo en su centro, se experimenta el amor incondicional de Dios que es la oportunidad para el arrepentimiento y la vuelta a su bendita voluntad.
Las comidas no se realizaban en una mesa alta donde todos estaban erguidos en sus respectivas sillas. Por el contrario, se reclinaban en gesto de comunicación y descanso, y más a nivel del suelo, participaban de los alimentos. Aquella casa era el primer signo de la nueva comunidad donde se superan divisiones, se vencen enfrentamientos y se establece una comunidad social alrededor de la mesa. Jesús recoge a los indeseables de Israel para comer y beber con ellos. Les ofrece algo mayor que el dinero: la comida compartida. Compartida en gesto de distensión: la iglesia no puede constituirse en lugar de tensión, de competencia para ver quién produce más, quién es más santo, quién hace su propia voluntad, quién manda sobre quien, o quién gana una discusión. La iglesia está llamada a ser un lugar de descanso, de fraternidad y de alegría.
Alrededor de la mesa del Señor se desvanecen las discriminaciones raciales, sociales, económicas, de género y, aun, morales. Se trata de una fiesta con invitación abierta y comida para todos. Y quien prueba los manjares del reino de Dios ya no querrá más comer la chatarra artificial que el mundo le ofrece. Solo Jesús el Cristo nos provee de la verdadera comida y bebida que necesitamos. Por eso cantamos alrededor de la mesa:
Oh, pan del cielo, dulce bien
Más excelente que el maná
Si el alma busca tu sostén
Eternamente vivirá
Oh, nuevo pacto del Señor
En santa copa de salud
Reconciliado el pecador
Se acerca a Dios por tu virtud
Hambrienta el alma vengo a Ti
Señor Jesús con viva fe
Tu mesa es franca para mí
Y en tu bondad me acercaré
(Himnario Bautista 249)
2. Es una fiesta que sana.
Al ver los escribas de los fariseos que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores? Al oír esto, Jesús les dijo: los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Mr. 2:16-17).
2.1. Un banquete abierto.
Los escribas de los fariseos representaban a la buena sociedad israelita. Estos hombres respetables critican a Jesús y a sus discípulos: “¡Come con publicanos y pecadores!”. La respuesta de Jesús es clara: El vino a sanar, restaurar y rehabilitar a los pecadores. Por ello su iglesia ha de ser sanadora. Por alguna razón, las personas con un comportamiento socialmente aceptable, y una tendencia a la inacción y observación de los demás, son proclives a la insatisfacción y a la crítica permanente. Esto es lo que decía Jesús y que el documento Q registra: Porque vino Juan que no comía ni bebía y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe y dicen: “Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores” (Mt. 11:18-19; Lc. 7:33-35) Para Marcos la iglesia no es una comunidad de separados; es la casa abierta a pecadores y excluidos. Casa abierta y comida y bebida fraterna que señalan aceptación y amor. La aceptación y el amor son el olor a comida caliente con que Dios nos agasaja en el banquete mesiánico. Eso es una comunidad terapéutica.
2.2. Una comunidad terapéutica.
En sociedades colmadas de moralismo, donde el ascetismo, la hipocresía, las apariencias, las críticas y las acusaciones enferman más a los seres humanos, o la rebeldía y el libertinaje sin sentido representan su contracara; la iglesia se presenta como alternativa sanadora de aceptación, perdón y restauración. Solo el amor vence al mal.
Jesús les responde : los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos; no he venido a llamar justos sino a pecadores. Es interesante que Jesús homologue a los enfermos con los pecadores, al pecado con la enfermedad. Y ciertamente, traspasa una visión puramente ética acerca del pecado, ligándolo a la enfermedad. Es innegable que existe una profunda relación entre enfermedad y pecado. De ese modo, les recuerda el proverbio “son los enfermos los que tienen necesidad de médico”. Estos pecadores son diferenciados de los justos. Aquí los justos son los que se creen justos, los que, enfeudados en su justicia y en sus méritos, creen que el reino se les debe. Verdaderamente las personas que no reconocen sus necesidades, sus faltas, sus agujeros, y sus pecados, están enfermos de justicia propia. Se engañan a sí mismos, viven una quimera, una falsa ilusión. Jesús, irónicamente, los llama justos. Pero remarca que Él vino a buscar pecadores, enfermos, personas que reconocen su necesidad. Porque Él vino a sanar. ¿Por qué Jesús come con recaudadores de impuestos y pecadores? Porque ellos están enfermos y tienen necesidad de médico y de sanidad. Jesús es llamado amigo de publicanos y pecadores porque, a diferencia de Aristóteles, no concebía la amistad como una relación entre iguales; en la cual, por ejemplo, un amo no podía ser amigo de un esclavo, o un hombre de una mujer, o un niño de un adulto. Para Jesús es enriquecedora y terapéutica la amistad entre un joven y un anciano, un pobre y un rico o un hombre y una mujer. Si Él fue amigo del diferente, su Iglesia está llamada a recibir en su seno al diferente. De ese modo, el joven se nutrirá con la experiencia del anciano y el anciano se alegrará con la energía del joven; el rico podrá ejercer justicia compartiendo sus bienes con el pobre y el pobre será reconocido en su dignidad humana y promovido en sus capacidades; la mujer se enriquecerá con la perspectiva del hombre y el hombre con la de la mujer. En la iglesia sanadora de Jesús nadie es tan pobre que no tenga algo para dar y nadie es tan rico que no necesite recibir algo.
3. Es la fiesta que alegra.
Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan? Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día.
3.1. El ayuno como señal.
El reino de Dios es como una fiesta de bodas, donde predomina la alegría, la danza, la comida y la bebida: ¿Es una fiesta el lugar para ayunar? ¿Es un velorio el lugar para danzar? Obviamente la respuesta es “¡No!”. Los discípulos de Juan ayunaban habitualmente, comían alimentos silvestres y rechazaban tanto los contaminados como los elaborados, así como el pan y el vino. Todo esto lo hacían en señal de protesta contra la injusticia social y en contra de los alimentos elaborados que comían los ricos. Los fariseos ayunaban ciertos días de penitencia, expiación o duelo familiar o nacional (Lv. 16:29-31) y guardaban dos días a la semana para ayunar. Se abstenían, también, de comer comidas impuras (como cerdo y lo ofrecido a los ídolos, por ejemplo).
3.2. Abundancia en la boda.
Jesús y sus discípulos no ayunaban, y compartían la comida con los pobres, sin reparar en normas de pureza e impureza. Eran censurados por no ayunar como los discípulos de Juan y de los fariseos. Jesús replica con esta breve parábola: ¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Hay una alusión a la costumbre de que los invitados a una boda (en este caso la palabra griega puede traducirse tanto como ‘hijos o amigos’ del novio) estaban dispensados de ciertos deberes religiosos durante los siete días que duraban los festejos, con el fin de que la alegría no fuera interrumpida. La aplicación es obvia. Los discípulos de Jesús están en una situación de alegría porque ha llegado el reino. La imagen del reino escatológico de Dios como una boda era frecuente en los profetas (ej. Os. 2:19; Is. 62:5). Si con Jesús se anticipa el reino de Dios, entonces, las bodas han llegado, resuenan los cánticos nupciales, no hay lugar para la tristeza. No hay razón para pedirles a los discípulos de Jesús que ayunen, así como no la habría para exigírselo a los invitados a una boda mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Es interesante que Jesús aparezca como el Novio de sus discípulos y discípulas.
3.3. Alegría en la boda.
El reino de Dios es, ante todo, una fiesta de alegría. Por eso es que Jesús y sus discípulos no ayunan. En el apartado anterior afirmábamos que la iglesia en fiesta de bodas es una iglesia que sana, en este decimos que es una iglesia que alegra. La alegría y la salud van de la mano, están inextricablemente entrelazadas. En las Selecciones del Reader’s Digest había un apartado que se titulaba: “El humor: remedio infalible”. Y ese título expresa una verdad incontrovertible: el humor sano es medicina, es salud. Ser cristiano no es estar en la continua protesta contra la injusticia, como lo hacían los discípulos de Juan. El Novio es más fuerte que la injusticia. La injusticia no solo se combate con protestas sino con acciones concretas, con signos del reino de justicia. Con comidas comunitarias, antes que con ayunos; con los panes que se multiplican en los comedores comunitarios, antes que con abstinencias. Ser cristiano no es actuar conforme a leyes o tradiciones sin sentido como los fariseos. El reino de Dios no consiste en una lista de prohibiciones y rituales, no es la religión de la auto-expiación ni de la competencia por quién supera al otro en sus hábitos piadosos (Mt. 6). Es, ante todo, fiesta de alegría por la maravillosa noticia de que el Esposo está con nosotros. Nunca voy a olvidar una vez en la cual toda la congregación que pastoreo, en ocasión de una fiesta realizada para juntar fondos para el nuevo templo, bailó llena de júbilo durante varias horas. Yo observaba ese espectáculo, veía a los niños, jóvenes, esposos y aún a hermanas y hermanos mayores disfrutando sanamente de aquel momento. Y pensaba: “¡Qué bendición, la iglesia en fiesta de bodas!”.
3.4. Y la fiesta continúa.
Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día. Este verso insinúa la muerte de Jesús, el Esposo. Sin embargo, Jesucristo inauguró un reino eterno, Él sigue presente a través de su Espíritu. Es imposible que el tiempo de gozo pase y vuelva el tiempo del ayuno, pues el reino de Dios continúa. La fiesta de alegría y la esperanza no ha cesado. Por esta dificultad tienen algunos este verso como un producto de la iglesia primitiva o una adición tardía, encaminada a justificar la práctica del ayuno presente en la iglesia primitiva. Lo cierto es que Jesús y sus discípulos no ayunaban. El ayuno no tiene un carácter expiatorio, ni es un rito obligatorio, ni una tradición piadosa. El ayuno es un acto libre, opcional. Puede realizarse por razones de solidaridad, de salud, para concentrarse en la oración o por algún motivo que el Espíritu nos indique. Para el seguidor de Jesús la comunión con Dios es alegría de vivir. La tristeza es circunstancial.
4. Es una fiesta absolutamente novedosa.
Nadie tiene un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque entonces el remiendo al encogerse tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce una rotura peor. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el vino romperá el odre, y se pierde el vino y también los odres; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos (Mr. 2:21-22).
4.1. Una fiesta nueva.
El vestido de las bodas y los odres del vino del reino deben ser nuevos. No se puede remendar la tela nueva del evangelio del reino sobre el vestido viejo de una religión de prohibiciones sin sentido. Esta religión de prohibiciones va a terminar rompiéndose. No se puede contener el vino nuevo de la alegría del evangelio en los odres viejos del judaísmo, que se han vuelto completamente rígidos y sin la menor capacidad de adaptación. Ese vino, al fermentar, romperá los odres viejos. Jesús no vino a reformar el judaísmo, vino a traer algo enteramente nuevo, que no puede fundirse con el sistema tradicional. En otras palabras: la ley y los profetas fueron hasta Juan; desde este momento, el reino de Dios se ha promulgado (Lc. 16:16). La fiesta que trae Jesús es absolutamente novedosa, no tiene precedentes. En ella, el agua de la creación y de la antigua alianza se transforma en el vino nuevo y superior que Dios reservó para el final. Y es el vino de la sangre de Cristo el que sella un nuevo pacto, el que quita nuestros dolores y el que transfigura nuestra existencia con los destellos de gloria de su Espíritu Creador.
4.2. Una fiesta abierta.
El reino de Dios es una fiesta con invitación abierta, con una mesa en común, una fiesta que sana los corazones y que expresa una alegría eterna. Nada más hermoso que verte, y ver a la iglesia como un todo, rodeando al Novio o al Esposo. Nadie te obliga a rodearlo, lo rodeas porque te ha cautivado con su amor; nadie te obliga a participar de la fiesta, participas porque sabes que allí está la alegría, la salud y el pleno sentido de la vida.
Señor, gracias porque nos invitas personalmente a una fiesta que es para todos, que nos sana y nos alegra y que nos sorprende cada día. Acércanos a tu mesa. No queremos alejarnos y que nos invada la tristeza. Llénanos de tu Espíritu y únenos cada vez más a tu iglesia. Lo imploramos en el nombre de Jesús. Amén.