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El camino de Jesús hacia los márgenes
Marcos 1: 35-45
Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba. Y Simón y sus compañeros salieron a buscarle; le encontraron y le dijeron: Todos te buscan. Y Él les dijo: Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he venido. Y fue por toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando demonios. Y vino a Él un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó, y le dijo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio. Entonces Jesús lo amonestó severamente y enseguida lo despidió, y le dijo: Mira, no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que Moisés ordenó, para testimonio a ellos. Pero él, en cuanto salió, comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, a tal punto que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a Él de todas partes.
ESQUEMA
1.El camino de Jesús se descubre en la oración (Mr. 1:35-38).
1.1.Buscando a Jesús en oración.
1.2.La oración que impulsa a salir.
2.El camino de Jesús va hacia los que no pueden venir (Mr. 1:39-40a).
2.3.La responsabilidad de la Iglesia.
3.El camino de Jesús se aprende a partir de las necesidades que aparecen (Mr. 1:40).
3.1. Descubriendo la necesidades.
3.2. Descubriendo nuestro potencial.
4.El camino de Jesús se realiza en el poder de la compasión (Mr. 1:41-42).
5.El camino de Jesús trae consecuencias insospechadas (Mr. 1:43-45).
CONTENIDO
En cierta oportunidad un joven, miembro de la iglesia que pastoreo, le dijo a otro: “Vos vivís demasiado lejos”, a lo cual este último le respondió: “Eso depende de donde vos ubiques el centro”. Eso es completamente cierto: los márgenes y los extremos dependen de donde nosotros ubicamos el centro. De la misma manera, los marginados y excluidos de la sociedad son producto de su misma configuración social. En el texto leído, Jesús va hacia los márgenes. Hasta el momento había permanecido en Capernaúm, en cuya sinagoga sanó a un endemoniado (Mr. 1:21-28); luego, pasando a la casa de Simón, curó a su suegra (Mr. 1:29-31) y, al caer la tarde, sanó a muchos en la puerta de dicha casa (Mr. 1:32-34). Pero Marcos no quiere encerrar a Jesús en una ciudad, ni en una sinagoga, ni en una casa. Jesús y sus seguidores deben “salir”. En los diez versículos leídos el verbo “salir” aparece cuatro veces. Efectivamente, el camino de Jesús va hacia los márgenes y hacia los marginados del sistema social. En el sermón anterior fuimos interpelados por una invitación de Jesús: ¡Sígueme! En este veremos que el camino de Jesús va hacia los marginados. Allí debemos seguirlo nosotros como discípulos suyos. Este texto nos muestra lo que significa seguir a Jesús en su camino hacia las fronteras. Veamos algunas enseñanzas claves del camino de Jesús hacia los márgenes que son pertinentes para nosotros como discípulos suyos.
1. El camino de Jesús se descubre en la oración (Mr. 1:35-38).
1.1. Buscando a Jesús en oración.
Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba. Y Simón y sus compañeros salieron a buscarle; le encontraron y le dijeron: Todos te buscan. Y Él les dijo: Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he venido. Después del shabat, siendo todavía de noche como para que nadie lo viera y para estar a solas con el Padre en un lugar apartado, se levantó…salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba (v.38). Jesús necesitaba retornar al Padre para reiniciar su camino, para descubrir cómo continuar su misión, para escuchar la misma voz de Aquel que se había revelado en su bautismo. Allí le había mostrado su amor incondicional y su alegría paterna, aquí debería guiarlo en cuanto a la dirección de su ministerio. Todos nosotros, como seguidores de Jesús, tenemos que buscarlo en oración para que Él nos indique el camino que tenemos que tomar. Y más aún, cuando las presiones de quienes nos rodean pretenden hacernos tomar un camino diferente al que Dios quiere. Esto es lo que le pasó a Jesús.
Y Simón y sus compañeros salieron a perseguirlo; lo encontraron y le dijeron: Todos te buscan. La acción de Simón y sus compañeros puede traducirse como buscarlo con diligencia o quizá, más apropiadamente, perseguirlo. Es que el éxito estaba a la mano: todos estaban en la puerta de la casa de Simón. La demanda era mucha e inmediata, Jesús podía sanar a muchos más y extender rápidamente su fama. La guía del Padre, a través de la oración, lo ayudó a vencer esta tentación de éxito inmediato y a resistir a la influencia de sus discípulos, encabezados por Simón. Este procuraba, quizá sin saberlo, utilizar a Jesús para su servicio como un curandero en su propia casa. Los discípulos quisieron adueñarse de Jesús y planificarle el día. Esta ha sido una ambición de sus seguidores en todas las épocas. Unas décadas después de la muerte del Señor, el sector judeocristiano quiso encerrar a Jesús en la casa de su propia nación y religión, y hacer del cristianismo una secta del judaísmo. Marcos protesta contra esta tendencia y, al igual que Pablo, abrió el evangelio a todos los pueblos.
¿Oramos diariamente para que Jesús nos enseñe el camino o queremos nosotros planificarle el día a Él? ¿Dejamos que Él sea nuestro Señor o queremos nosotros utilizar a Jesús para aumentar nuestra fama, poder o prosperidad? Es necesario cuidarnos, como personas y como iglesias, de utilizar a Jesús como medio para fines puramente egocéntricos. No debemos desvirtuar el sentido trascendente del evangelio, buscando atraer a las multitudes con beneficios materiales y, a través de ellos, llamando a las personas a entrar por las puertas de nuestros templos. Nada de esto aceptó Jesús. Él, guiado por el Padre en oración, señaló a sus discípulos otra dirección, otro camino, un camino hacia los márgenes.
1.2. La oración que impulsa a salir.
Y Él les dijo: vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he salido (v.38) La palabra venido debería traducirse mejor como salido. Jesús había salido de Capernaúm y, en un sentido más profundo, había salido de Dios para vencer todo egocentrismo y etnocentrismo humano e ir hacia esos márgenes y marginados que las sociedades humanas producen. El evangelio no puede encerrarse en las grandes o pequeñas ciudades, en los templos, en las sinagogas, ni en las escuelas. Jesús ha recibido del Padre un paradigma orientador de apertura a través de la oración. Ese es el mismo desafío que tenemos nosotros como discípulos suyos hoy. En oración, Jesús entendió que su camino era hacia los márgenes y los marginados, y no hacia los muchos que lo esperaban. Nuestro camino, como seguidores suyos, no es el camino del mundo. No es el camino de la fama, el poder o las posesiones; es el camino hacia los marginados. Es el camino que el Padre nos ayuda a discernir en oración.
2. El camino de Jesús va hacia los que no pueden venir (Mr. 1:39-40a).
2.1. La enfermedad que aleja.
Y fue por toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando demonios. Y vino a Él un leproso (Mr. 1:39-40a). Ahora Jesús va hacia las zonas rurales, y va recorriendo las sinagogas predicando y expulsando demonios en ellas para liberarlas, así, de sus males. Es interesante notar que la primera sanidad que Jesús realizó fue en la sinagoga de Capernaum (Mr. 1:23-28); Marcos asocia la demonización con la sinagoga. Pero, recorriendo el campo, entre sinagoga y sinagoga, inesperadamente se le cruzó un leproso. Este leproso no podía haber ido a la casa de Pedro, ni siquiera haber entrado en Capernaum dado que, conforme a la ley de Levítico 13-14, los leprosos no podían entrar en las ciudades, ya que eran considerados impuros y fuente de peligro y contagio.
Eran los sacerdotes quienes expulsaban al leproso o lo volvían a admitir si la enfermad remitía. Lo que ocurría con los leprosos era penoso: vivían totalmente separados, no podían trabajar, ni vivir en familia, ni compartir una casa o una mesa, ni entrar en la sinagoga o en el templo. La palabra “lepra” no se limitaba a la infección producida por el bacilo de Hansen, sino que abarcaba diversas enfermedades dermatológicas. La piel, que es una superficie de contacto, se convertía, paradójicamente, en lo que impedía el contacto. La piel se transformaba en causa de aislamiento. Estos enfermos debían tener sus vestidos rasgados, la cabeza descubierta y gritar: “¡Impuro! ¡Impuro!”, ante la vista de otra persona. Debían vivir solos y fuera del campamento.
2.2. El Cristo que se acerca.
Jesús fue hacia personas que no podían haber venido al lugar en que Él estaba anteriormente. Jesús fue hacia los márgenes y hacia los marginados. Se acercó al lugar donde estaban los impedidos e imposibilitados. Nuestro “Gran Pastor” no solamente ministró ante multitudes, sino también, y principalmente, a personas que no podían ir donde estaban las multitudes. Hoy los pastores y los seguidores de Jesús debemos recordar que nuestro ministerio no consiste solamente en predicar y ministrar en reuniones multitudinarias o en medios de comunicación audiovisuales. Nuestro ministerio se realiza necesariamente de persona a persona: junto a la cama del hospitalizado, junto al anciano que no puede salir de su casa y junto a todas aquellas personas que no pueden venir donde nosotros estamos.
2.3. La responsabilidad de la Iglesia.
En la Iglesia Evangélica Bautista de Barrio Norte, en la cual tengo el privilegio de servir como pastor fundador desde hace cuarenta años, algunos años atrás, tres jovencitas voluntariamente comenzaron una tarea con indigentes en la Plaza de Los Dos Congresos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Les llevaban algún alimento y bebida y les predicaban el evangelio. Pronto el ministerio creció, y se agregaron otros hermanos, y se comenzó a realizar de manera regular. Hoy algunas de esas personas asisten a la iglesia y han salido de la indigencia. Esas personas nunca hubieran venido a congregarse si el grupo de hermanos no hubiese ido hacia ellas. El camino de Jesús va hacia los que no pueden venir. ¡Cuántas personas ancianas y enfermas no pueden venir a congregarse y escuchar la palabra del evangelio! Doy gracias a Dios porque, escuchando el testimonio de conversión de un grupo de diez hermanos y hermanas que ingresaron a la congregación hace un tiempo atrás, dos hermanas manifestaron el deseo de visitar ancianas y ancianos que no podían congregarse con regularidad. Inmediatamente nos dimos cuenta de que muchos otros hermanos tenían el mismo deseo y de que el Espíritu Santo estaba formando allí un ministerio. Lo cierto es que el camino de Jesús va hacia los que no pueden venir. La tarea pastoral no se puede hacer únicamente desde la oficina o comunicándonos telefónicamente, es necesario, frecuentemente, ir hacia las personas imposibilitadas, escucharlas, tomarlas de la mano, darles una palabra de aliento, orar por ellas y pastorearlas de todas las formas posibles. En nuestra congregación hemos puesto en funcionamiento un sistema de pastoreo y educación cristiana a través de pequeños grupos. Un coordinador de uno de los grupos me preguntó: “Pastor: ¿y qué hacemos si los hermanos del grupo no vienen?” Le respondí: “Ir a buscarlos, hacerlo con perseverancia, sembrar amor en sus corazones y dejar el fruto al Señor”. El camino de Jesús va hacia quienes no pueden venir.
¿Estamos haciéndolo? Quizá una de las tareas que más me ha contentado en el ministerio pastoral ha sido el trabajo en hospitales. Durante el año 2016, el Señor me ha permitido discernir que Él iba a hacer una señal de sanidad en dos niñitas: una de 2 y otra de 3 años. Ambas habían sido desahuciadas por los médicos. Oré con convicción colocando mis manos sobre esas criaturas e infundiendo seguridad a sus padres. Hoy ambas están sanas en sus casas.
3. El camino de Jesús se aprende a partir de las necesidades que aparecen (Mr. 1:40).
3.1. Descubriendo las necesidades.
Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: si quieres, puedes purificarme (Mr. 1:40). El versículo 1:28 ya nos informó que la fama de Jesús se había extendido por todas partes, por toda la región alrededor de Galilea. Por lo tanto, el leproso habría oído sobre las sanidades que Jesús ya había hecho. Entonces se acercó sin dudar, con plena fe y le suplicó: …si quieres puedes purificarme. Necesitaba sentirse puro ante Dios y ante los hombres. Entonces, lo confrontó con una situación que Jesús no había ni planificado, ni pensado previamente; le atribuyó un poder que Jesús no sabía cómo desplegar, ya que el tratamiento de los leprosos era patrimonio de los sacerdotes. Los endemoniados y los enfermos estaban integrados al tejido social, pero los leprosos estaban sometidos a estrictas normas legales, que solo los sacerdotes evaluaban. Jesús había sido lleno del Espíritu Santo en su bautismo; pero ahora, ante la necesidad y la demanda debe aprender a utilizar ese poder. La necesidad es una gran maestra. El camino de Jesús se aprende a partir de las necesidades que aparecen.
3.2. Descubriendo nuestro potencial.
Desconocemos el poder que nos habita hasta que la necesidad nos obliga a ponerlo en práctica. Cuando estudiaba en el Seminario Teológico, a mis veinte años, estuve un año realizando tareas pastorales en una congregación de un pueblo llamado Senillosa, en la provincia de Neuquén, Argentina. El pueblo era muy pobre, con solo tres casas de material. En una ocasión, vino mi familia a visitarme y los hermanos pedían que mi padre predicara. Él nunca lo había hecho, pero ante la insistencia de los hermanos, se animó a hacerlo. Ellos necesitaban escuchar a una persona mayor, máxime si se trataba del padre de quien los estaba pastoreando. Aquella predicación fue maravillosa y tuvo grandes frutos. No sabemos del poder que nos habita hasta que la necesidad nos obliga a ponerlo en práctica. Yo mismo nunca hubiera imaginado poder dormir cuatro horas por noche e interrumpidas hasta que me tocó cuidar y asistir a mi esposa durante tres meses antes de su fallecimiento. El camino de Jesús se aprende a partir de las necesidades.
4. El camino de Jesús se realiza en el poder de la compasión (Mr. 1:41-42).
Movido a compasión, extendiendo la mano, lo tocó, y le dijo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio (Mr. 1:41-42). La reacción de Jesús abarca tres momentos: a) Una gran conmoción interior: fue movido a misericordia. La compasión de Dios y la conmoción del Espíritu ante el dolor y el sufrimiento humano estremecieron hondamente a Jesús. Jesús empatiza con nosotros. Nosotros estamos llamados a empatizar con nuestro prójimo. b) Un gesto emocionante: extendiendo la mano, lo tocó: quebrantando así las leyes de pureza del judaísmo legalista, ya que, al tocarlo, Él mismo se hacía impuro. Las leyes expulsan, Jesús ama a los expulsados. El poder del amor de Jesús superó toda aprehensión, todo temor al contagio. Solamente estaba ante su vista aquel hombre a quien nadie tocaba y a quien nadie se acercaba, pero al cual Jesús tocó. La piel de aquel hombre, que era fuente de separación de los demás, quedó transformada por la mano cálida y misericordiosa de Jesús. Jesús quiere tocar nuestra vida y sacarnos de toda exclusión, de toda soledad, de toda condena, de todo rechazo, de toda vergüenza. Aunque todos se aparten de nosotros, Jesús cruza cualquier barrera y extendiendo la mano, nos toca. c) Una palabra sanadora: Quiero; sé limpio. Palabras que, unidas al gesto y a un corazón que se entrega en amor, completan maravillosamente la curación. El texto termina diciendo: Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio. Los sacerdotes juzgan, diagnostican: expulsan o admiten; Jesús sana y purifica. El poder de la ley es el poder del juicio, el poder de Jesús es el poder del amor y la restauración. El camino de Jesús se realiza en el poder del amor. No hay otro poder más grande, ni más excelso, ni más sublime, ni más eficaz que el poder del amor.
¡Cuántas veces nosotros necesitamos el calor de una mano amiga! ¡Cuántas veces lo hemos recibido! ¡Cuánto hacía que nadie tocaba a ese leproso! Pero llegó Jesús y el poder de su amor traspasó toda barrera. Entonces, con un toque y una sola palabra suya, lo sanó al instante.
5. El camino de Jesús trae consecuencias insospechadas (Mr. 1:43-45).
Entonces Jesús, de pronto, irritado, lo despidió, y le dijo: Mira, no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que Moisés ordenó para testimonio a ellos. Pero él, en cuanto salió, comenzó a proclamarlo abiertamente, y a divulgar el hecho, a tal punto que Jesús ya no podía entrar públicamente en ciudad alguna, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a Él de todas partes (Mr. 1:43-45). Nos llama la atención la irritación de Jesús y el hecho de que lo despidiera rápidamente. Pero esto implica desconocer su humanidad: en Jesús también había conflictos interiores. Es necesario recordar que, al tocar al leproso, estaba realizando algo prohibido y, según la ley, quedaba Él mismo como impuro. Además, al declarar puro al leproso, asumía una autoridad que era propia de los sacerdotes, entrando en conflicto con ellos. Por eso, en Jesús probablemente habrían cohabitado dos sentimientos encontrados: a) una profunda compasión hacia el sufriente y b) una irritante intuición, que preveía que el leproso iba a desobedecer sus instrucciones. Jesús le dio dos mandatos: 1) que se presentara ante los sacerdotes para que ellos lo readmitieran en la sociedad y 2) que no dijera nada a nadie acerca del origen de su curación. Esto está en línea con el secreto mesiánico. Pero el camino de Jesús trae consecuencias insospechadas: actuar por amor puede acarrear rupturas con el statu quo.
5.1. Primera consecuencia.
Efectivamente, la primera consecuencia fue que el leproso sanado salió y comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho. Como si le hubiera importado poco lo que le había dicho Jesús y las formalidades de una sociedad sacerdotal, no carente de injusticias. Se convirtió en el primer predicador del evangelio de Jesús. Quedó a un lado la prudencia que este le había aconsejado, el hombre no podía callar lo que le había pasado.
5.2. Segunda consecuencia.
Sin embargo, hubo una segunda consecuencia: Jesús ya no podía entrar públicamente en ciudad alguna, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a Él de todas partes. Ahora el que quedó excluido fue Jesús. Jesús siempre queda excluido para favorecernos a nosotros. Esto es un anticipo de la misma cruz del Calvario, donde Él cargó nuestras enfermedades y llevó nuestros dolores. Cuántas veces, como seguidores de Jesús, llevamos las cargas de nuestro prójimo y sufrimos las consecuencias nosotros mismos. Pero hacemos, de ese modo, lo que a Dios le agrada. Pablo expresó: Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo (Gá. 6:2). El que, llamándose cristiano, se desinteresa por los problemas de su prójimo debería saber que no está siguiendo el camino de Jesús. La actitud de un cristiano es como la de un padre que, por salvar a su hijo, se expone al peligro; o como la de una madre que dona un riñón a su hija; o como la de un hermano que defiende al desvalido ante la injusticia, acarreándose críticas y represiones. Los tales se olvidan, por un momento, de sí mismos para ayudar al desvalido o perdido. El necesitado pasa a ocupar el primer lugar.
Quizá te encuentres como el leproso a quien nadie tocaba hacía mucho tiempo, quizá te sientas rechazado por otros, excluido, solo, condenado o avergonzado. Si esa es tu situación, hoy Jesús, cuya misericordia quebranta toda barrera e impedimento, quiere tocar tu vida. Quiere rehabilitarte, purificarte e integrarte a una comunidad de hermanos y amigos. Esa comunidad será primeramente la iglesia. Es una comunidad de pecadores perdonados por la gracia de Dios. No es una comunidad perfecta, pero es una comunidad que quiere recibirte con un abrazo, sea cual fuere tu situación. Permite que Cristo te toque. Dile: “Si quieres, puedes purificarme”.
Quizá ya seas un seguidor de Jesús. En ese caso el Señor hoy te recuerda que el camino de Jesús se descubre en la oración. No dejes de orar cada día para que Él te lo muestre. No descuides nunca que el camino de Jesús va hacia los que no pueden venir. Hay personas necesitadas e impedidas que te están esperando. Ten presente que su camino se aprende a través de las necesidades que aparecen y se realiza en el poder de la compasión. Hay muchas cosas que crees no saber o no poder hacer, el amor de Dios en ti será suficiente para hacer bien a tu prójimo. Finalmente, seguir su camino puede traerte consecuencias difíciles; pero no olvides que Jesús entregó su vida por ti.
Señor, extiende sobre mí tu mano de misericordia, pronuncia sobre mí tu palabra de purificación. Dame la gracia y el poder para acudir al necesitado y extender sobre él mi mano, transmitiéndole tu salvación. Por Jesús. Amén.