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Integración con el sistema muscular

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Observemos más de cerca el sistema muscular. Para empezar, déjame que te pregunte algo: ¿De qué crees que está hecho un músculo? Si te cuesta responder, mirémoslo desde otra perspectiva. ¿Qué pasa cuando tienes un tirón o te desgarras un músculo como, por ejemplo, el isquiotibial? ¿Qué crees que significa eso, literalmente? Quizá signifique que se te han desgarrado algunas fibras musculares, ¿no?

Vale, pues supongamos que te has desgarrado una fibra muscular. ¿Qué es una fibra muscular? Si observas la construcción de un músculo, puedes encontrar dos tipos de proteínas (actina y miosina) dispuestas en largas filas. Estas proteínas están esperando a que el sistema nervioso les envíe una señal para liberar calcio y hacer que estos dos tipos de proteínas se atraigan mutuamente como imanes. Esta es la base de la contracción muscular: la introducción de moléculas de calcio en dos proteínas puede provocar que se atraigan mutuamente.

Volvamos a lo que te puedes encontrar cuando observas la estructura de un músculo. ¿Qué es lo que hace que esas proteínas se mantengan en fila y que permite que se contraigan en una dirección concreta? El tejido conectivo. En este caso, podríamos ser más específicos y hablar de fascia. A este nivel del músculo, un grupo de fibras se unen para formar una célula muscular que, como los trozos de pulpa de un cítrico, tiene su propia capa de piel. En las fibras musculares, la «piel» es una capa de fascia que las rodea.

Cuando coges un grupo de estas células musculares, las unes y las envuelves con otra capa de fascia, llamada endomisio, obtienes lo que se llama un fascículo. Esta vez sería como una rodaja del cítrico, que es como un grupo de trozos de pulpa. Por último, tienes el músculo propiamente dicho, que es un conjunto de fascículos envueltos, una vez más, en otra capa de fascia llamada epimisio. Esta última capa de fascia es como la piel de nuestro cítrico.


Figura 1.4: Imagen de las capas musculares con tejido conectivo.

Ahora volvamos a nuestra pregunta original. ¿De qué está hecho un músculo? Capas y envolturas de fascia en torno a proteínas. Así que lo correcto es decir que los músculos están hechos de tejido conectivo. Por lo tanto, cuando te desgarras un isquiotibial, en realidad te estás desgarrando tejido conectivo.

La perspectiva integrada que estamos desarrollando nos ofrece una comprensión más compleja y dinámica del movimiento. Ahora sabemos que las contracciones no solo son una fila de proteínas que se juntan y acortan el músculo. Sabemos que cada contracción implica íntimamente al tejido fascial que rodea esas proteínas. La salud de la fascia es un factor que puede impedir la función muscular. Fascia y músculo constituyen una sola unidad. Cuando se habla de alargar un músculo durante una asana, también se está hablando de alargar la fascia que lo rodea. Nuestros músculos y fascias son inseparables.

Hay otras formas en las que la fascia puede quedarse «pillada» y pegada. La fascia separa y divide los músculos entre sí. Por su naturaleza, separarlos es una forma de conectarlos, porque la fascia solo realiza divisiones dentro del todo. Es posible que aunque estos músculos «individuales» estén separados unos de otros, a la vez estén unidos.

Esto puede suceder como resultado de demasiado movimiento, de movimiento insuficiente o por una lesión. Por ejemplo, moverse demasiado podría incluir levantar pesas. El tejido conectivo tiene la habilidad de responder al estrés local al que se ve sometido. Al levantar pesas, el tejido conectivo tiene que adaptarse y cambiar en función de una mayor presión en los músculos. Lo hace sumando fibras nuevas al tejido conectivo y haciéndose más denso para poder gestionar esa mayor presión sobre el tejido.

Por movimiento insuficiente se entiende que el músculo empiece a atrofiarse y debilitarse. En este caso, el tejido conectivo no está sometido a presión para que se estire y acorte de forma significativa. En consecuencia, se tensa, al igual que el músculo, lo que hace que ya no tenga una salud óptima.

Una lesión también puede provocar cambios en el tejido conectivo. Si se crea tejido cicatricial, el volumen de tensión en el área de la fascia puede cambiar. Esto suele provocar que se pegue a la capa adyacente de fascia del músculo contiguo, lo que supone una pérdida de independencia de estos dos músculos separados. Las dos capas de fascia correspondientes ya no pueden moverse bien por separado.

Debido a la sobrecarga, y no por culpa del tejido cicatricial, los isquiotibiales son un buen ejemplo de esto. Los isquiotibiales se contraen cientos de veces al día, incluso al andar. Es normal que en la persona media estos músculos estén tensos. Tiene mucho que ver que la cantidad de tiempo pasado andando, sentado e, incluso, practicando actividades deportivas, por lo general, suele dar lugar a isquiotibiales tensos al contraerse una y otra vez.

Como resultado, con el tiempo estos tres músculos acaban «pegándose» entre sí. Cuando hablamos de que se quedan pegados, a lo que nos referimos es a que las capas de tejido conectivo que los separan y dividen también los unen. Si se quedan pegados, ya no pueden funcionar de forma independiente en su máxima capacidad. Sin embargo, no necesitamos destrezas motoras finas para usar los isquiotibiales; han sido diseñados para la potencia. Por lo tanto, es bastante posible que ni nos demos cuenta de lo pegadísimos que están, al menos hasta que intentemos estirarlos. Incluso es probable que nos preguntemos cómo podemos tener unos isquiotibiales tan tensos. Una parte se debe al uso muscular, y a cómo se relaciona con el sistema nervioso y la tensión. La otra parte es resultado de cómo el tejido conectivo ha respondido a la estimulación; una opción sería haciendo que los isquiotibiales se desarrollen juntos, lo que reduciría la individualización de estos tres músculos.

Si se diera el mismo nivel de adhesión en músculos más pequeños, como los que mueven los dedos, tendríamos un problema. Las destrezas motoras finas se complicarían, ya que para mover los dedos necesitamos más individualización de los músculos de la que necesitamos para que los isquiotibiales muevan las articulaciones de rodilla y cadera.

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