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La función muscular
ОглавлениеCon frecuencia vemos que la función muscular se enseña basándose en los puntos de origen, inserción y acción. Por ejemplo, el bíceps braquial tiene su origen en la apófisis coracoides y el tubérculo supraglenoideo de la escápula. Se inserta en una gran protuberancia llamada tuberosidad del radio. Su acción es rotar el antebrazo de forma que la palma de la mano quede hacia arriba (supinación) o doblar el codo (flexión). Al pensar en la función muscular en estos términos, el origen se considera el más estable de los dos huesos y la inserción la más móvil. Cuando el músculo se contrae, la inserción se mueve hacia el origen, y el codo y el antebrazo se colocan en supinación y/o flexión.
Sin embargo, cuando hablamos del origen, la inserción y la acción de un músculo, lo estamos enfocando desde el punto de vista de su «posición anatómica», que equivaldría más o menos a Tadasana en yoga, con la persona de pie erguida y las palmas de las manos hacia el frente. Todas las referencias a los movimientos de flexión, extensión, abducción, aducción y rotación empiezan y terminan en posición anatómica. Aunque no es algo sorprendente, sí que puede suponer un problema. Por ejemplo, ¿qué pasa si no inicio el movimiento desde posición anatómica? (Después de todo, en el mundo real, rara vez empezamos los movimientos desde esa postura). ¿Y qué pasa si estoy en la fase final del movimiento, o tumbado en el suelo o boca abajo en equilibrio sobre el antebrazo? ¿Cambia eso la forma en que funcionan los músculos? La respuesta a esta pregunta es sí.
Figura 1.6: Los tres elementos del bíceps braquial: a) apófisis coracoides, b) tubérculo supraglenoideo, c) tuberosidad del radio. Imagina cómo se mueve el antebrazo en relación con la cintura escapular, más estable.
Además, separar los músculos en los compartimentos de origen, inserción y acción nos lleva a pensar que funcionan independientemente unos de otros. Esta simplificación excesiva del sistema general también nos desconecta de la maravillosa integración de los tejidos corporales y quizá de la experiencia general de una postura.
Lo cierto es que suele haber un músculo predominante en cada acción, pero eso no significa que sea el único que trabaje. No creo que ningún músculo trabaje solo nunca. Si nos centramos en él y lo aislamos, vale, sí, en teoría podríamos hacer que trabajara solo, pero no es así como funciona en la vida real. Aunque es cierto que los músculos se fijan en determinados puntos del sistema óseo (el origen y la inserción), es mejor ser más objetivos con las fijaciones; no deberíamos dar por sentado que la fijación considerada estable (origen) no puede convertirse en la fijación que se mueva (por lo general, la inserción).
¿No sería mejor ver ambos extremos del músculo como puntos de fijación? Ningún punto es siempre el origen o la inserción. Pueden intercambiarse en función de la situación en la que nos encontremos. Existen ejemplos en los que lo que normalmente se considera el origen se mueve hacia la inserción en función de la postura o de los huesos que se estabilizan durante la contracción muscular.
Por ejemplo, en Laghu Vajrasana, el cuádriceps cambia su origen y su inserción habituales. Por lo general, el cuádriceps contrae y endereza (extiende) la rodilla moviendo la parte baja de la pierna (la tibia) en la articulación de la rodilla. En esta postura, el movimiento sigue produciéndose en la articulación de la rodilla, pero en vez de que la parte baja de la pierna (por lo general, la inserción) se mueva, como haría si te encontraras en posición anatómica, la pelvis y el fémur (por lo general, el origen) se mueven hacia la parte inferior de la pierna en la articulación de la rodilla.
Figura 1.7: El movimiento se produce en la articulación de la rodilla, pero la tibia permanece fija.
Observa la figura 1.7. Como puedes ver, la parte inferior de la pierna está en el suelo. En esta postura, no se puede mover a ningún sitio. Para que eso ocurriera, tendría que moverse en el suelo de alguna forma. A medida que me voy inclinando, el fémur, la pelvis y la columna vertebral a duras penas se mueven unos respecto a los otros. Están estables. También verás que la articulación de la rodilla es la única articulación que cambia significativamente, pero la parte inferior de la pierna no se mueve. De hecho, en esta postura la parte superior de la pierna y el resto del cuerpo se mueven en torno a la articulación de la rodilla.
Después de permanecer en esta postura, tengo que activar los cuádriceps (y, por supuesto, estabilizar la pelvis con ayuda de la fuerza abdominal) para volver a la posición de inicio. Al deshacer la postura, la contracción del cuádriceps crea el movimiento en la articulación de la rodilla. Pero en este ejemplo, en vez de mover la tibia como por lo general se haría en extensión de la rodilla, movemos el resto del cuerpo en torno a la articulación de la rodilla, intercambiando de forma eficaz el origen y la inserción comúnmente aceptados de este músculo. Hay otros ejemplos, pero las conclusiones son mucho más importantes: los músculos se contraen. Si van a crear movimiento, uno de los dos extremos tendrá que moverse hacia el otro (o ambos a la vez). El más estable no se moverá. Esta forma de entender la función muscular nos permite describir el movimiento de manera más realista que utilizando solo la idea de origen, inserción y acción.