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ОглавлениеLa séptima semana
lunes 16-domingo 22 de abril
Terry no podía seguirle el ritmo. Estaba agotado. Diane era demasiado para él. Era insaciable. Cayó de espaldas. Le faltaba el aliento. Lo estaba pasando mal. Ella se tumbó encima de él. Lo montó. Lo cabalgó. Él jadeaba. Él gemía. Ella sonreía. Ella reía. Él chillaba. Ella gritaba. Él se corrió. Ella se tumbó a su lado. Él tenía los ojos cerrados. Ella le cogió la polla en la mano. Él abrió los ojos. Ella le acarició la polla. Él volvió a cerrar los ojos.
—¿Tiene alguna palabra en clave para referirse a él, señor director?
El tráfico en las afueras de Londres es una pesadilla. Controles en los cruces. Helicópteros en el cielo. Sirenas. El Judío está sentado en la parte trasera del Mercedes. Recibe información de última hora por el teléfono del coche. Encarga flores para la familia de la policía muerta.10 Flores para marcar el sitio donde fue asesinada. Abatida de un solo disparo efectuado desde la Embajada de Libia en St. James’s Square, en South West Uno.
Neil Fontaine toca la frecuencia de la radio:
—… continuando con su política interior, el Gobierno confía en la ayuda de los servicios de seguridad, que manipulan cínicamente la definición de subversión y abusan así de sus privilegios para investigar e intervenir en las actividades de los partidos políticos legítimos, el movimiento sindical y otras organizaciones progresistas. El abogado de Bettaney11 continuó…
Neil Fontaine cambia otra vez de emisora. Pisa a fondo el acelerador en la autopista.
El Judío mira por las ventanillas del Mercedes. Se anima a medida que se acercan a Sheffield. Habla del cuerpo político. Habla del alma política…
Ella le ha dado nuevas órdenes…
Nuevas órdenes del Nuevo Orden…
Nuevas órdenes que seguir. Nuevas órdenes que dar.
Neil Fontaine ha recibido sus órdenes…
Viejas órdenes.
Terry sabía que el presidente le culpaba. La situación era extremadamente peligrosa y nadie se atrevía a predecir lo que pasaría. Las familias no volverían a morirse de hambre. Se podía usar a las tropas para transportar las reservas de carbón…
El mayor bien para la mayoría.
La situación era extremadamente peligrosa, y el presidente culpaba a Terry. Lo culpaba de todo. Terry había dicho al presidente que él se ocuparía de todo…
Se ocuparía de todo. Terry había dicho al presidente que ganarían…
Habían perdido.
Terry apoyó la frente contra la ventana de su despacho. Terry cerró los ojos. Terry sabía que el presidente le culpaba. Le culpaba. Le culpaba…
Para Terry era como volver a la cárcel.
El teléfono de la mesa volvió a sonar. No paraba ni un puto segundo…
Le llamaban de Gales del Sur por lo menos dos veces al día para consultarle por la orden judicial. Clic, clic. No eran los únicos. Consultas legales. Consultas financieras. Incesantes consultas de mierda…
Le tocaba los cojones…
Terry había hecho lo que tenía que hacer. Terry había hecho su trabajo…
¿Por qué no podían hacerlo ellos?
Terry pensaba que sería Clive otra vez. Clive Cook lo llamaba a todas horas. Clive confundía los códigos. Clive se olvidaba de los códigos. Clive no hacía caso de los códigos. Clive gritaba:
—No sé cuánto más podré soportarlo.
Terry Winters pensaba que había cometido un gran error eligiendo a Clive Cook.
Terry cogió el teléfono. Clic, clic.
—Al habla el director —dijo.
—¿Terry? Gracias a Dios. Soy Jimmy. Estoy intentando hablar con el presidente. Nadie quiere decirme dónde está. ¿Qué pasa?
—No estoy autorizado a dar información por teléfono. Una nueva directriz.
—No me jodas, Tel. Es urgente. ¿Lo has visto?
—Me gustaría decírtelo, pero entonces…
—Mira, solo escucha. Estoy en Londres. Acabamos de salir de una reunión de la jpa. La compañía del carbón nos ha dicho que están dispuestos a sentarse con todos vosotros. A hablar. Cara a cara. Sin jueguecitos. Estoy intentando concertar algo para el próximo martes…
—¿Qué hay que hablar? Él apareció en Weekend World diciendo que tendrían que utilizar a las tropas para transportar las reservas de carbón. Le dijo a Jimmy Young que tenía cosas más constructivas que hacer con su tiempo que hablar con nosotros. Y Tebbit12 ha salido en todos los periódicos hablando de privatización. Harías perder el tiempo al presidente, Jimmy…
—Escúchame, Terry. Ningún despido forzoso y la renuncia a su programa inicial. Es una retirada lo mires como lo mires, joder. Es una victoria para nosotros.
—¿Nosotros?
—Para todo el movimiento. Para el num y la nacods. Para el presidente.
—¿Qué quieren?
—Tengo una carta de ellos que pone lo que acabo de decirte, pero quieren una respuesta. Y la quieren lo antes posible. Entonces pasaremos a fijar el momento y el lugar. Pero tengo que hablar con el presidente.
Terry tamborileó con los dedos en la mesa.
—Mándame la carta por mensajero. Me aseguraré de que el presidente la vea…
—Te estará agradecido, Terry.
—Me aseguraré de que tenéis nuestra respuesta al terminar el día —prometió Terry—. Personalmente.
—Eres un héroe, camarada —dijo el hombre de la nacods—. Un auténtico héroe, Terry.
Terry colgó. Terry se levantó. Terry sonrió para sus adentros…
Terry sabía que el presidente le culpaba. Le culpaba de todo…
Pero no por mucho tiempo.
El Viernes Santo será el cumpleaños del Führer. Noventa y cinco años…
Feliz cumpleaños, tío Alf.
Diez días de banquetes y celebraciones hasta el colofón con las hogueras de la Walpurgisnacht…
Los ensayos ya habrán empezado.
El Mecánico conduce a través de Evesham hasta Cirencester, continúa por Stroud hasta Cheltenham. Ese es el centro. El centro secreto. El centro oscuro.
Los Cotswolds. La zona de los estuarios de Norfolk. La costa occidental de Escocia…
Esos son los lugares. Los lugares secretos. Los lugares oscuros.
El Mecánico busca las señales. Las señales secretas. Las señales oscuras…
Las encuentra. Recuerda.
Ese es el lugar. El lugar secreto. El lugar oscuro.
La finca. La Casa Grande…
Wewelsburg.
Aparca muy lejos. Deja salir a los perros. Se dirige al maletero del coche. Saca la mochila. Se la pone. Silba. Los perros vuelven. Les da de comer. Los encierra en el coche. Las ventanillas con una rendija abierta. Cruza los campos. Los arroyos…
Llega a los árboles. Las hojas. Se sienta en la hierba alta. Espera…
Ella estará durmiendo ¿En la oscuridad? Ella estará despierta. ¿A la luz?
Ve la parte trasera de la casa. Los jardines por los prismáticos…
La carpa está puesta. Las bombillas de colores encendidas.
Anochecerá. Pronto estará todavía más oscuro…
Los generales en la casa con Wagner y Bruckner sonando bajo los retratos de Robert K. Jeffrey y A. K. Chesterton, las tropas borrachas en los jardines cantando canciones sobre negratas y morenos bajo las esvásticas y las cruces de San Jorge…
Que no lo veas no quiere decir que no esté…
Y él debe de estar aquí en alguna parte…
La música se interrumpe. Empieza el ensayo…
Las puertas de la casa que dan a los jardines se abren. Sacan el carrito. Descubren la falsa tarta con la esvástica. Noventa y cinco velas sin encender…
El homenajeado con el cuchillo en la mano…
El tío Adolf interpretado por Julius Schaub, alias Martin Peter Cooper.
El Mecánico va a por el coche. A por los perros.
Terry no podía seguirles el ritmo. Estaba agotado. Christopher y Timothy eran demasiado rápidos para él. Eran incorregibles. Louise tropezó con los adoquines. Rompió a llorar. Buscó a su padre. Terry dejó de perseguir a los niños y el balón. Volvió andando a través del césped. Louise señaló el rasguño de su rodilla. Terry se inclinó. Le dio un beso para que se curase. La cogió en brazos. La abrazó. Theresa salió de casa. Llevaba una bandeja con agua de cebada. El hielo tintineaba en los vasos. Miró a Terry…
No habló. Nunca lo hacía. Theresa Winters se limitó a sonreír…
Él tampoco habló. Nunca se atrevía. Terry Winters se limitó a devolverle la sonrisa…
Guiñó el ojo a su mujer. Iba a dejarlos a todos pasmados.
La semana pasada fue el ensayo general del acto principal. El aperitivo del plato principal de hoy. Neil Fontaine se ha puesto una chaqueta de trabajo para asistir a la cena. Ayuda al Judío a ponerse la suya…
ncb en la espalda.
El Judío está en medio de su suite con la chaqueta de trabajo puesta.
—Donde fueres, haz lo que vieres, ¿eh, Neil? —comenta.
—Eso me temo, señor.
—Vamos, pues —dice el Judío—. No nos perdamos a Nerón y sus juegos.
Neil Fontaine acompaña al Judío abajo. Atraviesan el vestíbulo del hotel. Salen al radiante sol de Sheffield.
El Judío se pone las gafas de sol. Mira los helicópteros.
Neil Fontaine lleva al Judío por las desiertas callejuelas. Hacia el ruido. Neil Fontaine lo lleva al salón de actos. Hacia las consignas…
Eso es lo que el Judío ha ido a ver:
El Congreso de Delegados Especiales del Sindicato Nacional de Mineros.
Siete mil hombres en las calles. Un solo mensaje en sus labios…
Sus chapas y sus pancartas.
No votaremos.
El Judío espera entre las sombras. Neil Fontaine se queda detrás de él.
El Judío observa a la multitud. El Judío escucha a la multitud…
Escucha sus vítores. Sus atronadores vítores.
Un discurso tras otro de un orador tras otro…
Contra el Gobierno. Contra la policía. Contra el Estado. Contra la ley.
El Judío escucha la acogida. La atronadora acogida dispensada…
No al Partido Laborista. No a la oposición parlamentaria. No a la democracia…
Sino a la oposición extraparlamentaria. Y a su presidente.
Se hacen otra vez con el triunfo, y también su presidente…
Su triunfo. Su discurso triunfal:
—Yo soy el guardián de las normas y quiero decirles a mis compañeros del sindicato que existe una norma por encima de todas las demás, y es que cuando los trabajadores están en huelga…
»NO SE SALTAN LOS PIQUETES BAJO NINGÚN CONCEPTO.
El Judío escucha. El Judío observa.
Observa cómo su líder es alabado. Observa cómo sus delegados se dispersan…
Observa cómo los hombres avanzan…
Para coger botellas. Para coger piedras. Para atacar a la prensa…
Las hileras de fotógrafos. La masa formada por los equipos de televisión.
Para atacar a la policía y que la policía contraataque…
Las peleas en los pubs y las unidades de arresto.
El Judío entre las sombras. Neil Fontaine detrás de él.
Es jueves 19 de abril de 1984…
Jueves Santo…
—Pero esto no es Gran Bretaña —susurra el Judío—. Esto es otro Nuremberg.
—¿Qué coño es esto, Winters?
Terry alzó la vista de sus cifras. Paul Hargreaves se hallaba detrás de su mesa. Len Glover estaba en la puerta. Paul le tendía un trozo de papel.
Una carta. La carta.
Terry dejó el bolígrafo. Se quitó las gafas.
Len entró. Cerró la puerta.
—¿Hay algún problema, camaradas? —preguntó Terry.
Paul estampó la carta sobre la mesa de Terry…
—Sí, hay un problema, camarada —contestó—. Tú eres el jodido problema.
—¿He hecho algo mal? —inquirió Terry.
Paul lo miró fijamente. Dio unos golpecitos en la carta.
—Has cambiado esto —dijo.
—¿Ah, sí? —preguntó Terry—. ¿De verdad?
Paul alargó la mano a través de la mesa para agarrar a Terry. Len lo apartó…
—¿Cómo que «de verdad»? —gritó Paul—. Sabes perfectamente que es verdad, joder. Eres un gilipollas arrogante, Winters. Arrogante y…
—Entonces pido disculpas —dijo Terry—. Os pido disculpas a los dos, camaradas.
Paul dio otro bandazo hacia la mesa. Len lo contuvo…
—Era una buena oportunidad, y tú la has mandado a la mierda —gritó Paul—. A la mierda. Ya no hay nada. No hay reunión. Nada. Espero que estés satisfecho de ti mismo, camarada. Todo al carajo. Nada. ¿Estás contento ahora, camarada?
—Cometí un error —dijo Terry—. Creía que el presidente había dicho que el cierre de minas y la pérdida de empleos no eran negociables. Creía que simplemente estaba replanteando nuestra posición. Lo siento.
Len soltó a Paul. Paul miró fijamente a Terry Winters…
Terry sonrió a Paul Hargreaves. Terry sonrió a Len Glover…
Len sacudió la cabeza. Len abrió la puerta. Paul señaló a Terry…
—Te tengo calado, Winters —dijo Paul.
10. Yvonne Joyce Fletcher (1958-1984), agente de policía británica que murió de un disparo durante una protesta delante de la Embajada de Libia en Londres el 17 de abril de 1984. Su muerte provocó una gran consternación y desembocó en la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Gran Bretaña y Libia.
11. Michael John Bettaney fue un agente del espionaje británico nacido en 1950 que trabajó en el MI5 y fue juzgado en 1984 por filtrar información a la Unión Soviética. La traición de Bettaney estuvo motivada por su descontento con la política exterior de Gran Bretaña y por su temor a que estallase una tercera guerra mundial.
12. Normal Tebbit es un político conservador británico nacido en 1931 que fue ministro de Trabajo del gabinete de Margaret Thatcher y, durante el periodo de la huelga de los mineros de 1984-1985, ejerció de ministro de Industria.