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La décima semana

lunes 7-domingo 13 de mayo de 1984

Bill Reed y el presidente se conocían desde hacía mucho. Bill Reed conocía al presidente de Woolley. Bill Reed conocía al presidente de Barnsley. Bill Reed había sido el candidato del presidente. Bill Reed había conseguido el puesto. Ahora Bill Reed era el director del Miner, el periódico del sindicato.

Bill Reed dejó su taza.

—¿Te parece justo? —dijo Bill Reed—. ¿Donar nuestro sueldo al fondo de ayuda? Yo no estoy en huelga. Yo trabajo las veinticuatro horas del día.

—¿Qué quieres, camarada? —preguntó Terry.

Bill Reed asintió con la cabeza.

—¿Recuerdas que un contacto mío muy bien situado me dijo que tenían a alguien dentro de la oficina de Huddersfield Road?

Terry no dijo nada. Removió su café…

En el sentido contrario al de las agujas del reloj.

Bill Reed se inclinó a través de la mesa.

—Sé quién es, camarada.

Terry dejó de remover el café. Puso la cucharilla en el platillo.

—Me he documentado sobre un tipo de Manton —dijo Bill Reed—. Un tipo que ha organizado el voto allí. ¿Te suena Don Colby?

Terry bebió un sorbo de café y lo dejó. Negó con la cabeza.

Bill Reed sonrió.

—Resulta que tú y Don tenéis un amigo común.

Terry no dijo nada. Terry esperó…

Bill Reed sonrió.

—Clive Cook —dijo Bill Reed.

Ella había proporcionado al Judío y a Neil Fontaine un avión privado a Prestwick. No a Glasgow. El coche de ella estaba allí para recibirlos y llevarlos directos a Motherwell…

Neil Fontaine iba sentado en la parte delantera con el chófer. El Judío, en la trasera con los jefes. Los jefes de Strathclyde informaron al Judío de lo acontecido ese día en Ravenscraig. La Craig. Lo acontecido en Hunterston…

Los camiones. Los caballos. Las lesiones. Las detenciones. Las fotografías. Las cifras.

Los jefes contaron al Judío que en Hunterston se habían reunido mil huelguistas…

El Judío se frotó las manos. El Judío quería estar donde había acción…

Y la acción estaba ahora en el sector del acero…

El acero, el nuevo campo de batalla.

El Judío vio a los caballos embestir. A los huelguistas caer o huir…

El Judío aplaudió. El Judío dio las gracias a los jefes. El Judío había visto suficiente. Era hora de volver a casa…

Neil Fontaine abre los ojos. Ve las luces de abajo. Todo es poco para los amigos de ella. Un vuelo nocturno privado de vuelta: de Prestwick a las Midlands del Este. El Judío va en la cabina. El Judío va en el asiento del copiloto. El Judío blande su permiso. El Judío con las manos en los mandos. Neil Fontaine con el estómago en la boca. Aterrizaje. Más aplausos. Apretones de manos. Otro coche privado que espera en la pista…

Todo es poco para los amigos de ella…

Todo es poco para los amigos de él; los nuevos amigos del Judío:

La conexión de la amistad.

El Judío había reservado la sala superior de un moderno pub…

El Green Dragon. En Oxton. En mitad de la nada.

El Judío ha puesto cerveza y sándwiches. Los hombres llegan poco a poco. Entran arrastrando los pies. Se quedan en los rincones. Beben como cosacos…

No tocan los sándwiches.

El Judío pasa de un hombre a otro. El Judío presenta un hombre a otro…

Fred, este es Don. Don, este es Fred. Fred es de Pye Hill. Don es de Manton. Fred, este es Jimmy. Jimmy, este es Fred. Fred es de Pye Hill. Jimmy es de Lea Hall…

Jimmy, este es…

La conexión de la amistad.

Forman grupitos. Se quedan en los rincones. Beben como cosacos…

No tocan los sándwiches.

Susurran sobre esta sección y la otra. Se tapan la boca con las manos para hablar de esta secretaria y la otra. Murmuran sobre este abogado. El otro…

Se quedan en los rincones y hablan del bien y el mal. Beben como cosacos…

No tocan los sándwiches.

Son el Comité de Mineros de Nottingham…

El Comité Secreto de Mineros en Activo de Nottingham.

Terry llamó a Clive Cook desde un teléfono público. Terry habló en clave. Terry concertó la cita…

Amanecer. Estación de servicio de Woolley Edge.

Terry llegó pronto. Clive llegó tarde…

Clive bajó del coche. Clive llevaba gafas de sol. Clive cruzó el aparcamiento…

—No creo que pueda aguantar mucho más, camarada —dijo Clive.

—Sube —dijo Terry—. Puede que no sea necesario.

Terry condujo por carreteras y caminos angostos. Terry condujo hasta Bretton Park…

Se sentaron junto al lago.

—Bill Reed me ha llamado —anunció Terry.

—Qué desagradable para ti —comentó Clive.

Terry agarró a Clive por la chaqueta.

—Más bien para ti, camarada —lo corrigió Terry.

—¿Qué? —dijo Clive—. ¿De qué habéis hablado?

Terry atrajo a Clive hacia sí.

—Bill dice que eres de la Sección Especial —susurró Terry.

Clive apartó a Terry de un empujón. Clive intentó propinar un puñetazo a Terry. Clive no le dio…

—¡Vete a la mierda! —gritó Clive—. ¡Por haberme metido en esto, Winters!

Terry sacudió la cabeza.

—Solo te cuento lo que Bill me ha dicho.

—Le crees —chilló Clive—. ¡Hay que joderse, le crees! Hay que joderse…

Terry se acercó a Clive. Terry abrazó a Clive.

—Solo he hecho lo que tú me dijiste que hiciera —dijo Clive sollozando—. Nada más.

Terry estrechó fuerte a Clive.

—Lo sé, camarada —dijo Terry—. Lo sé…

—Y ahora estoy acabado —confesó Clive llorando—. Por tu culpa y por culpa de ese borracho de mierda.

Terry abrazó a Clive.

—Hablaré con el presidente por ti —dijo Terry.

Levantan pesas. Corren. Se ejercitan en la lucha. Se duchan. Los jefes los meten en sus celdas. Sus equipos. Los jefes les dan fotografías. Mapas. Los jefazos les dan instrucciones. Uniformes. Los equipos se ponen sus nuevos monos. Se sientan en sus camas. Hacen crujir los nudillos. Aprietan los dientes…

Los jefes les dan pastillas. Los jefes les hacen esperar.

Las Transit llegan cuando se pone el sol. Diez. Las puertas traseras se abren…

Los equipos suben a las furgonetas. Se sientan en la parte trasera con los cascos puestos…

Beben. Escuchan música: Ace of Spades a todo volumen.

La Transit que lleva al Mecánico y su equipo para. Las puertas se abren…

El Mecánico y sus hombres bajan. Van andando al centro de la ciudad. Llegan al Robin Hood. Se quedan fuera. Aprietan los dientes…

Y esperan.

Sus objetivos salen. Son fáciles de distinguir con las chapas puestas. Las pegatinas…

Esos mineros en huelga también han tomado unas copas.

—¿Adónde vais? —les pregunta el Mecánico.

—A casa —le contestan los huelguistas.

El Mecánico y sus hombres se apartan.

Los huelguistas enfilan la calle.

El Mecánico y sus hombres los siguen.

Un huelguista que va detrás está muy borracho.

El Mecánico lo alcanza. Lo empuja. Le hace tropezar…

Le da una colleja.

El huelguista borracho se detiene.

El Mecánico lo agarra. Se lo lanza al Miembro del Equipo A…

A se lo empuja a B. B se lo empuja a C. C se lo devuelve al Mecánico…

El Mecánico y sus hombres ríen. El Mecánico vuelve a lanzárselo a A.

El resto de los huelguistas observan. Uno de ellos vuelve por la calle…

—Soltadlo, por favor —dice—. No ha hecho nada. Solo está borracho.

El Mecánico arranca la pegatina amarilla del jersey de ese hombre. Dobla la pegatina amarilla…

El minero en huelga se queda quieto. Observa al Mecánico.

El Mecánico agarra la cabeza al huelguista. El pelo. Tuerce la cabeza al huelguista…

El Mecánico le mete la pegatina amarilla por un agujero de la nariz.

El resto de los huelguistas vuelven en tromba por la calle…

El Mecánico y sus hombres tienen las porras fuera…

Preparadas.

Terry miró por la ventana del hotel. Terry sacudió la cabeza. Terry dijo:

—Me siento fatal.

—¿Por qué? —preguntó Diane—. Por lo que me has dicho, has hecho lo correcto.

—Pero Bill Reed confiaba en mí —repuso Terry—. Y yo fui a ver al presidente a sus espaldas.

—Enhorabuena —dijo Diane riendo—. Tenía que saberlo. Tenías que decírselo.

Terry estrujó la toalla.

—Ahora Bill Reed me la tendrá jurada —declaró Terry.

—Te preocupas demasiado —comentó Diane—. Es un viejo borracho. Anda, vuelve a la cama.

—Pero él es uno de los amigos más viejos y más íntimos del presidente —insistió Terry.

—No cambiarás nunca, ¿verdad? —dijo Diane riendo—. Anda, por favor. Vuelve a la cama.

Don Colby está sentado en la parte trasera del Mercedes aparcado enfrente de la mina de carbón de Manton. Don está nervioso. Don está asustado. Es un cobarde. Don quiere abandonar. Don mira al Judío. Don niega con la cabeza.

—No tengo las cifras —dice Don.

—Ya lo sé —asiente el Judío sonriendo—. Pero los hombres de Manton están asustados. Intimidados. Lo importante no es la victoria. Lo importante es la lucha. Que te vean luchar. Que los hombres vean que alguien se levanta y lucha. Alguien que no tiene miedo. Alguien que no se deja intimidar. Alguien con agallas. Alguien que está hecho de acero. Alguien especial. Hoy ese alguien eres tú, Don…

»¡Tú!

Don Colby yergue los hombros. Don Colby hincha el pecho. Don Colby asiente con la cabeza.

—Se acerca el día —dice el Judío—. Se acerca nuestro día, Don.

Don Colby sonríe. Don Colby abre la puerta.

—Recuerda, Don —grita el Judío—. La primera ministra sabe tu nombre.

Guerra de trincheras. El nec había aceptado que las elecciones se retrasasen mientras durase la huelga. Combate cuerpo a cuerpo. El nec también había debatido las nuevas medidas disciplinarias. Guerra de aniquilación mutua…

En la mina de carbón de Manton en Yorkshire del Sur, se había celebrado una reunión de sección para debatir la posible vuelta al trabajo. Los hombres habían votado a favor de seguir en huelga. Pero lo importante no era el resultado. Lo importante era que en Yorkshire del Sur habían tenido que votar…

El corazón del país.

El presidente estaba en los piquetes. El presidente estaba en el parlamento. El presidente estaba aquí. El presidente estaba allá…

Iba a por todas. No mostraba compasión…

El presidente estaba en todas partes…

Terry cogió la tarjeta de agradecimiento de su mesa…

El mismo cuadro de la batalla de Saltley Gate15 que estaba colgado en la recepción.

Terry pensó que tal vez el presidente lo había perdonado. Que realmente volvía a confiar en Terry. Pero circulaban rumores por el edificio…

Se hablaba de conversaciones. Se hablaba de reuniones. Conversaciones sobre conversaciones. Reuniones sobre reuniones.

El presidente no le había dicho nada a Terry Winters. Terry todavía no había sido perdonado. Todavía no había recuperado su confianza…

Todavía estaba al margen.

Terry suspiró. Se acercó a los ventanales. El teléfono sonó de inmediato.

Terry lo cogió. Clic, clic.

—Al habla el director.

—¿Terry? Soy Joan. ¿Puedes subir?

—¿Ahora? ¿En este momento?

—¿Hay algún problema? —preguntó ella—. ¿Es un mal momento?

Terry negó con la cabeza.

—No, no —dijo por el teléfono—. Pero ¿pasa algo?

—¿Por qué siempre piensas eso? —comentó Joan riendo.

Terry colgó. Se acercó otra vez a la ventana. Se mordió la uña del pulgar hasta que le sangró. Terry se lo envolvió con el pañuelo. Lo apretó…

Fuerte.

Terry se puso la chaqueta. Cerró la puerta del despacho con llave. Recorrió el pasillo. Subió. Llamó a la puerta del presidente…

Terry esperó.

Len Glover abrió la puerta. El leal Len lo saludó con la cabeza.

Terry entró.

El presidente estaba hablando por teléfono. De espaldas a la habitación…

Joan señaló el asiento situado al lado de Paul. Paul apartó la vista. Terry se sentó.

—… sabemos lo que ellos opinan. Ellos saben lo que nosotros opinamos —estaba diciendo el presidente—. Nuestra postura no ha cambiado. Si hay un cambio por su parte, estupendo. Reunámonos. Escucharemos lo que tengan que decirnos. Pero ellos saben perfectamente lo que nosotros tenemos que decir. Saben lo que queremos. Lo que nuestros afiliados quieren…

El otro teléfono sonó. Joan contestó. Se lo pasó a Paul.

Terry sacó la mano derecha del bolsillo de su chaqueta. Abrió el pañuelo. Miró su pulgar ensangrentado. Se lo metió en la boca. Lo chupó. Alzó la vista.

El presidente había terminado de hablar por teléfono. Paul también…

Todo el mundo miraba fijamente a Terry.

—¿Te has cortado con un papel, camarada?

Terry se sacó el pulgar de la boca. Volvió a meterse la mano en el bolsillo.

Paul suspiró. Le tendió cuatro carpetas.

—Vas a necesitar esto —dijo.

Terry cogió las carpetas con la mano izquierda.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Qué…?

—Camarada —dijo el presidente—, te necesito en París conmigo la semana que viene.

Terry miró al presidente. El retrato detrás de él. Terry asintió con la cabeza.

—Te hemos avisado con poca antelación —se disculpó Joan—. ¿Habrá algún problema con tu familia?

Terry Winters negó con la cabeza.

—Mi familia no es problema —dijo Terry.

15. Se conoce como batalla de Saltley Gate el piquete masivo que tuvo lugar en un depósito de carbón de Birmingham en febrero de 1972 durante la huelga de los mineros de dicho año. La batalla entre los mineros y los policías destacados en Saltley Gate concluyó con la victoria de los mineros, el cierre del depósito y la satisfacción de las exigencias del colectivo minero.

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