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Martin

Día 70. Nos metisteis bajo tierra… Me despierto. Me quedo tumbado… Me quedo tumbado sonriendo. Parece que todo haya sido un sueño. Uno bueno, para variar… Qué día. Cath abre la puerta del dormitorio. Baja, dice. Rápido, cariño. Me incorporo. Estiro la mano para coger los cigarrillos. Rápido, insiste ella. Está saliendo por la tele. La sigo escalera abajo. Me siento en el sofá a su lado. Me llevo un cigarrillo a los labios. En la televisión aparecen imágenes de lo de Mansfield. Imágenes del Rey Arturo en las que parece el puto Adolf Hitler. La mano derecha levantada en el saludo nazi. Imágenes de ventanas rotas. Coches destrozados. Chicos que tiran ladrillos y botellas. Chicos que se pelean con la policía. Policías que sangran. Policías en camillas… Tiro el cigarrillo sin encender a la alfombra. Me levanto del sofá. Apago la tele. Mentirosos. Cath está llorando. Malditos mentirosos. Día 75. Esta noche es Cath la que tiene pesadillas… Ahogarse. Asfixiarse… Los dos nos desvelamos. Por culpa de eso y de la lluvia. Día 78. Orgreave… Primer día. Todo va mal desde el principio. Muchos golpes por las dos partes. Nosotros treinta de Thurcroft. Sesenta y tantos de Maltby y Silverwood. Por una vez somos más que esos cerdos… Un convoy de camiones. Motos de escolta… Vehículos Range Rover. Ciento diez kilómetros por hora. No hay forma de pararlos… Alguien coge una piedra. Alguien la lanza a través de un parabrisas… Y ya se ha armado. Ya ha empezado. Día 80. Orgreave… Añaden un convoy más. Vienen Jack y Sammy. No hay forma de hablar con los conductores. Como siempre, no están sindicados. Ciento treinta kilómetros por hora. Motos de escolta. Vehículos Range Rover. La mitad del cuerpo de policía de Yorkshire del Sur ha venido a ayudarles a entrar. Puestos de mando. Cámaras en los tejados. Sonrían. De todo. Nadie más indicado que la policía metropolitana para repartir estopa. Peor, porque son de la zona. Te conocen. Si te acercas demasiado a la parte de delante, recibes una tunda… Ojos morados. Estrellas. Narices rotas. Costillas. Sangre de los oídos. Los dientes… Empiezan los empujones. Avanzo. Levanto los pies del suelo. Hacia la delantera. Contra un puño. Me dan un puñetazo… Allá vamos. Allá vamos. Allá vamos… Caigo. De golpe. Alguien me recoge. Retrocedo. Levanto los pies del suelo. Caigo hacia atrás. Tíos encima de mí por todas partes. Escapo arrastrándome… Ojos morados. Estrellas. Nariz rota. Costillas. Sangre de los oídos. Dientes… Joder. Han vuelto a llevarnos al campo. Cercados como jodidos animales… Vienen camiones por la carretera. Los camiones entran. Ciento cincuenta kilómetros por hora… No hay forma de pararlos. Cowboys. No hay forma de hablar con ellos… Los camiones salen. Los camiones se van… Cargados. Hoy había mil miembros del piquete en Anchor. Mil tíos en el lado equivocado. Los muy cerdos nos han tendido una trampa. Los camiones han entrado por la verja de Dawes Lane. Si hubiéramos tenido cien tíos más, habríamos podido con ellos, dice Keith. Yo no digo nada. Está soñando. Miro cuesta abajo. Horrible… Chimeneas y tanques de almacenamiento. Negros e inquietantes. Humo blanco y autopista… Este sitio es una puñetera pesadilla. Lo odio. Lo odio, joder. Día 84. Pete abre el sobre. Levanta la vista. Asiente con la cabeza… Orgreave. Salimos a los coches. Subimos a los vehículos. Está tan cerca que podríamos ir a pata. Voy con Keith y Tom. Hay sitio para uno más. Pete nos dice que esperemos por si viene algún rezagado. Vemos cómo el resto salen. Veinte minutos más tarde un chico entra en el aparcamiento. Sube al coche con nosotros. Nos vamos. Cuando llegamos acaban de dar las ocho. El sindicato tiene tíos con mapas y megáfonos esperando. Te dan indicaciones. Te dicen adónde tienes que ir. Dónde quieren que estés. La mayoría de los chicos de Thurcroft están en la parte de Catcliffe. Nos envían a la parte de Handsworth. La policía también es amable… Aparque aquí. Aparque allá… Nos metemos por una calle lateral. Salimos. Subimos al campo de arriba. En la parte de High Field Lane. Vamos hacia la parte delantera. Debe de haber cinco mil tíos. Por lo menos. Arthur ha venido otra vez en persona. Hay un poli por cada minero. Un minero por cada poli. Los soldados de asalto forman en filas de cinco. Diez. Cincuenta… En columnas de cinco. Diez. Veinte. Hay tantos que el puto suelo se ve otra vez negro. Marchan arriba y abajo. Arriba y abajo. A paso rápido. Como si estuvieran de instrucción… Como si fueran soldados de mierda. No polis… Sus jefes gritan órdenes. Tratan de acorralar a todo el mundo. Nos zarandean. Ya no son tan amables… Ven aquí. Ve allá. Cállate, escoria. Quédate aquí. Quédate allá. Que te calles, coño… Ese rollo. La mitad a un lado de la calle. La mitad al otro. Nos llevan enfrente de Rother Wood. He oído que en la parte de Catcliffe les han soltado los perros. A lo mejor, por una vez, es nuestro día de suerte. Los megáfonos crepitan. Se oye un estruendo. Miro el reloj… Son las nueve. A tres kilómetros de distancia, veinte camiones vienen por la carretera. Los veo: los camiones y la escolta policial. Ahora hay muchas embestidas… Empujones. […]

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