Читать книгу GB84 - David Peace - Страница 26

Оглавление

La octava semana

lunes 23-domingo 29 de abril de 1984

La calavera. La vela. El reloj y el espejo. Neil Fontaine se mueve por el suelo. La alfombra. Las toallas y las sábanas. La luz sobre el papel pintado. Las cortinas. Los accesorios y los muebles. La sombra sobre el hueso. La cara. Las manos y el pelo. Las botas a través de la habitación. El edificio. El pueblo y el país…

Jennifer se mueve a través de la cama. La almohada. El nombre de él en sueños.

Se despierta con la luz…

Enterramos a los que apreciamos…

La puerta está cerrada. Neil se ha vuelto a ir.

La cabeza le cae hacia delante. Schaub está inconsciente. Atado.

El Mecánico se acerca al lavabo. Se lava la mano derecha debajo del grifo del agua fría. Tapa el desagüe. Llena el lavabo. Moja los nudillos.

Su cabeza se mueve. Schaub gime.

El Mecánico quita el tapón. Se seca las manos con una toalla pequeña. Se dirige a los teléfonos. Coge uno de los aparatos. Marca el número.

Julius Schaub gime.

Neil Fontaine está sentado en el Mercedes y lee los periódicos…

Su presidente afirma que las reservas de carbón de la cegb solo durarán nueve semanas más. El tgwu amenaza con convocar una huelga en el puerto si despiden a los estibadores por apoyar a los mineros en huelga. Su presidente se niega a reunirse con la compañía del carbón para debatir la renegociación de los cierres de minas. La compañía lanza hoy su campaña de vuelta al trabajo.

Neil Fontaine arranca dos pequeñas noticias de las páginas interiores…

Se guarda los recortes en el bolsillo. Los reserva para más tarde.

El gabinete de guerra se disuelve. El Judío sale de Downing Street.

Neil Fontaine le abre la puerta.

El Judío sube a la parte trasera.

—Al club, por favor, Neil.

—Desde luego, señor.

Neil Fontaine conduce hasta el club Carlton. Abre la puerta trasera al Judío.

El Judío mira su reloj.

—A las tres, por favor, Neil —dice.

—Desde luego, señor.

Neil Fontaine deja el coche cerca del club y camina por Charing Cross. Neil ve a Roger Vaughan. Roger ve a Neil Fontaine. Neil sigue a Roger Vaughan por el Strand. Roger gira a la izquierda por un pequeño callejón. Neil Fontaine está justo detrás de él. Roger Vaughan entra en un pub. Neil se sienta a una mesa en el rincón. Roger pide las bebidas. Neil Fontaine enciende un cigarrillo. Roger Vaughan trae dos bebidas…

Zumo de naranja fresco para Neil y un whisky doble para Roger.

Roger Vaughan se sienta…

Roger dirige Seguridad Jupiter para Jerry. A Jerry le preocupa Neil. Neil debe reunirse con Roger…

Roger sonríe.

—¿Y bien? —pregunta Roger.

—Está controlado —responde Neil Fontaine.

Roger deja de sonreír.

—Se ha armado un buen jaleo entre los de arriba. ¿Lo sabes?

—Son tiempos difíciles para todos —dice Neil—. Malos tiempos.

Roger mueve la cabeza.

—No es un buen momento para cagarla —dice Roger—. Para ninguno de nosotros.

—No han encontrado nada —afirma Neil—. Johnson lo habría dicho.

Roger bebe un sorbo de su copa.

—Entonces todo depende del silencio de ellos, ¿no? —dice Roger.

Neil saca el sobre. Lo deja entre las dos bebidas.

—Él me ha pedido que te dé esto.

Roger lo recoge. Lo abre. Mira dentro. Lo deja. Roger ríe.

—Qué confiado. Cree que puede desentenderse de todo como si nada, ¿verdad?

—Cogidos de la mano —dice Neil—. Hacia la puesta de sol.

Roger termina su bebida.

—El amor siempre te acaba decepcionando —dice Roger.

Neil aparta su bebida. Neil espera.

Roger se levanta.

—¿Qué tal está mi querida Jennifer? —pregunta Roger.

—Hambrienta —contesta Neil.

Roger pone la mano en el hombro de Neil.

—Siempre te acaba decepcionando —dice Roger.

El presidente se levantó de su mesa. Se levantó delante de un enorme retrato de sí mismo. Rodeó la mesa y se dirigió a donde Terry estaba sentado. Le dio un pañuelo de papel y le posó la mano en el hombro.

—La gente comete errores, camarada —dijo el presidente—. Es lo que los hace humanos.

Terry se sorbió la nariz. Terry se secó los ojos.

—Estoy seguro de que querías lo mejor para el movimiento, camarada.

Terry se sorbió la nariz. Terry asintió con la cabeza.

—Esta vez estás perdonado, camarada.

Terry se levantó.

—Gracias, presidente —dijo Terry—. Gracias. Gracias…

El presidente volvió detrás de su mesa. Delante del retrato.

Len abrió la puerta a Terry…

—Gracias —repitió Terry. Terry bajó a por su chaqueta…

Terry Winters sabía que lo tenían atado corto.

Terry cogió su chaqueta. Terry bajó al vestíbulo en el ascensor…

Estaban esperándolo.

Terry se sentó en la parte trasera del coche entre el presidente y Paul…

Joan en la parte delantera con Len.

Fueron a Mansfield. Aparcaron cerca de la oficina regional. Separaron a la muchedumbre…

Ninguno dijo una palabra.

Entraron. Atravesaron la sala. Se sentaron a la mesa principal…

Ray habló.

—Levantaos… —dijo Ray.

Henry habló.

—Sois ratas, no hombres… —dijo Henry.

Paul habló.

—Estáis oficialmente en huelga… —dijo Paul.

Entonces el presidente les habló. El presidente los regañó.

—¡NO SE SALTAN LOS PIQUETES BAJO NINGÚN CONCEPTO! —gritó el presidente.

Se levantaron de la mesa. Atravesaron la sala…

No hubo ovaciones. No hubo aplausos. No hubo canciones. No hubo autógrafos. Allí, no.

Un hombre se levantó de su asiento. Un hombre se adelantó corriendo…

Pasó por el lado de Terry dándole un empujón. Pasó por el lado de Len dándole un empujón. Hincó el dedo al presidente en el pecho.

—Como impongas la huelga a los miembros, te llevaré a juicio —dijo.

—Siéntate, Fred —dijo Henry—. Te estás poniendo en ridículo.

El presidente miró el dedo que tenía en el pecho. Alzó la vista a la cara del hombre. El presidente sonrió.

—Entonces nos veremos en los tribunales, camarada —dijo.

El helicóptero está en el taller. El Judío necesita que Neil lo lleve en coche a su casa de Suffolk; Colditz, como es conocida por todos los que la han visitado. Todos menos el Judío…

Neil Fontaine llama una vez a la puerta de la suite del Judío en la cuarta planta de Claridge’s. Neil entra. El Judío está al teléfono en medio de un mar oscuro de mapas y planos.

—Ella teme un derrumbe por parte de Nottingham —está diciendo—. Teme que él tenga la iniciativa…

Neil Fontaine recoge los mapas y los planos. Los mete en el maletín.

El Judío cuelga. Mira a Neil. Sacude la cabeza.

Neil Fontaine le da al Judío una carpeta.

—Un poco de lectura para el viaje, señor.

El Judío abre la carpeta. Examina los recortes. Arquea la ceja. Sonríe.

—Vaya, gracias, Neil —dice.

Neil Fontaine lleva el maletín y un pequeño bolso de viaje al Mercedes.

Parten a Colditz.

El Judío lee los recortes en voz alta. El Judío se acaricia el bigote. El Judío sonríe. Baja la mampara a unos quince kilómetros de Londres. Está entusiasmado. Puede ver las posibilidades…

—Interesante, Neil —comenta—. Tal vez deberías hacer una visita personal a esa gente. A esos sitios. Evaluar el potencial. Las posibilidades…

Neil Fontaine asiente con la cabeza.

—Desde luego, señor —dice.

El hijo de puta se sienta. El hijo de puta le da un ejemplar doblado del Times de hoy.

El Mecánico lo abre. Dentro hay un sobre. Lo abre…

Hay una Polaroid dentro; Jen aparece sentada en una silla sosteniendo el mismo periódico.

El Mecánico se queda mirando la foto.

El hijo de puta enciende un cigarrillo. El hijo de puta aspira.

El Mecánico se mete la foto en el bolsillo.

—¿Dónde está? —pregunta.

El hijo de puta espira. El hijo de puta niega con la cabeza.

—¿Les has dicho lo que te dije?

El hijo de puta asiente con la cabeza.

—¿Qué han dicho?

El hijo de puta levanta dos dedos.

—Uno menos —dice el hijo de puta—. Falta el segundo.

—Ya te lo he dicho, joder. No tengo el diario. No estaba allí.

El hijo de puta apaga el cigarrillo.

—Les diré lo que me has dicho —dice el hijo de puta.

El Mecánico saca la llave.

—He encontrado a Schaub. Ahora quiero que me devuelvas a mi mujer.

El hijo de puta niega otra vez con la cabeza. El hijo de puta levanta otra vez dos dedos.

El Mecánico deja la llave en la mesa.

—Quiero que me la devuelvas, Neil.

El hijo de puta recoge la llave. El hijo de puta se la queda mirando.

—La amo —dice el Mecánico—. Siempre la he amado y siempre la amaré.

Neil Fontaine niega con la cabeza. Levanta dos dedos. Por última vez.

El Judío pidió una lista al presidente del consejo de la Compañía Nacional del Carbón. El presidente del consejo se dirigió al ministro del Interior. El ministro del Interior le dio al presidente la lista. El presidente entregó la lista al Judío. El Judío pasó la lista a Neil Fontaine…

A Neil Fontaine le gustan las listas. Neil hace listas. Le encantan las listas:

Listas de abogados. Abogados que podrían ayudar a los mineros. Mineros que podrían ser de ayuda…

Neil Fontaine aparca en la calle principal de Ripley. Neil Fontaine abre la puerta a Fred. Fred Wallace baja del coche con los brazos llenos de libros y papeles. Neil Fontaine y Fred Wallace entran en Reid & Taylor. Tienen una cita para ver a Dominic Reid. Fred Wallace está nervioso. No está seguro de que sea lo correcto…

En su fuero interno.

Neil Fontaine también está preocupado. No está seguro de que esos sean los hombres indicados para el trabajo.

Dominic Reid sale a recibirlos. Les tiende la mano. Es joven. Suda. Neil Fontaine repasa su lista. Pasan al despacho. Se sientan.

—Señor Reid —dice Neil Fontaine—. Este es Fred Wallace. Fred Wallace es un minero. Trabaja en la mina de carbón de Pye Hill. O al menos le gustaría trabajar. Como seguramente ya sabe, Fred y la mayoría de sus compañeros de Nottinghamshire votaron en contra de participar en la huelga en apoyo de los mineros de Yorkshire…

»Sin embargo, los líderes del num de Nottinghamshire han actuado en contra de los deseos de sus afiliados. Los líderes han declarado la zona oficialmente en huelga. Han dado instrucciones a los afiliados de que respeten los piquetes…

»Fred solo tiene una sencilla pregunta que hacerle —dice Neil—. ¿Verdad que sí, Fred?

Fred Wallace asiente con la cabeza.

—¿Es estrictamente legal? —pregunta Fred Wallace al joven abogado.

GB84

Подняться наверх