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IRA, DESCONFIANZA Y OTRAS DELICIAS
ОглавлениеEn la cuenta de los damnificados por la infidelidad están no solo aquellas parejas que se separan después de que el episodio salga a la luz, sino también los innumerables casos en los que la pareja no se disuelve, pero queda profundamente dañada por el suceso.
A menudo las secuelas del episodio derivan en un padecimiento que los acompaña a ambos de allí en más. Tanto aquel que comete la infidelidad como aquel que la sufre viven marcados por el evento:
Cerezo y Laurel conviven desde hace veinte años. Criaron juntos al hijo que Cerezo había tenido con una pareja anterior. El muchacho a la larga creció y emigró a otra ciudad. Desde entonces viven los dos solos, en una casa en el campo, trabajando juntos y compartiendo no pocos tiempos de ocio.
Cerezo con frecuencia le pregunta a Laurel:
—¿Tú me engañas?
No es que tenga verdaderas dudas, pero le gusta recibir la confirmación:
—Por supuesto que no.
Un día, sin embargo, frente a la usual pregunta, Laurel responde distinto:
—Tengo que decírtelo. No lo tolero más…
—¡¿Qué estás queriendo decir?! —dice Cerezo con exasperación, el rostro contraído, el cuerpo tenso tirado hacia atrás, y a la defensiva.
—Tuve una historia con otra persona. Pero ya ha acabado…
—¡¿Qué?!¡¿Con quién?!¡Basura!
Laurel confiesa que se trata de Sauce, alguien que trabaja con ellos.
—¡¿Desde cuándo?! —demanda saber Cerezo—. Habla, mierda.
—Duró unos meses, pero ya pasó.
—¡¡Unos meses!! ¡Y yo todo este tiempo sin saber nada! Me tomas por idiota. ¡¡No te importa nada!!
—No es así, me importa. Me sentía culpable, no quería mentirte más, por eso te lo he contado.
—¡A mí qué me importa que te sintieras culpable! ¿Qué quieres, que te lo agradezca? Eres una porquería de persona. ¡Basura! ¡Anda, vete con Sauce y que seáis muy felices! Dos mierdas juntos.
Y así sigue. La furia de Cerezo es imparable.
Laurel se va de la casa por un tiempo. Vive en cualquier sitio, en condiciones paupérrimas. Se deprime. Le angustia la posibilidad de perder a Cerezo: ha arruinado la vida de ambos y se recrimina por ello. Llama a Cerezo, le dice que quiere volver a casa, que se arrepiente de lo sucedido, que fue un error.
Cerezo acepta; después de todo, también ama a Laurel. Su ausencia en la casa le resulta insoportable. Laurel regresa, llora. Cerezo mantiene cierta distancia. Luego, poco a poco, las cosas van volviendo a su curso normal. Las rutinas parecen asentarse de nuevo. Hasta se divierten y eso los lleva a la cama. Pero en cuanto se desnudan, Cerezo no puede apartar de su mente las imágenes de Laurel y Sauce…
—¿Esto es lo que hacíais juntos? —comenta, por ejemplo, con ironía—. ¿Qué le gusta a Sauce? ¿Romántico o duro?
Laurel no sabe qué responder, qué decir, y los encuentros terminan por diluirse. Siguen luego algunos días de tranquilidad… pero los coletazos del affaire reaparecen en las situaciones menos esperadas. Cualquier cosa puede llevar a Cerezo a sentir un punzante dolor y desencadenar su cinismo:
—¿Venías a este restaurante con Sauce?
—¿Qué sabor de mermelada prefiere?
—Seguro que tiene los pies helados.
—¡¿Cómo pudiste?!¡Con Sauce!
La cotidianeidad se ha vuelto una constante amenaza. La calma alterna con frecuentes peleas o con un silencioso rencor. Laurel vive con arrepentimiento y temor; Cerezo, en constante estado de crispación. No quieren separarse, pero no consiguen salir de ese círculo.
La ira no es la única secuela que sufren las parejas que continúan juntas después de una infidelidad. En algunas ocasiones es el rencor la marca principal que el episodio ha dejado, con su consecuente rastro de amargura y distancia.
En otras, es la desconfianza lo que se instala, que lleva al control y a la petición de pruebas.
Por último, está la vergüenza que, más allá de lo que sucede entre los involucrados, les dificulta dar la cara al entorno que los rodea y, no pocas veces, los juzga.
He visto también muchas veces parejas en las cuales todo parece haber vuelto a su cauce normal, pero uno, el otro o ambos guardan algún secreto dolor, una silenciosa herida que ya no sangra pero sigue, algunos días menos y otros más, punzando.