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Una nueva visión: El surgimiento de una iglesia (1844-1863)

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Aunque Elena se sintió “sostenida” espiritualmente a lo largo del “chasco amargo”, su salud física “decayó rápidamente”. Un médico diagnosticó que tenía “tisis hidrópica” (tuberculosis), y pronosticó que, posiblemente, no viviría mucho tiempo y “podría morir repentinamente en cualquier momento”. Como apenas podía respirar cuando estaba acostada, ella pasaba las noches recostada en “una postura casi sentada y, frecuentemente, se debilitaba por la tos y por el sangrado” de sus pulmones. Elena fue a vivir en este estado a la casa de Elizabeth Harmon Haines en Portland, Maine, probablemente para darle algo de respiro a su madre, Eunice Harmon (LS80 192, 193).

La primera visión y el llamado al ministerio

En la casa de Elizabeth, a fines de diciembre de 1844, alrededor de un mes después de que Elena cumplió 17 años, ella y otras cuatro mujeres se postraron para las oraciones matutinas. Elena describió después: “Mientras yo oraba, el poder de Dios descendió sobre mí como nunca antes lo había sentido” (PE 43). Ella estaba familiarizada con las manifestaciones espirituales sobrenaturales.50 Pero esta era la primera de las que ella luego llamaría “visiones”.51 Ella relató: “Mientras yo oraba en el altar familiar, el Espíritu Santo descendió sobre mí y me pareció que me elevaba más y más, muy por encima del mundo tenebroso. Me volví para buscar al pueblo adventista en el mundo, pero no lo pude encontrar. Entonces, una voz me dijo: ‘Mira otra vez, y mira un poco más arriba’. En eso alcé los ojos, y vi un sendero recto y angosto, trazado muy por encima del mundo. Sobre ese sendero, el pueblo adventista viajaba hacia la ciudad, la cual estaba en el extremo más alejado del sendero. Tenían una luz brillante detrás de ellos al comienzo del sendero, la cual, según me dijo un ángel, era el ‘clamor de medianoche’.52 Esa luz brillaba a lo largo de todo el sendero [...]. Si mantenían sus ojos fijos en Jesús, quien iba exactamente delante de ellos guiándolos a la ciudad, estaban seguros. Pero algunos no tardaron en cansarse, diciendo que la ciudad todavía estaba muy lejos y que su expectativa había sido haber entrado antes a ella. Entonces, Jesús los alentaba levantando su glorioso brazo derecho, del cual dimanaba una luz que ondeaba sobre la hueste adventista, y ellos exclamaban: ‘¡Aleluya!’ Otros negaron temerariamente la luz que brillaba tras ellos y dijeron que no era Dios quien los había guiado hasta allí. Entonces se extinguió la luz que estaba detrás de ellos y dejó sus pies en las tinieblas absolutas, de modo que tropezaron y, perdiendo de vista el blanco y a Jesús, cayeron fuera del sendero hacia abajo, al mundo sombrío y perverso” (ibíd., pp. 44, 45; ver también SG 2:30, 31).

Después, ella vio la segunda venida de Cristo, la resurrección de los creyentes que habían muerto, la llegada de los salvos al cielo y la ciudad celestial. Cuando les relató su experiencia a los adventistas de Portland, ellos “[creyeron] plenamente que provenía de Dios. El Espíritu del Señor acompañó el testimonio, y la solemnidad de la eternidad se posó sobre nosotros”. Elena recordó estar llena de “un indecible temor reverente” por el hecho de que ella, “tan joven y débil, fuera elegida como instrumento mediante el cual Dios traería luz a su pueblo. Mientras me encontraba bajo el poder del Señor, estaba inexpresablemente feliz y me parecía estar rodeada por ángeles radiantes en las gloriosas cortes celestiales [...] fue un cambio triste y amargo despertar a las realidades insatisfactorias de la vida mortal” (SG 2:31-35; LS80 193; PE 45-48). Esa visión, después llamada “la visión del Clamor de Medianoche”, fue de gran importancia para el grupo de creyentes. Como la mayoría de los milleritas, Elena ya había abandonado la creencia de que en el 22 de octubre de 1844 se cumpliera alguna profecía, aunque todavía esperaba la pronta segunda venida de Cristo (WLF 22; Ct 3, 1847).53 La visión la llevó a aceptar de nuevo la fecha y a readoptar por un tiempo el concepto millerita de la “puerta cerrada”, aunque la visión misma no decía que los pecadores ya no podían convertirse (ver *Puerta cerrada).54

Cerca de una semana después, probablemente en enero de 1845, Elena recibió una segunda visión que le mostraba que debía contarles a los demás lo que Dios le había revelado. Vio que ella “encontraría gran oposición y sufriría angustia de espíritu. El ángel dijo: ‘La gracia de Dios es suficiente para ti; él te sostendrá’ ” (SG 2:35). El llamado al ministerio público fue profundamente perturbador. Todo parecía obstáculos insalvables: su juventud, su debilidad física y su inexperiencia.55 Ella tenía miedo, especialmente, de violar el rol que se consideraba socialmente apropiado para la mujer.56 “La idea de que una mujer viajara de lugar en lugar me llevaba a querer echarme atrás. Contemplaba la tumba con deseo. La muerte me parecía preferible a las responsabilidades que debía llevar” (ibíd., p. 36). El amor de Elena por su padre la llevó a confiar en él en cuanto a la orden de contar la visión a otros. Aunque Robert Harmon (p) no podía acompañarla porque debía atender a su familia y sus negocios, él le “aseguró repetidamente [a ella] que si Dios [la] había llamado a trabajar en otros lugares, él no dejaría de abrir el camino”. Sin embargo, a pesar de “estas palabras de ánimo”, el camino de Elena parecía bloqueado por dificultades insuperables, al punto de que, en lugar de temer la muerte por tuberculosis, ella “deseaba la muerte como liberación de las responsabilidades” que enfrentaba (LS80 194, 195).57 Elena luchó durante días con este llamado, sintiendo que la paz y el favor de Dios la habían abandonado. La agonía continuó hasta que ella “[se sintió] dispuesta a hacer todo sacrificio con tal de que el favor de Dios le fuera restaurado”. Entonces, Elena le rogó al ángel en la visión que la preservara “de exaltación indebida” cuando ella relatara a otras personas lo que Dios le había mostrado, y se le aseguró que su oración estaba contestada (ibíd., pp. 195, 196; ver también SG 2:36, 37).

Sus primeros esfuerzos públicos

Confiando en esa promesa, Elena decidió ir a donde el Señor la enviara. Pronto, se abrió el camino para que fuera con su cuñado Samuel Foss a visitar a sus hermanas en Poland, Maine, a unos cincuenta kilómetros al noroeste de Portland. Elena luego se preguntaba cómo pudo hacerlo porque, como explicó después, “había tenido la garganta y los pulmones tan enfermos durante tres meses, que apenas podía hablar” con voz “baja y ronca”. En la reunión a la que asistió en Poland, ella comenzó “a hablar con susurros” pero, después de unos cinco minutos, “el dolor y la obstrucción” salieron de su garganta y de sus pulmones, su “voz se tornó clara y fuerte”, y “[habló] con perfecta facilidad y libertad durante casi dos horas”. Cuando terminó de dar su mensaje, su voz desapareció hasta que, nuevamente, se puso de pie frente a los demás y, entonces, se repitió la misma restauración singular (LS80 197; TI 1:66).58

Poco después de que Elena regresó a Portland, uno de los adventistas locales, William Jordan, debía ir a Orrington, Maine, “por negocios” y, como su hermana Sarah planificaba acompañarlo, invitaron a Elena Harmon a que también fuera. Elena confesó: “Me sentía un poco reticente pero, como había prometido al Señor avanzar por el camino que él abriera ante mí, no me atreví a rehusarme” (LS80 197). En Orrington, ella conoció a James White,59 un joven pastor de la Conexión Cristiana, que también había aceptado el mensaje millerita. James White había trabajado en Portland en el verano y el otoño de 1844, y había quedado impresionado con Elena, aunque ella no recordaba haberlo visto antes de la reunión en Orrington (SG 2:38).60 Él consideraba que Elena Harmon era “una cristiana muy devota” que, a los 16 años, ya era una “obrera en la causa de Cristo en público y de casa en casa”. También notó que ella era una “adventista resuelta”, es decir, que no minimizaba sus creencias milleritas. Pero, aunque no todos concordaban con las creencias adventistas de Elena, James afirmó que “su experiencia era tan rica y su testimonio era tan poderoso, que los pastores y los líderes de las diferentes iglesias la buscaban para que hiciera su obra de exhortación en sus diversas congregaciones” (LS80 126). James White escuchó por primera vez a Elena relatar sus visiones en Orrington (SG 2:38). Dado que ambos eran verdaderos creyentes milleritas, y que él la admiraba como cristiana excepcional, no le llevó mucho tiempo llegar a la conclusión de que las visiones de Elena provenían de Dios. James notó su fragilidad física y su mala salud en un mundo de prejuicios antimilleritas que, a veces, se volvían violentos; entonces, rápidamente se ofreció a organizar las reuniones, y a proveer su caballo y su trineo como medios de transporte. William Jordan tenía que regresar a Portland, pero Sarah podía quedarse y viajar con Elena por un tiempo.

James y Elena viajaron juntos por tres meses, acompañados por varias jóvenes, celebrando reuniones “casi cada día” hasta haber “visitado a la mayoría de los grupos adventistas en Maine y en el este de Nuevo Hampshire”.61 En muchas de estas reuniones, fueron recibidos cordialmente pero, una vez, apenas escaparon de una turba. En Exeter, Maine, encontraron fanáticos que se abstenían de trabajar y gateaban por el piso en “actos de postración” denominados como “humildad voluntaria” (Ct 2, 1874).62 Elena creía que Dios la había llamado específicamente para confrontar a estos fanáticos, a fin de quitar la “mancha” de su influencia y salvar a algunos que estaban sinceramente engañados (ibíd.). En Atkinson, Maine, su intento de ministrar en la congregación de Israel Damman llevó a que se realizaran acusaciones de conducta inapropiada entre ella y James White (ver *Israel Damman). En Portland, Eunice Harmon oyó rumores sobre estos incidentes y envió a Elena una carta, rogándole que “regresara a casa porque circulaban falsos informes”, evidentemente con respecto a su relación con James White.

“En cuanto al matrimonio”, escribió Elena, “nunca lo pensamos porque creíamos que el Señor vendría muy pronto” (Bio 1:84). James registró después que “la mayoría de nuestros hermanos quienes, junto con nosotros, creían que el movimiento del segundo advenimiento era la obra de Dios, se oponía al matrimonio” porque parecía una “negación” de su “fe” de que Cristo llegaría pronto.63 Sin embargo, varios factores cambiaron su actitud hacia el matrimonio. A pesar de tener el cuidado de nunca viajar sin un acompañante, comenzaron a circular rumores. James escribió más tarde: “Como esta manera de viajar nos hizo objeto de los reproches de los enemigos del Señor y de su verdad, el deber parecía muy claro: que quien tenía un mensaje tan importante para el mundo debía contar con un protector legal y que debíamos unir nuestras labores”. Una segunda razón fue que James vio con cada vez más claridad que, como pastor joven que era, pionero en aguas desconocidas, él necesitaba la guía divina que Dios le daba a ella. El 30 de agosto de 1846, James White y Elena Harmon se casaron en una ceremonia civil en Portland, Maine (LS80 126, 238).

Después, James escribió: “Entramos en esta obra sin un centavo, con pocos amigos y con mala salud, sin un papel y sin libros”. Las “congregaciones eran pequeñas” y no tenían “lugares de culto”, así que la mayoría de sus reuniones se hacían en casas. Solo “rara vez” asistían a sus reuniones otros que no fueran adventistas, “a menos que los atrajera la curiosidad de oír hablar a una mujer”. El patrón habitual de sus reuniones era que James White “daba una disertación doctrinal” y, después, Elena “presentaba una exhortación considerablemente larga, transitando con suavidad el camino hacia los sentimientos más tiernos de la congregación”. La parte de él era plantar la semilla, la parte de ella era “regarla”, y Dios daba “el crecimiento” (ibíd., p. 127).

Poco después de su casamiento, la joven pareja comenzó a observar el sábado. Joseph Bates les había predicado antes sobre el sábado sin convencerlos de su importancia. Por su parte, Elena pensó que Bates “erraba al espaciarse en el cuarto Mandamiento más que en cualquiera de los otros nueve” (TI 1:76). Sin embargo, después de leer el primer folleto64 de Joseph Bates en agosto de 1846, los White reconsideraron las pruebas bíblicas y comenzaron a “observar el sábado bíblico, a enseñarlo y a defenderlo” (ibíd., p. 76).

En esta época, Bates todavía tenía serias dudas sobre las visiones de Elena de White. En noviembre, asistió a una serie de conferencias en Topsham, Maine, donde Elena y James también se encontraban presentes. Durante una de las reuniones, ella quedó “envuelta en una visión de la gloria de Dios y, por primera vez, tuv[o] una vista de los demás planetas”. Mientras estaba en visión, Elena comenzó a describir algunos de los planetas que estaba viendo. Bates, que tenía algo de conocimiento de astronomía, pensó que reconocía algunos, como Júpiter, Saturno, Urano y los “cielos que se abren”. Cuando se dio cuenta de que Elena no sabía nada de astronomía, se entusiasmó y concluyó: “Esto viene del Señor”. Elena nunca escribió en detalle lo que había visto, y en ningún momento especificó los nombres de los planetas, pero este suceso convenció a Joseph Bates de que las visiones de Elena eran de origen sobrenatural (WLF 22; LS80 239).65 De allí en más, Joseph Bates y los White se unieron en sus esfuerzos.

La integración de las creencias adventistas fundamentales

En diciembre de 1846, Joseph Bates compartió sus revelaciones sobre el sábado con Hiram Edson, con Owen R. L. Crosier y con Franklin B. Hahn en una reunión en Port Gibson, Nueva York. Bates ya se había convencido de la nueva luz de ellos sobre el ministerio de Cristo en dos fases en el Santuario celestial y, en esta reunión, ellos aceptaron su punto de vista sobre el día sábado. En enero de 1847, Bates publicó la segunda edición de su Seventh Day Sabbath: A Perpetual Sign, que “no solo resaltaba la importancia del sábado, sino también lo integraba con su interpretación bíblica de la Segunda Venida, del Santuario celestial y del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14”.66 Para ese entonces los White, Joseph Bates, Hiram Edson y algunos más se habían puesto de acuerdo en cuatro doctrinas bíblicas que llegarían a conocerse como los “hitos” o “pilares” del adventismo sabatario. Estas eran: (1) el segundo advenimiento previo al milenio, (2) el ministerio de Cristo en dos fases en el Santuario celestial, (3) el sábado como día de reposo, y (4) la no inmortalidad de los impíos; todo en el contexto del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12 (OP 25-27).67

El papel de las visiones de Elena de White en relación con estas doctrinas centrales no fue originarlas, sino corroborarlas y confirmarlas en el pensamiento de los adventistas milleritas; o sea, convencer a los milleritas de que estas doctrinas eran verdaderas. Entre 1843 y 1844, los milleritas habían aventurado una interpretación de la profecía bíblica que no era compartida por ninguna de las denominaciones cristianas de la época. Cuando su expectativa se convirtió en ridículo y humillación, la mayoría simplemente aceptó que Miller se había equivocado y trató de olvidar toda la experiencia. Después, los estudios de Bates sobre Apocalipsis 14 y de Crosier sobre el Santuario ofrecieron explicaciones bíblicas para la experiencia millerita. Sin embargo, como secuela del chasco, hubo tal plétora de puntos de vista divergentes, que muchos milleritas sinceros se sintieron desconcertados e incapaces de determinar en qué creer. Aquí es donde entraron en juego las visiones. Al encontrarse presentes cuando Elena estaba en visión, los milleritas eran testigos de los fenómenos físicos que acompañaban las visiones, de las predicciones cumplidas, de los secretos revelados y de los milagros de curación. Cuando los buscadores sinceros cuestionaban las creencias centrales, las visiones revelaban pasajes bíblicos que resolvían sus desacuerdos. Notaron que las visiones y la Escritura estaban en perfecta armonía y, luego de un período de tiempo, llegaron a convencerse de que Dios, frente a la confusión y el desánimo de su pueblo, lo había provisto de una guía de confianza.

Es fácil demostrar que las visiones de Elena de White, que comenzaron en diciembre de 1844, no dieron origen a las doctrinas “fundamentales”. La doctrina de la segunda venida de Cristo literal, visible y previa al milenio la había redescubierto William Miller en las Escrituras en 1818.68 Los bautistas del séptimo día habían observado y enseñado el sábado como día de reposo desde 1650.69 La doctrina de la inmortalidad condicional (que afirma que la muerte es como un sueño y sostiene la aniquilación final de los impíos) ha tenido sus defensores en toda la historia cristiana, pero George Storrs, basándose en las Escrituras, hizo que reviviera notablemente y la divulgó en 1841.70

De la misma manera, la doctrina del Santuario, la única doctrina bíblica exclusiva de los adventistas del séptimo día, recibió su primera articulación bíblica sistemática por parte de O. R. L. Crosier en 1846, independientemente de cualquier influencia de Elena.71 El marco integrador para estas doctrinas era la profecía del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, que Joseph Bates elaboró en detalle en 1845, antes de que Elena tuviera alguna visión sobre el tema.72 Todas estas doctrinas fueron incluidas por Bates en Seventh-day Sabbath: A Perpetual Sign, publicado en enero de 1847.

Cuatro meses después, James White publicó A Word to the “Little Flock”, que incluía secciones escritas por Joseph Bates y por Elena de White. Esta publicación y los libros de Bates desataron una guerra editorial entre los adventistas del “séptimo día” y los del “primer día”, que llevó a un cisma total entre los dos grupos de exmilleritas.73

Ser madre

Mientras tanto, el 26 de agosto de 1847, Elena dio a luz su primer hijo, Henry Nichols White, en la casa de los padres de ella en Gorham, Maine, donde todavía vivían los White cuando no estaban de viaje. Sin embargo, los White no tenían ingresos para ayudar a cubrir los gastos del hogar de los Harmon y, además, los White también insistían en descansar el sábado, algo que los Harmon todavía no habían aceptado. Ambos factores crearon tensión en la relación de las dos familias y, para octubre, Elena y James aceptaron una invitación de la familia de Stockbridge Howland para ocupar una parte de su casa en Topsham, Maine (TI 1:82). La llegada del bebé a su vida trajo otro dilema doloroso. ¿Debía Elena viajar con un bebé? ¿Debía quedarse en casa con el bebé, y permitir que su amor por Henry le impidiera obedecer el llamado de Dios de viajar y predicar?

La familia White vivió con los Howland por unos seis meses, hasta que Henry se enfermó, quedó inconsciente y no respondió a ninguna terapia. Entonces, James y Elena se dieron cuenta de que habían hecho de su hijito “una excusa para no trabajar por el bien de los demás”. Cuando le prometieron a Dios que irían a dondequiera que él los guiara si él se apiadaba de la vida de su hijo, la fiebre bajó y Henry comenzó a recuperarse. Poco después, en abril de 1848, los invitaron a asistir a un congreso de adventistas sabatarios en Rocky Hill, Connecticut. Aceptaron la invitación y llevaron al pequeño Henry con ellos (Bio 1:135, 136). Elena viajó con él durante unos meses, probablemente hasta que fue destetado. Después, ella lo dejó con los Howland en Topsham por unos cinco años. Más adelante, Elena comentó sobre esa experiencia: “El mayor sacrificio que tuve que realizar en relación con la obra fue dejar a mis hijos bajo el cuidado de otras personas” (TI 1:99; NB 162).74

Las conferencias bíblicas sabatarias

Cuando las revistas de los adventistas del primer día cerraron sus columnas al mensaje del sábado, los adventistas guardadores del sábado lanzaron una serie de conferencias evangelizadoras diseñadas para reunir a cuantos les fuera posible de aquellos que todavía estaban indecisos respecto del tema del sábado. Este período en el que la gente se unía sobre un fundamento bíblico común llegó a conocerse como el “tiempo de reunión”, que sustituyó el “tiempo de dispersión” que se había estado viviendo desde el chasco. Durante los siguientes tres años (1848-1850), se realizaron unas 23 series de conferencias, comenzando con reuniones en Rocky Hill, Connecticut, que llevaron a cabo del 20 al 24 de abril de 1848 (SG 2:93; LS80 245). En una segunda serie de reuniones en Volney, Nueva York, en agosto de ese año, había “apenas dos” que “concordaban” entre los 35 presentes. “Cada uno era enérgico en sus puntos de vista, declarando que se alineaban con la Biblia. Todos ansiaban la oportunidad de promover sus opiniones, o de predicarnos. Se les dijo que no habíamos venido desde tan lejos para oírlos, sino para enseñarles la verdad” (SG 2:97, 98).

Durante estas conferencias, Elena sintió una persistente frustración: “Durante todo ese tiempo, no podía entender el razonamiento de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía comprender el significado de los textos que estábamos estudiando. Este fue uno de los mayores dolores de mi vida. Quedaba en esa condición mental hasta que se aclaraban en nuestra mente todos los principales puntos de nuestra fe, en armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían que, cuando yo no estaba en visión, no podía entender esos asuntos, y aceptaban como luz enviada del Cielo las revelaciones dadas” (SpTB 2:57; MS 1:252).

El período durante el que la mente de Elena permaneció “cerrada a la comprensión de las Escrituras” se extendió por “dos o tres años”, desde fines de 1846 hasta septiembre de 1849. (Ver *Conferencias Bíblicas Sabatarias.)

Durante estas conferencias, las visiones “confirmaron” las doctrinas fundamentales para los creyentes de al menos cuatro maneras. En primer lugar, las visiones corregían errores doctrinales, sin ejercer autoridad extrabíblica, sino revelando pasajes bíblicos que se habían pasado por alto. En segundo lugar, los presentes en las conferencias dieron testimonio de que Elena de White, cuando no estaba en visión, era incapaz de contribuir a los estudios doctrinales o de responder a objeciones sobre doctrinas fundamentales; sin embargo, también observaron que sus visiones revelaban pasajes bíblicos que resolvían desacuerdos que parecían espinosos. Consideraron esto como prueba de que, en definitiva, la información que venía por medio de las visiones no provenía de ella, sino de una fuente más elevada.

Un tercer factor que “reforzaba” la confianza de los creyentes era su observación y documentación de los síntomas físicos de Elena de White en visión, como: su falta de respiración por largos períodos; mantener los ojos abiertos, pero sin ser consciente del entorno; y tener debilidad física extrema, a veces reemplazada por fuerzas sobrenaturales. Al comparar esto con los registros de los profetas bíblicos, llegaron a la conclusión de que eran auténticas revelaciones proféticas sobrenaturales.75 Por último, las visiones identificaban interrelaciones entre las doctrinas centrales, demostrando que formaban un sistema integral de verdad. Una conferencia en la casa de Otis Nichols en Dorchester, Massachusetts, en noviembre de 1848, se centró en el sello de Dios de Apocalipsis 7 y 14. En esa reunión, Elena recibió una visión que conectaba el sello de Dios con el sábado, y también llamó al grupo a que lo publicaran. Después de esta visión de “raudales de luz”, ella le dijo a su esposo: “Tengo un mensaje para ti. Debes imprimir un pequeño periódico y repartirlo entre la gente. Aunque al principio será pequeño, cuando la gente lo lea te enviará recursos para imprimirlo y tendrá éxito desde el principio. Se me ha mostrado que, de este modesto comienzo, brotarán raudales de luz que han de circuir el globo” (NB 123).76

La obra de las publicaciones

La pobreza disuadió a James de comenzar inmediatamente pero, para julio de 1849, publicó la primera edición de The Present Truth. El título se refería, especialmente, al sábado como día de reposo en el contexto del tiempo del fin; es decir, en relación con el sello de Dios, la marca de la bestia, el Templo en el cielo y el mensaje de los tres ángeles. El 28 de julio de 1849, Elena dio a luz a su segundo hijo: James Edson White. En diciembre de ese año, James White anunció la publicación del primer himnario adventista sabatario,77 pero el apoyo financiero para The Present Truth era tan escaso, que James tuvo la fuerte tentación de discontinuar el pequeño periódico.78 Sin embargo, una visión que Elena recibió el 10 de enero de 1850 declaró que “debía salir”, “que Dios no quería que James se detuviera todavía; él debía escribir, escribir, escribir, escribir, y apresurar el mensaje y dejarlo ir. Vi que iría a donde los siervos de Dios no pueden ir” (Bio 1:172). James siguió el consejo y continuó publicando el periódico. En agosto de 1850, comenzó un segundo periódico: The Advent Review. Su propósito era reseñar las pruebas proféticas que enseñaban los adventistas milleritas antes del chasco, junto con la reciente explicación bíblica del chasco, con la esperanza de revivir la fe de los exmilleritas. En noviembre, James White fusionó The Present Truth y The Advent Review en The Second Advent Review and Sabbath Herald, una publicación posteriormente llamada Review and Herald, publicada por primera vez en Paris, Maine.79 El 24 de diciembre de 1850, Elena recibió una visión en la que se requería “orden eclesiástico”, o sea, una estructura organizativa para el grupo creciente de adventistas sabatarios (ExV54 15-23; PE 128-134).80 Sin embargo, durante la década de 1850, fue muy difícil convencer aun a los líderes prominentes del movimiento adventista sabatario de la necesidad de organizarse.81

De 1850 a 1855, la Review and Herald no publicó informes directos de las visiones de Elena de White. Más adelante, a esos años se los llamaría sus “años de silencio”. Un indicio de la ausencia de todo material referente a visiones en la revista se encuentra en una Review and Herald Extra que se publicó el 21 de julio de 1851. Allí James White declaró que muchos estaban “prejuiciados contra las visiones”, razón por la que él decidió no incluir en “el periódico regular” nada relacionado con las visiones. De allí que publicó la edición Extra, con el propósito de comunicar las visiones de su esposa a una audiencia más selecta. Aunque planificaba publicar una edición extra para ese propósito “una vez cada dos semanas”, la edición del 21 de julio fue la única.82 Más tarde, ese mismo mes, salió el primer libro de Elena, A Sketch of the Christian Experience and Views of Ellen G. White, que contenía mucho de lo publicado en el Extra.83 Su libro concluía diciendo: “Recomiendo, al amable lector, la Palabra de Dios como regla de su fe y práctica. Por esa Palabra seremos juzgados. En esa Palabra, Dios ha prometido dar visiones en los ‘últimos días’; no para una nueva regla de fe, sino para consolar a su pueblo y corregir a quienes se apartan de la verdad bíblica” (ExV 64). Así, Elena de White comenzó una práctica de toda la vida de señalarle, a la gente, la Biblia como la fuente de doctrina, de fe y de práctica.

En agosto de 1851, los White se mudaron a Saratoga Springs, Nueva York, donde James continuó publicando la Review and Herald hasta marzo de 1852. Como respuesta a las necesidades crecientes de “la causa”, en abril se mudaron a Rochester, Nueva York, donde alquilaron una casa que también albergaba la imprenta, la primera propiedad de los adventistas sabatarios, que publicaba la Review and Herald y The Youth’s Instructor (SG 2:160; LS80 287; TI 1:89).84 Ellos vivieron y trabajaron en Rochester durante cuatro años; establecieron una congregación considerable, y el comienzo de instituciones de publicaciones y administrativas. Los miembros del personal y los obreros vivían juntos en esa casa alquilada. Por medio de los mensajes que Elena les dio a algunos amigos, es posible conocer cuáles eran las condiciones en las que vivían.

“Ustedes se sonreirían si pudieran ver en qué consisten nuestros muebles. Compramos dos armazones de cama por veinticinco centavos cada una. Mi esposo me trajo seis sillas viejas, ninguna de las cuales era igual, por las que pagó un dólar; y poco después me trajo otras cuatro sillas viejas sin asiento, por las que pagó sesenta y dos centavos. Los marcos están firmes y les he puesto asientos de una tela resistente. La mantequilla cuesta tan cara que no la compramos, ni tampoco podemos comprar papas. Utilizamos salsa en lugar de mantequilla, y nabos en vez de papas. Nos servimos las primeras comidas en una mesa hecha con unas tablas colocadas encima de dos barriles de harina vacíos” (TI 1:89; SG 2:160, 161; LS80 287).

Lograron mucho en esos años al trabajar juntos como grupo. Sin embargo, casi parecía que uno tras otro eran aniquilados por la tuberculosis. El 6 de mayo de 1853, Nathaniel White, hermano de James, falleció a los 22 años. James Edson, que todavía era un niño pequeño, cayó enfermo, pero fue sanado en respuesta a la oración. Luman Masten enfermó y fue sanado en respuesta a la oración, pero enfermó de nuevo y murió a los 25 años, el 1º de marzo de 1854. Después, el 30 de noviembre de 1854, falleció de tuberculosis Anna White, hermana de James y editora de The Youth’s Instructor. Por último, Annie Smith también murió de tuberculosis, el 26 de julio de 1855, a los 27 años.85

En medio de ese período traumático, el 24 de agosto de 1854, la familia White le dio la bienvenida a su tercer hijo, William Clarence; este hecho, dijo Elena, “me distrajo un poco de los problemas a mi alrededor” (SG 2:192).86 Un año después, en noviembre de 1855, se mudaron a Battle Creek, Michigan, y trasladaron también la imprenta

El horario de inicio del día de reposo

Poco después de que los White llegaron a Battle Creek, se realizó una serie de conferencias del 16 al 19 de noviembre (1855) para estudiar “la hora en que comienza el día de reposo”. Aunque la mayoría de los adventistas daba comienzo y fin al sábado a las 18, había algunos que creían que el sábado comenzaba al amanecer. Cuando James White le pidió a J. N. Andrews que estudiara el tema, Andrews demostró que “tarde” y “noche” del sábado se referían a la puesta del sol. Las seis de la tarde, en principio, no era un horario incorrecto pues ubicaba el comienzo del sábado el viernes de noche, pero el quid de la cuestión era el siguiente detalle: solo en el ecuador la puesta del sol ocurría a las 18; más al norte o al sur, había desviaciones crecientes. Las evidencias bíblicas convencieron a todos los presentes, salvo a dos: Joseph Bates y Elena de White.87 Elena se preguntaba por qué sería necesario un cambio en ese momento cuando la práctica previa había sido bendecida por Dios durante nueve años. Sin embargo, el 20 de noviembre, Elena fue “arrebatada en visión”, y un ángel le llamó la atención a Levítico 23:32: “De tarde a tarde guardaréis vuestro reposo”. Ella admitió que se debía guardar el sábado “de tarde a tarde”, tras lo que el ángel la instruyó: “Tomad la Palabra de Dios, leedla, comprendedla y así no podréis errar. Leed cuidadosamente, y en ella encontraréis qué significa tarde y cuándo es”. Es significativo que el ángel no le dijo cuándo comenzaba el sábado sino que, intencionadamente, la remitió a las Escrituras. De este modo, ella entendió que la “nueva” posición no contradecía su visión de 1847, sino que ella y los demás habían supuesto demasiado rápidamente que “tarde” significaba las 18. Entonces, el ángel le explicó que a Dios le desagrada cuando las personas rechazan conscientemente la luz revelada, pero no cuando simplemente necesitan más tiempo para comprender plenamente la verdad. Y ella vio “que los siervos de Dios debían unirse y avanzar juntos”, o sea, todos deben comenzar el sábado al mismo tiempo (SG 4b:3, 4; cf. TI 1:112).

Los registros de la conferencia, en la Review and Herald del 4 de diciembre de 1855, también reconocían que los adventistas habían sido muy reticentes para confesar su fe en las visiones de Elena de White. Para evitar críticas, por cinco años la Review and Herald no había publicado ninguna de sus visiones. En la creencia de que esta norma era la causa de que las visiones fueran “cada vez menos frecuentes”, los delegados decidieron cambiar la política. Dos semanas después, la Review del 18 de diciembre contenía un artículo de James White titulado “El testimonio de Jesús”, que defendía la presencia del Espíritu de Profecía en la iglesia remanente.88 Alrededor de esa época, también apareció el primer folleto, de 16 páginas, de Testimonies for the Church, escrito por Elena de White.89

La visión del Gran Conflicto

El fin de semana del 13 y 14 de marzo de 1858, James y Elena de White estuvieron en la joven iglesia de Lovett’s Grove, Ohio, donde realizaron reuniones en la escuela pública. El domingo invitaron a James a predicar en un funeral realizado en esa escuela. Después, Elena también dio testimonio de la esperanza cristiana de la resurrección. En algún momento durante su testimonio, fue “envuelta en una visión de la gloria de Dios”, que duró dos horas. Conocida luego como “la visión del Gran Conflicto”, en ella se le mostró a Elena una visión general de la batalla cósmica entre Cristo y Satanás, tal como comenzó en el cielo y continuó en la Tierra. El tema de esta visión dominaría sus escritos por el resto de su vida. Dos días después, en el viaje de vuelta, Elena sufrió un ataque que la dejó parcialmente paralizada. Luego de que se orara fervientemente en su favor, ella recuperó un poco la capacidad de mover el brazo y la pierna. Aunque continuó el viaje a Battle Creek al día siguiente, al llegar a su casa no pudo subir las escaleras, así que se instaló en una pieza de la planta baja. Al principio, solo podía escribir una página por día y después descansar por tres días. Tres meses más tarde, otra visión le informó que Satanás había intentado matarla por medio de ese ataque para impedirle publicar los contenidos de la visión del Gran Conflicto (SG 2:266, 271, 272). El nuevo libro, Spiritual Gifts: The Great Controversy Between Christ and His Angels, and Satan and His Angels, salió en septiembre de 1858.90

Benevolencia sistemática

El movimiento adventista sabatario estaba creciendo, pero todavía no había organización eclesiástica ni tesorería. Las finanzas personales de los pastores habían llegado a un límite tal que, entre 1857 y 1858, varios pastores se vieron obligados a dejar el ministerio y buscar otro trabajo para mantener a sus familias.91 Para entonces, se hizo evidente que era necesario encontrar un plan permanente para proveer recursos financieros para “la obra del ministerio”. Así, a principios de enero de 1859, J. N. Andrews y otros se reunieron en Battle Creek para estudiar qué decían las Escrituras respecto de las finanzas. El 16 de enero, se le presentó un plan de “benevolencia sistemática” a la iglesia de Battle Creek y, dos semanas después, la iglesia adoptó el plan por voto unánime. El primer fin de semana de junio se realizó un gran congreso en Battle Creek, con muchos adventistas que llegaron del “este, oeste, norte y sur”. Se leyó y se debatió libremente el plan que ya había implementado la iglesia de Battle Creek en enero. Los asistentes al congreso “adoptaron unánimemente” el plan.92 Elena de White, enferma y desanimada, se sentía demasiado mal para asistir a la reunión. Cuando J. N. Andrews y J. N. Loughborough fueron y oraron fervorosamente por ella, se le dio una visión en la que se le mostró que Satanás había tratado de conducirla a la desesperación, que el mensaje a Laodicea necesitaría más tiempo que unos pocos meses para despertar al pueblo de Dios y que el plan de benevolencia sistemática “agradaba a Dios” (TI 1:171-175).

La organización de la iglesia

A lo largo de la década de 1850, James y Elena de White llamaron al “orden eclesiástico” u organización de la iglesia. Sin embargo, era difícil convencer a los creyentes de que la organización sería algo positivo. Muchos todavía recordaban que las iglesias establecidas se habían opuesto al mensaje de la segunda venida de Cristo entre 1843 y 1844. A esas iglesias se las consideraba parte de “Babilonia”, así que organizar la iglesia era tomado como una señal de apostasía. Aun la idea de elegir un nombre institucional se consideraba señal de Babilonia. Sin embargo, Elena entendía la organización como un medio de “extensión misionera eficaz”.93 James también vio otra dimensión: las implicancias legales. Sabía de algunos casos, en otros grupos adventistas, en los que la iglesia había construido edificios en propiedad privada para luego perderlos cuando el propietario dejaba el grupo. Por eso, debía ser la iglesia la dueña de la propiedad y no un miembro individual; y como solo las organizaciones inscriptas como personas jurídicas podían poseer propiedades, James defendía que el movimiento adventista sabatario adquiriese estado legal. Él vio, en especial, la necesidad de establecer una organización para la casa editora que, legalmente, en ese entonces, le pertenecía a él.94

Muchos veían negativamente el concepto de organización; sin embargo, después de extensos debates y discusiones, el 30 de septiembre de 1860, se decidió recomendar “la organización de una asociación publicadora que pueda tener posesión legal de la dependencia de la Review”.95 Ya que ahora estaba establecido que la casa editora necesitaba una organización legal, era necesario encontrar un nombre para la institución. El 1º de octubre de 1860, la iglesia eligió el nombre “Adventista del Séptimo Día”. Cuando Elena se enteró de la noticia, le agradó; y posteriormente, escribió: “El nombre adventista del séptimo día coloca al frente las verdaderas características de nuestra fe y convencerá a la mente inquisitiva. Como una flecha de la aljaba del Señor, herirá a los transgresores de la Ley de Dios, y los conducirá al arrepentimiento para con Dios y a la fe en nuestro Señor Jesucristo” (SG 4b:55).

El sin nombre

La razón por la que Elena de White no estuvo presente en la votación del nombre denominacional era que, solo once días antes, había dado a luz a su cuarto hijo (SG 2:294).96 Sin embargo, el niño todavía esperaba que le pusieran nombre. Luego, James viajó a Wisconsin para unas reuniones, mientras su esposa y sus hijos permanecían en Battle Creek; y por dos meses, cuando James y Elena hablaban del nuevo bebé en su correspondencia, lo llamaban “el pequeño sin nombre” (Cts 10, 11, 1860, en Bio 1:426).97 Durante la noche del 19 de noviembre, el bebé enfermó de gravedad (Ct 15, 1860). James partió hacia su casa apenas supo de la enfermedad de su hijo, y tres semanas después, el 14 de diciembre, el niño murió. En algún momento antes del funeral, lo llamaron John Herbert White; y lo sepultaron en el Cementerio Oak Hill, en Battle Creek, el 17 de diciembre de 1860. Elena se desmayó en el funeral y, cuando regresó a su casa con su familia, sintió que el “hogar parecía solitario” (Ct 1861; SG 2:296).98 La muerte de su bebé le destrozó el corazón, como se ve en la carta que escribió poco después. “Cuidé por semanas a mi hijo sufriente, con sentimientos angustiosos que no puedo describir y, al final, fui testigo de su lucha con la muerte, del cierre de sus ojitos; pero no pude encontrar alivio llorando. Mi corazón estaba listo para explotar, pero no podía vertir ni una lágrima. Su pequeño ataúd estaba cerca de mí en la sala de velatorio. Fijé mi vista sobre él con tales sentimientos de soledad como nadie más que una madre que perdió a un bebé puede sentir” (Ct 1, 1861).

La amenaza de la guerra

Menos de un mes después, en enero de 1861, Elena participó en la dedicación del edificio de una nueva iglesia en Parkville, Michigan. Su oración fue interrumpida por una visión que duró veinte minutos. Cuando salió de la visión, relató lo que había visto:

“No hay una persona en esta casa que haya soñado siquiera acerca de la calamidad que vendrá sobre esta Tierra. La gente se burla del decreto de secesión de Carolina del Sur, pero se me acaba de mostrar que una gran cantidad de Estados se unirán a ese Estado y habrá una guerra de lo más terrible. En esta visión, vi grandes ejércitos de ambos bandos reunidos en el campo de batalla. Oí el estampido del cañón, y vi a los muertos y a los moribundos por todos lados. Después los vi correr, batallando en combate mano a mano [asestándose bayonetazos]. Luego, vi el campo después de la batalla, todo cubierto de muertos y moribundos. Después, fui llevada a prisión y vi el sufrimiento de los que pasaban necesidad, de los que se consumían. Entonces, fui llevada a los hogares de los que habían perdido esposos, hijos o hermanos en la guerra. Ahí vi aflicción y angustia”.99

Finalmente, ella miró a los que estaban presentes en la iglesia y dijo: “Hay algunos en esta casa que perderán hijos en esa guerra”. Aunque, para este momento, cuatro de los Estados sureños se habían escindido, casi nadie pensaba que eso llevaría a una guerra. Los que estaban a favor de la acción militar para poner de nuevo en línea a los Estados secesionistas pensaban que el conflicto sería corto y decisivo. Algunos de los que la escucharon ese día dudaron de que la situación llegaría a ser tan mala como ella predecía, pero varias familias de la congregación de Parkville perdieron hijos en la Guerra Civil.100

La organización de asociaciones y de la Asociación General

Después de que los delegados del congreso de 1860 eligieron un nombre para la iglesia y decidieron darle carácter legal a la casa editora, varias iglesias locales comenzaron a introducir, en 1861, algunas formas de organización. Las iglesias del Estado de Michigan aun fueron más lejos y se unieron en “una asociación con el nombre de la Asociación de Michigan de los Adventistas del Séptimo Día”.101 Otros Estados le siguieron y también organizaron asociaciones. El 20 de mayo de 1863, se realizó un congreso general con delegados que llegaron de todas las asociaciones de los Estados. En esa reunión, las asociaciones se unieron “en una organización unificada”, llamada la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. En la primera votación, se eligió por unanimidad a James White como presidente, pero él se rehusó para que nadie pensara que su campaña por la organización había estado motivada por la ambición personal. En la segunda votación, se eligió a John Byington como el primer presidente de la Asociación General.102

Enciclopedia de Elena G. de White

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