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La lucha por el evangelio en países extranjeros (1881-1900)

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James White acompañó a Elena durante 36 años. Ahora, una era llegaba a su fin. Juntos pusieron el cimiento teológico del movimiento adventista (década de 1840) y dieron inicio a su próspera obra de las publicaciones (década de 1850). Juntos enfatizaron la necesidad de la organización de la iglesia y, finalmente, la instauraron (década de 1850 y principios de la de 1860). El estilo de vida adventista cambió debido a la influencia de ellos (década de 1860), que también insistieron en la necesidad de educar a los miembros para cumplir la misión de la iglesia (décadas de 1860 y 1870). Ella dirigió la atención de la iglesia hacia las Escrituras, el gran conflicto cósmico que se libra en el universo, y el amor y la pasión de Dios por la humanidad, todo mediante sus libros sobre el tema del Gran Conflicto: Spiritual Gifts, tomo 1; y The Spirit of Prophecy, tomos 1 al 3. Las enfermedades de su esposo la forzaron a hablar en público cada vez más, y la muerte de él terminó abruptamente con este período.177 Ahora, ella tenía que recorrer el camino de la vida sin él.

Ayuda en la obra literaria y en asuntos comerciales

Durante el año posterior a la muerte de James White en agosto de 1881, Elena atravesó el duelo por la pérdida de su esposo y se enfermó físicamente; la suma de estas dos situaciones le causaron tal pesadumbre, que ella pensaba que su vida terminaría pronto. En ese frágil estado de salud, Elena decidió asistir al congreso campestre que se realizó del 5 al 17 de octubre de 1882 en Healdsburg, California. Según varios informes que lo corroboran, ella experimentó una curación repentina, visible ante todos, mientras estaba de pie frente a la congregación (ST, 2/11/1882; Ct 82, 1906).178 Poco después, Elena tuvo una visión nocturna en la que se le dijo que Dios había provisto a alguien que le ayudara en su obra en ausencia de su esposo.

“El poderoso Sanador dijo: ‘Vive. He puesto mi Espíritu en tu hijo, W. C. White, para que pueda ser tu consejero. Le he dado el espíritu de sabiduría, y una mente perspicaz y perceptiva. Tendrá sabiduría para aconsejar y, si anda en mi camino y realiza mi obra, será guardado y se lo capacitará para ayudarte a llevar ante mi pueblo la luz que te daré. [...] Estaré con tu hijo y seré su consejero. [...] Tendrá sabiduría para defender la verdad; porque me haré cargo de su mente y le daré buen juicio en los concilios a los que asista en relación con la obra. [...] Tu hijo estará perplejo por muchas cosas que enfrentará mi pueblo, pero debe esperar y velar y orar; y permitir que las palabras de Dios lleguen al pueblo, aunque no siempre pueda discernir inmediatamente el propósito de Dios’ ” (Ct 348, 1906, en Fl 116 19-24).

Ya hacia fines de 1881, ella había comenzado a expresar su deseo de que su hijo Willie se uniera a su obra de manera regular. En agosto de 1884, escribió: “Edson no puede asistir a los congresos campestres conmigo, porque su actividad exige su presencia”. Y continuó: “Me alegra que se sienta inclinado a atenerse a su negocio, pero [...] le daría carácter [dignidad] a mi obra si uno de mis hijos pudiera ayudarme mientras viajo” (Ct 49, 1884). Una de sus necesidades urgentes y continuas después de la muerte de su esposo en 1881 era alguien con quien pudiera tener intercambio espiritual e intelectual, alguien que entendiera y apreciara sus puntos de vista, y con quien pudiera hablar confidencialmente. Varias veces durante la década de 1880, su necesidad expresa de “consejos” estuvo relacionada con su condición de estar “sola”. A Edson le escribió: “No tengo a nadie a quien consultarle, estoy sola” (Ct 14a, 1889, en 1888M 293). A Willie y a Mary les explicó por qué, hasta cierto punto, las cosas no avanzaban con más eficacia. “Como bien saben, no tengo ninguna persona a quién consultarle. Me veo obligada a avanzar como mejor me parece, y a hacer mis planes y negocios de la mejor manera en que me salgan” (Ct 79, 1888). Como Edson no estaba disponible, ella llegó a depender de Willie para recibir ayuda y consejos sobre una amplia gama de cuestiones personales y administrativas. Ella también dependía de él como su nexo con las casas editoras. Negociar los derechos de autor era solo una de las tantas cuestiones de las que él se encargaba con las casas editoras. Todo, desde las ilustraciones hasta el tamaño de la página, la encuadernación y mucho más, era su responsabilidad arreglarlo en consulta con ella y con los editores.179

Para 1881, ella también había comenzado a establecer un equipo de “asistentes literarios” de tiempo completo que la ayudaban a mecanografiar y a editar sus manuscritos. Willie actuaba como supervisor general. Mary K. White y Marian Davis trabajaban bajo sus órdenes como asistentes editoriales, editando detalles menores. A lo largo de los años, tuvo otros asistentes, como J. H. Waggoner, Sara McEnterfer y Jenny Ings. También había colegas que no tenían relación con el equipo de Elena de White, pero a los que, ocasionalmente, se les pedía ayuda, como Uriah Smith, editor de Review and Herald; C. H. Jones, gerente de la Pacific Press; E. J. Waggoner y A. T. Jones, coeditores de Signs of the Times; y J. H. Kellogg, director médico del Sanatorio de Battle Creek (Ct 64a, 1889).

Problemas en el Colegio de Battle Creek

El año escolar 1881-1882 marcó el peor momento del Colegio de Battle Creek. Sidney Brownsberger había dejado el colegio y la junta directiva había elegido como presidente a Alexander McLearn, un potencial converso al adventismo. McLearn tenía el título de doctor en Teología, pero era nuevo en los ideales adventistas y no estaba interesado especialmente en la reforma educativa. Como los líderes y los educadores de la iglesia no entendían plenamente los problemas que encerraba la educación tradicional o cómo poner en práctica la reforma educativa, “el Colegio de Battle Creek se convirtió en un colegio tradicional orientado a las lenguas clásicas que no implementó el programa de reforma de Elena de White”.180 Las circunstancias en el colegio exigieron el contundente mensaje “Nuestro colegio”, de Elena de White. Se lo leyó a los principales obreros de la Asociación General y del colegio en diciembre de 1881. Allí, ella declaró que, aunque era necesario el estudio de las artes y de las ciencias, “el estudio de las Escrituras debe ocupar el primer lugar en nuestro sistema de educación” (TI 5:20). Sin embargo, la situación en el colegio empeoró más a principios de 1882, a tal punto que se decidió cerrarlo durante el año escolar 1882-1883. Antes de reabrirlo, los miembros de la junta directiva votaron administrar el colegio “sobre un plan que, en todos los aspectos, esté en armonía con la luz que Dios nos ha dado [...] por medio de los Testimonios”.181 Cuando se reabrió la institución, se hicieron grandes esfuerzos para administrarla sobre la base de los principios expuestos por Elena de White, pero resultó en un gran fracaso. Los obreros involucrados, sin duda, eran honestos en sus esfuerzos, pero no entendían plenamente “la naturaleza radical de las reformas necesarias”.182 Además, una buena cantidad de los principales dirigentes no estaban contentos con los mensajes polémicos de Elena y, además, “muchos [de] entre” los miembros de iglesia “no creían en las visiones”.183 Estos problemas surgieron con frecuencia en los años subsiguientes.

Reafirmación de la salvación por la fe en Cristo

En el Congreso de la Asociación General realizado del 7 al 20 de noviembre de 1883, Elena desplegó un ataque vehemente contra el legalismo adventista, y las dudas, los temores y la incredulidad que son su consecuencia natural. En catorce sermones, ella dio algunas de las presentaciones más claras sobre el evangelio que el adventismo haya oído hasta ese momento.184 Al confrontar a algunos pastores, delegados en el congreso, que “hablaban de temores y dudas” sobre si serían salvos, ella los desafió: “Hermanos, han expresado muchas dudas; pero ¿han seguido a su Guía? Es necesario prescindir de él antes de poder perder el camino, porque el Señor los ha cercado por todos lados” (RH, 15/4/1884). Cuando algunos dieron testimonio de que no tenían la seguridad de la salvación, ella les recordó que “esos testimonios solo expresan incredulidad y oscuridad”. Entonces, sondeó: “Ustedes, ¿están esperando que sus méritos los encomienden al favor de Dios y quedar libres de pecado antes de confiar en su poder para salvar? Si esta es la lucha que hay en su mente, me temo que no obtendrán ninguna fuerza y, al final, quedarán desanimados. Como la serpiente de bronce fue levantada en el desierto, así fue levantado Cristo para atraer a todos los hombres hacia él. Todos los que miraban la serpiente, el medio que Dios había provisto, eran sanados; así que, en nuestra pecaminosidad, en nuestra gran necesidad, debemos ‘mirar y vivir’. Al darnos cuenta de nuestra condición irremediable sin Cristo, no debemos desanimarnos; debemos depender de los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Pobre alma enferma de pecado y desanimada, mira y vive. Jesús empeñó su palabra; él salvará a los que acudan a él. Por lo tanto, confesemos nuestros pecados y presentemos frutos dignos de arrepentimiento. Jesús es nuestro Salvador hoy. Él suplica en nuestro favor en el Lugar Santísimo del Santuario celestial y perdonará nuestros pecados. Espiritualmente hablando, hay una diferencia abismal entre depender de Dios sin dudar, como fundamento seguro, o procurar encontrar alguna justificación en nosotros mismos antes de ir a él. Dejen de mirar al yo y miren al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dudar es pecado. La más pequeña incredulidad, si se la alberga en el corazón, envuelve al alma con culpa, y acarrea gran penumbra y desánimo” (RH, 22/4/1884).

Durante ese mismo año, ella hizo declaraciones aun más convincentes mediante una ilustración del camino a la salvación. Ella encargó la regrabación de una litografía que había sido diseñada originalmente por M. E. Kellogg en 1873, y reeditada por James White en 1876 y en 1880. The Way of Life From Paradise Lost to Paradise Restored de Kellogg mostraba, en el centro del cuadro, la Ley de Dios colgada de un árbol al lado de Jesús colgando de la cruz. James White, en 1876, dejó el cuadro básicamente igual, pero indicó que quitara del árbol el ojo que todo lo ve. Alrededor de 1880, James comenzó a hacer planes para revisar la litografía con el objetivo de realizar mayores cambios en el enfoque, pero su participación en el proyecto terminó con su muerte el 6 de agosto de 1881. Dos años después, Elena hizo regrabar el cuadro, pero ubicó a Cristo en el centro, por lo que la Ley de Dios dejó de estar en una posición de igualdad con la cruz. También le dio al cuadro un nuevo título: ella lo llamó Christ, the Way of Life.185 (Ver *Christ, The Way of Life, Grabados).

La revisión de los Testimonios

Entre 1855 y 1881, Elena de White escribió y publicó 31 tomos consecutivos de Testimonios para la iglesia, que fueron reeditados varias veces con formatos distintos. En el Congreso de la Asociación General de noviembre de 1883, los delegados recomendaron volver a publicar todos los números de los Testimonios, “de tal manera que se hagan cuatro tomos de setecientas u ochocientas páginas cada uno”. Elena sentía que muchos de los Testimonios habían sido escritos “bajo las circunstancias más desfavorables” y ella no había podido “revisar con pensamiento crítico la perfección gramatical de los escritos”. Por ende, se había permitido que las publicaciones salieran con esas “imperfecciones” “sin corregir”. Entonces, ella expresó su deseo de que ahora se hicieran las revisiones editoriales apropiadas. Los delegados hicieron notar que los adventistas “creen que la luz dada por Dios a sus siervos es para la iluminación de la mente, impartiendo así los pensamientos y no (excepto en casos excepcionales) las mismas palabras con las que se deben expresar las ideas”. Por lo tanto, resolvieron “que, en la nueva publicación de estos tomos, se hagan los cambios verbales para, hasta donde sea posible, quitar las imperfecciones antes mencionadas sin cambiar la idea de ninguna manera”.186 Cuando surgieron discusiones durante los siguientes meses sobre la posibilidad de revisar los escritos de Elena de White, ella explicó que Dios le había mostrado, años antes, que ella no debía “demorar en publicar la importante luz” simplemente porque “no podía preparar el material en forma perfecta”; ella debía presentar el asunto de la mejor manera posible y después, con más tiempo y con habilidades desarrolladas, “mejorar todo tanto como fuera posible, aspirando a la perfección, para que pueda ser aceptado por las mentes inteligentes”. Ella le expresó a Uriah Smith su disgusto por la demora del trabajo de revisión, quien había sido reticente en el asunto (Ct 11, 1884, en MS 3:112-114). Para 1885, el trabajo editorial estaba terminado y se publicaron los Testimonios en cuatro tomos, como se había propuesto.

Congresos campestres en el este

Durante el verano de 1884, Elena recibió “muchos llamados urgentes” para visitar congresos campestres en el este de los Estados Unidos. Los organizadores arreglaban las reuniones y las responsabilidades de Elena en cuanto a conferencias para que ella “pudiera ir de un [congreso] al otro sin pérdida de tiempo”. Sin embargo, ella no estaba muy contenta con este arreglo y le escribió a G. I. Butler y a S. N. Haskell: “Un congreso se superpone con el otro y no admiro su juicio en este arreglo. Es mejor tener una serie de congresos campestres a lo largo del año, en lugares elegidos; y después, al año siguiente, en los lugares que quedaron [donde no se hicieron el año anterior]; y que todos estén bien organizados y manejados en detalle todos los aspectos. [...] Pero, si asisto a sus congresos, recuerdo que tengo 56 años, no 25 o 35, y no se ha hecho provisión para que yo descanse, sino para que corra de uno [congreso campestre] a otro tan rápido como los trenes me puedan llevar. No pienso que sus planes sean muy halagadores para mí. Todavía no soy inmortal, y tengo razones para recordarlo cada día de mi vida. Si quieren liquidarme este año, creo que lo han planificado de manera excelente. Creo que lo mejor para mí es quedarme en California y no confiarme a sus misericordias” (Ct 21, 1884, en MR 9:136).

Por lo tanto, aunque Elena era bienvenida como oradora en congresos campestres y en otras convenciones de la iglesia, también se la consideraba una oradora inconveniente porque ella hablaba cuando estaba convencida de que era necesario. Los líderes de la iglesia estaban felices cuando llegaban consejos muy necesarios, pero no estaban tan contentos cuando recibían correcciones respecto de alguna dirección que ellos querían tomar.

La obra misionera en Europa

El 31 de mayo de 1884, el Consejo Misionero Europeo extendió a Elena de White “una invitación cordial y urgente” a visitar varios campos europeos; y su hijo William C. White fue invitado a “proporcionar [...] ayuda en la obra de las publicaciones” en Europa.187 La invitación fue renovada por un memorándum que el Consejo envió a los delegados del Congreso de la Asociación General de 1884.188 Se necesitaba la presencia de Elena de White en Europa no solo por el consejo que pudiera dar, sino también para que los nuevos creyentes pudieran conocerla personalmente, algo que no se podría lograr solamente por medio de sus escritos. Aunque ella estaba muy interesada en la obra en Europa, el campo misionero adventista más grande del momento, a ella no le entusiasmaba el largo viaje a Europa.189 Para ese tiempo, Elena había cruzado los Estados Unidos de Este a Oeste unas 24 veces por tren, pero el viaje al “viejo mundo” sería aun más difícil (Ms 16, 1885).190 Al final, en el verano de 1885, ella decidió, al menos “prepararse para el viaje”, confiando en el “juicio de los hermanos”. Durante el viaje desde California hasta el este de Estados Unidos, se hizo visible una transformación en su actitud: cambió “de depresión y duda sobre la sabiduría del viaje a un estado de satisfacción perfecta y de absoluta certeza” (ibíd.).191

El viernes 7 de agosto de 1885, Elena y su grupo abordaron un barco en Boston; y desembarcaron en Liverpool, Inglaterra, la tarde del martes 18 de agosto (HS 159-173). Al principio, ella pensó que su estadía en Europa solo duraría unos pocos meses, pero terminó quedándose casi dos años. Aunque hizo base en la sede adventista en Basilea, Suiza, también viajó mucho al noroeste de Italia (48 días). Además, estuvo en Escandinavia: tres veces a Noruega (47 días), en Suecia (30 días) y en Dinamarca (26 días), respectivamente.192 Durante sus visitas a Italia, ella estuvo principalmente en los valles valdenses.193 Como la obra adventista en Francia y en Alemania recién comenzaba, es entendible que ella pasara solo 18 días en Francia, y cinco días en Alemania.194 A su vez, llegó a Inglaterra y partió desde allí; y permaneció en ese país por casi un mes en 1886 (estuvo 53 días en total) (EGWEur 13-15).

Cuando Elena visitaba los sitios históricos de la Reforma Protestante, recordaba muchas cosas que ya había visto en visión y decidió agregar todo el material posible a su próxima actualización de The Spirit of Prophecy, tomo 4, a fin de hacerlo más convincente para la gente de esos países. El cuarto tomo ya había sido publicado en septiembre de 1884 y completaba la serie The Spirit of Prophecy, que fue la primera gran expansión de Spiritual Gifts, tomo 1. Fue el primer libro ilustrado de Elena que vendieron los colportores. La edición que se utilizó para el colportaje entre 1884 y 1888 primero se tituló The Great Controversy. Hubo diez ediciones y se hicieron 50.000 ejemplares en esos años (ver Ct 57, 1911).195

Otro proyecto editorial importante llevado a cabo por Elena mientras estaba en Europa fue una edición adaptada de los tomos 2 y 3 de The Spirit of Prophecy, publicados en un tomo bajo el nuevo título de The Life of Christ. Entre 1885 y fines de la década de 1890, se publicó en danés-noruego, sueco, alemán, francés y finlandés. En este libro, Elena presentó, con mayor precisión que antes, la relación entre la justificación y la santificación, la obra de Cristo por nosotros y la obra de Cristo en nosotros. Su ministerio en Europa enfatizó fuertemente tanto la Ley como el Evangelio, tanto la base objetiva de la salvación como el cambio subjetivo en las vidas de los que creen. De este modo, ella también combinó un gran énfasis en la unidad y el amor, frutos de la fe, que surgen cuando personas de diferentes nacionalidades, lenguas y culturas dejan de lado el orgullo étnico y la voluntad propia, y acceden a que llene su vida el único ser humano perfecto: Jesucristo. Algunos ejemplos muestran su énfasis en la salvación por medio de Jesús.

El 3 de noviembre de 1885, la invitaron a hablar en la ciudad de Drammen, Noruega. El mejor lugar que se pudo encontrar fue un salón que se usaba para fiestas y conciertos. Como no había púlpito, se juntaron seis mesas para tomar cerveza, que había en una habitación contigua, para hacer una plataforma. Elena comentó después: “Dudamos de que el salón o las mesas para tomar cerveza hayan tenido un uso tan bueno antes. La gente llegó, y ocupó los asientos, las galerías y todo el espacio para estar de pie; y escuchó con la mayor atención mientras yo les hablaba del amor de Cristo y de su vida de sacrificio” (HS 207).

Durante su último año en Europa, Elena visitó dos iglesias en Alemania: en Vohwinkel y en Gladbach (27-31/5/1887). El viernes de noche, soñó que estaba observando una congregación cuando un desconocido entraba al salón sin ser notado. Había un ambiente de desacuerdo y de conflicto entre los feligreses; había falta del verdadero amor cristiano. Antes del final de la reunión, el desconocido se levantó y abordó directamente esa falta. Cuando terminó con sus admoniciones, todos reconocieron que era Jesucristo. Cada uno confesó sus pecados a Dios y a su prójimo. Elena describió los resultados de la siguiente manera: “Hubo llantos, porque los corazones fueron quebrantados, y hubo gozo; el salón se llenó de la suave luz del cielo. La armoniosa voz de Jesús dijo: ‘Paz a vosotros’. Luego, su paz se mostró” (Ms 32, 1887, en MI 2:120; EGWEur 316-319; Bio 3:364, 365). A la mañana siguiente, ella habló a la congregación de Vohwinkel sobre la necesidad de unidad, armonía, amor, aceptación mutua y perdón. A Ludwig Richard Conradi, el pastor que también hacía de intérprete para ella, le sugirió que introdujera en la iglesia una reunión social, ya que esto daría a los miembros la oportunidad de compartir sus experiencias (EGWEur 319). Ella informó: “Me sentí de buen ánimo, aunque un poco débil por la falta de alimentos que no pude ingerir a causa de mi estómago. El hermano Conradi trabajó fielmente con ellos, y creo que su labor fue muy productiva. Todo iba bien hasta que un hermano abandonó la reunión. El hermano Conradi salió detrás de él y conversaron hasta las dos de la mañana, a fin de que las dificultades quedaran resueltas” (Ms 32, 1887, en MI 2:120).196

Elena ya había empacado todas sus cosas en Basilea antes de salir hacia Alemania. Después, hizo una última gira en la que pasó por Dinamarca, por Noruega y por Suecia; y finalmente, volvió a Inglaterra. Después de unos días, salió de Liverpool; y en una semana, cruzó el océano hasta Nueva York, donde llegó el 11 de agosto de 1887 (EGWEur 15).

La experiencia más triste de su vida: El Congreso de la Asociación General de 1888

De todos los eventos a los que Elena de White asistió en su vida, es probable que ninguno haya tenido un mayor impacto en ella –y en su Iglesia– que el Congreso de la Asociación General que se realizó en Minneapolis, Minnesota, en el otoño de 1888; ella lo llamó “la lucha a brazo partido más dura e incomprensible que hayamos tenido en nuestro pueblo”. Antes del congreso, ella le tenía terror a la confrontación, porque preveía que, en la controversia, algunos perderían la fe. Sin embargo, ella insistió en que, debido a que se había esparcido entre los adventistas un legalismo no reconocido, este debía ser enfrentado y expuesto, o toda la iglesia sería envenenada por él. Afligida y totalmente desalentada, Elena se había propuesto dejar Minneapolis en medio del congreso cuando “el ángel del Señor se paró a mi lado y me dijo: ‘No lo hagas. Dios tiene una obra para que hagas en este lugar’ ”. Y aunque ella después lo llamó “uno de los capítulos más tristes de la historia” adventista, ella creía que, al final, “resultaría en un gran bien”. Elena enfatizó: “No estamos desanimados en lo más mínimo. [...] La verdad triunfará, y tenemos la intención de triunfar con ella” (Ct 82, 1888, en 1888M 182, 184; Ct 2a, 1892, en MR 14:108; Ct 179, 1902, en MI 1:138). ¿Qué había sucedido que provocó tanta tristeza?

Mientras Elena estaba en Europa, en los Estados Unidos, los escritos orientados al evangelio de E. J. Waggoner llevaron a que él y su colega A. T. Jones entraran en conflicto directo con quienes estaban instalados como líderes teológicos de la denominación: G. I. Butler y Uriah Smith.197 Butler, Smith y otros enseñaban que el perdón de los pecados pasados era un don gratuito de la gracia por la fe, pero que la salvación actual y futura dependía de la obediencia del creyente, lo que hacía que el creyente desviara su mirada desde Cristo hacia sus propias acciones.198

La confrontación final tuvo lugar en el Congreso de la Asociación General de 1888. Aunque, en la superficie, la discusión se concentraba en la identidad de la ley en la epístola de Pablo a los Gálatas, la respuesta a esa cuestión estaba conectada con distintos puntos de vista sobre la justificación. Butler lamentaba encontrar en el libro de Waggoner “la tan cacareada doctrina de la justificación por la fe”, a lo que Waggoner solo podía responder que “es imposible sobreestimar la doctrina de la justificación por la fe”.199 Butler insistía que, en Gálatas 3, la ley era la ley ceremonial, mientras que Waggoner la veía como la Ley moral o Diez Mandamientos. Después, Elena resaltó que ambas leyes les señalan a Cristo a los seres humanos, quien es el único que puede justificarlos (Gál. 3:24) (Ct 96, 1896, en MS 1:286-288; Ms 87, 1900, en MS 1:285, 286). Sin embargo, un problema mayor que la diferencia de opinión sobre la ley era que el espíritu exhibido durante el congreso “no era el espíritu de Jesús” (Ct 50, 1889, en 1888M 294; cf. Ms 55, 1890, en 1888M 839-845). La crítica a Waggoner y a Jones se amplió hasta volverse en resistencia al mensaje de “Cristo nuestra justicia”. Esta era la tragedia que le causó tanta angustia a Elena de White en Minneapolis. Ella observó que el mensaje de Jesús “no [había] sido recibido, sino despreciado”, “resistido”; y muchos lo habían “rechazado” (Ms 30, 1890, en 1888M 912-916; cf. 1888M 955, 1019, 1025, 1030).

Durante los siguientes dos años, Elena dirigió reuniones de reavivamiento con E. J. Waggoner y A. T. Jones por toda Norteamérica, señalando los resultados tristes de la teología defectuosa y buscando unificar a la iglesia sobre la doctrina de la justificación por la fe. Ella rogó: “Como pueblo hemos predicado la Ley hasta quedar tan secos como las colinas de Gilboa, que no tenían ni rocío ni lluvia. Debemos predicar a Cristo en la Ley, y habrá savia y alimento en la predicación, que será como comida para la hambrienta grey de Dios” (RH, 11/3/1890; la cursiva fue añadida).

“Es precioso el pensamiento de que la justicia de Cristo nos es imputada no por ningún mérito de nuestra parte, sino como don gratuito de Dios. El enemigo del hombre y de Dios no está dispuesto a que esta verdad se presente con claridad porque sabe que, si la gente la recibe con plenitud, su poder será roto. Si él puede controlar la mente para que la duda y la incredulidad sean la experiencia de los que dicen ser hijos de Dios, él puede vencerlos con la tentación. Esa fe sencilla, que acepta la palabra de Dios al pie de la letra, debe ser animada” (RH, 3/9/1889; cf. OE 166, 167).

“La Ley y el evangelio van de la mano”, declaró. Elena reconocía que los adventistas del séptimo día habían promulgado “los Mandamientos de Dios”, pero afirmaba que “la fe de Jesús no había sido proclamada [...] como de igual importancia”. Aunque se “hablaba de” la fe de Jesús, “no se la entendía”. Entonces, preguntó: “¿Qué constituye la fe de Jesús?” Según lo que ella entendía, la respuesta a esa pregunta era: “Jesús se convirtió en nuestro portador del pecado para llegar a ser nuestro Salvador que perdona los pecados. Fue tratado como nosotros merecemos. Él vino a nuestro mundo y tomó nuestros pecados para que nosotros podamos tomar su justicia. La fe en la capacidad de Cristo para salvarnos ampliamente, plenamente y completamente es la fe de Jesús” (Ms 24, 1888, en 1888M 217).

En el verano de 1891, la iglesia realizó una convención educativa en Harbor Springs, Michigan. Elena habló de la necesidad de una relación personal con Jesús, de la necesidad de un reavivamiento espiritual en los educadores de la iglesia y de “la centralidad del mensaje cristiano para la educación”. La convención también se enfocó en el lugar que la Biblia debía tener en la educación.200

Atraer a su hermana Lizzie

Elizabeth –o Lizzie como le decían a la hermana melliza de Elena–, no profesó el cristianismo durante su vida adulta. En 1843, Lizzie se entregó a Jesús y esperaba el bautismo, pero la experiencia de su juventud fue interrumpida por la expulsión de la familia Harmon de la Iglesia Metodista por sus creencias milleritas. En 1844, se unió a sus hermanas en recaudar dinero para esparcir el mensaje millerita y, por lo menos una vez en años posteriores, asistió a un congreso campestre con Elena. Sin embargo, después del chasco de 1844 y del casamiento de Lizzie con Reuben Bangs, en su hogar “[no había] oración” y ella no tenía mucho interés en la religión. No obstante, a lo largo de los años, Elena intentó mantenerse en contacto con su hermana; se escribían de vez en cuando y Elena la visitaba cada vez que podía. Pero Lizzie no manifestaba haberse decidido, razón por la que Elena sentía la necesidad de apelar a su hermana y de conducirla a una decisión (Ct 50, 50b, 1874).201 Cuando murió Eva, la hija de Lizzie, Elena describió de qué modo, en la segunda venida de Jesús, los “niñitos” saldrán de las tumbas y volarán a los brazos de sus madres, “para no separarse jamás”. Después continuó: “Pero muchos de los pequeñitos no tienen madre allí. Escuchamos en vano por la canción exultante de triunfo de la madre. Los ángeles reciben a los bebés sin madre y los conducen al árbol de la vida. [...] Quiera Dios que la querida madre de ‘Eva’ esté ahí, que sus alitas se puedan plegar en el seno contento de su madre” (YI, 4/1858).

En 1891, Elena le envió a su melliza otra expresión poderosa del amor de Dios por Lizzie: “Amo hablar de Jesús y de su amor incomparable. No tengo dudas del amor de Dios y de su cuidado, y de su misericordia y su capacidad para salvar al máximo a todos los que van a él. [...] ¿No crees en Jesús, Lizzie? ¿No crees que él es tu Salvador?, ¿que él demostró su amor por ti al dar su preciosa vida para que puedas ser salvada? Todo lo que se pide de ti es que tomes a Jesús como tu precioso Salvador. Oro fervientemente para que el Señor Jesús se les revele a ti y a Reuben. [...] Querida hermana, no es algo maravilloso lo que tienes que hacer. Te sientes pobre, sufriente y afligida, y Jesús invita a todos los de esta clase a ir a él. [...] Los amigos pueden sentirse apenados, pero no pueden salvarte. Tu médico tampoco puede salvarte. Pero, hay Alguien que murió para que vivas por las edades eternas. Solo cree que Jesús escuchará tu confesión, recibirá tu penitencia, y perdonará todo pecado y te hará hija de Dios. [...] ¿Te entregarás a Jesús con fe confiada? Anhelo abrazarte y colocarte en el seno de Jesucristo. [...] Con Jesús como tu bendito Amigo, no necesitas temer a la muerte, porque será para ti como cerrar los ojos aquí y abrirlos en el cielo. Entonces no nos separaremos jamás” (Ct 61, 1891).202 El 21 de diciembre de 1891, solo diez meses después de que Elena escribió esta carta, Lizzie Bangs falleció en Gorham, Maine, el lugar de su nacimiento; no se sabe si llegó a entregar su corazón a Jesús.203 Ese mismo año, invitaron a Elena a visitar Australia.

Comienzo del servicio en Australia

Al igual que cuando la llamaron a Europa seis años antes, ella se preguntó otra vez si era realmente necesario que ella, a los 64 años, hiciera obra pionera en un país extranjero. Aunque oró al respecto, no recibió luz sobre la voluntad de Dios. Sin embargo, finalmente, viajó. “Obedecí las indicaciones de la Asociación [General], como siempre he procurado hacer cuando no tenía yo misma una comprensión clara” (Ms 19, 1892, en MS 2:294).204 Ella acababa de cumplir 64 años, y su hijo William tenía 37.

Los adventistas habían comenzado la obra formal en Australia en la década de 1880. Para 1891, había solo unas pocas iglesias y 729 miembros en Australia y en Nueva Zelanda. La única institución denominacional era una pequeña casa editora en Melbourne (NB 323; BE, 1/1/1892).205 Además, Australia estaba sufriendo una grave depresión económica que se convirtió en pánico en 1893. Muchos miembros de iglesia estaban desempleados y en la pobreza.206 Con el paso de la década, la situación económica en los Estados Unidos empeoró, lo que les provocó a los adventistas estadounidenses sus propios problemas financieros. Para 1895, el presidente de la Asociación General, O. A. Olsen, lamentaba que los diezmos y las ofrendas decrecientes habían dejado la tesorería de la Asociación General “virtualmente vacía”, por lo que la iglesia contaba con muy poco dinero para enviar al extranjero.207

Elena de White y su hijo Willie desembarcaron en Sydney, Australia, el 8 de diciembre de 1891.208 Su primera reunión importante fue la cuarta junta anual de la Asociación Australiana, que se reunió en Melbourne del 27 de diciembre de 1891 al 1º de enero de 1892. Las resoluciones más significativas incluyeron la elección de Arthur G. Daniells como presidente de la Asociación y la decisión de establecer un colegio adventista en Australasia. Mientras maduraban los planes para un colegio “permanente”, de inmediato se comenzó a trabajar en un colegio temporario. Así, el 24 de agosto de 1892, se abrió la Escuela Bíblica de Australasia en Melbourne, en un inmueble alquilado. W. C. White fue elegido como miembro de la junta directiva de la Asociación, y como presidente de una comisión de siete miembros para la organización de la Escuela Bíblica de Australasia y el desarrollo de planes para la institución.209 William y Elena vivieron en Melbourne desde diciembre de 1891 hasta agosto de 1894. Durante su estadía en Melbourne, ella pasó once meses gravemente enferma con fiebre palúdica y reumatismo inflamatorio (Ms 75, 1893).210 En ese tiempo, ella vivió “el sufrimiento más terrible” de “toda la vida”, pero dijo que le había encontrado “un costado alegre” a todo el sufrimiento.

“Mi Salvador parecía estar a mi lado. Sentía su presencia en mi corazón y estaba agradecida. Estos meses de sufrimiento fueron los meses más felices de mi vida, por la compañía de mi Salvador. [...] Estoy tan agradecida de haber tenido esta experiencia, porque conozco mejor a mi precioso Señor y Salvador. Su amor llenó mi corazón. A través de mi enfermedad, su amor, su compasión tierna, fue mi consuelo, mi alivio continuo” (ibíd.).211

Durante esos meses de grave sufrimiento, su libro El camino a Cristo fue publicado por Fleming H. Revell, en Chicago, Illinois.212 La primera edición del libro comenzaba con el capítulo “La más urgente necesidad del ser humano”. En una edición posterior, ella agregó el capítulo “El amor de Dios por el hombre”.213 El camino a Cristo, sobre la vida cristiana práctica, llegó a ser su libro más traducido y el más ampliamente publicado. Respecto de esta obra, un crítico contemporáneo no adventista comentó lo siguiente: “El tratamiento en cada caso tiene una frescura, el color vivo de la experiencia y un propósito santificado, que son sugestivos. Sus palabras y construcciones son sencillas, francas, fluidas. El tono es el de una mujer cristiana brillante, dulce, madura. En general, su teología parece correcta. Está saturada con la Biblia, y usa su conocimiento con tacto. Un buen libro para el investigador y para el hijo de Dios en cualquier parte del curso de sus altibajos”.214

La conversión de James Edson White

A pesar del impacto espiritual que Elena de White tenía en otras personas, aparentemente tenía poca influencia sobre su hijo Edson. En todos sus 44 años, él no había mostrado señales de una conversión completa en su vida y en sus negocios, pero su madre no había perdido la esperanza en él. En mayo de 1893, Edson le escribió a su madre que “ahora no tenía ninguna inclinación religiosa” y que estaba considerando dejar la iglesia por completo. Elena quedó conmocionada al leer que su hijo le daba la espalda a todo lo que ella había tratado de enseñarle durante años.215 En respuesta, ella le escribió que “una escena [se] presentó ante mí. Tú y otros cuatro jóvenes estaban en la playa. Todos ustedes parecían muy despreocupados, indiferentes, pero en gran peligro. [...] Las olas rompían cada vez más cerca y, después, volvían con un rugido amenazador. Algunas personas ansiosas que miraban hicieron gestos y daban advertencias pero, en respuesta a todas sus advertencias, ustedes fueron presuntuosos. Alguien me puso la mano en el hombro. ‘¿Sabías que es tu hijo Edson? No puede oír tu voz, pero puede ver tus movimientos. Dile que venga enseguida. No desobedecerá a su madre’. Extendí las manos. Hice todo lo que pude para advertirte. Grité con toda la fuerza de mi voz: ‘¡No tienes un momento que perder! ¡Las olas! ¡Las olas!’ Sabía que, una vez que estuvieras en poder de la rompiente traicionera, ningún poder humano podría ayudarte. Trajeron una soga fuerte y la aseguraron alrededor del cuerpo de un joven fuerte que arriesgó la vida para salvar la tuya. Parecía que te burlabas de toda la situación. Vi que la ola despiadada te abrazaba y tú luchabas con la corriente. Desperté justo cuando oía un alarido de temor de tu parte. Oré muy fervorosamente por ti, y me levanté y estoy escribiendo estas líneas”.

Ella le dijo que, a veces, pasaba despierta noches enteras pensando en los errores que podría haber cometido al educarlo. Estaba preocupada de que “había traído al mundo a un hijo” que ayudaría “a engrosar las filas de los rebeldes, a desafiar a Dios” (Ct 123, 1893).216 Cuando esta carta, que Elena envió desde Australia, le llegó a Edson un mes después, la actitud de él comenzó a cambiar. El 10 de agosto, le contó a su madre que había empezado a dejar las “diversiones y los placeres” que previamente habían constituido la suma de sus “disfrutes”.217 Pocas semanas, después Edson descubrió en Battle Creek una copia del llamado de Elena a la iglesia para dedicarse a la evangelización y la educación de los negros del sur.218 Ahora, él estaba pensando en ir al sur a trabajar entre los exesclavos.219 El 11 de agosto le escribió a su hermano Willie, diciendo: “Comencé el camino de la vida eterna y encontré a mi Salvador”.220 ¿Qué había sucedido? ¿Qué provocó el cambio en su actitud? Pocas semanas después, Edson describió su experiencia: “Un sábado, mientras escuchaba un sermón muy aburrido, decidí que bien podría disfrutar [la] bendición de mi Salvador JUSTO EN ESE MOMENTO, en lugar de esperar una oportunidad más favorable. [...] Di este paso EN SEGUIDA y ‘él me tomó’. [...] Desde entonces, ÉL NUNCA ME HA DEJADO”.221 Cuando Elena leyó su carta, quedó contentísima y escribió: “Hoy recibimos tu carta y nos alegramos mucho de que te hayas entregado a Dios. Estoy más contenta de lo que puedo expresar de que, en la sencillez de la fe, aceptaste a Jesús; y no me sorprende que, inmediatamente, encontraras algo para hacer” (Ct 120, 1893).222 Aunque Edson continuó teniendo sus problemas, permaneció comprometido con Dios. Su contribución más grande fue la obra evangelizadora entre los negros del sur, que resultó ser una “bendición para las personas por las que trabajaba, para la iglesia y para su madre, que estaba encantada con su misión de fe en un campo descuidado”. Por medio de su vida cambiada, Edson fue un testimonio de “la angustia, el amor y la perseverancia” de su madre.223

Las visiones de Anna C. Phillips

En 1892, una joven llamada Anna Phillips, que vivía en Battle Creek, llegó a creer que sus impresiones y sueños eran revelaciones proféticas del Espíritu Santo.224 Cuando A. T. Jones leyó un testimonio inédito el último sábado de 1893, que marcaba el fin de una semana de oración, la congregación respondió de manera notable donando relojes, cadenas, anillos, pulseras, horquillas, etc. de oro. Sin embargo, sin importar los resultados de la lectura de ese testimonio, este no había salido de la pluma de Elena de White, sino de la de Anna Phillips. Phillips se sintió animada por este respaldo a su testimonio como una comunicación de inspiración divina. Sus mensajes recibieron apoyo de parte de A. T. Jones y de W. W. Prescott.225 Otros obreros importantes aconsejaron precaución, una actitud que Phillips percibió como la oposición de Satanás a su mensaje. Sin embargo, Elena de White nunca respaldó a esta nueva profetisa, ni “tenía la más mínima confianza en sus afirmaciones, o las afirmaciones que cualquiera haya hecho por ella”. Elena fue muy clara: “El Señor no puso en ella [Phillips] la obra de acusar, de juzgar, de reprobar, de condenar ni de adular a otros” (Ct 54, 1893, en MR 14:181, 182).

Al principio, Anna Phillips estaba confundida por el rechazo de su obra por parte de Elena, pero razonó que ella probablemente no quería criticar el “don” y los “testimonios” de Phillips, sino la forma pública en que ciertas personas los habían usado e interpretado.226 Sin embargo, cuando A. T. Jones y otros recibieron desde Australia cartas de Elena, reprendiéndolos directamente por su postura al respecto, ellos reconocieron y admitieron inmediatamente su error.227 Anna Phillips, y la iglesia en general, aceptaron la desaprobación de Elena y las supuestas visiones de Phillips se detuvieron inmediatamente.228 Más adelante, Anna Phillips se convirtió en una instructora bíblica de confianza que sirvió a la denominación por muchos años.229

Llamado a William C. White para ayudar a su madre

Después de la muerte de James White, Elena pidió repetidas veces a su hijo W. C. White, entonces de 27 años, que se asociara con ella para ser su asistente de tiempo completo, pero él prefería el trabajo administrativo y tenía pavor de las críticas que, especialmente, parecían apuntar a los que estaban conectados de cerca con su madre.230 Elena también había instado a su otro hijo, Edson, a que se uniera a su personal (Cts 64, 79, 84, 1894; Ct 149, 1897).231 Ella escribió en 1894 que: “Se me ha dado luz de que Willie, su madre y Edson deben estar conectados en la obra como una cuerda de tres hilos, cada uno ayudando al otro” (Ct 141, 1894).232

En julio de 1895, Elena le envió a Willie una comunicación clave. Él debía estar “libre para ayudar a su madre a publicar sus libros y a acompañarla en sus viajes de lugar en lugar”. Ella agregó: “No debes permitir que tus hermanos te den tareas” que “requieran tanto de tu tiempo y energía” que no te queden fuerzas para predicar. Como “tus hermanos han dado por sentado que otra línea de trabajo era tu talento” y “no te han animado” a predicar, le dijo, “el Señor ha visto apropiado enviarles un mensaje a ti y a ellos para que te carguen con menos detalles de la obra, a fin de que puedas asumir tu puesto en la obra del ministerio”. Ella lo instó: “Reduce tus juntas y aumenta tus talentos para presentar la Palabra de Dios”, y le advirtió: “Hay tiempos tormentosos ante ti y debes familiarizarte con la obra de alimentar la grey de Dios”. Elena enfatizó claramente que la línea de trabajo de Willie estaba en otra parte.

“Esta obra [comunicación en la obra misionera en el extranjero] ha mejorado tu talento como orador al punto [de ser un comunicador conciso]. Has tenido un teatro de operaciones casi mundial, y Dios te guiará y te enseñará al tomar tu obra en las líneas ministeriales que has descuidado por largo tiempo. Has estado dispuesto a trabajar duro en varias áreas, independientemente de honores o ganancias, y ahora el Señor quiere que vayas más al frente, en el lugar que él señaló para ti como ministro del evangelio, preparado para llevar gran parte de mi carga mientras mis facultades son buenas, [así] yo puedo supervisar y entender las cosas que se preparan para la impresión” (Ct 131, 1895).233

Esta carta, justo 18 meses después de que él aceptara la presidencia de la Unión Asociación Australasiana, expresaba claramente su comprensión de la voluntad divina para su hijo. Básicamente, lo llamaba a delegar a otros los detalles administrativos y financieros, y a reducir el tiempo que pasaba en juntas, para así poder desarrollar sus habilidades como predicador y también ayudar a su madre en la obra literaria. Lo llamaba a considerar como su vocación primaria la obra de ella antes que la de la asociación. Aunque él no rechazó ese llamado, aun así le llevó varios años hacer la transición.

Campanas de boda y más nietos

William C. White y Mary Kelsey, su primera esposa, se casaron en 1876 y tuvieron dos hijas, Ella May (nacida en 1882) y Mabel Eunice (nacida 1886). Mary falleció de tuberculosis en 1890 y las niñas vivieron la mayor parte del tiempo cerca de la casa de su abuela. Elena disfrutaba y amaba a sus nietas, pero también anhelaba nietos. En diciembre de 1894, estando en Australia, Elena necesitaba una empleada doméstica, y Willie la instó a que contratara a May Lacey, una alumna que él había conocido en Tasmania, en la casa del padre de May. Elena “pronto [supo] por qué Willie estaba tan preocupado por May Lacey”. May le recordaba a su primera esposa, Mary; ella le atraía mucho y él quería que su madre tuviese la oportunidad de conocerla mejor (Ct 117, 1895, en MI 3:258). Con el paso del tiempo, Willie le propuso matrimonio y le contó entusiasmado a su hermano que ella había aceptado. Le prometió a Edson: “Te mandaré una foto tan pronto como consiga una. No busques un cuerpo amarillo demacrado ni una ‘dama engreída’. Ella es una mujer grande y sana, de lo más llena de vida y de bondad. May es alta como yo y pesa unos pocos kilos más que yo. Yo peso 67 kilos y ella pesa 69. Sus vísceras no fueron aplastadas por corsés, ni su espíritu por ambiciones inútiles. Donde sea que está, hay luz y consuelo y paz”.234

La boda se realizó en el hogar del padre de ella, en Tasmania, la tarde del 9 de mayo de 1895. Elena les envió a Edson y a Emma un resumen escueto de la ocasión: “El jueves pasado, Willie y May Lacey se unieron en matrimonio. Todo fue placentero. Los niños parecían muy entusiasmados de que Mamá debía orar en la ocasión y yo cumplí su pedido. La bendición del Señor estaba presente. Cada momento fue dirigido con la mayor solemnidad. [...] Todos, cada miembro de la familia de May, la adoran y se sienten altamente honrados de aceptar a Willie en su círculo familiar. Todos tienen alta estima por Willie. Él tiene 40 años y May tiene 21. No hubo sentimentalismo en su cortejo, ni en su boda. Inmediatamente después del compromiso, llamaron a Willie a Auckland, Nueva Zelanda, para un congreso campestre, y pasó tres meses visitando iglesias. [...] Willie planificó dos semanas de vacaciones, pero no tuvo ninguna. Se casaron en la tarde y Willie tuvo que asistir a una junta en la noche” (Ct 120, 1895, en Bio 4:195).235

A las 17, siguió una recepción después de la boda. Luego, cuando terminó la junta a la que tuvo que asistir Willie, él, May y Elena tomaron el tren de las 20:30 a Launceston. Pasaron dos semanas en Melbourne con juntas de la asociación y otros negocios. Finalmente, el 29 de mayo partieron hacia su hogar en Granville, cerca de Sydney, donde Willie se reunió con sus hijas, Ella y Mabel, que habían llegado de los Estados Unidos el 5 de mayo. Al año siguiente, la familia de cuatro se convirtió en una de seis con el nacimiento de Herbert y de Henry, el 6 de abril de 1896. Y finalmente, los niños pasaron a ser cinco cuando, el 1º de junio de 1900, nació Evelyn Grace (Ct 120, 1895).236

Escuela de Avondale para Obreros Cristianos

La fundación de la Escuela de Avondale –precursora del Colegio de Avondale– fue un emprendimiento notable.237 Tanto Elena como Willie estuvieron involucrados en la selección y la compra del terreno, de la planificación y la construcción de los edificios, y de las etapas formativas del desarrollo del currículum y del cuerpo docente. Cuando, el 30 de agosto de 1894, invitaron a Elena a reunirse con la comisión encargada de seleccionar el lugar donde se construiría la escuela, ella les advirtió que no compararan el suelo de Cooranbong con el de Iowa. Ella comentó, en su diario, que no tenía dudas sobre la tierra, pero que A. G. Daniells y L. J. Rousseau, quienes habían cultivado la tierra negra de Iowa, eran “muy firmes y decididos” en su oposición (Ms 77, 1894, en MR 8:361). Además, en vista de la situación financiera de las colonias y de las asociaciones, Daniells y Rousseau sentían que lo mejor era comprar “16 o 20 hectáreas, reservar la mitad para el campus del colegio y sus cultivos”, y lotear el resto del terreno para venderlo a los adventistas que se ubicarían cerca del colegio; y no estaban de acuerdo en comprar un terreno de 600 hectáreas, que era lo que favorecía Elena de White (Ms 77, 1894).238 En cambio ella se oponía fuertemente a este “error”, que constituiría una concesión casi idéntica a la que se había hecho en Battle Creek veinte años antes.239 En la reunión del 30 de agosto, ella instó a la comisión a comprar el terreno de Cooranbong sin demora, prometiendo que, “si decidían que no era el lugar que debían comprar”, ella misma la compraría (Ct 3, 1898; cf. Ct 54a, 1894). Frustrada con su propia incapacidad de convencerlos para que avancen esa dirección, ella buscó apartarse del conflicto instando a los miembros de la comisión involucrados a “buscar al Señor” por sí mismos. Cuando los hermanos buscaron al Señor, fueron convencidos individualmente de que el terreno que ella había señalado era realmente la mejor opción de todos los lugares que habían visto. Todavía veían que tenía algunas deficiencias, pero concluyeron que, considerando las limitaciones financieras y otras circunstancias, era la mejor opción que tenían. Eso era todo lo que ella había afirmado desde el principio (Ct 153, 1894, en MR 20:238; Ct 126, 1895).240

Así, para fines de 1894, el terreno había sido comprado. A principios de marzo de 1895, W. C. White inauguró un “departamento de capacitación manual” como el primer departamento de la escuela. Veintiséis alumnos aceptaron la oferta de recibir “alojamiento, comida y clases en dos ramas” de instrucción académica, a cambio de pasar seis horas por día en labor manual, limpiando la tierra, drenando pantanos y “construyendo caminos y puentes”.241 A pesar de cierta oposición, el programa fue exitoso. Elena se sintió reivindicada por los alumnos que dijeron que podían “aprender tanto en seis horas de estudio como si dedicaran todo su tiempo a los libros. Más que esto, el departamento de labor manual es un éxito en cuanto a la salud para los alumnos”, dijo con júbilo (Ct 126, 1895, en MR 8:150).

Elena se mudó a la propiedad en Cooranbong en diciembre de 1895, y vivió en carpa mientras se construía su casa. En el vecindario de los alrededores, vivían unos 250 descendientes de tres familias de convictos. No solo eran ladrones célebres, sino tampoco les interesaba el trabajo duro. Elena de White y Sara McEnterfer, una de sus asistentes literarios, trataron de ayudarlos de cualquier manera posible.242

El 5 de octubre de 1896, se colocó la “piedra fundamental” del primer edificio de la Escuela de Avondale. Esta debía servir como escuela “patrón”, como un segundo comienzo, para la educación adventista a nivel mundial. Ella enfatizó a su hijo Willie que “no debe entrar ninguna brisa de Battle Creek. Veo que debo vigilar por delante y por detrás y de cada lado para no permitir que entre algo que se me haya mostrado que fue perjudicial para nuestras escuelas en los Estados Unidos” (Ct 138, 1897, en MR 20:215).243 Durante los primeros años en Avondale, ella recibió visiones sobre cómo desarrollar la escuela y mucho de este conocimiento formó parte de varios libros sobre educación que ella publicó hacia el final de su vida. Special Testimonies on Education, que salió en 1897, fue el primero; y en 1899, Willie observó: “Durante los últimos dos años, pienso que mamá ha escrito más sobre los principios de educación, la importancia del estudio de la Biblia, la importancia de combinar el trabajo con el estudio y el valor de la agricultura [...] que en todos los años anteriores. Pienso que ella escribió más acerca de eso que sobre cualquier otra rama de nuestra obra”.244

Libros sobre la vida de Cristo

Cuando se publicaron ediciones en idiomas extranjeros de Life of Christ en la década de 1880, Elena había expresado su deseo de ampliar el manuscrito antes de publicar una nueva edición en inglés. En todo su tiempo en Australia, ella le dedicó muchas páginas a ese proyecto. Su diario personal y su correspondencia reflejan sus fuertes emociones y la profundidad de sus sentimientos hacia Jesús:245

“¡Oh, cuán ineficiente, cuán incapaz soy de expresar las cosas que arden en mi alma en referencia a la misión de Cristo! [...] No sé cómo hablar o trazar con una pluma el gran tema del sacrificio expiatorio. No sé cómo presentar los temas con el mismo vívido poder con el que están ante mí. Tiemblo de temor, no vaya a ser que, con palabras comunes, le reste valor al gran plan de salvación” (Ct 40, 1892, en Bio 4:382).

“Todo mi ser anhela al Señor, no me satisface conformarme con destellos ocasionales de luz. Debo tener más” (Ms 34, 1892, en MR 19:292).

“Al escribir acerca de la vida de Cristo, me siento profundamente emocionada. Me olvido de respirar como debo. No puedo soportar la intensidad de sentimientos que me dominan al pensar en lo que Cristo sufrió en nuestro mundo” (Ms 70, 1897, en MS 3:139).

“Desperté a las tres. Siento profundamente la necesidad de echar mi alma impotente sobre Jesucristo. Él es mi ayudador. Él es mi todo y en todo. Soy débil como el agua sin la ayuda del Espíritu Santo de Dios” (Ms 177, 1897).

“Se me caen las lágrimas cuando pienso en lo que el Señor es para sus hijos y cuando contemplo su bondad, su misericordia [y] su compasión tierna”.246

Al final, el manuscrito fue dividido en tres partes, que fueron publicadas como El discurso maestro de Jesucristo, en 1896; El Deseado de todas las gentes, en 1898; y Palabras de vida del gran Maestro, en 1900. El discurso maestro de Jesucristo, de 218 páginas, era una exposición del Sermón del Monte. Palabras de vida del gran Maestro, de 436 páginas, hablaba sobre las parábolas de Cristo, y Elena donó lo recaudado por este libro para ayudar a pagar las deudas de las instituciones educativas adventistas.247 El Deseado de todas las gentes, de 866 páginas, constituye su obra maestra final sobre la vida de Cristo. Ella ya había escrito acerca de este tema en el tomo 1 de Spiritual Gifts (pp. 28-87), de 1858; y lo desarrolló más en los tomos 2 y 3 de The Spirit of Prophecy, de 1877 y 1878. Y en 1892, había publicado El camino a Cristo, que explicaba cómo uno puede acercase a Cristo y permanecer en comunión con él. Sin embargo, es evidente que, en la década de 1890, Elena de White vio la necesidad particular de hacer un gran énfasis en la vida y en el carácter de Cristo, como también en los temas evangélicos. A su vez, el tema de la vida de Cristo y la salvación de la humanidad también forma el centro de sus escritos sobre la cuestión del Gran Conflicto. Su edición de 1888 de El conflicto de los siglos terminaba con las mismas palabras con las que comenzaba el libro Patriarcas y profetas en 189: “Dios es amor”. El libro El camino a Cristo comienza con el capítulo “El amor de Dios por el hombre” y este capítulo empieza con las palabras: “La naturaleza, a semejanza de la revelación, testifica del amor de Dios”. Así, mientras todos estos libros señalan a sus lectores hacia la Biblia, también enfatizan claramente que Dios ama a cada persona.

El Deseado de todas las gentes tuvo un impacto notable en la teología adventista del séptimo día en por lo menos dos aspectos: en este libro, Elena hizo declaraciones más claras sobre la divinidad eterna de Cristo y sobre la persona del Espíritu Santo que cualquier otro escritor adventista de su época. Por ejemplo, ella declaró que Cristo “se había proclamado el Existente por sí mismo, el que había sido prometido a Israel, ‘cuya procedencia es de antiguo tiempo, desde los días de la eternidad’ ” (DTG 435). “En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra” (ibíd., p. 489). Respecto del Espíritu Santo, ella señaló que “él” era “la Tercera Persona de la Deidad” (ibíd., p. 625). Esas declaraciones, al final, influyeron en los líderes adventistas de todas las edades en todo el mundo.248

W. C. White acepta el llamado de su madre

En marzo de 1900, Elena de White “razonó y oró” por dos noches consecutivas hasta que decidió que era su “deber”, tan pronto como pudiera, “ajustar asuntos, ir a los Estados Unidos sin demora”. Ella quería “conseguir la mejor ayuda posible” para publicar una edición revisada de Christian Temperance y tomos adicionales de Testimonios para la iglesia. El “deseo consumidor de lanzar estas obras” era demasiado para ella, y quería avanzar con esta tarea cuanto antes y lo tan rápido posible. Entonces, le escribió a Willie: “Has hecho lo mejor que podías dadas las circunstancias, pero no se exige que debas llevar tantas responsabilidades. Por lo tanto, no impondré mi trabajo sobre ti, pero debo decir: Haz lo que sientas que es tu deber y que te parezca que no puedes evitar. Pero, mi deber ahora parece ser más claro y simple [...] y tengo que partir, como ahora parece que debo hacer” (Ct 196, 1900).

Dos días después, ella le envió otra carta en la que, en esencia, insistió en que tomara una decisión sobre cuál camino seguiría (Ct 198, 1900). ¿Se dedicaría sin reservas a la obra de ella o no? Este “ultimátum” captó su atención. Cuando ella sugirió dejarlo en Australia para sentarse en sus juntas mientras ella regresaba a los Estados Unidos y conseguía que Daniells, Haskell y Edson White hicieran la obra que él había descuidado, William C. White finalmente vio las cosas de manera más cercana a la perspectiva de ella. Desde ese momento, él comenzó a ver el despojarse de sus responsabilidades administrativas más como un privilegio que como un sacrificio. Willie le escribió a G. A. Irwin: “Me estuve liberando de algunas responsabilidades aquí. Me siento muy bendecido por el cambio y pienso que es mejor para la obra”, porque las responsabilidades ahora serían tomadas por personas que anteriormente habían dependido de que él las llevara.249 Sin embargo, no fue hasta que partió hacia los Estados Unidos que Willie fue plenamente capaz de liberarse de sus demás responsabilidades. Nunca más se involucraría tanto en compromisos externos al punto de no estar disponible para su madre. Al llegar a los Estados Unidos, ella escribió: “Todos mis trabajadores y el propio W. C. White entienden que, al dejar Australia, W. C. W. dejó todo deber oficial para poder ayudarme en mi obra con los libros. Lo empleo como mi ayudante general en esta obra” (Ct 139, 1900, en 1888M 1.714; Ct 371, 1907, en Fl 116 10-16). Desde 1900 hasta el fallecimiento de Elena de White, en 1915, William C. White sería su vocero, su enlace y su jefe de personal. En el proceso, él se prepararía para ser el custodio primario de los escritos de Elena después de 1915.

Enciclopedia de Elena G. de White

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