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RECORRIDO DE LA SIGNIFICACIÓN

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Para llegar a su plena articulación, la significación sigue un recorrido inmanente a lo largo del discurso. Ese recorrido hipotético-deductivo2 es meramente teórico y nada tiene que ver con el proceso psíquico que tiene lugar en la mente del autor. Este último es un recorrido genético, aquél es un recorrido generativo. El recorrido generativo de la significación va de los elementos más simples a los más complejos, de los más abstractos a los más concretos, de los más profundos a los más superficiales. Y lo mismo ocurre con las sucesivas articulaciones del sentido.

Las primeras articulaciones de la significación, las más profundas y abstractas, son las articulaciones de las estructuras elementales. En la semiótica clásica esas estructuras elementales se organizan basadas en dos tipos de oposiciones: las oposiciones privativas [A/Ā] o contradictorias, y las oposiciones cualitativas [A/B] o contrarias. El rasgo de /masculino/ que distingue, por ejemplo, al término “padre” es cualitativamente contrario al rasgo de /femenino/ que caracteriza al término “madre”. Esa relación de contrariedad se articula en una estructura elemental como la siguiente:


En ella la flecha de doble dirección señala el eje común del género, y los términos /masculino/ y /femenino/ indican los polos opuestos de la categoría, como resultado de la relación de contrariedad. Las oposiciones privativas se expresan como negaciones de los términos contrarios:


Una nueva articulación entre ambas oposiciones da lugar al modelo constitucional de la significación, que se expresa por medio del conocido cuadrado semiótico, el cual constituye la piedra angular de la semiótica clásica:


De esas articulaciones surgen dos nuevos términos contrarios, llamados por comodidad “subcontrarios”, generados en torno a un eje neutro. Pero, a su vez, las relaciones de base generan una nueva relación entre los términos /masculino/ y /no femenino/ y entre los términos /femenino/ y /no masculino/: una relación de complementariedad.

En la simplicidad del modelo reside la gran potencia explicativa que ofrece. El cuadrado semiótico representa un microuniverso de sentido, y no solamente valora los cuatro términos polares en él expresados; da cuenta también de los grados intermedios que los discursos concretos puedan actualizar. Si decimos, por ejemplo: Esa chica es poco femenina, actualizamos una posición en el cuadrado, que va de lo /femenino/ a lo /no femenino/. Si, por el contrario, decimos: Ese hombre es afeminado, nuestro discurso actualiza una posición entre lo /no masculino/ y lo /femenino/.

La más moderna semiótica tensiva pretende afinar esos grados de significación por medio de otro modelo: el esquematismo tensivo. Este dispositivo trabaja la correlación entre las dos dimensiones de la presencia sensible: la intensidad y la extensidad. A partir de esas dos dimensiones, consideradas como dimensiones graduales, su correlación puede ser representada por el conjunto de puntos de un espacio sometido a dos ejes de control:


La intensidad caracteriza el dominio de lo sensible; la extensidad caracteriza el dominio de lo inteligible. La correlación entre los dos dominios resulta de la toma de posición del cuerpo propio, sede del efecto de la presencia sensible.

Si se consideran los puntos del espacio interno de correlación, uno por uno, todas las combinaciones entre los grados de cada uno de los dos ejes son posibles, todos están disponibles para definir las diferentes posiciones del sistema. Lo importante, sin embargo, no son las posiciones aisladas, sino los valores, es decir, las posiciones relativas, las diferencias de posición.

Los dos ejes del espacio externo definen las valencias de la categoría. Todos los puntos del espacio interno son susceptibles de corresponder a valores de la misma categoría. Pero de esa nube de puntos se desprenden algunos principios organizadores: de un lado, la diferencia entre las dos correlaciones determina dos grandes zonas de correlación: la zona de correlación inversa y la zona de correlación conversa (o directa); del otro, la conjugación de los grados más fuertes y más débiles de los dos ejes determina zonas extremas. Todos los puntos del espacio interno son pertinentes, pero las zonas extremas de cada correlación son las zonas más típicas de la categoría en cuestión.


La combinación entre esos dos principios permite desprender cuatro grandes zonas típicas de la categoría, que corresponden, además, a los “estilos de categorización”, ya enumerados anteriormente:

a. Una zona de intensidad fuerte y de extensión débil (o concentrada): estilo categorial: el parangón;

b. Una zona de intensidad y de extensión igualmente fuertes: estilo categorial: la serie;

c. Una zona de intensidad débil y de extensión fuerte (o difusa): estilo categorial: la familia;

d. Una zona de intensidad y de extensión igualmente débiles: estilo categorial: el conglomerado.


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