Читать книгу El por venir del homo tecno - Diego Carlos Romero - Страница 11
Los hijos del rigor
ОглавлениеMi pensamiento va dirigido a los liberados de los apremios de las obligaciones ordinarias, algo que precisa inteligencias sensibles, sutiles y delicadas. Un poco de rigor, pero también un poco de comprensión, con una pizca de aire superfluo. Una misión casi imposible de lograr en estos tiempos post pandemia. Deseo el lujo del ocio, austeridad, corazones puros y sinceros, cariño, afecto, escucha, caricia, rigor y amor. Cosas tan simples, como nobles y puras todas ellas, que actualmente nos cuesta muchos dar. Ante tanta violencia, egoísmo y tristeza se requiere de respuestas modosas, y es allí cuando el escribir o el pensar se vuelve un “oficio trémulo’’. La tristeza aflora en la sangre cuando alguien apoya la pluma en el papel preguntándose otra y otra vez, casi con un miedo a ser censurado, sino llegan a ser modestos los cuestionamientos. Es allí, cuando mis propuestas me aconsejan que me calle en medio de la angustia en llantos, y que no lleve más lejos mis pensamientos de querer tener una respuesta para todo, porque como dice un viejo proverbio: “Sólo se es un verdadero pensador quedándose uno en silencio’’.
La misma historia atestigua que la humanidad pasó de ser idealista y racional, a individualista y vacía. Y, que todos los idealistas se imaginan que las causas a las que sirven son las mejores del mundo, negándose a creer que para construir una base sólida, necesitan de los mismos elementos básicos del resto. El idealista es iluso y vive en su propio mundo maníaco insensible, totalmente evaporado de la realidad. La hiperconectividad se alimenta de idealismos. El cara a cara se retroalimenta de realismos. Al igual que un ciego que no quiere ver, pone una barrera a experimentar algo novedoso. Aunque, la realidad se está perdiendo, a causa de sus mismos medios de civilización. Precisamente, el genio tiránico acuña aquí su cuna, encontrando nobleza de piedad en todas sus acciones, casi como lobos disfrazados de corderos, Oportunamente, cuando se despierta en el interior de un alma el obrar como un tirano, hasta algo mediocre, se convierte poco a poco en una fuerza buena e irresistible.
Es que ningún río es ancho y caudaloso por si mismo, sino por recibir y arrasar muchos afluentes que lo hacen ser tal, en incertidumbres. En fin, con estos simples “despensamientos’’ cotidianos, es que quiero llegar a la realidad triste, cuando discutimos si un profesor tiene que ganar bien en educación, o si de por si es buena o mala, sino tenemos en cuenta las causas profundas. Las verdaderas causas de este malestar y del mal funcionamiento de las cosas, están en la realidad del “menosprecio a los seres’’. El ser de las promesas vacías sólo crea tácticas descalificadoras, pero no soluciones. El homo tecno sin alma se alimenta de la falta de relación con el otro que irrumpe al lado. El mayor modo de despreciar a los seres es, o valorarlos sólo como “medios para nuestros fines’’, o en “no darles valor alguno en la indiferencia’’. La cultura del descarte se alimenta del sin sentido. Hasta el más cínico es consciente que la educación es importante para la vida, y que ella constituye el futuro de una Nación. No obstante, también se destruye la cultura del trabajo desde la no realización de un proyecto de vida, tanto individual, como colectivo, a veces sujetada a intereses personales. Si la actitud ante una queja, es la estrategia de desgastarla en la indiferencia, se podría perder el valor de todo. Sólo desde el sometimiento reinará el caos, la deshumanización, la nada, las calles llenas de piquetes y el miedo. Aquí, es bueno ser un poquito permisivo. El mundo fue terriblemente racional y rigorista. “La barbarie individualista nos llevó a la fragmentación y al “desamor’’. El amor desea, el odio rehúye. El amor no conoce poder alguno, ni nada que separe ni oponga diferencias de jerarquías, se entrega totalmente.
Solemos ser “hijos del rigor’’, desde actitudes hostiles, indiferentes, en el librepensamiento que nos anula y condiciona de por vida. El miedo a mostrarnos tal como somos por temor al ataque del que piensa distinto o diferente. Tenemos que empezar a ser humanos, más humanos, terriblemente humanos. Hay que aprender a amar, aprender a ser buenos, que sin caer en ingenuidad, aprendamos a experimentar en nuestras vidas, los cálidos hallazgos que han hechos las personas que se aman. Sólo desde allí, fuera de la intelectualidad y del pensar idealista sesgado y vacío, alguien podrá tener la actitud sensible de ponerse en el lugar del otro para poder escucharlo, comprenderlo y ayudarlo ¿Está presente ese deseo de llegar al otro?