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III. Los hijos de las crisis

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Al respecto, surgen preguntas para estos nuevos tiempos abarcados por la ruidosa tecla alienante de la computadora, a la silenciosa libertad generada por la palabra creadora de un libro: ¿Cómo podríamos salir de esta crisis económica? ¿Qué es lo que implica ser joven en estos tiempos post modernos donde “lo sólido se desvanece en el aire’’? Es decir, casi nadie tiene una respuesta dogmática a estos interrogantes actuales, pero cuando sólo vivimos preocupados haciendo diagnósticos del presente, y no ocupados en crear salidas liberadoras para el conjunto, recreamos en un espiral cíclico a los nuevos empoderados del dinero, y no tanto, del pensamiento. Ahora bien, la historia misma atestigua que las generaciones revolucionarias fueron las que comprendieron que no tenían ningún derecho adquirido, sino grandes obligaciones por cumplir. No perciben que “nadie ama la vida como un anciano’’, decía Sófocles. Muchos pensadores modernos reivindican con la publicidad y el marketing, que los jóvenes tienen convicciones, que están dispuestos a sostener todo pensando en la obtención del dinero.

No obstante, seremos jóvenes eternos, cuando nos reencontremos con nuestra identidad de fondo, que como sociedad madura, tengamos un tránsito equilibrado de un estado de error hacia uno de serena verdad, pero con una crítica franca. La moderación es lo de la que más se requiere en estos tiempos de incertidumbres. Ahora, si ser joven implica el reírse con arrogancia de los adultos, de aprovecharse de un anciano que no puede caminar, de descartar a una escoba vieja porque no barre mejor, del abusar de la ligereza del teclado, a la lentitud del escribir a mano, el verse débiles ante los malos ejemplos, creerse los mejores, ello no hace al ser joven. Es decir, para redondear, la juventud implicaría hacer algo por el otro, que valga la pena ser vivido. Muchos jóvenes caminan la calle diariamente mirando con un ojo a la incertidumbre, y con el otro, a la rabia y la indignación. Es decir, la vejez o juventud pasan por una cuestión de actitud ¿Qué actitud tienen lo mayores frente a la vida? ¿Qué actitud quieren construir los jóvenes a futuro? Momentáneamente, si la actitud pasa por el mirar películas en internet, videojuegos, más de cincuenta horas de televisión semanales, y el zafar rápido, ante cualquier dificultad: ¿Qué futuro estamos creando? ¿Es óptimo estar hiperconectados desde el internet a distancia eternamente?

Oportunamente, la cultura, la educación, son la prioridad de varios gobiernos, ¿pero qué sociedad buscamos en la post modernidad si el dueño de las ideas y de la cultura es el que domina la imagen digital? ¿Qué es la post modernidad? Es un pensamiento filosófico que intenta dar respuesta a los problemas que planteó la modernidad, y que no supo responder, como el de la diferencia cultural, el respeto, la libertad, junto a los derechos humanos. Si el intelectual no encuentra un rol predominante en su oficio, porque ya no hay nada a lo cual atenerse en este universo actual, salvo el internet, estamos aprovechándonos del futuro. Ahora, la misma civilización aparece empobrecida por no darle un por venir sólido a los jóvenes a lo cual atenerse, y la barbarie, asoma por doquier, cuando lo único que los jóvenes escuchan es la palabra “crisis’’.

Sin embargo, lo único que arroja la post modernidad es el no estar a la altura de las circunstancia para crear un mundo mejor, y más grave aún, el de no encontrar respuestas. Es posible salir de las crisis si hay actitud de principios colectiva que rompa al interés individualista de mercado. No obstante, el joven busca resurgir desde la iniciativa: ¿pero qué futuro dejaremos si los que ahora deberían ocupar el centro de la escena son descalificados laboralmente?

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