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II. Los tres síntomas filosóficos que desafía el covid 19

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La incertidumbre actual cuestiona si las programadas inteligencias artificiales, serán mejor que los sentimientos solidarios humanos.

_-. “Quise, quise, quiero y querré, ese “algo” que me nace muy dentro, que se engendra no sé dónde ni por qué ni cómo ni…”, dijo la poeta Zulma Geller (1937). En este contexto del coronavirus nos debatíamos entre la salud y la economía. Queríamos encontrar ese “algo”, que nos saque de la crisis y nos ayude a ver un por venir, luego de la pandemia en lo tecno. Y, elegir la salud, implicaba salvar vidas humanas, cuando los datos resultan imponentes en estos momentos por la pandemia, que arroja fallecimientos en el mundo entero. Al respecto, actualmente, la economía resulta invisible todavía, sin datos precisos, pero con un panorama laboral incierto para muchos. No obstante, otro contraste, presentaron países como EE.UU e Italia, donde creció la muerte.

Es decir, el coronavirus marcará un antes y un después. Un antes, rodeado de una monotonía económica política individualista; y un después, en una realidad amenazada por lo tecnológico distante. Al respecto, este antes planteaba a una práctica aceptada por la mayoría, pero con una incógnita: ¿Hasta dónde el adelanto tecnológico nos haría más solidarios o nos volvería mas inhumanos? Para ser más preciso, hay tres síntomas que desafiaban a la humanidad antes del coronavirus, y que serán una incógnita después. Estos tres síntomas son: Lo tecnológico, lo ecológico, y la cuestión política.

Con respecto a lo primero, el universo avanzaba a pasos agigantados con el auge del internet, de la biotecnología, pero con deficiencias. Oportunamente, pongamos un ejemplo: algunas naciones de avanzada en temas educativos a distancia planteaban la necesidad de suplantar a los profesores con aulas virtuales, o con la creación futura de robots inteligentes. Ahora, una pandemia, ya plantea la realidad de los docentes como irremplazables. El desafío mundial frente a una pandemia visibiliza que el internet tecnológico puede ser altamente pedagógico, pero que no resulta igualitaria en una vinculación humana práctica, cara a cara. El binomio docente-estudiante valora esta comunicación, pero (que) en la práctica pedagógica simple, plantea muchas inquietudes.

Con respecto a lo segundo, lo ecológico, no es menos preocupante, cuando el calentamiento global alarma al planeta. El antes del coronavirus sostenía “el gran vacío” de parte de algunas religiones, de intelectuales, frente a un universo colapsado de incertidumbre. Pero hoy, después de la pandemia, “no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el de los pobres”, decía la última encíclica “Laudato Si”, sobre el cuidado de la casa común.

Y, con respecto a lo tercero, y último, no es para menos, porque el futuro de la humanidad se decidiría en el tratamiento a los descartados, ya sea en un futuro político integral solidario o de individualismo elitista. El mundo después del coronavirus se debatirá entre un ser más abierto o cerrado, solidario u individualista, de éxito indiferente, o el de acompañar al más débil.

Es decir, frente a la amenaza del virus las naciones se des globalizaron, se volvieron más nacionalistas, y cerraron su fronteras. Ahora, ¿las políticas del miedo imperarán y seguirán cerradas, o se abrirán a la ética de la responsabilidad, en el respeto a todas las labores humanas, prescindiendo momentáneamente del abuso de la máquina, y cuidando al medio ambiente?

El por venir del homo tecno

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