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3. Las primeras dos conferencias: el renunciamiento y la humildad

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De este primer principio evagriano siguen en forma muy ordenada los demás lineamientos de la espiritualidad de Doroteo. A lo largo de su obra van apareciendo los temas que el autor relaciona con este principal, estableciendo un desarrollo armónico y unitario de su doctrina. El primero de estos temas es el “renunciamiento”, al cual consagra la primera Conferencia. En ella Doroteo equipara el amor de sí al orgullo, que fue la causa de la caída del primer hombre: “Al ver Dios tal desobediencia (de Adán) dice: El hombre está loco, no sabe ser feliz; si no pasa por días malos se perderá completamente. Si no aprende lo que es la aflicción no sabrá lo que es el reposo. Entonces Dios le dio lo que merecía, echándolo del paraíso. Fue librado al amor de sí (filautia) y a su voluntad propia, a fin de que, al quebrarse los huesos, aprendiese a no seguir más sus propios criterios, sino el precepto de Dios”41.

En su estado actual el hombre está librado a la poderosa fuerza del amor de sí, y su manifestación primera es el apego a la voluntad propia. Y esto es lo que Doroteo llama orgullo. Por eso el camino a desandar pasa por la humildad y el renunciamiento a lo propio, para aprender la voluntad de Dios.

Al comienzo de esta primera Conferencia, Doroteo esboza una pequeña síntesis que permite seguir los principales trazos de este camino que se inicia con la renuncia a la voluntad propia: “Ahora pueden ver claramente a qué situación hemos llegado y cuántos males nos ha causado la costumbre de auto justificarnos, la confianza en nosotros mismos y el apego a la voluntad propia. Todos estos son distintos brotes (tékna) del orgullo, el enemigo de Dios. En cambio la humildad engendra la acusación de sí mismo, la desconfianza en el propio juicio y el desprecio de la voluntad propia”42. Estos dos principios que dirigen toda la vida espiritual (orgullo-humildad) son la causa de estados de alma totalmente opuestos: “Que aquel que quiera encontrar el verdadero reposo para su alma aprenda entonces la humildad. Podrá comprobar que en ella se encuentran la alegría, la gloria y el reposo, así como en el orgullo se encuentra todo lo contrario. En efecto ¿cómo hemos llegado a todas estas tribulaciones? ¿Por qué hemos caído en todas estas miserias? ¿No es acaso a causa de nuestro orgullo, de nuestra locura? ¿No es por haber seguido nuestros torcidos propósitos y por habernos aferrado a la amargura de nuestra voluntad?”43. El orgullo, como causa de la caída de Adán, es el responsable de la pérdida del estado natural (katá fúsin) en que había sido creado. En su actual condición el hombre experimenta todas las consecuencias de su nuevo estado contra natura (pará fúsin), y el camino de restauración es el trazado y realizado por Cristo en su vida y predicación. Como un leit motiv resuena en las enseñanzas de Doroteo aquella invitación del Señor: Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29). La humildad es la gran fuerza restauradora del edificio de la vida interior y es a ella que debe consagrar el monje su mayor esfuerzo ascético. Tal vez no se pueda imitar el ejemplo de los santos atletas de la ascesis, “... aunque no podamos, por nuestra debilidad, realizar esfuerzos penosos, tratemos de humillarnos. Tengo confianza en que por la misericordia de Dios, lo poco que hayamos hecho con humildad, nos valdrá para estar entre los santos que han sufrido muchas penas en el servicio de Dios. Sí, verdaderamente somos débiles e incapaces de realizar tales esfuerzos, pero ¿no podemos humillarnos?”44. Y el primer fruto de esa humildad es la renuncia a la voluntad propia. Ahora bien, lo que distingue a todos los autores espirituales que centraron la ascesis del monje en el combate contra la voluntad propia es la riqueza de matices con que describieron este concepto. Doroteo, como la mayor parte de los Padres del monacato oriental, entiende por voluntad propia no solo, como muchos maestros espirituales modernos, un aferramiento al propio juicio, sino todas las voluntades, digamos mejor, todos los deseos que nacen espontáneamente en el alma y que son generalmente fruto de los pensamientos apasionados”45. De allí también la riqueza que encierra para él la humildad.

Renuncia a la voluntad propia y humildad son las bases sobre las que Doroteo edifica su doctrina espiritual. Los principales temas que siguen a estas dos primeras Conferencias son los que él llama “las hijas” de la humildad: la desconfianza en el propio juicio, la acusación de sí mismo y la ausencia de críticas al prójimo. Todas ellas son las armas con las que el monje combate el amor de sí.

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