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7. La ciencia espiritual

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Las Conferencias que Doroteo dirige a sus discípulos tienen un fin muy preciso: guiarlos en el trabajo de purificación del corazón. En ningún momento se distrae en especulaciones o disquisiciones doctrinales que puedan desviar la atención de esa mirada vuelta al interior del alma. Y no se debe a un desprecio o desinterés por el dogma o la teología de la Iglesia, que en esos momentos estaba llegando a sus cumbres por la tarea de los grandes concilios ecuménicos. El motivo es otro. Para esta escuela de vida monástica de Gaza el monacato tiene su especificidad tanto en su modo de vida como en los temas que le preocupan. Y esos temas son los que aborda Doroteo.

Esta preocupación de Doroteo como la de sus padres espirituales, Barsanufio y Juan, salta todavía más a la vista si tenemos en cuenta el momento en que les tocó vivir: se trata de fines del siglo V y principios del VI, en que Palestina, y especialmente la Iglesia de Jerusalén, vive convulsionada por la controversia monofisita y origenista. Los monjes disputan entre sí el contenido del concilio de Calcedonia; toman partido en forma violenta, llevándolos a rupturas internas, así como con la jerarquía de la Iglesia64. El espectáculo es sumamente desalentador para la vida monástica. Y es en medio de esa confusión que surge en Gaza este centro de vida espiritual. Su postura frente a la situación reinante la encontramos magistralmente trazada en las cartas de los dos ancianos a los monjes y laicos que les consultaban. En una de ellas, un joven hermano interroga preocupado a Barsanufio diciendo que estaba leyendo “... a Orígenes, Dídimo, las Kefalaia Gnóstica de Evagrio, y los escritos de sus discípulos”, y esas doctrinas le habían turbado. La respuesta del anciano fue contunde: “Hermano, ¡desgracia y desastre para nuestra raza! ¿Qué estamos cuidando, y a qué nos estamos aplicando?”. Y después de alertarle acerca del fin al que lo llevarían esas preocupaciones concluye diciéndole: “Aléjate de esas cosas y camina por el camino de los Padres. Procura la humildad, la obediencia, el llanto, la ascesis, la pobreza, el desapego de ti, y las otras disposiciones semejantes; todo esto lo encontrarás en los Dichos y Vidas de los Padres”65.

Esta recomendación, tan semejante a la que contemporáneamente hacía san Benito de Nursia a los monjes de occidente al fin de su Regla66, tiene por objeto orientar al monje hacia lo que es esencial de su vida, lo cual lleva naturalmente a cierto tipo de lecturas como también a un modo especial de hacerlas. Y en ello consiste la sabiduría monástica cuyas bases sentaron estos dos Padres del monacato.

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