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5. La caridad y las cumbres de la oración
ОглавлениеLas cartas que Barsanufio y Juan dirigieron a Doroteo nos permiten conocer cuál es la fuente de la doctrina que enseña a sus discípulos acerca de la oración. Ya vimos la respuesta que recibió de los ancianos cuando éste les planteó su disyuntiva entre el trabajo de la enfermería y la vida de oración y recogimiento que buscaba. “Hermano, estás todo el día en el recuerdo de Dios, ¿y no te das cuenta? En efecto, tener un mandato y aplicarse a realizarlo es a la vez sumisión y recuerdo de Dios”52.
Para estos maestros no existe disyuntiva entre vida de oración y servicio fraterno. Por el contrario, éste es el signo visible de la primera. La unión a Dios por la oración crece en forma pareja y proporcionada a la caridad. Doroteo decía a sus discípulos: “Supongan un círculo trazado sobre la tierra, es decir una circunferencia hecha con un compás y un centro. Se llama precisamente centro al centro del círculo. Presten atención a lo que les digo. Imaginen que ese círculo es el mundo, el centro, Dios, y sus radios, las diferentes maneras o formar de vivir los hombres. Cuando los santos deseosos de acercarse a Dios caminan hacia el centro del círculo, a medida que penetran en su interior se van acercando uno al otro al mismo tiempo que a Dios. Cuanto más se aproximan a Dios más se aproximan los unos a los otros; y cuanto más se aproximan los unos a los otros, más se aproximan a Dios. Y comprenderán que lo mismo sucede en sentido inverso, cuando dando la espalda a Dios nos retiramos hacia lo exterior, es evidente entonces que cuanto más nos alejamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros y cuanto más nos alejamos los unos de los otros más nos alejamos de Dios”53.
La caridad es para Doroteo el presupuesto indispensable de la oración. De allí que nos hayan llegado largas Conferencias donde analiza detalladamente los problemas de las críticas al prójimo (Conferencia 6); del acusarse a sí mismo (Conferencia 7); del rencor (Conferencia 8), y ninguna sobre la oración. Y ello no se debe a que ésta haya perdido su valor, sino al concepto que tiene de la misma. Cada una de sus Conferencias puede ser vista como la preparación del alma a la oración en espíritu y en verdad54.
Y con ello se cierra el itinerario del amor de sí a la caridad. Tal vez sea esto lo que hace que las enseñanzas de Doroteo tengan un perfil netamente cenobítico. Parafraseando a San Pablo al hablar de la Iglesia (cf. 1 Co 12,12), Doroteo compara el monasterio a un cuerpo: “A su entender ¿qué son los monasterios? ¿No son como un solo cuerpo con sus miembros? Los que gobiernan son la cabeza, los que cuidan y corrigen son los ojos, los que sirven por la palabra son la boca, las orejas son los que obedecen, las manos son los que trabajan, los pies los que hacen los encargos y aseguran los servicios. ¿Eres la cabeza? Gobierna. ¿Eres los ojos? Sé atento y observa. ¿Eres la boca? Habla para provecho. ¿Eres la oreja? Obedece. ¿La mano? Trabaja. ¿El pie? Cumple tu servicio. Que cada uno, como pueda, trabaje por el cuerpo”55 . Y todo esto lo dice Doroteo en la conferencia que dedica a evitar las críticas al prójimo.