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3. Barsanufio y Juan

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Hacia esta fecha llega también, proveniente de Egipto, abba Barsanufio. Su fama de santidad hace que sea solicitado por distintos monasterios. Se estableció en el monasterio de un tal Séridos, fundado hacia fines del siglo V, al cual ha de entrar años más tarde Doroteo.

Ignoramos cuándo el monje egipcio Barsanufio se encerró en su celda y puso a su asistente Séridos a la cabeza de los ascetas que lo seguían. El Gran Anciano normalmente no salía de su reclusión y se comunicaba con el mundo exterior, especialmente con los hermanos que lo consultaban, por intermedio de abba Séridos que lo servía y guardaba hacia él una obediencia absoluta (ya señalamos que Isaías de Gaza observaba la misma organización y lo hacía a través de su discípulo Pedro). Hacia el año 525 el Gran Anciano se retira a una nueva celda y deja la anterior al otro Anciano, abba Juan, que llevaba un género de vida semejante al suyo desde hacía dieciocho años, y tenía también un monje que lo asistia y hacía de intermediario. La comunidad se consolida en forma de cenobio contemporáneamente al establecimiento de san Benito en Montecasino (Italia), rodeada por celdas de anacoretas con distinto grado de reclusión. Se establece una correspondencia asidua de los distintos monjes y hermanos con los dos ancianos reclusos, que gozaban de los más altos carismas de clarividencia y profecía, y que tenían a su vez un mismo modo de ver y resolver las cuestiones que les planteaban. De esta correspondencia nos han quedado unas novecientas cartas en forma de pregunta y respuesta8, las que fueron editadas por un monje de la comunidad, cuya identidad nunca se nos revela, y que nos dice haber sido testigo de la única vez que Barsanufio salió de su celda para lavar los pies a los hermanos con el objeto de terminar con las dudas de un hermano escéptico, que se preguntaba si ese Anciano a quien nadie veía, no era un personaje ficticio creado por abba Séridos para dirigir con su autoridad a la comunidad.

La riqueza de estas cartas para conocer toda una época es de un valor incalculable. Un centenar de ellas está dirigida a un cierto Doroteo, de quien trazan todo su itinerario espiritual, desde su entrada al cenobio de Séridos, y nos dan a conocer su docilidad y fidelidad a la guía de los dos Ancianos.

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