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El escándalo de la transfiguración

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Ireneo fue el primer padre de la iglesia que reflexionó sobre el misterio de la transfiguración.84 Según el obispo de Lyon, en el Monte Tabor Cristo revela la gloria de Dios y la gloria de lo humano. La manifestación de Dios a los confundidos discípulos afirma la dignidad de los seres humanss, quienes a pesar de ser de unas simples criaturas han recibido el más alto de los posibles llamados, a saber, a convertirse en hijos amados de Dios Padre. La visión de Ireneo del florecimiento humano y la realización final es profundamente teocéntrica. Esto queda claro en la versión completa del famoso dicho que Romero cita solo en forma abreviada: “La gloria de Dios es el ser humano que vive, pero la vida del ser humano es la visión de Dios”.85 La luz de la transfiguración da vida porque da a conocer al Padre en el rostro de Jesucristo. Hans Urs von Balthasar tituló su libro sobre Ireneo El escándalo de la encarnación. El obispo de Lyon predicó el escándalo de la encarnación contra aquellos que creían en la categorización jerárquica de la humanidad y condenaban la vida en la carne como algo que no debía ser salvado. La visión teológica del arzobispo de San Salvador se centra en el escándalo de la transfiguración. Esto puede parecer extraño. La transfiguración no es una fiesta importante en el cristianismo occidental o un tema importante en la teología latinoamericana. Sin embargo, El Salvador es un país dedicado al Cristo transfigurado, El Divino Salvador del Mundo, y la transfiguración, por lo tanto, no es solo una fiesta litúrgica sino también una celebración de la identidad nacional. A lo largo de la mayor parte de su historia esta celebración tuvo un signo patriótico y nacional. Pero se convirtió en un escándalo solo cuando Romero la leyó desde el mundo y la realidad de los pobres. Se convirtió en un obstáculo para las oligarquías cuyas políticas condenaba la vida de los pobres a la miseria y el abandono, y para todos aquellos que estaban comprometidos con el statu quo, cargado de injusticias y violencias. Para Romero, la transfiguración, así como la encarnación, es un acto donde Dios toma partido y lo hace en favor de los pobres. La gloria de Dios primero ilumina los rostros del campesino sin tierra, de la mujer del mercado y del niño hambriento. Cuando estos rostros contemplan a su Dios, se vuelven transparentes a su gloria y muestran el brillo de la iglesia al mundo.

La visión teológica de Romero puede llamarse doxología de la cruz. La voz del Padre glorifica al Hijo y con él toda la carne humana, comenzando con la carne débil y desnutrida. En su homilía final sobre la transfiguración, predicada tres semanas antes de su muerte, Romero pregunta: “¿Con qué derecho nosotros hemos catalogado a hombres de primera clase y hombres de segunda clase, cuando en la teología del hombre solo hay una clase: la de los hijos de Dios?” (Homilías, 6: 346, 2/3/1980). Dios se da a conocer a sí mismo a través de la carne de Jesús, el siervo sufriente que tanto se esperaba, y sus amigos en el camino de la cruz. Este es el escándalo de la transfiguración. La gloria Dei del monte Tabor es más luminosa en el vivens pauper de El Salvador, y la vida y la esperanza para los pobres salvadoreños y los de toda la humanidad está en el Dios que se hizo pobre por ellos.

¿Qué tiene que ver Lyon con El Salvador? Existen sugerentes paralelos entre el siglo II y el XXI. Según John Behr, “Ireneo es par excellence el teólogo de la carne”.86 Ireneo es un buen aliado para aquellos que quieren discutir contra la excentricidad de la gracia. La salvación para Ireneo es algo que ocurre en la historia, incluso cuando su fin trasciende la historia. Ireneo también es un enemigo de las ideologías racistas y de clase. Es por esta razón que J. Kameron Carter se dirige al obispo de Lyon. En Ireneo, Carter encuentra a un teólogo antiagnóstico cuya lucha contra la herejía del supersesionismo ilumina el camino para los intelectuales que luchan contra el racismo.87 “En Ireneo”, dijo Eric Osborn, “Atenas y Jerusalén se encuentran en Patmos”.88 Análogamente, podemos decir que en Romero, Tabor y Roma se encuentran en El Salvador.

Lo fructífero del encuentro entre Romero y los padres de la iglesia ha sido sugerido por diversos autores. Thomas Greenan Mulheron compara a Romero con Juan Crisóstomo.89 Claudia Marlene Rivera Navarrete también encuentra en Romero ecos de las enseñanzas proféticas de Gregorio de Nisa y de Basilio el Grande sobre la riqueza.90 Margaret Pfeil menciona a los padres en sus escritos sobre la teología de la transfiguración de Romero.91 Damian Zynda ofrece una lectura creativa de la vida de Romero desde la perspectiva de la espiritualidad de Ireneo.92 El presente libro amplía estas trayectorias. Aquí sugiero que Romero es como Ireneo, no porque repita al viejo apologista cristiano y defensor de la dignidad humana, sino porque los manantiales del cristianismo que regaron a Lyon brotaron de nuevo en San Salvador. En otras palabras, la relación entre los dos no es tanto genealógica como analógica y, de hecho, lo es una relación teologal. Ambos bebieron del mismo espíritu. Ireneo fue uno de los primeros padres griegos. Romero fue uno de los primeros padres de la iglesia latinoamericana. Su visión teológica es un signo del surgimiento del cristianismo en sur global; de esto que hemos llamado pasar de ser una iglesia reflejo a ser una iglesia fuente. Pero Romero no es solo una figura inspiradora para muchos hoy; es un maestro que desde El Salvador lo es para la iglesia universal. Es el doctor transfigurado, el doctor de los pobres. La esperanza para este estudio es que sus lectores (y su autor) queden cautivados por la doctrina de este humilde pastor e inspirados a pensar más claramente y actuar de manera más decisiva en solidaridad con los pobres.

La visión teológica de Óscar Romero

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