Читать книгу La visión teológica de Óscar Romero - Edgardo Antonio Colón Emeric - Страница 6

Agradecimientos

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Durante los últimos años Óscar Romero ha sido para mí una compañía constante. He tenido su imagen a la vista mientras leía las Escrituras y oraba. Los archivos de audio de sus homilías han estado en mis oídos en muchos momentos. El altar en el que fue asesinado ha sido, una y otra vez, el lugar donde renové mi compromiso de vida con Jesús. Y, sin embargo, un pastor Metodista puertorriqueño como yo, que escribe un libro sobre un obispo Católico salvadoreño martirizado, no es una combinación obvia. Reconocer la rareza de esta conjunción es ya un testimonio de fe y un motivo de gratitud.

Escuché hablar por primera vez de Romero durante mis estudios secundarios en una escuela jesuita en Puerto Rico. Los sacerdotes que enseñaban allí conocían muy bien la situación de Centroamérica y compartían con nosotros las noticias sobre lo que estaba sucediendo a fines de los años 70 y principios de los 80. Cuando la película Romero apareció en las pantallas en 1989 no demoré en ir verla. El actor Raúl Juliá, quien interpreta el papel de Romero, era graduado de mi escuela. El estreno de esa película fue seguido por la trágica noticia del asesinato de los sacerdotes jesuitas en la Universidad Centroamericana. Es así que la convergencia de estos eventos me impactó y contribuyeron a que dejara mis estudios de ingeniería para dedicarme a estudiar teología.

Cuando en 2007 ingresé como docente a la Facultad de Teología de Duke Divinity School decidí organizar un grupo de lectura en castellano. No estaba seguro de qué leeríamos hasta que me encontré con uno de los posibles miembros de ese grupo en la biblioteca. Mientras conversábamos en medio de las pilas de libros mis ojos se posaron en una colección de las homilías de Romero. La idea derivó en la formación de un grupo de lectura de Romero. Nos reuníamos todos los miércoles para leer y debatir en castellano (y en spanglish) la homilía de Romero para el leccionario de la semana. Las horas que pasamos con esas homilías nos impactaron mucho. Mis estudiantes y yo quedamos impresionados por las paradojas de la enseñanza y el modo de vida de este prelado: un profeta patriótico, un amante de los pobres y de los papas, un sacerdote sencillo y un poderoso predicador.

Cuanto más leíamos, más nos maravillábamos y nos sentíamos inspirados por la transparencia del testimonio que Romero nos brindaba de Cristo. Pero como es habitual en todo Seminario, los estudiantes vienen y van, y el Grupo de Lectura de Romero desapareció luego de algunos años. Sin embargo, sus palabras encontraron terreno fértil en muchos de nosotros. En algunos de mis alumnos, esas semillas brotaron en ensayos, conferencias e incluso tesis sobre Romero. En mi caso, esas semillas eventualmente se convirtieron en este libro; pero para que eso sucediera fue necesario buscar raíces en el suelo salvadoreño.

Viajé a El Salvador en el invierno de 2007 para sentar las bases de futuras peregrinaciones de estudiantes del Seminario a América Central. Fue entonces cuando visité el Hospitalito donde Romero vivió como arzobispo y murió como mártir. En ese momento, no me imaginé que este sitio de peregrinación se convertiría en una parte tan central de mi peregrinación profesional y espiritual. A través de una peculiar cadena de eventos, en 2010 me convertí en el director de un programa de formación de pastores y pastoras para las Iglesias Metodistas de América Central. Desde entonces la teología de Romero y los sitios de peregrinación asociados con su historia (el Hospitalito, la UCA, la catedral y El Paisnal, por nombrar algunos) se han sumado al plan de estudios del programa, a la formación espiritual de los maestros y estudiantes, y a mis intereses de investigación. El lema episcopal de Romero, “sentir con la iglesia”, se convirtió en el lema de los graduados de nuestro programa centroamericano y uno de los pilares de mi visión para la educación teológica. Más que eso, el testimonio de la Iglesia Metodista en América Central me convenció de que el legado de Romero es tan rico que excede a la Iglesia Católica.

En diciembre de 2015 los estudiantes del Curso de Estudios Metodistas en América Central visitaron la ciudad de Juayúa en El Salvador. La plaza central había sido el sitio de una matanza de personas de ascendencia indígena en 1932. La iglesia está ubicada en el lado oeste de la plaza y se la conoce como la Iglesia del Cristo Negro debido a la enorme figura de un Cristo crucificado de piel oscura que se exhibe por detrás y por encima del altar. Los lugareños dicen que la estatua fue tallada en madera oscura por los misioneros franciscanos en el siglo XVI en su esfuerzo por descolonizar el Evangelio y hacer que Cristo se parezca más a las personas que vivían en la región.

Sin embargo, estudios más recientes han aportado nuevos datos a su historia. La madera del Jesús era en un principio de una tonalidad clara. Siglos de interacción química entre la madera y el humo de las velas han oscurecido el color del Jesús crucificado. En la iglesia los estudiantes centroamericanos se involucraron en un ejercicio de lectio divina. Al pie del Cristo Negro, leyeron la historia de la transfiguración varias veces y reflexionaron sobre preguntas como: ¿Es bueno para nosotros estar aquí? ¿Qué ves cuando miras a este Cristo transfigurado en negro? ¿Crees que el Padre está complacido en esta representación de su hijo? ¿Qué sientes? ¿Temor? ¿Confusión? ¿Cómo te pide Jesús que respondas? ¿Ves la gloria de Cristo en este rostro? ¿Encuentras la liberación en esta imagen? Se nos dice que el semblante de Jesús cambió mientras él oraba (Lucas 9:29), ¿Cómo ha cambiado la apariencia del rostro de Jesús en respuesta a tus oraciones? ¿Qué le dirías a la gente sobre lo que has visto en este lugar? Más tarde tuvimos un tiempo para reflexionar sobre lo que habíamos sentido. Algunos de mis alumnos interpretaron esta representación como errónea. Jesús no era negro. ¿Y por qué lo buscamos en la cruz? Él no está muerto; él ha resucitado. Otros lo interpretaron como una buena noticia. Jesús se viste de piel oscura porque las personas de piel oscura han sufrido durante siglos en esta parte del mundo. En efecto, la piedad de la gente descolonizó a Jesús. Cuanto más oraban, más se oscurecía su piel. Ese encuentro en Juayúa despertó mi interés sobre el tema de este libro. Ya sea negro oscuro o blanco resplandeciente, la transfiguración de Cristo altera nuestras expectativas con respecto a la identidad del Hijo de Dios. Esta es la razón por la que la visión teológica de Óscar Romero no pudo evitar ser un escándalo para algunos, aun cuando fue una buena noticia para muchos.

Después de Juayúa desarrollé aún más el tema de la transfiguración durante varias presentaciones en los EEUU; en el Encuentro sobre Homilética llevado a cabo en Atlanta, en la primavera de 2016; en la Conferencia sobre la Gloria de Dios en la Universidad de Durham en el verano de 2016; y en la Conferencia dedicada a Romero en la Universidad de Notre Dame, en el año 2017. Mientras trabajaba en estos documentos y presentaciones, comencé a comprender el modo en que el estudio de este sacerdote católico centroamericano confirmó la vocación de un teólogo metodista puertorriqueño. Todo es recibido según la condición del receptor, dice Tomás de Aquino. De manera que cuanto más clara se hacía mi visión de Romero, más evidentes eran los paralelos con John Wesley, el fundador del movimiento Metodista.

Ambos son ejemplos de lo que en los círculos académicos metodistas se denomina, en palabras de Wesley, practical divinity, y que hoy llamamos teología práctica. Ambos están interesados en una visión teológica que sea popular, pastoral y profética. Y cuanto más entendía la visión teológica de Romero y procuraba vivir de acuerdo con ella, más auténticamente metodista se hacía mi testimonio de Cristo.

La historia de cómo llegó a ser este libro muestra que no es solo fruto de mi trabajo. El camino desde ver una película sobre Romero a escribir un libro sobre él ha sido largo, pero ha sido bueno porque he disfrutado de buenas compañías en el trayecto. Deseo agradecer al equipo editorial de la University of Notre Dame Press por su especial atención y apoyo desde la propuesta inicial en el otoño de 2016 hasta la edición, el formato y la impresión en 2018 de este libro.

Agradezco a los miembros del Grupo de Lectura de Romero, en particular a Ismael Ruiz-Millán, quien vive y lidera el Grupo en el espíritu de Romero; a Mathew Whelan, cuya valiente tesis sobre Romero y la reforma agraria me convenció de la importancia y viabilidad de una monografía centrada en la enseñanza de Romero. También agradezco a los asistentes de investigación que han apoyado mi trabajo durante este proyecto: Justin Ashworth, Katie Benjamin, Mandy Rodgers-Gates y Alberto La Rosa por su ayuda para reunir materiales, discutir argumentos y leer borradores.

Estoy especialmente agradecido a mi esposa Cathleen y a mis hijos Nate y Ben. Han debido soportar los muchos días y noches que pasé fuera de casa en Centroamérica y mis largas charlas sobre Romero. Sin su paciencia, su amor y su sentido del humor, este libro no hubiera sido posible. Más que eso, siempre me ayudan a recalibrar mis prioridades y a redescubrir la alegría y el valor de mi vocación como esposo y padre.

Por sobre todo agradezco a Dios. La Escrituras dice que “… todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Santiago 1, 17). Romero fue un regalo, un ejemplo de lo que John Wesley llamó la perfección cristiana: el amor perfecto a Dios y al prójimo. Para cuando se publique este libro Óscar Romero ya habrá sido canonizado. El beato Óscar Romero será san Óscar. El hecho de que un santo haya crecido en la tierra de El Salvador muestra la mentira de quienes piensan que lo único que este país ofrece al mundo son las pandillas y su violencia.

Lamentablemente, la elevación del arzobispo a los altares se lleva a cabo en un contexto tan polarizado, injusto y violento como siempre lo ha sido. Sin embargo, aunque la canonización no traerá paz, su declaración como santo es una afirmación de fe: Dios aún no ha terminado su misión a través de Romero. El don de Monseñor Romero sigue entregándose. Para aquellos que están dispuestos a recibir este regalo, descubren que todavía tiene poder para hablar y actuar. Mi esperanza es que seamos más lo movilizados a trabajar por una paz profética y una reconciliación liberadora en nuestra tierra y en todo el mundo. Si Dios lo quiere. Primero Dios.

24 de marzo de 2018,

Fiesta de Óscar Romero.

La visión teológica de Óscar Romero

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