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VI. Historiografía y mistificación

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Mistificar es enmascarar, la ciencia no es necesariamente desenmascaradora; los resultados de la ciencia pueden ser instrumentalizados ideológicamente; ciencia e ideología no son opuestos irreductibles; la ciencia puede ser utilizada para ocultar.

No podemos oponer «ideología» versus «ciencia», como oponemos pensamiento dominador-domesticador y pensamiento liberador; no hay correspondencia necesaria entre saber científico y liberación. Se dirá entonces que la verdad emancipa, que sólo ella nos hará libres. Pero cuidado, no cualquier verdad en cualquier circunstancia es por sí emancipadora o automáticamente liberadora. Además estamos hablando de la ciencia y no de la verdad. No es apropiado confundir ciencia con verdad, es hora de concebirla simplemente como conjunto de enunciados con determinadas características. La polaridad ideología-ciencia es aceptable o comprensible en lugares y tiempos donde el poder se legitima a partir de un discurso construido sobre falsedades crasas; allí donde ciertos mitos –ligados normalmente con supuestos factores sobrenaturales– se constituyen en legitimadores de la dominación; en dichos casos, el descubrimiento o la teoría científica vienen a socavar los fundamentos de la mistificación: el evolucionismo va a destruir la narración bíblica, el materialismo histórico destruye una cierta concepción del origen divino del poder o del Estado. En la cultura o en las sociedades tecnológicas, en cambio, la polaridad ideología-ciencia pierde en gran medida esa función e incluso puede llegar a invertirse, pues, por un lado, los descubrimientos científicos son utilizados como instrumentos de dominación –en tanto son la base de tecnologías destinadas a hacer más fácil la opresión– y por otro lado, en la medida que el discurso científico se ideologiza haciéndose de él una fórmula de justificación del estatus, pasando del indicativo al imperativo.

Porque no identificamos ciencia con verdad –y tampoco por lo demás no-ciencia con falsedad– es que no creemos, como postula el sarmientismo, que la ciencia y la técnica sean las soluciones para el continente latinoamericano. Asimismo es imposible que podamos conformarnos con una aproximación teórica a la realidad empírica a que se contente con ser científica, no podemos conformarnos con una historiografía, una sociología, una psicología o una antropología que sean puramente científicas. Queremos un quehacer historiográfico o antropológico que sea científico, pero que, a su vez, pueda constituirse en factor coadyuvante al proceso de concientización. Nuestro afán es impedir que dichas disciplinas contribuyan a la mistificación, cosa que no se logra simplemente desarrollándolas como ciencias. Queremos, en cambio que posibiliten el cara-a-cara del latinoamericano con su historia, con su realidad, con su ser y, por tanto, consigo mismo.

La historiografía mistificadora es aquella que nos engaña respecto al carácter del pasado o, cosa que es parecida, impide comprenderlo. Es aquella que muestra un falso pasado o que, mostrando facetas verdaderas, nos engaña respecto a su globalidad; aquello que no permite acceder a la significación de los acontecimientos. La mistificación se realiza respecto del pasado, sea porque lo parcializa mañosamente, obviando o trastrocando datos, sea porque lo eufemiza diciendo las cosas con conceptos incapaces de expresarlas, dulcificándolas o tergiversándolas.

Su finalidad: impedir la comprensión; su método: seleccionar los datos para que confirmen y nunca falsifiquen las tesis; su lenguaje: aquel lo suficientemente elástico para que permita el paralogismo y la huida –mediante la reinterpretación infinita de lo afirmado– en caso de estar en peligro de ser acorralados, y aquel lo suficientemente blando como para no poder calar el hecho en su radicalidad.

Buscamos una historiografía que faculte la concientización.

Los que van a morir te saludan

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