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IX. El sentido del concepto ciencia en Chile

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Constatar que, en el último siglo, en Chile, tanto como fruto del extendido positivismo como del extendido marxismo, se ha realizado una sinonimia entre «ciencia» y «verdad», parece una cuestión interesante. La oposición a la metafísica y a la superstición, primero, y a la ideología, después, constituyeron a la palabra «ciencia» en una voz nimbada de un elemento sacro, mítico y legitimador. Autodesignarse como parte de la ciencia o de lo científico se hizo idéntico a considerarse como parte de los buenos y de los ilustrados.

Es cierto que en el último decenio, en que el escepticismo ha ido ganando terreno, hablar de ciencia –especialmente en las disciplinas sociales– ha ido teniendo ya diferentes connotaciones: primero se ha dudado, luego se ha mirado como a un ingenuo, por último algunos han considerado como digno de compasión a quien se ha permitido usar esa palabra arcaica, resabio de tiempos quizás más jóvenes y felices, en todo caso menos cuerdos y resignados. Hoy por hoy es palabra muy peliaguda; quien diga «ciencia» puede pasar al mismo tiempo por incauto y por dogmático; una y otra cosa, porque se sigue pensando que cuando alguien usa el término está queriendo decir «verdad indiscutible».

Escépticos ingenuos, incapaces de hacer la crítica radical de los fundamentos del propio escepticismo y de rehacer consecuentemente un proyecto epistemológico viable que se asiente sobre la crítica de la crítica y sobre los fundamentos últimos (sobre lo necesario) más allá de los cuales el pensamiento no puede ir. Platones incapaces de remontar la pendiente de la caverna, encerrados en la ironía y cerrados a la mayéutíca, enceguecidos por la luz y resignados al universo de las siluetas sombrías, satisfechos de su fatua comodidad gnoseológica.

Para emerger de la caverna –que es simultáneamente pantano enterroso– para relanzar la reflexión, quizás la única forma es replantear en otros términos la cuestión de la ciencia y, más en general, la cuestión epistemológica. Salir de la antinomia ciencia-verdadera versus metafísica ideológica, es salir de la aporía. Recibir del escepticismo todo lo que puede dar y exigirle que se trascienda a sí mismo en la negación dialéctica que culmina en el cogito cartesiano (ontológicamente), en el principio de no contradicción (lógicamente), en la sensación de mejor y peor (existencialmente).

Me parece que Popper y Habermas han sido capaces de colocar la discusión en otro plano. Es interesante y puede ser útil considerarlo. Ahora bien, qué significa ubicar el problema epistemológico en otro plano; cuáles son los aportes que en tal sentido habrían realizado Popper y Habermas.

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