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Ejercicio físico 11

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Otra preciosa bendición es el ejercicio apropiado. Hay mu­chos indolentes inactivos, quienes no sienten inclinación por el trabajo físico o el ejercicio porque los cansa. ¿Qué importa si los cansa? La razón por la cual se cansan es porque no for­talecen sus músculos por medio del ejercicio; por tanto, les afecta el más pequeño esfuerzo. Las mujeres y niñas enfer­mas se sienten más satisfechas al ocuparse en trabajos livianos –como crochet, bordado o encaje de hilo– que en hacer trabajo físico. Si los enfermos desean recuperar la salud, no debie­ran descontinuar el ejercicio físico; porque así aumentarán la debilidad muscular y el decaimiento general. Venden un brazo y dejen de usarlo por unas pocas semanas, después quítenle las vendas y descubrirán que es más débil que el brazo que han estado usando moderadamente durante el mismo tiempo. La inactividad produce el mismo efecto en todo el sistema muscular. No permite que la sangre despida las impurezas como sucedería si el ejercicio indujera una circulación activa.

Cuando el tiempo lo permite, todos los que puedan hacer­lo debieran caminar al aire libre en verano e invierno. Pero la ropa debiera ser apropiada para el ejercicio, y los pies de­bieran estar bien protegidos. Una caminata, aun en invierno, sería más benéfica para la salud que todos los remedios que los médicos puedan prescribir. Para los que pueden caminar, es preferible caminar en vez de cabalgar. Los músculos y las venas pueden realizar mejor su trabajo. Habrá un aumento de la vitalidad, tan necesaria para la salud. Los pulmones ten­drían una actividad bien necesaria, puesto que es imposible salir al tonificante aire de una mañana invernal sin llenar bien los pulmones.

Algunos piensan que las riquezas y el ocio son realmente bendiciones. Pero cuando algunas personas se enriquecen, o inesperadamente heredan una fortuna, interrumpen sus hábitos activos, están ociosos, viven cómodamente, su utilidad pare­ce terminar; se vuelven intranquilos, ansiosos e infelices, y su vida pronto se acaba. Los que siempre están ocupados, y lle­van a cabo alegremente sus tareas diarias, son los más felices y más sanos. El descanso y la calma de la noche brindan a su cuerpo cansado un sueño ininterrumpido...

El ejercicio ayuda a la digestión. Salir a caminar después de comer –con la cabeza erguida, los hombros enderezados y haciendo un moderado ejercicio– será de gran beneficio. La mente se apartará de uno mismo y se concentrará en las bellezas de la naturaleza. Cuanto menos se preste atención al estómago después de una comida, mejor. Si constantemente temen que la comida les haga mal, muy probablemente su­cederá así. Olvídense de ustedes mismos y piensen en algo alegre.

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