Читать книгу Consejos sobre la salud - Elena Gould de White - Страница 46

Tómese en cuenta la salud de la enfermera

Оглавление

Los asistentes y las enfermeras que trabajan en los cuartos de los enfermos deben cuidar su propia salud, especialmente en los casos graves de fiebre y tuberculosis. No debe per­mitirse que una sola persona permanezca durante un tiempo prolongado en la habitación del enfermo. Es más seguro que dos o tres enfermeras cuidadosas y competentes se turnen para atender al enfermo en su cuarto cerrado. Cada una debería hacer ejercicio al aire libre con tanta frecuencia como sea posible. Esto es importante para los que asisten a los enfermos, especial­mente si los amigos del enfermo pertenecen a esa clase de gente que considera el aire como un enemigo cuando se lo deja entrar en la habitación del enfermo, y no permiten que se abran las ventanas y las puertas. En este caso, el enfermo y sus asistentes se ven obli­gados a respirar diariamente una atmósfera intoxicante, debido a la inexcusable ignorancia de los amigos del enfermo.

En muchísimos casos los acompañantes del enfermo ignoran las necesidades del organismo y la relación que existe entre la respiración de aire fresco y la salud, y también desconocen la influencia destructora de la vida que ejerce la inhalación del aire contaminado del cuarto del enfermo. En este caso peligra la vida del paciente, y los mismos acompañantes corren el riesgo de contraer la enfermedad y perder la salud, y posiblemente hasta la vida...

Si es posible, la habitación del enfermo debería tener una corriente de aire que circule por ella día y noche. La corriente no debería dar directamente sobre el enfermo. Existe poco pe­ligro de enfriamiento cuando hay una fiebre intensa. Pero debe tenerse especial cuidado cuando sobreviene la crisis y pasa la fiebre. Hay que ejercer una vigilancia constante para mantener la vitalidad del organismo. Los enfermos deben tener aire puro y vigorizador. Si no es posible hacerlo en otra forma, el enfermo, hasta donde se pueda, debería ser llevado a otra habitación y puesto en otra cama mientras su cuarto, su cama y sus ropas son purificados mediante el proceso de ventilación. Si los que están bien necesitan las bendiciones de la luz y del aire, y necesitan tener hábitos de limpieza con el fin de conservarse sanos, los enfermos tienen una necesitad aún mayor de estos recursos en proporción a su condición debilitada...

Algunas casas están costosamente amuebladas más para gratificar el orgullo y recibir visitas que para la comodidad, conveniencia y salud de la familia. Las mejores habitaciones son man­tenidas a oscuras. Se las priva de luz y aire, no sea que la luz del cielo dañe los muebles costosos, destiña las alfombras o manche los marcos de los cuadros. Cuando se permite que los visitan­tes se sienten en esas habitaciones de gran valor, se arriesgan a contraer un resfrío debido a la atmósfera fría que reina en ellas. Los salones y los dormitorios se mantienen igualmente cerrados y por las mismas razones. Y quienquiera que ocupe esas camas que no han estado bien expuestas a la luz y al aire, lo hacen a expensas de su salud y con frecuencia hasta de la vida.

Las habitaciones que no están expuestas a la luz y al sol se humedecen. Las camas y las ropas de cama también se hume­decen, y la atmósfera de esas habitaciones es tóxica, porque no ha sido purificada por la luz y el aire...

Las alcobas, especialmente, deberían estar bien ventiladas, y su atmósfera debe ser hecha saludable mediante el aire y la luz. Hay que dejar las persianas abiertas varias horas cada día, hay que correr las cortinas y airear cabalmente la habitación. Ni por corto tiempo debería quedar nada que contamine la pu­reza de la atmósfera...

Las alcobas deberían ser amplias, y estar dispuestas de tal modo que permitan que el aire circule por ellos durante el día y la noche. Los que han excluido el aire de sus dormitorios deberían comenzar a cambiar inmediatamente de proceder. Deberían permitir la entrada de aire gradualmente, y aumen­tar su circulación hasta que puedan soportarlo en invierno y en verano, sin peligro de resfriarse. Se necesita aire puro para mantener la salud de los pulmones.

Los que no han dejado que el aire circulara libremente en sus habitaciones durante la noche, por lo general despiertan sintiéndose agotados y afiebrados y no saben cuál es la causa. Era aire, aire vital, que todo el organismo necesitaba pero no pudo obtenerlo. La mayoría de las personas, después de levan­tarse por las mañanas, podría recibir beneficio si se diera un baño con ayuda de una esponja o, si les resulta más agradable, utilizando una toalla mojada. Eso quitará las impurezas de la piel. Luego hay que sacar las ropas de la cama, pieza por pieza, para exponerla a la acción del aire. Hay que abrir las ventanas, asegurar las persianas y dejar que el aire circule libremente por los dormitorios durante varias horas, o aun durante todo el día. En esta forma la cama y la ropa se airearán completamente y la habitación será limpiada de impurezas.

Los árboles de sombra y los arbustos plantados muy cerca de la casa son perjudiciales para la salud, porque impiden la libre circulación del aire y estorban el paso de los rayos del sol. Como resultado, la casa se humedece. En especial durante la estación lluviosa los dormitorios se humedecen y los que duer­men en las camas sufren de reumatismo, neuralgias y afeccio­nes pulmonares que generalmente conducen a la tuberculosis. Cuando hay muchos árboles, éstos arrojan muchas hojas, las que, si no se las levanta inmediatamente, se pudren e intoxican la atmósfera. Un patio hermoseado con árboles bien distribui­dos, y con algunos arbustos plantados a una distancia pruden­cial de la casa, proporciona felicidad y gozo a la familia, y si se lo cuida en forma debida no perjudicará la salud. Las casas, si esto es posible, deberían edificarse en lugares altos y secos. Si se construye una casa en un lugar donde el agua se junta alrededor de ella y permanece durante un tiempo, y luego se seca poco a poco, ese lugar produce un miasma tóxico cuyos resultados serán fiebre, paludismo, males de garganta y enfer­medades de los pulmones.

Muchas personas han esperado que Dios las proteja de las enfermedades únicamente porque así se lo pedían. Pero Dios no toma en cuenta sus oraciones porque su fe no ha sido perfeccionada por las obras. Dios no obrará un milagro para librar de la enfermedad a los que no tienen cuidado de sí mis­mos, sino que violan continuamente las leyes de la salud y no realizan ningún esfuerzo para impedir la enfermedad. Cuando hacemos todo lo posible por tener salud, entonces podemos esperar resultados positivos y podemos pedir a Dios con fe que bendiga nuestros esfuerzos realizados en favor de la con­servación de la salud. Entonces él contestará nuestra oración, si su nombre puede ser glorificado de ese modo. Todos deben comprender que tienen una obra que realizar. Dios no obrará en forma milagrosa para conservar la salud de las personas que adoptan una conducta que seguramente los hará enfer­mar, a causa de su descuido de las leyes de la salud.

Consejos sobre la salud

Подняться наверх