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¿Qué es lo que más nos afecta?

Una pregunta recurrente en las clases y conferencias que imparto acerca de cómo el entorno en el que vivimos repercute en el equilibrio de nuestra salud es: ¿qué es lo que más nos afecta?, ¿cuál es el tóxico que hay que evitar sí o sí? O, dicho de otro modo: ¿qué nos hace sentir bien?, ¿qué hábitos son más determinantes?, ¿por dónde empezar?

Como se puede inferir rápidamente, responder a ello requiere de una exposición amplia de conceptos de toxicología, así como hablar de sensibilidad, de tolerancia, de ventanas críticas de exposición, de grupos más vulnerables, de las dosis bajas, de enumerar las sustancias o agentes reconocidos como tóxicos y también de hacer un listado de aquellas sustancias que están consideradas como posiblemente tóxicas, entre muchos otros aspectos.

Por ejemplo, para tóxicos como el amianto o el radón, hay que actuar tan pronto como se detecta su presencia; en cambio, para los casos en que la evidencia científica indica que las dosis bajas de ciertas sustancias ya no son tan seguras como se creía, es preciso abordar el tema aplicando el principio de precaución.

A continuación vamos a considerar solo algunos de los paradigmas que deben ser resueltos desde la ciencia y que tienen que ser aplicados desde las diversas políticas. Se trata sobre todo de entender por qué es necesario apostar por una vida «low tox» e intentar reducir y, en la medida de lo posible, evitar la exposición cotidiana a determinados tóxicos, por más que estos cumplan los requisitos para su comercialización y la exposición se produzca a dosis muy bajas.


FRASES PARA ACTUAR

La función de proteger y desarrollar la salud debe ser incluso superior a la de restaurarla cuando está deteriorada.

HIPÓCRATES,

médico de la Antigua Grecia, considerado el padre de la medicina

La paradoja de las dosis bajas en los disruptores endocrinos

Hace algo más de quinientos años, el médico suizo Paracelso expresó un principio básico de la toxicología que afirma que «la dosis diferencia un veneno de un remedio». Dicho de otro modo: una sustancia que tiene propiedades tóxicas solo causa daño si se produce en una concentración lo suficientemente alta.

Hoy en día, los productos que se comercializan están sujetos a las diversas normativas vigentes, y se viene contemplando que las dosis de sustancias químicas consideradas como bajas, y presentes en productos como alimentos y sus envases, productos de limpieza, cosméticos, barnices o muebles, son suficientes para garantizar la inocuidad para la salud de las personas y del medio ambiente.

Sin embargo, y en especial en la última década, se ha hecho evidente que la dosis no siempre hace el tóxico, lo que ha quedado bien demostrado con el conocimiento de los efectos en la salud de los disruptores endocrinos (DE), sustancias químicas muy presentes en la vida cotidiana y que destacan por su capacidad de alterar el sistema hormonal e interferir la acción de las hormonas, en algunos casos acentuando su función, y en otros casos haciéndolas deficitarias al bloquearlas.

A través del contacto directo con la piel, al comer y beber, o al respirar, estamos expuestos de forma continua a los DE, aunque en dosis bajas. Por ello, a lo largo de este libro abordaremos cómo llevar unos hábitos más saludables, en una casa más sana, a través de los alimentos y de sus envases y de artículos de consumo muy habitual, como los productos de higiene personal y cosméticos, entre otros, minimizando o evitando estos compuestos.

Una de las características de las sustancias que actúan como disruptores endocrinos es que pueden producir alteraciones en el organismo a dosis muy muy bajas, del orden de las que utilizan las hormonas propias de nuestro cuerpo para comunicarse —a niveles de partes por billón—, e interactuar con ellas y producir cambios en su funcionamiento. Para estas sustancias no se conoce un umbral límite de exposición seguro por debajo del cual no se produzcan efectos adversos.

La normativa vigente actual no es suficiente para proteger a la población frente a su exposición incluso a tan pequeñas dosis. Plaguicidas, bisfenoles, retardantes de la llama, ftalatos, metales pesados o parabenos son ejemplos de estas sustancias para las que no se conoce dosis segura y que la ciencia evidencia su asociación con malformaciones en genitales de bebés, la aparición de la primera regla en las niñas a una edad muy precoz, el déficit de atención, la hiperactividad, el autismo y diversos problemas neurológicos en niños, problemas de fertilidad en edad reproductora, endometriosis, ovarios poliquísticos, obesidad, diabetes, problemas cardiovasculares, alteraciones del tiroides, problemas de conducta, Parkinson y cáncer hormonodependiente, como el de mama, de testículo y de próstata (ver tabla siguiente).

Tabla. Sustancias presentes en la vida cotidiana con acción de disrupción endocrina

SustanciaDónde se encuentra
FtalatosPlásticos, envases alimentos, cosméticos, productos de higiene personal, productos de limpieza, tapicerías, ropa, cortinas, alfombras, dibujos plastificados, materiales de construcción, pinturas, lacas, barnices, juguetes, equipos y materiales eléctricos y electrónicos
Bisfenol A (BPA)Plásticos, envases de alimentos como recubrimiento interior de latas o bases de pizza, tiques de compra de papel térmico, pinturas, barnices, colas, resinas, equipos y materiales eléctricos y electrónicos, amalgamas dentales
ParabenosCosméticos, productos de higiene personal
TriclosánCosméticos, productos de higiene personal, productos de limpieza
Filtros solares (benzofenonas, canfenos y oxinamatos)Cremas de protección solar, cremas hidratantes, cosméticos
Almizcles sintéticos, perfumes y fraganciasCosméticos, productos de higiene personal, productos de limpieza, fragancias, perfumes
Retardantes de llamaEspumas, equipos y materiales eléctricos y electrónicos (teléfono móvil, tableta, ordenadores, televisión…), materiales de construcción, muebles, colchones, textiles, tapicerías, vestimenta
Compuestos orgánicos volátiles (COV) y formaldehídosPinturas, barnices, colas, lacas, productos de limpieza, productos de higiene personal, cosméticos, telas, moquetas, alfombras, ambientadores, materiales de construcción, muebles de tableros de madera, conglomerados, contrachapados
Compuestos perfluorados (FPOS, PFOA)Recubrimientos de sartenes, telas impermeables, telas antiadherentes
Plaguicidas (glifosato, clorpirifós…)Frutas, verduras, hortalizas, cereales y otros alimentos, agua
Metales pesados como: plomo (Pb), mercurio (Hg), níquel (Ni)Pb: cañerías de plomo y acero galvanizadoHg: pinturas, bombillas de bajo consumo, termómetros, amalgamas dentalesNi: ollas, cacerolas, cubiertos

FRASES PARA ACTUAR

En disruptores endocrinos, la única dosis segura es la que no existe.

DOCTOR NICOLÁS OLEA,

director científico del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada-UG y catedrático del Departamento de Radiología

La paradoja de las dosis bajas en las radiaciones artificiales

No solo en relación con las sustancias químicas, sino también en relación con la exposición diaria a los campos eléctricos y electromagnéticos, las evidencias indican asimismo que las dosis reguladas en la actualidad y hoy consideradas como bajas no garantizan el equilibrio de los sistemas biológicos. Dolencias como problemas de memoria, falta de atención, cansancio, fatiga, irritación, problemas de sueño y otras dolencias más severas se asocian a una exposición crónica, en especial durante el sueño, a las radiaciones artificiales (ver capítulo 5).


ILUSTRACIÓN 5. Problemas de salud asociados a la exposición a disruptores endocrinos.

El efecto cóctel

En realidad, lo que sucede es que estamos expuestos a muchas sustancias a la vez, a muchas dosis consideradas como bajas. ¿Qué efecto tiene en nuestra salud la suma de muchas dosis bajas? Y también estamos expuestos a varios tipos de factores de riesgo biológico, químico y físico a la vez. ¿Cómo interactúan entre ellas?

Cuando se evalúan los riesgos para nuestro organismo, se contemplan los relacionados con la exposición a una sola sustancia, pero la realidad es que estamos expuestos de forma habitual a múltiples sustancias a la vez. Es lo que se conoce como el «efecto cóctel», del que todavía se sabe poco sobre cómo afecta a la salud, por lo que el cálculo del riesgo que corremos y de cómo puede afectarnos resulta del todo insuficiente debido a que no contempla los efectos aditivos y sinérgicos de las mezclas de sustancias, como tampoco contempla la contaminación interna del organismo, la mochila tóxica que ya llevamos a cuestas y que puede actuar potenciando nuestra exposición a una nueva sustancia.

Aun así, las hipótesis que se contemplan indican que podría tener un efecto sinérgico, potenciador. Es decir, que la suma de todas las dosis no sería lineal a la suma de sus efectos individuales.

Por otra parte, todavía se sabe poco sobre cómo puede afectar el cóctel de sustancias químicas sumado al de las radiaciones ambientales, a lo que habría que añadir también la suma del sedentarismo, de una alimentación poco equilibrada o del estrés crónico. A medida que la ciencia del exposoma avance en sus investigaciones, se podrán tener datos más aproximados de cómo afecta el total de la exposición a lo largo de la vida.

Etapas críticas de exposición

El embarazo es una etapa más crítica con relación a la exposición a factores de riesgo, como, por ejemplo, los disruptores endocrinos, ya que en esa fase se produce la formación, el crecimiento y la maduración de los diferentes órganos y sistemas del feto. El sistema nervioso central es más vulnerable en el periodo embrionario y fetal, y también en la primera infancia, durante los primeros meses de vida del bebé y los primeros años de vida.

Por ello, es preciso que consideremos aplicar, durante el embarazo, el principio de precaución, evitando exponernos a tóxicos, en particular a los disruptores endocrinos —como los pesticidas o el bisfenol A—, y, más adelante, evitando la exposición de nuestros bebés, así como también mantenerlos alejados de la contaminación ambiental. Es una buena medida de cara a proteger la salud del bebé no solo en ese momento concreto de su infancia, porque repercutirá en él durante toda su vida, ya que muchos de los problemas de salud relacionados con la exposición a disruptores endocrinos en etapas muy incipientes del desarrollo aparecen años o décadas más tarde, en la edad adulta, manifestándose como problemas de infertilidad, diabetes, obesidad, hipertensión e incluso cáncer de mama o de próstata.

También son diversos los científicos que apelan a aplicar el principio de precaución en relación con la exposición a las radiaciones artificiales, como las de la tecnología inalámbrica, debido a que hay estudios que las asocian al bajo peso al nacer, a problemas de atención y de conducta o a problemas del sistema nervioso e inmune.

Proteger a la infancia, a los grupos de población más sensibles, tendría que ser una prioridad en salud.

Bioacumulación

Las mujeres, por nuestra propia naturaleza biológica, poseemos en nuestros cuerpos un 15 % más de tejido graso que los hombres que nos ayuda a prepararnos para la maternidad. Por ello, la exposición a los tóxicos penaliza más a las mujeres, precisamente porque muchos de los tóxicos químicos son lipofílicos, es decir, son muy afines a los tejidos grasos y al sistema nervioso central, y tienden a almacenarse en ellos.

Algunos tóxicos no se almacenan en el cuerpo —como los parabenos y los bisfenoles—, y suelen permanecer entre pocas horas o días dentro del cuerpo, pero su efecto nocivo puede llegar con la exposición habitual, diaria y prolongadas, como es el caso de los que llegan a través de los alimentos o los cosméticos. Es por ello que se denominan seudopersistentes.

Además, hay tóxicos (como el caso de algunos pesticidas) que no solo se bioacumulan en los tejidos humanos, sino también en los de otros seres vivos, y pueden persistir en el organismo más de diez años. En el caso de las mujeres, no producen efectos únicamente sobre la propia salud, sino que tienen la capacidad de cruzar la placenta y de llegar al embrión o al feto, también se encuentran en la leche materna y pueden llegar a afectar, varios años después, a su descendencia.


FRASES PARA ACTUAR

Grandes estudios han encontrado la presencia de sustancias disruptores endocrinos en muestras biológicas en el 95 % de los participantes.

INSTITUTO DE SALUD GLOBAL DE BARCELONA (ISGLOBAL)

EVITAR LA EXPOSICIÓN SILENCIOSA

Ya hemos visto que los factores de riesgo ambientales no afectan a todos por igual. Hay grupos de población más sensibles, como las embarazadas, los bebés y los niños; también las personas mayores y las personas con el síndrome de sensibilización central —sensibilidad química múltiple, fatiga crónica o electrohipersensibilidad—, en las que las reacciones adversas del organismo se suelen presentar casi de inmediato.

Nuestros sistemas biológicos están preparados para mantenerse en equilibrio —de hecho, realizan funciones para conseguirlo de forma constante, en lo que se conoce como homeostasis—, pero puede que llegue un punto en el que pierdan la tolerancia y, ante dosis que actualmente se consideran como bajas, reaccionen de forma desmesurada y aparezcan los síntomas adversos de salud. En definitiva, la pérdida de tolerancia es una forma que tiene el cuerpo de decir que no puede más, que ya no le es posible volver al equilibrio ante la exposición a determinados agentes ambientales de riesgo.

Entretanto, mientras nuestro organismo no llega a este extremo, el que no manifieste síntomas aparentes no significa que no esté haciendo un trabajo extra para volver al equilibrio ante la exposición diaria a determinados agentes ambientales, lo cual es una forma de estrés orgánico silencioso.

De hecho, suele suceder que muchas de las patologías crónicas empiezan con esta situación de invisibilidad hasta que el organismo ya no tiene más recursos para seguir consiguiendo mantener el equilibrio de sus sistemas.

En este contexto, una casa sana sería aquel espacio que provee al cuerpo y a la mente de las condiciones ambientales necesarias que precisan para realizar sus funciones, sin agentes de riesgo que puedan interferir en su óptimo funcionamiento y acabar desequilibrándolo. El control ambiental del ambiente, creando un espacio que garantice la calidad del ambiente interior, es clave en las personas con síndrome de sensibilización central.


FRASES PARA ACTUAR

Nada en este mundo debe ser temido, solo entendido.

MARIE CURIE,

científica, premio Nobel de Física, 1903

Cifras para el cambio

Ahora ya conocemos que nuestra casa y nuestros hábitos actúan como determinantes de salud y que, mientras que el genoma se queda prácticamente igual toda la vida, sí que podemos intervenir en el exposoma: podemos cambiar de ser fumadores a no fumadores, de no hacer ejercicio a hacerlo, de comer alimentos muy procesados con sus envases a comer más alimentos frescos, también podemos cambiar de casa o incluso de ciudad.

Toni Solanas, Dani Calatayud y Coque Claret son tres arquitectos de referencia en el campo de la sostenibilidad. En su libro 34 kg de CO2, que se publicó en 2009, ya hacían referencia a un estudio que ya indicaba que la vivienda y los hábitos de vida son relevantes para la salud del planeta.

Si entre los habitantes actuales del planeta se repartiera la superficie terrestre, nos correspondería una media de 1,87 hectáreas por habitante y año. El consumo energético y los recursos de un europeo de clase media-alta requieren de 29 hectáreas para satisfacer las necesidades de construcción, energía y transporte y alimentación, mientras que una persona que vive en una casa ecológica, sigue una dieta vegetariana y usa bicicleta en vez de coche solo precisa de 1,75 hectáreas.

Consultando la revisión de estos datos con su coautor Dani Calatayud, me indica que, a pesar de que la metodología actual permite abordar mejor estos cálculos, siguen siendo válidos, aunque ahora ya corresponden a 1,7 hectáreas por habitante y año. La reflexión lleva a pensar que los sistemas de producción y el estilo de vida actual se muestran insostenibles.

¿Cuántos planetas necesitamos para vivir un año? Cada año llega antes el día en que se llega a la sobrecapacidad de la Tierra, entendido como el momento en el que el ser humano ha consumido todos los recursos naturales de los que disponía para todo el año. En 1970, los recursos naturales del planeta se agotaban casi a final de año, en concreto el día 23 de diciembre; casi cuatro décadas después, en 2019, se agotaba el presupuesto ecológico del planeta el 29 de julio, una semana antes que en 2018; y en 2020, debido al confinamiento por la COVID-19, entramos en número rojos un poco después, el día 22 de agosto.

El 16 de diciembre de 2019 finalizó la Cumbre sobre el Cambio Climático dejando clara la urgencia de actuar ya. Son tantas las evidencias que demuestran que el modelo de consumo y de vida actual precisa de una revisión urgente, y que el planeta enferma y sus pobladores enferman con él, que, miremos hacia donde miremos, el modelo se hace insostenible.

Esta forma de consumo excesivo está contribuyendo al colapso climático, a la pérdida de biodiversidad y a la destrucción de la naturaleza, y es por ello que debemos instar a los líderes políticos a realizar cambios y apostar por un estilo de vida más acorde con una salud global.

De la salud del planeta a la salud personal, o de la salud personal a la del planeta, el cambio de hábitos en relación con la salud puede empezar por vías diferentes, desde una visión más global a una visión más personal, o viceversa. Como ciudadanos, podemos actuar empezando por replantear nuestros hábitos, adoptando opciones para vivir más conscientes, más sostenibles, más respetuosos con nuestra salud y con la salud del planeta, porque, en realidad, hay una sola salud.


FRASES PARA ACTUAR

Si todos los seres humanos vivieran como un español medio, consumiríamos el equivalente a 2,5 planetas por año.

THE GLOBAL FOOTPRINT NETWORK

Diseña tu propio plan para vivir en una casa más sana

No hay un único «mejor plan», y cada persona puede diseñar el suyo propio, el que se ajuste mejor a sus posibilidades, a sus conocimientos, a sus creencias, a cómo quiere vivir… A lo largo de este libro se aportan muchas propuestas para una vida más sana, un consumo más consciente, un estilo de vida low tox…, y, por si te resulta útil, aquí tienes un plan basado en las 10 erres: puedes adaptarlo, modificarlo, reescribirlo y hacerlo tuyo, porque solo es una guía que busca reflexionar con el fin de iniciar el cambio hacia una casa y una vida más sanas.

Tu casa sana

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