Читать книгу La quimera - Emilia Pardo Bazán - Страница 17

ESCENA III BELEROFONTE armado con coraza, espada y escudo, un PASTOR.

Оглавление

PASTOR.—Estamos en la madriguera del monstruo. Esa es la entrada. Te he guiado bien; ahora déjame volver a mi aprisco. Me tiemblan las rodillas y un sudor helado corre por mi frente. Yo no soy héroe, sino pobre pastor.

BELEROFONTE.—No temas, quédate sin miedo. La Quimera va a perecer. Verás su cuerpo deforme tendido en tierra. ¿No te agrada la lucha? De pastores de ovejas han salido pastores de pueblos.

PASTOR.—Cuando la infanta Casandra venía al aprisco, y con sus propias manos ordeñaba las ovejas, yo deseaba haber conquistado un reino para que no se burlase de mí y no me abofetease si la cogía por la cintura. Por temor al monstruo hace tiempo que no viene. ¿Volverá si la Quimera sucumbe? Entonces dame espada y escudo. Antes que tú, pelearé.

BELEROFONTE.—A tus rebaños, pastor. No son para ti estas empresas. Déjame solo. ¿No oyes un ronquido extraño? ¿no percibes tufaradas de boca de horno?

PASTOR.—¡La Quimera se revuelve en su antro! Mi vista se nubla, mis dientes castañetean… (Huye despavorido).


La quimera

Подняться наверх