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ESCENA VI BELEROFONTE, MINERVA, CASANDRA.

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BELEROFONTE.—¿Por qué he luchado con ella? ¿Por qué la he matado? He corrido un riesgo espantoso, inaudito. ¿Quién me ha metido a mí en tal empresa?

CASANDRA.—¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo se me ha ocurrido dejar mi palacio magnífico, mi lecho de marfil cubierto de tapices de plumón de cisne? Ahora tengo frío, y las asperezas de la sierra me han lastimado las plantas. ¡Cómo me duelen!

BELEROFONTE.—Y en el palacio de Yobates quieren asesinarme vilmente, a traición. ¡No seré yo quien vuelva allá! Desde aquí mismo me pongo en salvo. (Vase por la izquierda sin mirar a CASANDRA).

CASANDRA.—Ea, yo regreso a mis jardines. Allí me lavarán los pies y me servirán leche y frutas. Me siento desfallecida de hambre. ¿Estaría loca, para no mandar que me esperase ahí cerca el carro, cuyos caballos enjaezados de púrpura me trasladan de una parte a otra tan velozmente? En fin, no habrá más remedio que andar a pie. ¡Es divertido! (Vase por la derecha).

MINERVA (ya sola).—¡Gloria al héroe! ¡La Quimera ha muerto!

La quimera

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