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d) Pervivencia

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La fortuna de los textos de Ennio y su influencia en autores posteriores fueron muy variadas: entre los romanos su presencia es constante, a pesar de las diferencias, a veces muy marcadas, en las opiniones que suscita. Para las literaturas de las lenguas occidentales no podía tratarse de un autor especialmente valorado puesto que su obra estaba ya irremisiblemente perdida cuando estas estaban surgiendo. Apenas algunas menciones y los testimonios de algunos grandes autores como Boccacio o Petrarca 102 atestiguan un interés excepcional.

1. Ennio para los romanos 103 . Antes de ver la consideración que tuvo Ennio entre los escritores romanos, hay que aclarar que no todas sus obras alcanzaron la misma estima: como comediógrafo 104 casi no llega a ser reconocido, como demuestran tanto la crítica como las escasas muestras de su arte que han pervivido hasta la actualidad; en cambio, como escritor de tragedias conformaría con Pacuvio y Accio la tríada de los autores más importantes al menos hasta los últimos tiempos de la república. Sobre todo Medea y Andrómaca tienen una influencia duradera y muy profunda tanto en la creación dramática posterior como en la educación retórica de los nuevos escritores hasta la época de Augusto 105 . Aparte de estas, es sin duda Anales la obra más importante para la posteridad.

Para algunos autores como Cicerón o Varrón, Ennio es el mayor de los poetas romanos. Realmente, hasta que apareció la Eneida , cuyo débito con los Anales es manifiesto, fue esta última obra el poema épico nacional de Roma, aunque Virgilio lo desplazó muy rápidamente de la escuela 106 y del gusto del público. Hasta ese momento, la opinión que de las obras de Ennio tuvieron los romanos y el empleo que hicieron de ellas fueron muy diversos: lo conocieron, sin duda, autores antiguos como Plauto 107 , Pacuvio, Terencio 108 , Hostio y Accio 109 ; Lucilio lo parodió, pero también lo apreció extraordinariamente 110 , Lucrecio lo admiró como poeta 111 , diversos filólogos de las dos últimas centurias antes de Jesucristo se ocuparon de él como de un clásico 112 , mientras que analistas e historiadores 113 hasta el propio Livio recibieron su influencia, y no solo desde el punto de vista estilístico 114 .

Especial es el caso de Cicerón, que lo admiraba sinceramente 115 y gracias al cual conocemos una parte nada despreciable de la obra de Ennio: cita los Anales unas cincuenta veces —por lo que parece, apreciaba sobre todo a Ennio como poeta épico 116 — y también con frecuencia las Tragedias , pero conoce bien toda la obra del poeta 117 . También Varrón, sobre todo en La lengua latina transmite una gran cantidad de testimonios sobre Ennio, a quien profesaba igualmente expresa devoción 118 .

Catulo se aparta del estilo de Ennio y de las grandes obras épicas para centrarse en un nuevo estilo de poesía: naturalmente, la valoración que hace de nuestro autor y, sobre todo, de los seguidores de su época sufre un cambio radical 119 . Durante el siglo I a. C. y según crecía la influencia de los neotéricos, se dejaba de estimar a Ennio como representante de un período superado. Todavía, en cambio, Horacio lo apreciaría en general 120 , a pesar de algún detalle en contra.

Virgilio, como señalan una y otra vez Servio, Macrobio y otros, tomó de Ennio expresiones y versos casi íntegros, pero siempre adaptados, variando al menos una palabra; en cuanto al sentido y la ocasión en que lo utiliza, alguna vez traslada sin más el fragmento, otras, lo transforma radicalmente 121 . También transpone escenas enteras 122 .

En cambio, habrá otros escritores que emitirán en general juicios negativos sobre nuestro poeta, como Propercio 123 y Ovidio —Ennius ingenio maximus arte rudis 124 —; este proceso culminará en Séneca 125 , el autor que mayor desdén muestra por la obra de Ennio: «me asombra que hombres eruditísimos y aficionados a Ennio hayan elogiado, como si fueran excelentes, unos versos ridículos» 126 .

Silio Itálico 127 , por el contrario, estimaría tanto la obra como al artista y llegaría a presentarlo como un personaje de sus Púnicas :

Pero vosotras, Calíope, conceded a esta nuestra labor

que sea capaz de trasmitir a lejanas edades las hazañas poco conocidas

de un gran hombre y que consagremos el honor que merece un poeta .

Ennio, de la antigua descendencia del rey Mesapo

se encontraba en primera línea y las orgullosas

galas de la vid 128 latina adornaban su diestra. Lo envió

Calabria, tierra adusta; lo engendró la antigua Rudias ,

ahora el nombre de Rudias se recuerda solo por este vástago .

Este, en vanguardia —como antiguamente el poeta tracio ,

cuando Cícico atormentaba con guerras la adversaria Argo ,

abandonando el plectro, disparó los dardos rodopeos—

había atraído sobre sí las miradas por haber provocado gran carnicería

de hombres y el ardor de su diestra aumentaba con la matanza .

Acude a la carrera Hosto con la esperanza de alcanzar gloria eterna

si pudiera eliminar tan gran deshonra y tira con todas sus fuerzas la lanza .

Sentado en una nube, se rió del esfuerzo de aquel vano intento

Apolo y dejó perderse el dardo lejos contra el viento ,

y además dijo: «Has apuntado demasiado alto, joven, y demasiado

soberbio con esas esperanzas: éste es sagrado, y mis

hermanas Aónides tiene gran cuidado de él y es poeta digno de Apolo .

Será el primero que cante las guerras de Italia con noble verso ,

elevará caudillos hasta el cielo, enseñará al Helicón

a hacerse eco de la música latina y no cederá en honor

o en fama al anciano de Ascra». Así habló Apolo, y a Hosto

le traspasó ambas sienes un dardo vengador .

Quintiliano observaría cierta reserva sobre él, pues afirma: veneremos a Ennio por su antigüedad como a los bosquecillos sagrados, en los que las encinas, grandes y viejas, ya no inspiran tanta belleza cuanto respeto religioso 129 . Ni Persio ni Lucano, a pesar de que este lo imitara en algún pasaje 130 , valoraron mucho a nuestro autor, y menos aún Estacio 131 o Marcial 132 .

Pero durante el siglo II de nuestra era la fascinación por todo lo arcaico llevó a muchos escritores y personas cultas a interesarse por Ennio, como lo atestiguan las numerosísimas alusiones que se hallan, por ejemplo, en Aulo Gelio. A esta misma corriente se adscriben igualmente Apuleyo y Frontón 133 . El mismo emperador Adriano consideraba a Ennio por encima de Virgilio 134 .

Entre los cristianos, Tertuliano lo menciona frecuentemente; posteriormente, Claudiano se compararía con el Ennio que celebró al Africano como perpetuador de la gloria de Estilicón 135 .

De aquí en adelante cada vez son menos los escritores que citan a nuestro autor de primera mano. Entre los que transmiten sus textos, maneja sus obras Servio, pero Macrobio ya depende de otros autores 136 , sobre todo de glosarios y de Gelio, mientras que Nonio no dispone ya de Anales , sino solo de algunas tragedias 137 . Lactancio, naturalmente, debió de tener acceso a sus obras para transcribir Evémero , pero no se sabe si este fue directo o, si no, a través de qué medio 138 . Las últimas muestras de conocimiento directo de Ennio se encuentran en Ausonio, a finales de siglo IV d. C. 139 .

2. Historia del texto . Con toda seguridad no hubo ningún manuscrito de Ennio que alcanzara la Edad Media: las citas, esporádicas, provienen de otros autores.

En el Medievo destaca la alta consideración en la que tenía a nuestro poeta Petrarca 140 . En el siglo XVI empiezan las ediciones de Ennio, en las que se recopilan todas las noticias y textos de nuestro autor que presentan diversos escritores. Robert y Henri Estienne —Stephanus — se ocuparon de todos los antiguos poetas latinos, incluido el nuestro, en un libro aparecido en Ginebra en 1564; Colonna —Columna —, en cambio, se centró en Ennio y produjo una edición excelente, muestra tanto de amplísimos conocimientos como de excepcional juicio; salió a la luz en su ciudad natal, Nápoles, un primer volumen con Anales y obras menores en 1585 y un segundo, al cuidado de su hijo, en 1590 141 . Ya antes se empezaban a editar las obras menores en diversas antologías 142 . Poco después, en 1593, aparece en Amberes el Syntagma tragoediae Latinae del jesuita español Martín del Río, en el que se incluyen, naturalmente, los fragmentos de las tragedias de Ennio 143 . Apenas dos años pasaron y en 1595 Merula —Van Merle— vio aparecer en Leiden su edición de Anales 144 , que durante cierto tiempo se ha visto postergada por los críticos, pero que O. Skutsch ha valorado con toda propiedad. A lo largo de los siglos siguientes recogieron los testimonios de la escena romana Escriverio, con notas de Voss (Leiden, 1620), Bothe —Ennio aparece en el V tomo de su edición de drama romano (Leipzig, 1823)— y Ribbeck en la primera de sus tres ediciones (Leipzig, 1852 —las tragedias en el volumen I—): las otras dos, en la misma ciudad, datan de 1871 145 y 1897. A principios del siglo XIX Spangenberg reeditó los Anales de Merula, pero con diversas modificaciones; a mediados de este siglo pertenecen las dissertationes de Ilberg y Hug, ambas de Bonn, 1852, sobre los libros I y VII-IX respectivamente de los Anales .

Mención aparte merece la primera de las ediciones de Vahlen (Leipzig, 1854): dedicada exclusivamente a Ennio, comprende todo lo que queda de la obra de nuestro autor. Tras casi cincuenta años, en 1903, vio la luz la segunda edición, completamente renovada, que aún hoy, más de un siglo después, sigue siendo insustituible y una referencia constante en los estudios ennianos. Entre estos dos libros aparecieron la recopilación de todos los fragmentos de Ennio a cargo de Ludwig Müller (San Petersburgo, 1884) 146 , los Fragmenta poetarum Romanorum de Bährens 147 (Leipzig, 1886) y, ya a final de siglo, el primer volumen de Epos de Pascoli, que recoge Anales (Livorno, 1897), y la edición con amplia anotación de los Anales debida a Valmaggi 148 .

Durante el siglo xx aparecieron también los Anales de Steuart 149 y los Remains of Old Latin de Warmington en la colección Loeb (Londres, 1935 150 ): el primer volumen corresponde a Ennio y Cecilio y en él, como es costumbre en esta obra, los fragmentos están insertos en los textos que los han trasmitido y se acompañan de una traducción inglesa.

Se limita a la obra dramática la edición de Klotz, Seel y Voit (Múnich, 1953), que abarca toda la poesía dramática romana que ha quedado en estado fragmentario. Heurgon (París, 1958-1960) se ciñó a una selección de Anales en dos volúmenes, con traducción y anotaciones muy académicas. Tampoco se ocupó más que de la épica Frassinetti (Génova, 1975), con edición y traducción.

De 1969 data The tragedies of Ennius de Jocelyn, libro ya clásico, que consiste básicamente en una edición de los fragmentos correspondientes acompañados de un magnífico comentario. Es una de las obras imprescindibles sobre Ennio. Algo posterior es The Annals of Q. Ennius de O. Skutsch 151 , libro admirable que reúne una edición completa de Anales y un comentario monumental. Al igual que el de Jocelyn, se ha convertido en obra de referencia.

Traglia presentó en 1979 152 un primer volumen de Poeti latini arcaici , en el que se incluye Ennio; además de la nota crítica previa cuenta el libro con texto latino y traducción italiana anotados. En 1993 publicó Courtney su Fragmentary Latin Poets , cuyos comentarios constituyen una valiosa aportación a la comprensión de la obra menor de Ennio.

A finales del siglo xx y principios del XXI han ido apareciendo los Annali de Flores y otros colaboradores, que constan de edición, traducción italiana y comentario en volumen aparte.

3. Ennio en España 153 . El conocimiento de los textos de Ennio en España ha sido muy escaso por su misma naturaleza fragmentaria: no parece que autor alguno haya tomado citas directamente de las ediciones de sus obras; las menciones se basan en noticias extractadas de los autores que trasmiten pasajes de nuestro escritor, mientras que las raras traducciones se deben fundamentalmente a versiones de las obras en las que se insertan las palabras del poeta. Las razones por las que se alude a Ennio son muy diversas 154 ; por una parte, ha llegado hasta la modernidad su fama como innovador de la literatura latina, predecesor de Virgilio 155 y autor venerable, al que profesaban admiración los mismos romanos; por otra, los ejemplos espigados por los gramáticos latinos siguen sirviendo a preceptistas y filólogos, que los reproducen y, en algún caso, los traducen.

En la Edad Media, Alfonso X en la cuarta parte de la General Estoria (c. 1280 156 ) trasmite las noticias de San Jerónimo sobre Ennio 157 ; posteriormente lo cita el marqués de Santillana como gran poeta en su Carta Prohemio al Condestable Don Pedro de Portugal . Juan de Mena (1411-1456) en Laberinto de Fortuna o Las trescientas lo admite entre los mayores poetas en la estrofa 123. En 1494 se publicó en Zaragoza una traducción anónima de De claris mulieribus de Boccaccio —De las mujeres ilustres en romance — en el que figura un gran extracto del Evémero enniano con diversas consideraciones 158 .

Antonio de Nebrija, mientras tanto, iniciaría las menciones a las obras de Ennio por sus peculiaridades gramaticales tanto en su Traducción de Introductiones Latinae de 1481 como en el Vocabulario español-latino de 1495 y en la Gramática Castellana de 1492: en los tres presenta como ejemplo de onomatopeya el verso 451 de Anales . Importancia mucho mayor tendría en el Universal vocabulario en latín y en romance de Alfonso de Palencia 159 , en el que figuran numerosas referencias a Ennio procedentes de obras de gramáticos 160 , sobre todo de las excerptas de Festo obra de Paulo 161 y, en menor medida, de Nonio.

Entre los testimonios más importantes de interés por nuestro poeta figura el de Antonio Agustín (1517-1586) que en sus Misceláneas filológicas (Veterum scriptorum fragmenta ) 162 ha dejado manuscrita una colección de fragmentos de Ennio acompañados por breves noticias de su procedencia en ciertos casos, lecturas divergentes y estudio métrico.

Dentro del siglo XVI mencionan a Ennio Fray Antonio de Guevara en el prólogo de Menosprecio de corte y alabanza de aldea , el doctor Huarte de San Juan en Examen de ingenios para las ciencias 163 , Jerónimo de Lomas Cantoral en el prólogo de sus obras 164 , y en 1585, en el Canto de Calíope del sexto libro de La Galatea , Cervantes, que lo nombra entre los más excelsos poetas de la Antigüedad:

Mi nombre es Calíope; mi oficio y condición es favorecer y ayudar a los divinos espíritus cuyo loable ejercicio es ocuparse en la maravillosa y jamás como debe ser alabada ciencia de la Poesía: yo soy la que hizo cobrar eterna fama al antiguo ciego natural de Esmima, por él solamente famosa: la que hará vivir el mantuano Títiro por todos los siglos venideros, hasta que el tiempo se acabe; y la que hace que se tengan en cuenta, desde la pasada hasta la edad presente, los escritos tan ásperos como discretos del antiquísimo Enio 165 .

También lo citan Alonso de Valdés en 1591, en un prólogo a las Diversas rimas de Vicente Espinel 166 , Alonso López Pinciano en Philosophía Antigua Poética (1596) 167 y Lope de Vega en Roma abrasada 168 y en Laurel de Apolo 169 .

Pocos años más tarde, en 1602, Luis Alfonso de Carvallo en Cisne de Apolo cita a Ennio como ejemplo tanto de la honra que puede ofrecer el ejercicio de la poesía como de particularidades de estilo 170 . Entre otros autores que mencionan a nuestro poeta por esta época, destacan Juan de la Cueva en su Ejemplar poético , Rodrigo Caro en Días geniales 171 y Tirso de Molina en Los cigarrales de Toledo 172 . Influjo más profundo tiene Ennio en las Cartas filológicas de Francisco Cascales 173 (Murcia, 1634); aparece, en efecto, una mención al poeta de Rudias en la dedicatoria 174 , pero también en otras partes de la obra y en otros libros 175 .

Durante el siglo XVIII continuarían las citas de Ennio como paradigma de los más grandes literatos y, sobre todo, continuaría la reproducción de sus textos como ilustración de diversas figuras poéticas: así hace Samaniego en su Versión parafrástica del «Arte poética» de Horacio 176 , Leandro Fernández de Moratín 177 , Gregorio Mayans y Siscar en su Retórica (Anales 451) 178 o Luzán en La poética (1737) 179 .

Por otra parte, aparecen algunas versiones de autores que citan a Ennio; entre estas, los Oficios y Diálogos de Cicerón de Francisco Támara 180 (Valencia, 1774), que traduce en verso castellano varios pasajes de Ennio. No es el único caso que se publica en este siglo: en El Censor 181 (Madrid, 1786) figura Tragedias 343—y en los Oficios de Cicerón, obra de Manuel Valbuena (Madrid, 1788), otros varios versos.

En cuanto a los estudios, hay que señalar el Ennio de Balcells 182 , que constituye una meritoria presentación del poeta y su obra según las ediciones más prestigiosas del momento, con selección de fragmentos y su correspondiente traducción. Incorpora asimismo datos sobre las obras que faltan en otros estudios con mayores pretensiones. Tampoco ha habido muchas ediciones o traducciones de Ennio en España. En 1984 publicó Segura Moreno en Alma Mater la obra completa de Ennio con texto latino y traducción española 183 y en 2000 apareció el útil estudio de Masiá sobre varias tragedias de Ennio, con recopilación de fuentes y comentarios.

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