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CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS

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Tras este recorrido en la vida y obra de Edmund Burke parece injusto reducir la figura de este filósofo político irlandés a un mero animal político en medio de un partido con dinero y grandes personalidades, como un funcionario secundario de sus magistrados. Burke es mucho más que un funcionario burócrata y que un mero político de opinión. Su obra se ha vuelto a estudiar, a traducir, a reeditar; existen varios institutos dedicados a estudiarla.

No se comprende en una primera mirada el entramado de la posición político-ideológico de Burke cuando encara temas como la democracia, la libertad, la igualdad, en definitiva, en torno al tema cumbre de la política: la justicia. Debe mucho en su lectura del poder a Hobbes, por ello la seguridad y la libertad juegan un papel central en sus preocupaciones. No ve en su tiempo la garantía para estos dos activos de la convivencia humana en la democracia inglesa sin la convivencia con la corona, con la religión14 y con un parlamento bicameral, aunque reclama la participación permanente de la voz del pueblo en la Cámara de los Comunes. Para Burke, la libertad no surge de la abstracción de un concepto sino de la experiencia como guía de las decisiones políticas, incluso recurre a retomar el legado del derecho romano. La tensión entre la teoría y la práctica la dirime el tiempo, siempre a favor de la primera y con premura cuando asumimos la segunda. La vitalidad de la corona no depende de la democracia sino de la libertad que podamos disfrutar en uno u otro escenario.

Observará usted que desde la Carta Magna la petición de derechos, ha sido política uniforme de nuestra Constitución el reclamar y afirmar nuestras libertades como una herencia nuestra que ha llegado a nosotros derivada de nuestros mayores, la cual hemos de transmitir a la posteridad como algo que pertenece especialmente al pueblo de este reino, sin referencia alguna a otro derecho más general o de más alta prioridad (Burke, 2008, p. 68).

Hace énfasis Burke en la diferencia entre el contrato fundacional que da lugar al Estado. Su concepción la busca en la historia y la tradición, en el legado de las instituciones formadas por los siglos, luego viene el contrato de la constitución, el de una generación y un tiempo. Esta diferencia le imprime al primer contrato un carácter de indisoluble. La dinámica entre uno y otro hace el camino de la herencia de los pueblos a las futuras generaciones. No es extraño entonces percibir su postura conservadora a la hora de hablar de las instituciones, aunque desde lo económico y desde la Ilustración científica esté dispuesto a abrazar los juicios recientes del progreso capitalista y de la razón modernizante.

Una nota sobre la recepción de la obra de Burke:

Carlos Mellizo, en la presentación de Reflexiones sobre la revolución en Francia (2003), hace énfasis en la crítica permanente de Burke al racionalismo:

Si pudiera hablarse de una propuesta esencial que da carácter a su obra, ella sería su crítica al racionalismo como guía suprema del quehacer humano. En este sentido, el autor de las Reflexiones sobre la revolución en Francia se nos presenta como un decidido campeón de la corriente posmoderna, siquiera en lo que esta tiene de directo desafío a los valores del pensamiento ilustrado (Mellizo, en Burke, 2003, p. 7).

No obstante, no se puede acudir al concepto posmoderno y en particular desde la crítica sobre los grandes relatos de Lyotard, desde el siglo XXI, para juzgar a un pensador cuyo horizonte emerge si bien desde la tradición y desde el pensamiento conservador, pero con la justificación de un hombre moderno ilustrado.

Manual de historia de las ideas políticas - Tomo IV

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