Читать книгу Manual de historia de las ideas políticas - Tomo IV - Enrique Ferrer Corredor - Страница 19
INTRODUCCIÓN
ОглавлениеA partir de la caída del imperio romano de Occidente en el siglo V, la forma de organización política más difundida en Europa fue la monarquía. En el siglo XIX solo se conocían experimentos democráticos en territorios relativamente pequeños de Europa: la Confederación Helvética cuya independencia fue reconocida a partir del Congreso de Viena de 1815 (History of Switzerland, s.f.) y el Reino de los Países Bajos cuya Constitución de 1848 lo convirtió en una democracia parlamentaria (Aerts, 2010, p. 225).
Por lo anterior, el primer experimento a gran escala en la implementación de un sistema político democrático a partir de finales del siglo XVIII fue en los recién independizados Estados Unidos de América. Siendo, como lo era hasta el momento, un fenómeno político marginal, la democracia resultaba extraña y ajena a las monarquías de Europa, por lo que su implementación suscitó la curiosidad de las aristocracias que gobernaban el viejo continente. Uno de estos aristócratas era Alexis de Tocqueville que viajó a los Estados Unidos para indagar sobre su sistema penitenciario y terminó investigando acerca del nuevo sistema político, su origen y los detalles del nuevo arreglo institucional democrático.
De sus observaciones en la travesía realizada por el territorio de lo que entonces eran los Estados Unidos de América, Tocqueville describe los que él considera aspectos más importantes que hicieron posible el establecimiento de la democracia como sistema político en el país. En este punto es importante resaltar que el modelo democrático descrito por Tocqueville es el paradigma original o primitivo que da origen a las democracias contemporáneas y, por ello, dista del modelo actual que es más complejo y ha incorporado una serie de garantías reflejadas en los derechos de los que individuos y minorías gozan actualmente.
Por lo anterior, no se debe perder de vista la perspectiva histórica del análisis realizado por Tocqueville y, por lo tanto, ha de entenderse que las condiciones sociales, económicas y políticas observadas eran muy similares a aquellas que originalmente incubaron la democracia en los Estados Unidos. Esta crónica política permite entonces asomarse a la singularidad de dicho momento histórico y entender el razonamiento y las conclusiones a las que llegó Tocqueville con respecto a la génesis de la democracia norteamericana y su posterior evolución (¿o posible involución?) hasta el sistema político que con todas sus variantes se conoce hoy.
A partir de lo descrito por Alexis de Tocqueville en su libro La democracia en América, la democracia, más que circunscribirse a la simple descripción de un sistema político, es una manifestación ética y cultural que surge desde una concepción particular de la vida. Lo anterior, que en la actualidad parece una idea extravagante, es apenas natural para civilizaciones antiguas como la de los griegos, que a través de los escritos de sus filósofos más importantes como Platón y Aristóteles plasmaron su visión holística de la sociedad. En consecuencia, la idea de Tocqueville acerca de que un sistema político, en este caso la democracia, es el reflejo de lo que los individuos consideran beneficioso y aceptable para sus propias vidas no es nueva. Pero su punto de vista sí es innovador en la sociedad europea del siglo XIX.
Los contractualistas del siglo XVIII planteaban sus diferentes versiones del contrato social como producto de la necesidad de asociación de los individuos, ya fuera para su propia protección como en Hobbes, o para potenciar sus fortalezas como en Rousseau. Para Tocqueville, como para los contractualistas, el surgimiento del Estado en América fue el producto de una necesidad de asociación, pero en adición a esto, la inclinación de los norteamericanos por la democracia como sistema político fue el producto natural de la combinación virtuosa de tres “hechos generadores” que son: las circunstancias, las leyes y las costumbres, con un delicado sistema de pesos y contrapesos. Esta combinación evita que lo que en principio puede ser un sistema político virtuoso, degenere en uno perverso y tiránico con los individuos que lo integran. Adicionalmente, un hecho que hace singular la democracia americana es que “[l]a integración de la sociedad americana descansa en la excepcional constelación de la nation building [creación de una nación] que prescinde de una previa state building [creación del Estado]” (Offe, 1996, p. 58).
En primer lugar, Tocqueville define las circunstancias en términos de la posición geográfica privilegiada de los Estados Unidos, que no tiene enemigos potenciales cerca de sus fronteras y está convenientemente separada por dos océanos de las naciones que podrían constituirse en enemigas verdaderamente peligrosas3. Cuando Tocqueville habla de las leyes, se refiere a todo al sistema legal implementado por la naciente unión americana que ayuda a educar al ciudadano y establece las reglas de juego que evitan la perversión de la democracia. Con respecto a las costumbres, Tocqueville las define como todas aquellas tradiciones y conductas del pueblo norteamericano que le permitieron asumir la democracia como el sistema político para su país de manera apenas natural e indiscutible.
En segundo lugar, además de unas condiciones generadoras básicas, la democracia requiere, para su correcto funcionamiento, un sistema de pesos y contrapesos que evite, en forma permanente, que ninguna de las ramas del poder público prevalezca sobre las demás y, a su vez, que el sistema se convierta en la “tiranía de las mayorías”. Lo importante de este sistema de pesos y contrapesos es que no se refiere solo a la organización institucional del Estado sino que incluye lo que más tarde se conocería como la “sociedad civil”, la fuente de donde emana la soberanía que administra el Estado a través de los gobiernos.
Como se puede observar la democracia es, según Tocqueville y por decirlo de alguna manera, un sistema político complejo y delicado que requiere de una serie de elementos básicos para que pueda surgir e implementarse con buen éxito. De allí que la verdadera democracia sea un sistema político para las sociedades que menos lo necesitan.