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MENDELÉYEV
ОглавлениеCualquiera que hubiera oído aquellos gritos procedentes del estudio habría pensado sin duda que quien estaba al otro lado de la gruesa puerta de madera estaba sufriendo un ataque de locura. Pero la asistenta, después de tantos años de trabajar en aquella casa, sabía que se trataba de un ejercicio controlado. Mendeléyev practicaba sus ataques de ira indiscriminada con la misma naturalidad con la que cualquiera dedica diez minutos diarios a hacer una tabla de gimnasia sueca. Afirmaba que esta forma de liberar energía le permitía mantener un razonable estado de salud mental.
Siberiano, descendiente de mongoles por vía materna, metro ochenta de estatura y complexión fuerte, frente amplia y ojos azules de mirada penetrante, todo ello enmarcado por una abundante melena y una frondosa barba. Eran los rasgos físicos de un hombre dispuesto a alcanzar sus propios objetivos.
El 19 de agosto de 1887 estaba previsto que hubiera un eclipse de sol, lo que, en su momento, fue considerado como un acontecimiento astronómico importante. Mendeléyev, que con anterioridad había estado trabajando en varias mejoras técnicas del globo aerostático de hidrógeno, se había propuesto atravesar las nubes y observar el eclipse en condiciones óptimas. Pero aquella mañana no solo amaneció nublado, sino que además una fuerte lluvia hacía prácticamente inviable la ascensión en globo. Mendeléyev, que no estaba dispuesto a renunciar al experimento, eliminó cualquier peso que pudiera lastrar al globo, lo que incluía también al piloto y que convertía aquella expedición científica en una aventura muy arriesgada. El globo ascendió directo a los cielos, pero no consiguió ganar la suficiente altura para superar la capa de nubes y la observación no se pudo llevar a cabo. Y Mendeléyev no se mató de milagro. Sin embargo, en los medios científicos aquel fracaso fue considerado como un acto heroico, hasta el punto de que la Academia de Meteorología francesa le otorgó una medalla.
Esta y otras muchas anécdotas (algunas rozando la leyenda) evidencian el carácter y el espíritu decidido de un científico que habría de superar muchas dificultades de carácter político, social y académico, si quería que su «obra maestra» viera la luz y pudiera traspasar cualquier tipo de fronteras.
Dmitri Ivánovich Mendeléyev nació el 8 de febrero de 1834, en Tobolsk, antigua capital de Siberia. Era el menor de trece hermanos (según las fuentes este número puede oscilar entre doce y diecisiete). Su padre, Ivan Pavlovich Mendeléyev, que fue durante varios años director del Gimnasio (escuela local) de Tobolsk, quedó ciego a los dos meses de nacer Dmitri, lo que obligó a su madre Mariya Dmitriyevna Kornileva a hacerse cargo de la economía familiar1. Para ello, recuperó un antiguo negocio de su padre, una fábrica de vidrio. Dmitri, que cumplía con sus obligaciones como estudiante, sin destacar especialmente en nada, mostró un gran interés en los procesos de la fabricación del cristal. Su madre, siempre que podía, se lo llevaba con ella a la fábrica. Allí estableció una intensa relación con un químico, que fue el primero que despertó su interés por la ciencia, un interés que muy pronto se convertiría en pasión, hecho que no pasó inadvertido a Mariya, que vio la necesidad de proporcionar a su hijo todos los medios que tenía a su alcance para que pudiera desarrollar su incipiente vocación.
Un inesperado accidente hizo que la fábrica acabara pasto de las llamas. Después de dejar en manos de sus hijos mayores el control de una economía doméstica de por sí bastante precaria, Mariya hizo las maletas y junto con Dmitri y su hija mayor inició el largo viaje (más de 3.000 kilómetros) hasta Moscú. Una vez allí intentó que Dmitri fuera admitido en la universidad, pero fracasó en el intento debido a su ascendencia siberiana. Por aquel entonces Rusia seguía unas directrices muy cuestionables en cuanto a la educación de su pueblo. Sus mandatarios creían que mantener en la más absoluta ignorancia a las clases bajas o a determinadas etnias era la mejor forma de garantizar el control. Mariya decide entonces probar suerte en la Universidad de San Petersburgo, en la que volvieron a encontrarse con el mismo muro de discriminación étnica. Fue gracias a la intervención de un viejo amigo de su marido, que por fin Mariya consiguió una beca para Dmitri en el Instituto Pedagógico de la ciudad. Y este fue el principio de la carrera académica de Mendeléyev.
Mariya Dmitriyevna Kornileva murió dos años después de haber conseguido su objetivo. Mendeléyev redactó para su madre una dedicatoria en uno de sus libros: «Instruía con el ejemplo, corregía con amor y para dedicar a su hijo a la ciencia dejó Siberia gastando sus últimos recursos y sus últimas fuerzas».
Mariya también había tenido su «visión» y la capacidad resolutiva de llevarla a cabo.
Mendeléyev tiene más de 400 publicaciones entre libros y artículos, muchos de ellos de divulgación. Su preocupación por la economía del país le llevó a establecer planes de desarrollo para la explotación del carbón. Apoyó a varios movimientos estudiantiles, lo que tuvo como consecuencia que perdiera su cátedra en la universidad. Fue director de la Oficina Central de Pesos y Medidas, en donde creó nuevos patrones de medición. Aumentó el rendimiento de las cosechas con nuevos fertilizantes. Investigó sobre los orígenes y la explotación del petróleo, vaticinando que este producto sería decisivo en las futuras economías de mercado. Estableció las bases químicas para la fabricación de la pólvora sin humo (Pyrocollodion). Participó en el diseño de barcos que podían viajar por el Ártico, anticipándose a los rompehielos.
Y también creó la tabla periódica de los elementos.
A partir de ahora ya no hablaré del casillero, sino de la tabla periódica de los elementos.
¿Y el casillero?
Guárdalo como recuerdo.
¿Ya no volveremos a la tienda?
No.
1 El abuelo de Mariya fue propietario de una de las primeras imprentas que hubo en Rusia.