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I. Introducción

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La migración se ha convertido para casi todos los países en una cuestión política, social y económica de primera magnitud, encontrándose además interrelacionada con cuestiones como los derechos humanos, el desarrollo y la geopolítica a nivel nacional, regional e internacional. Aunque desde hace algunos años disponemos de más información sobre la migración y los desplazamientos en todo el planeta. Sin embargo, por la naturaleza de la misma en un mundo interconectado, su dinamismo es complicado de captar y reflejar en términos estadísticos.

“La migración sigue siendo el desafío más urgente; sin embargo, en lugar de considerar esto como un mero fenómeno en sí mismo, se promueve la noción de que los diversos patrones con los que la migración y la movilidad están intrínsecamente vinculadas describen un amplio espectro de factores, desarrollos y desafíos estructurales”2.

Los motivos por los que las personas emigran hoy en día son muy diversos, algunas personas se desplazan en busca de nuevas oportunidades económicas y nuevos horizontes; otras lo hacen para escapar de la pobreza; por los conflictos armados que asolan algunos países; por la falta de alimentos; el terrorismo o las violaciones y los abusos de los derechos humanos. Últimamente a los factores anteriormente expuestos podemos añadir el cambio climático; los desastres naturales u otros fenómenos ambientales que están motivando un nuevo tipo de desplazamientos.

Migrar es un derecho fundamental y necesario del ser humano y, por lo tanto, como bien lo manifestaba el director general de la Organización Internacional para las Migraciones3 “no es un problema que debemos intentar solventar, sino un problema que debemos, de manera urgente, saber gestionar”. Algunos líderes políticos y entre ellos el Papa Francisco, nos invita a ver la migración desde la óptica de la oportunidad y del desarrollo global, no del miedo. Animando a mirar a los migrantes no solamente en función de su condición de regularidad o irregularidad, sino sobre todo como personas que, tuteladas en su dignidad, pueden contribuir al bienestar y al progreso de todos. El Papa va más allá cuando afirmaba4 “no se pueden reducir las migraciones a su dimensión política y normativa, a las implicaciones económicas y a la mera presencia de culturas diferentes en el mismo territorio. Estos aspectos son complementarios a la defensa y a la promoción de la persona humana, a la cultura del encuentro entre pueblos”.

Desde el pasado siglo la migración se ha convertido en un tema clave, al que los países se enfrentan desde posiciones muy diferentes. La política migratoria ha entrado en el debate político y algunos partidos la utilizan para ganarse a nuevos sectores del electorado que se encuentran a favor o en contra de la misma. También es cuestionada por distintos sectores de la sociedad, ya que la creciente llegada de emigrantes va aparejada en algunos países con revueltas sociales y económicas. Por ejemplo, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, fueron muy frecuentes los estallidos de xenofobia ante emigrantes de origen musulmán. También algunos países africanos culpan a los migrantes de sus crisis internas y de la explotación a la que están sometidos5.

Los últimos datos de Eurostat son muy reveladores porque nos muestran el número de personas que residían en un Estado miembro de la Unión Europea con ciudadanía de un país tercero y la tendencia de la emigración en los últimos años. “A uno de enero de 2019 era de 21,8 millones, lo que representaba el 4,9% de la población de la Unión Europea. Además, 13,3 millones de personas vivían en uno de los Estados miembros de la Unión Europea con la ciudadanía de otro Estado miembro. En términos absolutos, el mayor número de no nacionales que vivían en los Estados miembros de la Unión Europea se encontraban en Alemania 10,1 millones de personas, Italia 5,3 millones, Francia 4,9 millones y España 4,8 millones. De una manera global el 71% del número total de no nacionales, mientras que los mismos cuatro Estados miembros tenían una cuota del 58% de la población de la Unión Europea. También hemos podido constatar la edad media de los inmigrantes en esta misma fecha, de la población total de la Unión Europea era de 43,7 años, mientras que para los inmigrantes era de 29,2 años”6.

Algunos organismos internacionales como la OCDE, el FMI o el Banco Mundial… llevan recopilando datos sobre los flujos migratorios desde el año 2000, lo que nos permite poder realizar un análisis de las diversas tendencias a través de casi veinte años. Aunque éstos son volátiles y difíciles de anticipar están relacionados con el movimiento forzado e irregular. Sin embargo, aquí es donde existe la mayor necesidad de planificar contingencias y adaptar rápidamente los servicios de asilo y recepción. La migración laboral y familiar, incluso dentro de las áreas de libre movilidad, es teóricamente más fácil de prever, aunque requiere una comprensión profunda de los factores de atracción y empuje, así como del comportamiento individual. Anticipar estos flujos es particularmente útil para apoyar a los servicios de integración a nivel nacional y local7.

Al hacer un estudio de los diversos datos que nos ofrecen estas instituciones, las estimaciones reflejan como los flujos de migración de carácter permanente hacia los países de la OCDE pasaron de 3,85 millones en 2000 a 7,06 millones en 2016, con un periodo de estancamiento en los años de la crisis financiera mundial. Alemania seguía siendo el principal país de destino de la OCDE en 2016, con más de 1,7 millones de migrantes internacionales nuevos, seguida de Estados Unidos con cerca de 1,2 millones de migrantes nuevos y el Reino Unido8.

Los flujos migratorios han aumentado de manera vertiginosa durante la última década, realizándose importantes avances para mejorar la integración de los inmigrantes en los países de acogida. Pero algunos de estos avances en políticas migratorias, pueden ser borradas por la pandemia de COVID-19 y sus consecuencias económicas. Los gobiernos deben garantizar la salud y la seguridad de todos los trabajadores en actividades esenciales y mantener el gasto en integración para ayudar a los migrantes a seguir contribuyendo a la sociedad y la economía, según un nuevo informe de la OCDE9.

El International Migration Outlook 2020 de la OCDE señala que la crisis del COVID-19 ha tenido consecuencias sin precedentes en las oleadas migratorias. Antes de la pandemia, los flujos migratorios permanentes hacia la OCDE ascendían a 5,3 millones en 2019, con cifras similares para 2017 y 2018. Aunque hubo menos admisiones de refugiados, la migración laboral permanente aumentó en más del 13% en 2019 y la migración laboral temporal también creció con más de 5 millones de entradas registradas en la OCDE10.

Un caso singular ha sido el de los refugiados sirios en Turquía. Los aproximadamente 3,5 millones de refugiados sirios que se trasladaron a Turquía en los últimos cinco años, aparecen como un grupo homogéneo por sus características demográficas básicas. Pero factores como el género, el estado civil, el número de hijos, los antecedentes culturales y el idioma han afectado a sus procesos de integración y empleo. Aunque el 46% de los refugiados sirios son mujeres, son prácticamente “invisibles” para muchos de los estudios sobre la integración de los migrantes en la economía, la participación en la vida laboral y las condiciones laborales. Sin embargo, no se aborda las cualificaciones, nivel de educación y capital cultural de las mujeres envueltas en trabajos no cualificados y mal pagados11.

En este texto vamos a intentar dar respuesta a algunas cuestiones e identificar ciertas claves para comprender lo que representó la Declaración de Nueva York de 2016 para los refugiados y migrantes y cómo ha evolucionado la manera de comprender las migraciones después de la Asamblea de Naciones Unidas. Entre las cuestiones que nos hemos planteado se encuentran: ¿De qué modo cambió la migración desde la Declaración de 2016?; ¿Qué beneficios tiene la migración para los países de acogida?; ¿Qué papel juega la migración desde un punto de vista económico y social en el desarrollo de los países de acogida? Y cómo influyó el compromiso de la Declaración de Nueva York para conseguir que dos años más tarde se firmara un pacto sobre inmigración.

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