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II. Tendencias globales de la emigración en el año 2015: un desplazamiento forzoso

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Las crisis migratorias de 2015 y 2016 revelaron deficiencias importantes en el sistema de asilo de la Unión Europea, pero también mostraron la complejidad de un fenómeno que afectaba a los Estados europeos de manera diferente según su ubicación geográfica, sus condiciones económicas, laborales y sociales.

El Informe de ACNUR del año 2015 destacaba que la cifra de desplazados en el mundo era el mayor desde la II Guerra Mundial, “la población global sometida a desplazamiento forzado se ha incrementado de manera sustancial durante los últimos dos decenios, pasando de 37,3 millones en 1996 a 65,3 millones en 2015: un aumento del 75%”12. Estas cifras nos hacen reflexionar sobre la situación que estaban viviendo algunos ciudadanos en Europa en un año especialmente complicado como fue 2015, en el que cambió la tendencia de la emigración a nivel global.

A partir del año 2015 también surge otra tendencia diferente relativa a los flujos migratorios, y es el mayor número de emigrantes teniendo como destino las ciudades. La migración se empezó a convertir en un asunto esencialmente urbano “vivimos en una era de movilidad humana sin precedentes con una tendencia crecientemente urbana a medida que los migrantes, tanto desplazados internos como internacionales, se trasladan a ciudades y zonas urbanas, fomentando la diversidad y conectando las comunidades dentro y a través de las fronteras, y así creando nuevos vínculos entre localidades. Esto exige nuevos enfoques tanto en la gobernanza urbana como en las políticas de migración”13.

El Informe sobre las Migraciones de 2015 puso de manifiesto que cada vez había una proporción mayor de migrantes que vivían en las ciudades. En ese año la migración se encontraba en un máximo histórico, convirtiéndose en un fenómeno urbano con el éxodo de personas de áreas rurales a asentamientos urbanos. Este hecho también supuso un reto muy importante para las ciudades de todo el mundo, ya que tuvieron que adaptarse a una nueva realidad y desafíos de la gestión de la diversidad inducida por la migración, debiendo tener en cuenta políticas de gobernanza basadas en la diversidad14.

Según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas en el año 2015 había alrededor de 232 millones de migrantes internacionales15 y de ellos 740 millones de migrantes eran internos16 en el mundo. Alrededor del 50% de los migrantes internacionales residían en ciudades de países con los ingresos más altos, los flujos migratorios estaban cambiando en línea con las transformaciones en la economía mundial. Los países elegidos por un gran número de inmigrantes para comenzar una nueva vida eran Australia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, España y el Reino Unido, la Federación de Rusia, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos17. Sintiéndose también cada vez más atraídos los emigrantes por aquellos países que experimentaban un mayor crecimiento económico en Asia oriental, Brasil, África y el oeste de la India.

“Los dos continentes que, en 2015, acogieron a un mayor número de migrantes fueron Europa y Asia, cada uno aproximadamente 75 millones de migrantes, el 62% de la población mundial de migrantes internacionales. A estas regiones les siguieron América del Norte, con 54 millones de migrantes internacionales, el 22% de la población mundial; África, con el 9%; América Latina y el Caribe, con el 4% y Oceanía, con el 3%. Si lo comparamos con el tamaño de la población de cada región, el porcentaje de migrantes en 2015 fue más alto en Oceanía, América del Norte y Europa, donde los migrantes internacionales representaron, respectivamente, el 21%, el 15% y el 10% de la población total en las citadas regiones. El porcentaje de migrantes internacionales fue relativamente bajo en Asia y África en 2015 con un 1,7% y en América Latina con un 1,5%. Sin embargo, el aumento de la población de migrantes residentes entre 2000 y 2015 ha sido notable en Asia, donde su incremento supuso más de un 50% en el citado periodo, aproximadamente unos 25 millones de personas”18.

La consecuencia de esta emigración tan desestructurada se vio reflejada en aspectos sociales de primera magnitud como el acceso a la vivienda, empleos mal pagados y la falta de servicios básicos como la atención médica. Además, en algunas ciudades la escasez de recursos provocó la creación de guetos, dando lugar a tensiones entre las comunidades migrantes y de acogida. Según el Informe del Banco Mundial en el año 201519, la migración aportaba grandes beneficios a los migrantes y a los países involucrados. Pero también conllevaba importantes desafíos. Los migrantes de los países más pobres, en promedio, habían experimentado un aumento de quince veces en los ingresos, una duplicación de las tasas de matrícula escolar y un aumento de dieciséis veces la reducción de la mortalidad infantil después de mudarse a un país desarrollado.

En un sentido macroeconómico, incluso una reducción marginal de las barreras migratorias internacionales puede conducir a ganancias económicas mayores que las que se producirían con el comercio pleno liberalización20. El impacto general de la migración en el país de origen es más a menudo, aunque no siempre, considerable y positivo. Sin embargo, los efectos diferenciales sobre sectores de la economía, segmentos de la fuerza laboral y regiones geográficas pueden producir efectos negativos. La inmigración a gran escala puede plantear serios desafíos al gobierno, que puede tener que construir importantes infraestructuras físicas y sociales de apoyo y, de manera más general, a la sociedad civil, que puede enfrentarse a problemas de adaptación y asimilación.

En los países de origen, la migración reduce el desempleo, lo que abre el acceso a trabajos mejor pagados. Las remesas de los migrantes se ha demostrado que ofrecen beneficios tangibles a los países de origen, los flujos de remesas a los países en desarrollo alcanzaron los 432 mil millones de dólares, tres veces más el tamaño de la asistencia oficial para el desarrollo. La migración también facilita comercio, inversión y transferencia de tecnología. Pero la migración también puede implicar costos, incluida la llamada fuga de cerebros, especialmente asociada a la migración de profesores, doctores y enfermeras entre otros sectores.

Excluyendo a China, los flujos de remesas a los países en desarrollo también superaron significativamente flujos de IED. En 2013, las remesas a la India superaron sus exportaciones de información de servicios tecnológicos. En 2015, las remesas a Egipto fueron cuatro veces el tamaño de sus ingresos del Canal de Suez. En la mayoría de las pequeñas naciones insulares y países como Tayikistán, Nepal y Haití, las remesas ascienden a casi un tercio del PIB. A diferencia de la ayuda oficial, que deben pasar por agencias oficiales, las remesas fluyen directamente a las familias de migrantes y, por lo tanto, podría decirse que son más eficientes a la hora de satisfacer las necesidades de los destinatarios.

A diferencia de los flujos de capital privado, que tienden a ser muy cíclicos, las remesas son relativamente estables y, a menudo, suavizan el consumo, es decir, actúan como seguros para las familias durante las crisis económicas, en desastres naturales, como terremotos, huracanes, o tifones. Las remesas también tienen fuertes efectos estabilizadores sobre volatilidad macroeconómica mediante la financiación de los déficits en cuenta corriente21.

Las remesas son una excelente manera de compartir la prosperidad entre diferentes lugares. Ellos pueden reducir el nivel de pobreza aumentando directamente los ingresos de los hogares más desfavorecidos.

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