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LA VERDURA DE LOS CELOS
Оглавление1. La mujer celosa ejerce una suerte de fascinación en el hombre que habitualmente ha tratado con mujeres cuerdas, porque insufla de vanidad su depósito de egolatría. Provocar celos en una mujer hermosa es una tarea que todo hombre sensato habría de acometer.
2. Las mujeres celosas buscan en el hombre la tendencia que los empuja a otras mujeres. Desplegar las alas de la tiranía las hace sentirse especialmente deseadas.
3. Más bien hay que desconfiar de las mujeres cuerdas. Están recurriendo a toda su cordura para ocultar los celos que les carcome el alma.
4. Las mujeres celosas suelen pasarse de sal al momento de cocinar. De ahí que una mujer celosa suela mantenerse alejada de la cocina. Cuando menos hasta que los celos den paso a la confianza. Lo cual no acontece jamás. Por eso cada vez es más insólito ver una mujer en la cocina. Excepto si es de edad mayor.
5. La mujer celosa se pregunta dónde ha estado su hombre, entre las 9 y las 11 de la mañana. Estuvo encima de ella, pero los celos le obnubilan los sentidos.
6. Cuando en un restaurante haya una mujer atractiva, hay que tomar medidas estrictas. Extremar precauciones. Por principio de cuentas, el hombre habrá de sentarse dándole la espalda a aquella mujer. Ni por asomo habrá de volverse a mirarla cuando vaya al baño. Ni mucho menos levantar la nariz y otear los olores en torno. Lo mejor es fingir un fuerte dolor estomacal, enseguida pedir la cuenta y marcharse de ahí. Como sea, la mujer le reclamará a su hombre que no finja, que disimuladamente la estuvo contemplando. Que lo conoce y que no desperdicia oportunidad de quererse ligar a cuanta mujer vea. Que es un macho recalcitrante y que es incapaz de guardar la menor dosis de respeto. Que lo mejor es decirse adiós en ese momento –coyuntura que aquel hombre habría de aprovechar.
7. La mujer celosa sufre de altibajos en su memoria, conforme la relación madura. En un principio es todo amor. Se desvive por su hombre. Se preocupa por el destino de ese varón que se cruzó en su vida, y que acaso le ha hecho hijos. Siempre quiere ir más allá: leerle el pensamiento, adelantarse a sus necesidades y satisfacerlas como se honra a un zar. Pero conforme gana terreno y la desconfianza anida en su corazón, sufre un cambio que va de una fase a la otra, exactamente como acaece con la luna –y de lo que habla Althusser–, y lo que despedía un aroma a flores silvestres ahora huele a alcantarilla, y lo que a la límpida luz matutina era azul cielo ahora tiene el color de la cucaracha.
8. El mundo es una entidad multívoca para la mujer celosa. Todo está al revés. Y lo que está de cabeza, se encuentra en su posición correcta.
9. Es más fácil predecir el advenimiento de un tsunami que adivinar en qué momento esa mujer se dejará arrastrar por los celos. Porque a la inversa de un hombre, que estalla y hace trizas todo lo que está alrededor, la mujer oculta los celos entre los amasijos nerviosos de su pelo, y ahí es capaz de contenerlos el tiempo que ella juzgue prudente, que puede ir de una hora a un mes. O hasta más. Años. En el momento más impensado, cuando él quiera saber dónde quedó su saco de pana, ella le responderá: Pregúntale a la idiota esa, la que estaba de negro en la cola del cine cuando estrenaron Lo que el viento se llevó.
10. La mujer celosa no perdona. Menos lo que haya acontecido en su imaginación. Porque lo que sucede en el reino de lo intangible, es lo que realmente ocurre en la mentalidad de la mujer celosa. No hay modo de refutarlo. Porque ella misma no tiene modo de comprobarlo.