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19 de octubre de 2018 Hablar sin toga

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Aunque profesionalmente mi faceta de abogado sea la más reconocible, cultivo otras, conectadas a la anterior: escritor, conferenciante e investigador del Derecho. Las cuatro dan sentido a mi aspiración de ser jurista, algo hacia lo que modestamente camino cada día. Y las cuatro se retroalimentan para enriquecer la capacidad de respuesta como profesional del Derecho a los retos que mis clientes me plantean. No vale para ser buen abogado con limitarse a la defensa judicial y el asesoramiento jurídico, sino en extremar la capacidad de repensar el Derecho mismo, incluso cuestionando determinados caminos trillados a través del estudio y la investigación. Como decía Herrero de Miñón el jurista que cree en la Ley (a pies juntillas, añado yo) no es un buen jurista1.

Por eso suelo aceptar todo ofrecimiento a participar como ponente en foros o en mesas redondas, ya que resulta estimulante poder ofrecer tus conocimientos a otras personas y entablar un dia-logo productivo sin el corsé del procedimiento y las rigideces del foro judicial.

Así ocurrió hoy y también ocurrirá dentro de siete días. Participé con dos ponencias en un seminario de actualización de conocimientos para médicos forenses, y la próxima semana pronunciaré una conferencia en una reunión anual de cirujanos plásticos.

Para desmarcarme de otros ponentes –aunque también por pereza informática– evito utilizar presentaciones en power point, y aun sonando presuntuoso siempre me justificó en público con las mismas palabras: “no voy a presentarles imágenes con palabras escritas, voy a intentar con palabras habladas que se representen sus propias imágenes mentales”. Y para rebajar la solemnidad del discurso añado que prefiero que me escuchen a que me lean, que esto no es el cine con subtítulos, y así de paso no se quedan dormidos en la impunidad de una sala en penumbra (confieso que me ha pasado en alguna plúmbea conferencia a la hora de la sobremesa).

Preparar una ponencia es un reto porque intento entretener y sorprender, y con esto no me refiero a ponerme en modo “Club de la comedia”, sino en evitar que mis oyentes tengan la sensación de “déjà vu”, que a mí por lo menos cada vez me ocurre con mayor frecuencia.

Reconozco que me gusta provocar la reacción del auditorio, e incluso les animo a que me interrumpan y me den la réplica, pues nada hay más estimulante que entablar un diálogo en lugar de un aburrido monólogo al uso, aunque para eso haya que estar muy seguro del terreno que uno pisa.

De esas experiencias en ocasiones saco ideas motrices de artículos o de algún trabajo de investigación, cuyas conclusiones luego intento aplicar en mi actividad como abogado. Escribir una idea, en mi caso mejor en papel que en pantalla, para luego verbalizarla en una conferencia, recibir la réplica del auditorio y acentuar el ingenio para la dúplica, es un ejercicio mental estimulante cuyas conclusiones dejo escritas en mis cuadernos.

En realidad, todo está conectado con un único fin: mejorar la propia formación jurídica, más allá incluso de la de aquellos a los que te diriges, y pulir la capacidad para expresar esas ideas adecuadamente.

1. Esta cita fue utilizada por Don Juan Antonio Xiol Ríos en el prólogo de mi libro “Repensando la responsabilidad sanitaria”, lo que me congratuló especialmente porque con ella se estaba refiriendo a mi forma de abordar ciertas críticas al sistema normativo regulador de esta materia.

La soportable gravedad de la Toga

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