Читать книгу La soportable gravedad de la Toga - Eugenio Moure González - Страница 26
25 de octubre de 2018 El que escribe sobrevive
Оглавление“O publicas o mueres” (“or publish or perish”) es un dicho del mundo académico anglosajón que yo reformulo de otra forma: “en Derecho si escribes sobrevives”. Nuestro trabajo como abogados se reivindica a diario a través del uso de la palabra, y cuando escribimos no sólo estamos expresando una idea que da sentido a nuestra actividad forense, sino que además desarrollamos la capacidad de elaborar nuestro propio discurso para diferenciarnos.
Bien es cierto que viviendo en una sociedad (líquida según Bausman) donde escribir se ha convertido en un ejercicio fugaz y fútil, buscando el efecto de una frase ingeniosa construida con unos pocos caracteres para despertar emociones instantáneas y no reflexiones profundas (salvo que entremos en el género de la greguería, pero para eso hay que ser un Ramón Gómez de la Serna). No crítico el uso de las redes sociales, pero lo reivindico en su justa medida, porque quedarnos sólo con esos medios de expresión es como respirar a base de suspiros.
Digo esto porque hoy he tenido en la Casa del Libro de Vigo la presentación de mi última monografía “Hacia un baremo del daño sanitario. Y cómo valorarlo mientras tanto”, publicada por la Ley (Wolters Kluwer), con dos presentadores de lujo que han alabado mi capacidad de análisis de esta cuestión para abordar soluciones a determinados retos que plantea mi especialidad, que es el Derecho Sanitario. Al margen del tono amable de toda presentación, la realidad es que yo no soy un teórico del Derecho y, por lo tanto, no escribo como tal. En este sentido estoy con Von Ihering cuando dice que “un escritor jurídico que ignora por completo la aplicación práctica de toda la materia que estudia, equivale a un artístico reloj que no está calculado para la marcha”1.
Este libro que hoy presentamos es el fruto de reflexiones varias en relación a diversos problemas jurídicos planteados en mi quehacer como abogado (valorar el daño, verificar cuándo es desproporcionado, determinar la pérdida de oportunidad o si existió un consentimiento informado), con la idea de ofrecer respuestas pasadas por el tamiz de la experiencia profesional, para hilvanar un conjunto de soluciones –algunas originales– con el mayor fundamento teórico posible.
¿Y por qué un abogado se mete a escritor de ensayos jurídicos, como si su actividad forense ya fuese de por sí ocupante del tiempo disponible? Late en mí la férrea voluntad por aspirar a algo más que a ser abogado (que no es poco) sino en convertirme en un jurista en el sentido clásico del tiempo. No es más que la consecuencia de un carácter forjado en mis años de infancia y juventud a través de la educación recibida, que puede resumirse en esta frase que mi padre repetía como un mantra: “hijo en la vida puedes ser lo que quieras, pero intenta ser el mejor en eso que elijas”.
No piensen que mi padre era una especie de manipulador de anhelos infantiles, porque el “intenta” de esa frase era lo sustancial, la vocación de luchar por un objetivo, no tanto de conseguirlo como de no decaer en el intento, pero con absoluta libertad de elección por mi parte (no es que le diera lo mismo que fuera abogado o sexador de pollos, pero nunca tuve la presión por ser lo soy, de hecho soy el primer abogado de la familia).
En un momento de mi vida profesional hace 20 años decidí que esa vocación iría enfocada al Derecho Sanitario (confluencia de todas las ramas del Derecho para la regulación jurídica de la sanidad y la salud), y con esa idea construí mi propio leitmotiv profesional que intento inculcar a mis compañeros de despacho: “hay que saber un poco de todo, pero de un poco saberlo todo”. Es decir, que aunque seamos abogados especialistas y aspiremos al conocimiento profundo de nuestra especialidad, no podemos construir esa aspiración sin unos cimientos firmes en las materias básicas (Derecho de la Unión Europea, constitucional, principios generales del Derecho, procesal).
Leo con compulsión, investigo sobre ese conocimiento que va sedimentando pero sin perder la conexión con la realidad que me circunda, para terminar escribiendo con la idea de aportar mi perspectiva a los problemas que surgen en la práctica del Derecho. Llevo tres libros y más de 70 publicaciones con el fin de desarrollar mi propio discurso y mejorar así mis capacidades como abogado, pero con esa idea motriz de llegar algún día a ser el mejor en aquello que representa mi vocación y mi profesión (ideal kantiano que siempre es una meta por alcanzar). Gracias papá.
1. Von Ihering, R. “Jurisprudencia en broma y en serio”. Colección Clásicos del Derecho, Editorial Reus, Madrid 2015, pág. 29.