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La diferencia entre ideales y realidad

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Muchas de las personas poliamorosas que conocemos, lo que nos incluye, tienden a ser idealistas. Tenemos unos objetivos muy elevados para nuestras relaciones y la manera en que queremos comportarnos en ellas. Pero convertirse en el tipo de persona que pone en práctica esos ideales es un proceso interminable. No solo es importante esforzarse. Entender dónde estás tú en este momento es igual de importante. Eso incluye entender si en este momento serás capaz de compartir tus relaciones o que compartan la tuya. El problema de ser idealistas sobre el poliamor es que nos arriesgamos a ponernos en situaciones para las que todavía no nos hemos preparado. Si lo hacemos, nos arriesgamos a hacer daño a otras personas.

Aunque ser conscientes de quiénes somos es importante, también lo es mirar nuestro interior con una actitud comprensiva. No hacemos ese autoexamen para culparnos por todos nuestros defectos. Lo hacemos para saber en qué medida nuestra conducta está en consonancia con nuestros valores, para saber qué efecto estamos teniendo en otras personas, saber cómo nos podemos estar autosaboteando, tanto en lo personal como en nuestras relaciones. Sé consciente de dónde estás, pero también comprende que está bien estar donde estás ahora, al menos de momento.

En el libro Daring Greatly, la investigadora experta en la vergüenza Brené Brown introduce la idea de «tener cuidado con las diferencias». Se refiere a las diferencias en valores: la diferencia entre quiénes somos ahora y quiénes queremos ser. Tener en cuenta esas diferencias es parte del camino hacia el horizonte del que hablamos en el capítulo anterior. Siempre tendremos imperfecciones, ocasiones en que no estaremos a la altura de nuestra propia imagen idealizada. Tener en cuenta esa diferencia es ser consciente de dónde estamos ahora y de que nos estamos esforzando para movernos en la dirección que queremos avanzar. Esto es parte de vivir de manera honesta.

LA HISTORIA DE EVE

Cuando mi marido Peter y yo abrimos nuestra pareja monógama, nuestra relación fue complicada los primeros meses de mi relación con Ray. Peter se esforzó mucho durante esos meses para llegar a un punto donde pudiéramos asumir la conexión entre Ray y yo –que avanzó rápidamente– y darle un espacio para que pudiera crecer.

Cuando, seis meses más tarde, Peter comenzó lo que se acabaría convirtiendo en una relación a distancia durante cuatro años con Clio, yo quería mostrar la misma amabilidad que él había mostrado conmigo, todo a la vez. «Él ha hecho todo el trabajo», pensaba yo; quería demostrarle que yo era capaz de hacer lo mismo. Pero descuidé darme a mí misma el tiempo y espacio que él se había tomado. Quería comenzar desde el mismo punto que a él le había costado alcanzar seis meses.

Me equivoqué al no marcar límites y me equivoqué al no cuidar de mí misma. Durante la primera visita de Clio para quedarse a dormir en nuestra casa, íbamos caminando por la calle hacia una fiesta a la que estábamos invitados Clio, Peter y yo. No estaba preparada para el momento en que él la rodeó con su brazo por la cintura y sentí cómo me ahogaba y me tragaba la tierra. No estaba preparada cuando, en una habitación llenísima de gente, me vi separada de Peter y Clio y vi desde el otro lado de la habitación cómo se sentaban y flirteaban entre sí, y sentí claustrofobia. Y tampoco estaba preparada para pasar despierta toda la noche mientras él pasaba la noche con ella en otra habitación, ni lo estaba para mi colapso emocional al día siguiente.

Hay algunas cosas básicas que Peter y Clio me podrían haber dado que me habrían facilitado la situación y sentirme segura en ella –hablamos de esto en el capítulo 9– pero no sabía cómo pedirlas. Activamente evitaba pedirlas, porque quería ser la amable y fuerte poliamorosa que nunca siente celos ni inseguridad. Me estaba fijando en dónde quería estar en lugar de dónde estaba, en lo que quería ofrecer en lugar de lo que era capaz de ofrecer en ese momento.

Como muestra la historia de Eve, todo el mundo puede equivocarse. Nuestras vidas están llenas de problemas y errores. El esfuerzo por ser una persona perfecta nos aleja mutuamente y daña nuestra autoestima.

La razón por la que debes comprender dónde estás en este mismo momento es que puedas comprender tus limitaciones. Tus relaciones estarán mejor si puedes averiguar qué cosas son tus detonantes emocionales. No para dar instrucciones a todo el mundo de que tenga cuidado con ellos sino para ser tú consciente, cuando se desencadenen, de qué está pasando. Sabiendo dónde estás ahora te ayudará a recordar que no te sucede nada malo cuando tienes celos, cuando te trague la tierra la primera vez que veas cómo caminan de la mano tu marido con su novia.

No puedes controlar cómo van a desarrollarse las otras relaciones de tus parejas, pero puedes controlar en qué medida permites que interfieran y afecten a tu vida. Tienes derecho a marcar límites en tu propio espacio y tiempo. La primera vez que salís tu marido, su novia y tú, no tiene por qué ser una aparición pública en una fiesta multitudinaria. No tiene por qué parecerte bien oírles teniendo sexo, sea ahora o cuando sea. Cuida de ti para poder cuidar de quienes te rodean.

Cuando cometas errores, piensa en términos de «soy una persona que valora la honradez» en lugar de «soy una persona mental y emocionalmente estable y bien organizada». Piensa en la comprensión y la libertad de elección como valores por los que estás luchando, no como atributos que tú tienes en este momento. De esa manera, te será más fácil adaptar tus acciones a tus valores cuando las cosas vayan mal. Por ejemplo, si piensas en ti como una persona que valora la libertad de elección, puedes responder en consecuencia cuando alguien te diga que parece que intentas controlar a alguien. Tener en cuenta las diferencias también significa ser capaz de ver estas cosas.

Muy poca gente llegamos a la edad adulta sin rompernos un poco por el camino. No podemos vernos mutuamente nuestras heridas, nadie puede saber realmente cómo son las luchas por las que han pasado otras personas vividas desde dentro. Pero una cosa es segura: todo el mundo las tenemos. El poliamor puede tocarnos donde nos hemos roto de maneras que pocas cosas lo harán. Puede que en las relaciones monógamas seamos capaces de construir murallas en torno a esos miedos, inseguridades y desencadenantes profundamente enraizados, murallas que a menudo serán arrasadas por el poliamor. Y debido a que tantas personas están involucradas, muchas personas pueden sufrir. Todo el mundo tenemos cosas en las que aún debemos de trabajar. Cuenta con ello.

Más allá de la pareja

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