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Sin pelos en la lengua, ni en ninguna otra parte…

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La depilación, otro tema intenso ¡Cómo me duele de sólo pensarlo! Todas en algún momento nos planteamos: “¿Por qué tengo que someterme a este horroroso momento si yo no soy masoquista?”, (acá pueden sentirse relevadas a las que les gustan las prácticas de tenor sado y a quienes la cerita caliente les produce placeres inigualables).

Pongámonos en el asunto. ¿Qué tenemos para hacernos? Axilas, media pierna, pierna entera, tira de cola, ano, cavado, cavado profundo, brazilian extremo, tira de pelvis, medio brazo, brazo completo, bozo, cejas. Y si a alguna se le ocurre algo más lo puede agregar a esta lista. Agreguemos todo lo que las muchachas trans tienen que hacerse -y que realmente con profunda honestidad desconocemos-.

También tenemos variedad de instrumental y materiales a elegir: cera negra, cera vegetal, cera tradicional, cera de miel con lienzo, la crema depilatoria, la máquina eléctrica de depilación casera, la “maquinita” de afeitar, ¡la pinza! Finalmente, la nunca bien ponderada depilación definitiva por láser, que después de 3500 aplicaciones nos deja el vellito tan suavecito que nos viene bien cualquiera de los otros sistemas. Pero eso sí, si no funcionó es porque desfallecimos en la 3449 oportunidad y no llegamos a la 3500 porque somos unas inconstantes, o bien no nos dio más nuestra billetera.

Ahora proyectémonos a ese momento en la camilla de “torturas”. Vos, ella, yo, la que sea, con las piernas abiertas como flor en primavera (o en otras posiciones que vos conoces y no tengo que contarte) mientras nos dicen: “Tranquilita, tranquilita, respirá profundo”. Y entonces, sentimos ese dolor/tirón inexplicable que de tantas veces repetido, nos auto convencemos de que no es nada…

Por eso cuando se da en rueda de mujeres el hablar del trauma de ir al ginecólogo y que te ponga el espéculo y te explore en tus zonas más profundas yo siempre pienso… Vamos chicas, si cada tres semanas nos depilamos sin que nadie nos lo exija. Ponemos la “señorita” y sus partes aledañas para que nos las tironeen sin decir ni “mu…”. ¡Y no se trata de nuestra salud, sólo de estética!

Pero, volvamos al tema. Estamos allí, como vacas entregadas al matadero y después de que la flagelación llega a su fin, nos retiramos con la sensación del deber cumplido. Con todo enrojecido y varios gramos menos por la piel perdida. ¡Ahhh…! Sin embargo, ¡qué bien que nos sentimos ahora que estamos “limpitas”! No lo podemos negar: estamos prolijas y, además, ¡como Dios manda!

Nunca falta una aventurera, una experimentada que nos pase la información de primera mano… Esa amiga que todas queremos tener. En mi caso, se llama Marcela, una periodista súper cool. Ella me adentró en las innovaciones de la depilación actual. Me dijo:

- A que no sabés? Te podés hacer cosas re divertidas.

Yo miraba atentamente y con mis oídos bien abiertos… Así que le pregunté:

- Ah… ¿Sí? ¿Cómo cuáles?

-Y… ¡Cosas divertidas!

Como no daba más de la intriga, insistí:

-Dale nena, ¡largá! No te hagas la difícil…

-Hoy se usa hacerse figuritas, por ejemplo, corazones, arbolitos, signos de pregunta, ¡Hello Kitty!

En estado casi catatónico le dije:

- ¿Y arbolitos de Navidad?

Entonces, Marcela, muy seria me contestó:

- ¿Y para qué arbolitos de Navidad?

-Para que cuando te vea desnuda, él se pueda reír con vos, pero con sentido.

No sé si mi amiga se quedó muy feliz con mi humorada, pero lo cierto es que las mujeres somos capaces de hacernos, cada cosa… Y cada cosa sin retorno…

Hablando de no haber retorno, hay mujeres que se decoloran el vello en “esas zonas” (ya se imaginan cuáles…) para evitar algunos de los terribles momentos ya detallados. De sólo pensar en ponerme una crema con amoníaco ahí, ¡se me erizan los pelos!

La verdad es que en muchas oportunidades las mujeres hacemos “cosas de locos”. Y tengamos, por favor, amigas, mucho cuidado, porque más son las oportunidades en las que nos podemos lastimar, quemar o producir daños irreparables en nuestra piel, de las que estamos dispuestas a reconocer.

Después de todo, ¿ellos no nos gustan con todos sus pelos? No, la verdad es que no, pero los toleramos.

En definitiva, las mujeres seamos rubias, castañas, gordas, flacas, altas, bajas, niñas, jóvenes, adultas o viejas, ponemos un acento muy particular sobre nuestros aditamentos pilosos. De todos ellos, construimos casi una telenovela que vivenciamos, día a día, para sentirnos más hermosas, más deseables o ¿por qué no? más elegibles para nosotras mismas y para los otros.

En la literatura de la historia del mundo se hacen largas narraciones sobre nuestros cabellos como complemento inigualable de la identidad femenina y nosotras, todas, somos fieles seguidoras de dicha creencia. Ponemos atención, intención, amor e inventiva en el cuidado de estos aspectos que definen nuestra identidad.

Reflexionemos, ¿seríamos las maravillosas mujeres que somos si no le pusiéramos todo este foco y valor a nuestras preciadas y adorables cabelleras? ¡SEGURÍSIMO QUE NO!

1 - Frase del lunfardo argentino que significa “no darse cuenta”

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