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PRÓLOGO
ОглавлениеJOSÉ FÉLIX TEZANOS*
La historia del PSOE es un ejemplo vivo de lo que se puede lograr a partir del tesón personal y organizativo y de los imperativos de la necesidad social.
El PSOE fue fundado, en una comida de fraternidad obrera celebrada en Casa Labra el 2 de mayo de 1879, por veinticinco trabajadores y profesionales en el contexto de las iniciativas impulsadas por el sector socialista de La Internacional, y en las condiciones de la España del siglo XIX. Es decir, un país con un escaso desarrollo industrial y con un notable atraso económico, político y cultural.
En aquellas circunstancias, un puñado de hombres dieron un ejemplo personal de tesón, de compromiso político e ideológico, de capacidad organizativa y de voluntad de trabajo para desarrollar un gran partido de masas que pudiera ofrecer alternativas reales frente al sistema establecido. Alternativas sustentadas a partir del compromiso del trabajo de muchos («partidos de masas»), frente a los partidos basados en las riquezas y los privilegios de los poderosos («partidos de notables»).
Durante muchos años, los socialistas españoles trabajaron con grandes dificultades y, como el propio Pablo Iglesias solía recordar, fueron objeto de mofas por los que entonces eran el sector mayoritario del movimiento obrero en España, es decir, por los anarquistas, que solían hablar con desprecio del primer PSOE, al que solían calificar como el «microscópico partido».
Sin embargo, el tesón de aquellos hombres y los imperativos de la necesidad social de desarrollar en España un partido de masas de carácter socialdemócrata fueron rindiendo frutos poco a poco. Las pequeñas agrupaciones socialistas que se fundaban por toda España, en una labor casi de apostolado misionero, fueron creciendo, desarrollándose y ampliando su influencia.
En las elecciones municipales de 1891 y de 1895 se eligieron los primeros concejales socialistas en Bilbao (3), en El Ferrol (1) y en Mataró (1), que llegaron ya a 27 en toda España en 1901. Pero, no será hasta 1905, 25 años después de su fundación, cuando serán elegidos concejales por Madrid Pablo Iglesias, Francisco Largo Caballero y García Ormaechea, que desarrollaron una tarea imprescindible en defensa de las condiciones de vida de las clases trabajadores urbanas. Y no será hasta 1910 cuando el PSOE logre situar a un primer diputado en el Parlamento español, Pablo Iglesias, que obtuvo 40.899 votos en las candidaturas de la conjunción republicano-socialista. Votos que el joven Ortega y Gasset, que a la sazón simpatizaba con el socialismo, calificó como cuarenta mil actos de virtud, en la dirección de la necesaria modernización y europeización de España.
En esta perspectiva, el PSOE siempre fue entendido por sus líderes y sus afiliados como un partido grande. Grande por sus propósitos e ideales y grande por su vocación de ofrecer una alternativa de mayorías sociales para los grandes problemas políticos, económicos y sociales de España, a partir precisamente de un claro enraizamiento en las principales claves y necesidades de la sociedad española.
Este valor de los ideales socialistas, hasta rayar casi el utopismo («programa máximo»), y ese enraizamiento en la realidad sociológica española, es lo que explica la notable estabilidad del PSOE como organización política y social, precisamente en un país caracterizado por sus inestabilidades, tensiones y conflictos.
Por eso, a lo largo de los últimos 140 años de la historia de España, mientras el país experimentaba continuos cambios políticos y de régimen, con dictaduras, repúblicas, restauraciones monárquicas, guerras civiles, etc., el PSOE ha permanecido como una institución persistente y duradera que ha desempeñado un papel activo y positivo en la realidad sociológica de España. Prácticamente como el único partido, junto con el PNV, que ha mantenido su funcionalidad política y organizativa a lo largo de tantos años. Lo cual añade también un elemento de confianza, que se explica básicamente por tres razones: en primer lugar, por el valor persistente de los ideales y propósitos del socialismo —y por su necesidad social—. En segundo lugar, por su funcionalidad democrática interna, que ha permitido en todo momento resolver —con los votos— las diferencias y conflictos internos, garantizando la renovación de sus liderazgos. Y, en tercer lugar, por su capacidad de compromiso y de adaptación de sus ideales a las necesidades más inmediatas («programa mínimo») y a las cambiantes circunstancias políticas de España.
Las razones que explican tal persistencia han tenido, lógicamente, su reflejo en las diferentes Comunidades y regiones españolas. Por eso es importante que se escriban libros como este, que dan cuenta de los orígenes fundacionales tempranos (en octubre de 1892), y del desarrollo y evolución a lo largo del tiempo, en Almería de un partido centenario, que ha sabido mantener vivos sus ideales originarios y adaptarse a las diferentes condiciones históricas. El hecho de que un número importante de historiadores reputados hayan dado forma a este libro es un ejemplo paradigmático de cómo se construye y cómo evoluciona y se enriquece la historia viva del socialismo.
Se trata, pues, de un libro tan valioso como imprescindible, que da cuenta de experiencias y compromisos que se han dado a lo largo de muchos años y que debiera ser tomado como ejemplo a imitar en otros territorios de España.
Por lo tanto, además de reconocer y felicitar a los autores de este trabajo, hay que hacer votos para que personas con un perfil académico, humano y político como Fernando Martínez y Rafael Quirosa, y el equipo de colaboradores, realicen en otros lugares una tarea similar a la efectuada en Almería, dejando constancia escrita de una parte importante de nuestra historia.
Madrid