Читать книгу La fuga de la Ciudad Eterna - Fernando Silva - Страница 15
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Eva no descansa, el sábado la encuentra trabajando desde temprano. La casa de los Alvear-Aversente debía estar preparada para esa noche, cena de negocios, alguna mierda de ricos, pensaba Eva. La pileta era la peor parte, recoger las hojas, pasar el barrefondo, evitar el deseo de zambullirse en el agua refrescante, olvidarse del sopor del verano y del desencanto de ser pobre. Pero nada de caer en tentaciones, había que trabajar.
La habitación del matrimonio Aversente. Hacer la cama, enorme cama, inabarcable, extensión inconmensurable solo apta para los amantes más aeróbicos; podía ser el caso de la señora Verónica, se decía Eva, pero no del señor Franco, estaba algo gordito para una maratón sexual de ese tipo, la señora Verónica tendrá algún joven amante por ahí, demasiado en forma está, demasiado hermosa es la señora, una mujer fatal, impactante, mucho para el señor Franco. Después de la cama, limpió los muebles, las mesitas de luz, el enorme televisor, recogió la ropa tirada, una camisa de él, una tanga minúscula, casi imperceptible de ella. Pasó la aspiradora, luego un trapo con cera para que brille el piso de madera, estaba terminando y allí sucedió.
Franco entra en la habitación. Se acercó, sigiloso. Eva lo percibe igual, sabe de su presencia pero lo oculta, finge no saber. Él se acerca, demasiado, ella siente su respiración en la nuca, el calor de su aliento, su miembro duro en el culo, la excitación de su patrón, sus manos en los pechos, el apretujón ansioso, sus palabras jadeantes:
—Dale negrita, sé que te gusta, me doy cuenta como me mirás.
Eva busca apartarse, él no la deja, ella vuelve a intentarlo, esta vez tiene éxito.
—Perdón señor debo seguir trabajando, discúlpeme. Eva habla y su voz tiembla. Agacha la cabeza y comienza a salir del cuarto, se aleja, hará de cuenta que nada ocurrió, debe cuidar su trabajo. La mente de él divaga, confunde el miedo de Eva con timidez, una negrita de mierda no puede decirle que no, pero la deja ir, habrá otras oportunidades se dice Franco.
—Así nunca vas a salir de pobre Evita querida. Pensalo bien. Franco habla desde el poder del dinero, se siente seguro, los hechos confirmarán su seguridad, ya lo veremos. Eva no contesta, se va, la siguiente escala es el cuarto del señor Alvear, don Pedro, ese sí que es un hombre decente, no como la mierda de su yerno
*****
Sacalabrini Ortiz decía que la Argentina era una nación ficticia, una nación nominal. El gran pensador de FORJA justificaba tan temeraria afirmación sosteniendo que nuestro país solo era lo que Inglaterra deseara que fuere, la Argentina era solo un producto más del genio británico, no tenía entidad propia, carecía de subjetividad, por lo tanto era simplemente la extensión de un ente principal, de un imperio dominante. La liberación, la constitución de una entidad propia, llegaría cuando el país lograra salir de esa ficción, pasar de lo nominal a lo real, construir su propio destino. Independencia económica, justicia social y soberanía política. Sacalabrini levantaba las banderas del peronismo aún antes de que el peronismo existiera.
La Argentina se constituyó, perdón a los semiólogos expertos, en un enunciador segundo bobo, sin carácter, de un enunciador principal, en una marioneta de un maestro titiritero, desde su propio nacimiento la Argentina hacía lo que Inglaterra decía que haga.
Ahora, si nacimos así, si nuestro nacimiento es producto de la voluntad de otro, si nuestra propia voluntad está sujeta a la voluntad de otro, si somos una ficción, el producto de la acción de una entidad distinta, si somos solo eso ¿realmente existimos? ¿Puede existir algo que es meramente producto de una voluntad externa? ¿O es esa voluntad externa la que nos hace existir? Si somos efecto de una causa que no controlamos, si la Nación, si la Patria, nace y se desarrolla no controlando su origen ni su destino, si la Patria Argentina es efecto de la causa Inglaterra, ¿somos algo? ¿Somos solo ficción? ¿Somos solo un producto elaborado por una entidad autónoma que no nos compete? ¿Podemos salir de ese lugar? ¿Se puede lograr un renacimiento? ¿Puede la ficción ser realidad?
Somos una Patria constituida por otros, nos han creado a imagen y semejanza, no nos dejaron margen para la autonomía, nos han hecho así y hemos dejado que así nos hagan. Somos una Nación creada por un imperio constituyente, un imperio creador, una voluntad devoradora. Los imperios han cambiado, antes Inglaterra hoy Estados Unidos, pero nuestro lugar sigue igual, pétreo, no salimos de la ficción, somos una Patria sin entidad, nos impusieron todo, la economía, la política, la cultura, el destino.
La Patria deberá reconstituirse, pero no desde el lugar en donde estamos, imposible pasar de lo nominal a lo real partiendo desde lo nominal mismo. La solución es otra, habrá que destotalizarnos por completo, des-escribir (acepten el neologismo) la historia, anular el parto de la Patria, nos parieron mal, debemos volver a engendrarnos, destotalizarnos para volver a construirnos completamente, totalizarnos desde foja cero, sin intermediarios, sin voluntades externas supremas, engendrar la Patria nueva.
No se puede definir lo indeterminado, solo aquello que es perceptible, que es concreto, que no totaliza todo sino que por el contrario se caracteriza por sus partes, y que esas partes son productos de una voluntad autónoma, colectiva, nacional, solo aquello que está determinado puede ser definido. La Patria no podrá definirse hasta que ella misma no logre determinarse, hasta que ella misma no se dé una entidad propia, hasta que ella misma se niegue como ficción. Sé que Scalabrini estaría de acuerdo con ello.
Daniel García deja de escribir, mira la pantalla de la notebook; pasan los minutos, cinco, diez, quince. Vuelve a escribir: ¿Cómo lograr determinar algo que está indeterminado? ¿Cómo lograr la conciencia colectiva nacional? ¿Cómo construir una Patria cuando todos tienen una concepción tan distinta de ella? Si la indeterminación de la Patria es producto de la mirada heterogénea que tienen sobre ella las personas que las componen, si esa heterogeneidad es irresolvible, si el conjunto social no representa a cada una de sus partes, si esas partes al unirse explotan por los aires debido a sus respectivas incompatibilidades, si la voluntad general de Rousseau es un quimera de un optimista inteligente ¿podemos plantear entonces la posibilidad de un construcción conjunta, unívoca? ¿Nos podemos totalizar desde diferencias tan basales? ¿Es posible la reconciliación de esas diferencias? ¿Es posible la Patria?
Frena abruptamente, relee los últimos renglones, parece sólido, pero sabe que no lo es, y lo sabe porque recuerda: el hombre tirado, sucio, malnutrido, desahuciado, las miradas que lo cruzan pero que siguen de largo, el desprecio, los chicos bien que se acercan, las escupidas, los insultos, las patadas, la sangre, las convulsiones, la quietud, su cobardía al esconderse, el miedo físico, el mendigo muerto, la pintada en la pared “La Patria Renacerá”, su fuga, la llegada a casa, la seguridad de la propiedad privada, la tesis a desarrollar, el mecanicismo académico de la escritura sin sentimiento, el logro de avanzar en su trabajo, la mentira hacia sí mismo. Mira la pantalla, se sabe una mierda, un cobarde, borra todo lo escrito, la Patria vuelve a ser para Daniel un indeterminante a descifrar.
*****
Se acostó a dormir en el amanecer de la madre patria. Le dolía la cara, pero le dolía más el orgullo porteño de comerse al mundo estropeado por un galleguito idiota y su putita.
Seis horas después despierta, le duele aún la golpiza, pero el orgullo empieza a levantarse. Después de todo se considera un tipo sagaz, que no arruga ante la adversidad. En eso, pensaba, era bien argentino, el vaso siempre había que verlo medio lleno, el pesimismo no estaba permitido en la fantástica Europa. Se pega una ducha, se saca de encima la modorra y la bronca, se cambia, y está dispuesto salir a buscar lo que esa madrugada se le había negado: laburo. Tiene la ciudadanía, por el abuelo Braulio y la abuela Teresa, tiene la capacidad y le sobran las ganas.
Tenía que pagar la pensión. No le había gustado el lugar, daba a sucio, a reservorio de sudacas y moros. Hasta ese día había pensado en cambiar por un hospedaje mejor, más a su altura, más europeo. La idea era laburar unos días y con las propinas ir viendo otros lugares más decentes, con gente como él, con comunitarios a su alrededor. Compartir baño con negros no le copaba demasiado. Por eso solo había pagado una semana cuando llegó a Barcelona. Tenía la habitación hasta el próximo lunes. Decidió seguir ahí, pensión roñosa pero barata, y para estas contingencias imprevistas que sufría servía, lo sacaba del apuro. Hablaría con el dueño y pagaría una semana más por adelantado. Confiaba que en el transcurso de esos días las cosas empezarían a enderezarse y podría irse a otro hospedaje como quería desde un principio. Pero ahora había que resolver la urgencia. Buscó la billetera. Cargaba con toda la plata encima, unos cuatro mil Euros que había ahorrado en la Argentina, ventajas del uno a uno. No confiaba en dejarlo en esa pensión, moros, gitanos y sudamericanos oscuros, bolitas y paraguas, le inspiraban la seguridad de un choreo. Mejor la guita en el bolsillo, siempre con él. Pero la billetera estaba vacía. El mundo, más precisamente Europa, se le venía, una vez más, abajo. Lo habían fajado y robado en una sola tanda. Temió algo peor, el terror a la indocumentación, a ser un ilegal. Pero el pasaporte, que también llevaba a todos lados con él, cualquiera de estos inmigrantes que lo rodeaban mataría por un pasaporte comunitario para adulterar, estaba en el interior de su campera. Lo tomó, le relajo bastante sentirlo en su mano, vio una hoja doblada en su interior, alguien lo había manoseado, lo abrió, en la cuarta página, que esperaba en sus sueños ser sellada por las aduanas de cientos de hermosos países, estaba escrita la palabra SUDACA.
A Juan Álvarez, ya a esta altura, le empezaba a costar mucho ver el vaso medio lleno.
*****
La escena es una más de tantas. El estereotipo de la clase media porteña en el barrio de General Entrerriano. Una familia como cualquiera, padres como cualquiera, hijos como cualquiera. La CABA en todo su esplendor, refulgiendo esnobismo, queriendo ser siempre un poco más, buscando su lugar entre la clase alta. Nunca lo tendrá. Se ilusiona que sí, nadie le quitará ese sueño, salir de la estrechez, del pequeño ahorro, entrar en el consumo masivo del posmodernismo, en la fabulosa tilinguería de tenerlo todo, la posesión como condición de posibilidad de la propia existencia. Los Danti despliegan toda su majestuosidad de familia católica y decente.
—Pendejo pelotudo ¿Qué mierda hiciste ahora? El inquisidor es el padre de familia, Facundo, de profesión taxista, filósofo de la calle.
—Nada papi, es ese colegio de mierda, me tienen de punto. El que se excusó es el hijo único de la familia, Santiago, alumno, maleducado, pendejo insoportable.
—¿Nada? ¿No hiciste nada? Pero la directora me cita pendejo, como si yo no tuviera nada que hacer, me mato todo el santo día en el puto tacho para pagarte la escuela, para darte de morfar, y vos nada, no pegás una, sos un sorete mocoso.
Anulada de la situación, neutral, oyendo todo pero no acotando nada, está la madre de tan simpático núcleo familiar, se llama Susana, ama de casa, odia su país, le gustaría vivir en Miami.
—Contame pendejo ¿qué mierda hiciste? ¿Te agarraste piñas? Peleate nene, así demostrás que sos macho, pero tenés que ser pisho, mandate unas cuantas cuadras lejos del cole, y ahí, lo surtís a cualquiera, te falta lleca nene, mucha lleca, no parecés hijo mío.
—No me peleé con nadie papá.
—¿Qué, entonces te fajaron a vos? O arrugaste ¿No me digas que arrugaste? Que seas quilombero te la dejo pasar, pero que seas puto no, me salís puto y te mato pendejo. Es culpa tuya Susana, siempre consintiéndolo a este boludo, y así salió marica, unos días conmigo y te hago bien hombre, ya vas a ver nene.
—Para papá. No me peleé, no me pegaron, no arrugue con nadie, nunca arrugo viejo, soy tu hijo, vos me enseñaste a meter una buena piña a tiempo. No es eso, es esa hija de puta de plástica.
—La boca hijo. Es Susana que rompe su silencio, sabe que en Miami estás discusiones no existirían, pero está acá en el culo del continente sudaca.
—Vos cállate Susi, que si el pibe dice una puteada por algo será, ¿qué querés, que sea un refinadito maricón? Dejalo que puteé, la lleca te da eso, la palabra fuerte, el coraje, la hombría. Igual ni en pedo voy a tu colegio, decile a tu directora que yo laburo, que si un día dejó el taxi no traigo guita a casa, y la cuota de su querido colegio es bastante salada como para romperle las bolas a la gente. A ver Santiago, contame que pasó.
—Pasó que esa mina está loca papá, loca mal. Santiago comenzó a relatar su mentira de lo que pasó la mañana del viernes en el colegio. Buscó culpables, los encontró, convenció a quien debía convencer, su papá, de que era una víctima de la estupidez docente, de que no había hecho nada malo, de que todo fue una boludez, de que solo fue un festejo con sus compañeros por terminar las clases, le dijo que sí, que debía alguna materia, solo matemática en verdad. Todo lo dicho fue creído. Todo lo dicho fue mentira.
Lo que pasó es muy distinto de lo que Santiago cuenta, pero nadie puede juzgar al pibe, tiene trece años, quiere zafar, es un pendejo insolente, pero no tiene ganas de que su viejo le de cinturonazos por la espalda, pega fuerte el viejo, tiene cancha, experiencia con el cinturón, te da justo con la hebilla, y gritas, y duele mucho. Mejor mentir, cambiar lo que pasó, porque lo que pasó, lo que en verdad pasó, es demasiado zarpado...
...Viernes 7 de diciembre por la mañana, muy temprano, último día de clases en el nivel medio, el primer año del Instituto Nuestra Sagrada Bendición de Cristo, el Nuestra Sagrada para las fuerzas vivas del barrio del General Entrerriano, estaba en clase, si se puede llamar clase a lo que ocurre en ese aula, el descontrol es total, el orden no existe, los pibes por lo tanto se zarpan. Miriam González, la profesora de plástica, ex JP, ex creyente revolucionaria, ex adicta al LSD, ex pintora, ex poeta, ex ser vital, actual ente antropomórfico vacío, respira, mira, habla, pero no ve, no dice, no actúa. Profesora en medio del caos, nada hace, todo se lo hacen a ella. Papelitos por la cabeza, insultos, gritos, escupitajos, pero todo, que es mucho, se tornó poco porque es lo mismo de siempre, ya no hay transgresión, no hay trasvasamiento de límites, lo que le hacen ya se lo hicieron el año entero, nada nuevo surge, todo empieza a aburrir, el nihilismo envuelve el aula del primer año del Nuestra Sagrada. Santiago lo sabe, sabe que aquel que haga algo nuevo, algo zarpado, algo distinto, será visto por el resto como un líder, como el destacado del aula, como el más piola. Santiago quiere ser líder, está dispuesto a todo con tal de sobresalir. Se dispone a realizar su acto revolucionario. Para la revolución Santiago tiene todo, tiene la conciencia de hacerla, quiere revolucionarse, tiene conciencia de sí, no la sabe, Santiago nunca leyó, y dudo que lo haga, a Karl Marx. Tiene además, Santiago, las condiciones materiales para que su revolución sea exitosa. Tiene, entonces, la condición subjetiva, su conciencia de líder, y tiene también la condición objetiva, la materia en sí. Santiago es, además de líder, pijón, salió a papá. Papá Facundo y su pija enorme, está tan orgulloso de ella como de su tacho, alardea de ella tanto como de su sabiduría de la lleca, pija y lleca tiene Facundo, la vida entera se va a devorar con esa combinación. Pero volvamos a Santiago, el vástago de Facundo, que nació, producto de la pija de su papá, con las dimensiones de la pija de su papá, esa es su condición material para su hecho revolucionario, que inminente, se acerca. Hace unos meses le creció la pija, y mucho, a Santiago, le salieron pelos, y muchos, en la pija a Santiago, y adquirió la capacidad, nueva, adictiva, placentera, de eyacular. Santiago, no lo olvidemos, está dispuesto a todo con tal de ser el líder de su curso. Se la manosea, la para, la muestra, sus compañeros ríen, sospechan lo que se viene, una de las chicas del curso lo ayuda, se la agarra, lo masturba, la pija de Santiago se pone dura, igualita a la de papá, que orgullo para el viejo che. Se la toca más, siente que viene el borbotón, el estallido, se acerca a Miriam González, la profesora de plástica, el ente que perdió al ser, ese ser que huyó producto del exceso de LSD o producto de desilusiones profundas, quien sabe. Facundo está sobre la profesora, ella no lo nota. Facundo toma la cartera de la profesora, ella no lo sabe. Facundo acaba dentro de la cartera, ella ni se entera. Un espeso y abundante semen inunda la cartera de Miriam González, en pocas horas las páginas de su documento de identidad serán imposibles de separar cuando ya esté seco el semen que las invadió. Ese documento nacional de identidad, ya inútil, mostraba a una Miriam joven, llena de ilusiones, llena de alegría, llena de esperanzas. Todas cosas perdidas ahora para ella.
Facundo festeja su éxito, todos lo adoran, los chicos lo admiran, las chicas se enloquecen con su coraje y, no está demás decirlo, con su gran pija. Las nenas ya no son tan nenas en estos tiempos. Pero el festejo dura poco, Norma Conesa, rectora de silencios guardar, entra al aula, todo se calma, reina el silencio en el primer año del Nuestra Sagrada, Facundo y el gordo Perotti son llamados a la dirección. Colegio del orto piensa Facundo mientras se dirige al despacho de la gorda puta de Conesa.
*****
Suena el teléfono, tarda en reaccionar, está muy dormida, le duele la cabeza, se niega a atender, pero el teléfono insiste, la acosa, no la deja en paz. Vanesa Bilotti finalmente atiende el llamado.
—Hola mi vida ¿Cómo estás?
La voz le llega lejana, no por la distancia en kilómetros, ni tampoco por fallas técnicas, la comunicación es perfecta, la voz es clara, no hay perturbaciones en la línea. Pero su cabeza sí esta perturbada, lejana es la comunicación por qué lejano es quien se comunica con ella. Igual Finge.
—Mi vida, ¿Cómo estás? Te extraño mucho. ¿Me oís Juan?
—Si mi amor, te escucho perfecto, ¿Cómo estás?
—Extrañándote todo el día, Miente Vanesa. Pensándote todo el día, vuelve a mentir.
—Yo también te extraño mi amor, me muero de ganas de verte. Juan Álvarez, al contrario de su novia, es sincero.
—Mi vida, ¿Cómo está saliendo todo por allá? Contame todo.
—Espectacular amor, esto es otro mundo, otra gente, Europa es lo mejor linda. Esta vez el que miente es Juan.
—Qué bueno lindo, me encanta que estés bien y feliz.
—Escuchame, me queda poco crédito, así que te lo digo de una linda, apenas me establezca, apenas junte unos mangos te venís para acá, te quiero a mi lado, acá vamos a ser felices, este país tiene futuro, tenemos posibilidades de ser alguien acá, ¿te parece mi amor? ¿Te querés venir a España conmigo?
No duda ni un segundo, da la respuesta, pura seguridad, se iría a cualquier lado, con cualquier persona, con tal de salir de este país de mierda.
—Si mi amor, con vos voy hasta el fin del mundo. Te amo mucho, quiero estar ya con vos, quiero irme ya.
—Si linda, dame un par de semanas, cobro el primer sueldo y te mando el pasaje, y te venís acá, te vas a volver loca con Europa, es todo tan diferente, la gente es tan distinta. Se corta linda, se me acaba el crédito, te llamo en un par de días, acordate que te amo mucho y que no paro de extrañarte.
—Yo también te amo mi vida, ya voy a estar allá, ya vamos a estar juntos.
Los novios cortan la comunicación. Ella se vuelve a acostar, son las doce del mediodía del sábado, tuvo una noche larga, llena de éxtasis, del químico y del carnal, el idiota que se cogió se fue hace menos de media hora, buen polvo le hecho, lindo tipo, y cree ella, con bastante guita. Las posibilidades se abren, y Vanesa Bilotti es un ser abierto a las múltiples posibilidades de que alguien la saque de este agujero de mierda llamado Argentina.
Al otro lado del Atlántico Juan Álvarez acaba de gastar el poco dinero que le quedaba en ese llamado, unas monedas que, por milagro, habían quedado sobre la mesa de luz.
El novio fiel y nuevo cornudo piensa como carajo va a pagar la pensión si está desempleado, si le afanaron toda la guita que trajo de Buenos Aires, si el paro español, ese seguro de desempleo del antiguo estado de bienestar aún vigente, no lo cubre porque no llegó a trabajar ni un solo día. Pero está en Europa, y Europa es una tierra de oportunidades, Juan, al igual que su novia, está abierto a sus múltiples posibilidades, algo aparecerá se consuela, todo va a ir bien, se miente.
Juan y Vanesa son una pareja abierta a sus múltiples posibilidades, lástima que ninguna de ellas se basen en hechos reales.
*****
El sábado al mediodía un refulgente sol no penetra por las persianas cerradas de la casa más ostentosa de Villa Severino. En su interior, desvelados, pasados de rosca, duros, la banda del Pelado Gutiérrez hace balance, planea el futuro, es un plenario de transas. Cocaína por medio la banda resuelve los problemas de su micro emprendimiento.
—Hay que terminar con estos pendejos, borrarlos del mapa. Dice Tucho, segundo del Pelado Gutiérrez, mulita de lujo del transa capo. Tucho es en verdad Carlos Fernández, nativo de Severino, cansado de su laburo de plomero, de electricista, de arregla todo, encontró en la merca, al fin, un sueldo digno. Encontró además un goce inesperado en matar pendejos falopas.
—Tiene razón el Tucho, son cabezas esos pibes, no los corregimos más. El que habla es ahora Gustavo Manrique, ex camionero, actual violador, libre por faltas de pruebas.
—Matarlos a todos negro, no dejar ni un cabeza vivo. La sentencia, asertiva, violenta, indubitable, la da Rubén “el corto” Piñeiro, petiso, macizo, fuerte, el apodo de corto está bien ganado.
—Bárbaro muchachos, salgan y maten a todos, ahí tienen las nuevas 38, salgan y tiren, bajen uno por uno a esos pendejos cabezas, pegenlé cinco tiros a cada uno, remátenlos después si tienen dudas, directo a la cabeza apunten, no dejen ni uno en pie. Prometo después visitarlos en la cárcel.
Los tres transas, subalternos de Gutiérrez, miran a éste, su jefe; entienden su ironía, se callan la boca.
El plenario de los traficantes que son, como vimos, cuatro, continúa. Ahora es el jefe, que es pelado, de ahí su apodo, y que se apellida Gutiérrez, quien toma la palabra.
—La cosa no es tan simple muchachos, la bonaerense nos quitó el apoyo. Ese puto del comisario Margillar se lavó las manos, no se va a meter en el tema de la falopa, ahí tenemos vía libre, y bien caro nos sale la coima, pero no quiere ni un pibe más muerto, tiene a la mierda de las organizaciones de derechos humanos pisándole los talones, y ese periodista del orto, ese forro de Salazar sacando notas en ese diarucho de zurdos, diario botón, nos dan con un caño muchachos, al comisario, a nosotros, al negocio. Por ahora nada de muertes, los pendejos cabeza seguirán vivos, al menos por un tiempo, hasta que las cosas se calmen.
—¿Y qué hacemos? Plantea Tucho.
—Había pensado en Ibarguren, el cartonero manco, es un tipo serio, laburador, mantiene una familia, no lo va a arruinar por un par de líneas de merca. Aposté por él, le propuse un trato, se negó, otro negro que no quiere progresar.
—Que siga revolviendo basura el puto ese, dice, enojado, el Corto Piñeiro
—No es tan sencillo. Aclara Gutiérrez. Primero, ese tipo puede boquear, no por la prensa, nadie le daría bola a un negro manco, ni siquiera el puto ese de “Nacional y Popular”, el tema es el barrio, el tema es Severino, el manco mugriento puede andar diciendo por ahí que nos desafió, que enfrentó nuestro poder, y eso no es bueno chicos, no podemos perder el respeto del barrio, tenemos que darle un castigo ejemplificador al cartonero, todo Severino tiene que saber qué pasa si nos desafían, si desconocen nuestra autoridad.
—Vamos a reventar a ese manco del orto. Dice Tucho, segundo de Gutiérrez, chupamedias irredento.
—Vamos a demostrar lo poronga que somos. Grita, exaltado, lleno de rabia, Gustavo Manrique.
—Tranquilos muchachos, todo llega, y le va a llegar a ese negro de mierda, ya van a ver.
El plenario transa va concluyendo, se meten un par de líneas cada uno para sellar el trato, para concluir la reunión, son las doce del mediodía, ninguno tiene siquiera rastros de sueño. La vida del nuevo empresariado argentino es así de exigente.
*****
A pocas cuadras de la mansión transa Matías Ibarguren se despierta, y se despierta en soledad. Néstor y Eva, sus padres, temprano, cuando recién el sol comenzaba a asomar partieron a la CABA, a trabajar, a sacarle la mugre a la ciudad opulenta, limpiando polvo ella, recogiendo cartones él. La CABA acepta a la negrada que la acicala, después que se vuelvan a sus ranchos miserables, es importante que la ciudad esté limpia, pero es igual de importante la parte estética, y el gronchaje pardo afea la París de Sudamérica.
Matías sale da la cama, se despereza, vence a la modorra. Sobre la cocina lo espera una taza de leche y unas galletitas secas, mamá Eva se encargó de dejar el desayuno. Matías se alimenta, prende el televisor, un fantástico catorce pulgadas usado, con el parlante medio arruinado, que papá Néstor pudo comprar en un buen mes de cartonéo. Noticieros anuncian nuevos planes económicos, al parecer muy buenos, Marcelo “Chelo” Martínez, economista serio, de pulcro traje, parece contento, y si él que sabe tanto está contento es porque se vienen mejores tiempos, quizás puedan salir al fin de Severino, quizás la Argentina comienza a estar mejor, sueña Matías. “Chelo” no puede equivocarse, se dice el niño. Mientras come una última galleta seca Matías sale de la casa, en la puerta, cerca de la hondonada llena de mierda, de mierda de ricos, de desechos de country, que llegan a Severino porque un country con casitas tan lindas se estropearía si oliera a mierda, en cambio Severino está lleno de casa de chapas y ladrillos rotos, de pajonales sucios, casa de mierda que si huelen a mierda no pasa nada, hasta tiene cierta armonía, todo es una mierda, le da una especie de folklore al lugar, y todos contentos. A un costado de la casa de Matías, decíamos, cerca de la hondonada, un grifo se eleva majestuoso, erguido como un sobreviviente de la mugre. Matías lo abre, un chorro de agua surge, es clara, sin olor a mierda, el agua corriente llega también a Severino, un punto a favor para las empresas privatizadas, agua clara para negros, delicias del progreso. Se moja la cara, se refresca, saca el pan de jabón blanco, lava el guardapolvos sucio de ayer, ignomiado por las burlas, no le costó esconderlo al volver del colegio, el calor, insoportable, fue una buena excusa para volver sin él, lo puso en la mochila, buscaba ocultarlo, pero no hizo falta, papá no estaba, mamá menos, llegaba tarde de la casa de Alvear. Enjabona, refriega y escurre, sacará la mugre, borrará los rastros, lo pondrá al sol, el agobiante diciembre se encargará de secarlo antes de que sus padres lleguen, lo estirará bien, evitará arrugas, cometerá el crimen perfecto, nadie sabrá de su tormento, de la agresión vivida, de las agresiones por vivir, que no cesarán, lo sabe, y lo acepta, resignado, no quiere preocupar más a mamá y a papá. Matías Ibarguren lava su guardapolvo escolar y sueña salir de Villa Severino, tener una casita linda, una pelota de fútbol, una bicicleta, irse con sus padres a la playa, conocer el mar, jugar en la arena. Piensa en lo que dijo el “Chelo” Martínez, llegarán buenas noticias, todo va a mejorar, lo dijo el “Chelo” y ese sabe mucho, piensa Matías, y mientras sueña despierto como será vivir en un lugar que no huela tanto a mierda.