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INTERRUPTUS III

La clase media porteña tiene su lado oscuro, el Instituto Nuestra Sagrada Bendición de Cristo también.

La hermandad de la Santísima Trinidad surgió en Francia en el año 1852, en pleno auge de poder de Luis Bonaparte, sobrino ridículo de Napoleón, segunda parte mal hecha de su tío. Autodeclarado emperador con el nombre de Napoleón III, conservador a ultranza, se propuso reparar el anticlericalismo y ateísmo de la revolución francesa, la Iglesia Católica volvía a reinar en Francia. La nueva hermandad surgía entonces en este propicio clima brindado por chupacirios al poder. Católicos hasta la médula, afectos a San Agustín, lectores profundos de la Suma Teológica de Santo Tomás, consideraban la vida del hombre en la tierra como un tiempo fugaz plagado de sufrimientos y desgracias, período duro pero necesario para llegar al reino de los cielos, a la ciudad de Dios agustiniana, donde la dicha sería eterna. Su catolicismo exacerbado los llevaba a celebrar fastuosamente cada 24 de agosto, en recuerdo de la noche de San Bartolomé cuando la monarquía absoluta y ultracatólica de Carlos X masacró a más de dos mil hugonotes, representantes del protestantismo luterano en Francia.

Fue el episcopado de París el que envió a un grupo de la Hermandad de la Santísima Trinidad a Buenos Aires. El objetivo era fundar escuelas primarias que impartan una educación católica tomista tradicional. En el año 1954 el hermano Jean (Juan para nosotros) Benavidez Zuñiga, miembro destacado de la hermandad, fundaba el Instituto Nuestra Sagrada Bendición de Cristo, su lema de bienvenida establecía, y aún establece, tres condiciones de posibilidad para lograr un objetivo loable: “En la familia, el trabajo y la humildad está la paz”. El catolicismo ultramontano francés aterrizaba en Buenos Aires. La paz sería para ellos producto de conservar los valores tradicionales de la familia, (primera condición de posibilidad), rotos por el peronismo gobernante, recordemos la ley de divorcio, la supresión de los feriados católicos, la habilitación de prostíbulos. La paz solo se impondría producto del trabajo raso, estratificado, mal pago, (segunda condición de posibilidad), se venía la Libertadora, el hijo del barrendero debía morir siendo barrendero, la escoba como única herencia familiar. Se lograría así la humildad necesaria, obligatoria, imperante (tercera condición de posibilidad).

La clase media porteña, espantada del peronismo y su bajada autoritaria en las escuelas, encontró en el nuevo instituto educativo el refugio para salvar a sus vástagos del aluvión zoológico imperante.

Zuñiga fundó el colegio que el barrio del General Entrerriano necesitaba.

Al poco tiempo, luego del bombardeo a la Plaza de Mayo, luego del golpe septiembre, luego del exilio de Perón, llamado ahora tirano depuesto en búsqueda de exorcizar su recuerdo, las fuerzas vivas, creadoras e impulsoras del barrio, su despliegue vital, comenzaron a llamar al instituto, su querido instituto, con el íntimo nombre de “Nuestra Sagrada”.

Juan Benavidez Zuñiga falleció el 2 de noviembre de 1983, al parecer el advenimiento de la democracia fue el golpe final a su, ya debilitado, corazón. A su velorio en la iglesia Nuestra Señora de la Merced acudió el barrio entero, toda la prosapia estaba allí, despidiendo a su gran educador, al Sarmiento del barrio de General Entrerriano, a un hombre de Dios. Junto con el cadáver se enterraron también las denuncias de torturas ocurridas en el establecimiento durante el Proceso de Reorganización Nacional, y los casos, abundantes, de abusos sexuales a menores de edad. El barrio entero decidió olvidar, como buena gente de fe que eran.

Aún, dicen las malas lenguas del barrio, que se esconden, que no se atreven a pronunciar en voz alta lo impronunciable, cada 24 de agosto se celebra en el Nuestra Sagrada la noche de San Bartolomé, aún se producen en esas noches de frío invierno una larga jornada báquica, dionisíaca, de alcohol y excesos. Otras fechas se han agregado con el tiempo, fechas importantes, conmemorativas: el 2 de noviembre, por la muerte de Zuñiga, educador, fundador de escuelas, quizás un poco pedófilo, y el 16 de julio, fecha en que, desde ese glorioso año de 1955, se comenzó a vencer a la barbarie. Porque ya sean hugonotes, protestantes roñosos, subversivos asesinos, negros de mierda, nenitos mentirosos que dicen ser abusados, denuncias falsas de torturas, siempre, pero siempre, Cristo vencerá.

La fuga de la Ciudad Eterna

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