Читать книгу La fuga de la Ciudad Eterna - Fernando Silva - Страница 17
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El lado oscuro del Nuestra Sagrada es un secreto enterrado en lo más profundo del barrio del General Entrerriano. Nadie lo dice, algunos lo saben. Pero a veces lo enterrado sale a la luz, se des-entierra, sobre todo si alguien, un hombre sagaz, un des-enterrador se interesa en saber la verdad, por más oculta que esté. Pedro Alvear conoce los secretos más oscuros del Nuestra Sagrada.
Apenas terminó de hablar con Norma Conesa, rectora del instituto, apenas se supo en peligro, se puso en alerta, necesitaba contraatacar, el mejor contraataque es saber todo de todos, porque todos mienten, porque todos tienen cosas que ocultar, incluso él, y el Nuestra Sagrada no podía ser una excepción. Investigó, llamó a la gente indicada, y descubrió que el gran colegio católico de excepción no tenía nada.
El contacto en la SIDE fue claro, útil, lo cubría, lo sacaba de todo tipo de indagación de esa directora idiota. El asunto del pis de su nieta podía ser la punta de un iceberg gigante, oscuro, aterrador, y ese iceberg podía hundirlo a él, al gran Pedro Alvear, hundirlo como hundió al Titanic, esa maravilla de la técnica, que desafió a Dios, que le escupió en la cara, que buscó reemplazarlo, sería la técnica el Dios nuevo, el viejo, por lo tanto, debía morir. Pero este viejo Dios, rencoroso, celoso de que desafíen su poder, interpuso el iceberg. Un pedazo de hielo, la naturaleza más burda, aniquilando a la perfección técnica, el Titanic al fondo del océano, la técnica derrotada, y Dios, soberbio en su victoria, omnipotente, dirigiendo a la humanidad. Que la técnica hoy haya derrotado a Dios, lo haya reemplazado, que, en la actualidad el tecnocapitalismo esté a punto de hacer estallar este planeta, junto con la humanidad entera por los aires, es otro asunto, que deberá ser contado, con urgencia, en otro lugar.
Pedro Alvear, hombre probo, empresario argentino, no era el Titanic, no se hundiría ante nada, y menos ante una directora de cuarta. Resolvería el pis de Julieta, ya vería como, ahora necesitaba información, una contrapartida, algo oscuro, un as en la manga. Si la rectora jodía la información saldría a la luz, y si él se hundía todo el Nuestra Sagrada, y si podía todo el puto barrio, se hundiría con él. Pero nada de eso tenía porque ocurrir, Pedro lo sabía, entre bueyes no iban a haber cornadas.
—Ese colegio tiene un prontuario para escribir un par de novelas Pedro, no sé si de Rodolfo Walsh o de Sthepen King. El que habla es un alto cargo de la SIDE, su nombre es Rogelio Anglada.
—Contame Rogelio. Pedro sabe que ya está empezando a ganar la partida. Escucha con atención y sonríe.
—Lo fundó en 1954 un tal Juan Benavídez Zuñiga, un francesito católico, perteneciente a una hermandad llamada la Santísima Trinidad. Comenzó siendo una escuela primaria, una casita con siete aulas en el barrio del General Entrerriano. En 1962 abrieron el Jardín de infantes, compraron un terreno en la misma manzana donde funcionaba la primaria, y para principios de los 70´ comenzaron a planear la apertura del secundario. Pero ahí comenzaron las demoras.
—¿Demoras? ¿Y por qué?
—Faltaba guita Pedro, y sobraban denuncias, cosas jodidas de verdad.
—Empezá por el tema de la guita Rogelio. Pedro saca una libreta, comienza a tomar nota.
—Te tiro un primer dato, y desde ahí comenzá a imaginarte. El Instituto Nuestra Sagrada Bendición de Cristo fue fundado en 1954
—Por Zuñiga eso ya me lo dijiste Rogelio. Pedro por primera vez se muestra ansioso, poco común en él
—Si Peter, pero cuando Zuñiga fundó la escuela la estructura edilicia era una casita del orto de ciento sesenta metros cuadrados. ¿Sabés cuál es la estructura actual del colegio?
—Algo sé, pero confírmamelo vos. Pedro había sido durante muchos años presidente de la unión de padres de colegios del barrio, sabía datos del Nuestra Sagrada, sabía su estructura, pero eso no le servía de una mierda, un colegio grande es solo eso, no hay delito, no hay elementos para su contrapartida.
—Anda anotando Peter. El instituto tiene tres niveles de enseñanza: jardín de infantes, primario y secundario, están distribuidos en tres manzanas, en la zona más cara del barrio del General Entrerriano, plena CABA Pedro, te rompen el culo con el metro cuadrado, y estamos hablando de unos treinta mil acá. Sigo y sumo Pedrito, frente al secundario levantaron un gimnasio, cinco pisos, tres mil quinientos metros cuadrados. Vayámonos de la CABA, en Pilar, otra rotura de culo el metro cuadrado ahí, los curitas tiene un campo de deportes de, agarrate Pedro, ceinto veinte mil metros cuadrados. A todo esto sumale inversiones, bolsa de comercio, departamentos varios, cocheras, pero todo se va perdiendo en testaferros fantasmas. Y, agregale, por si fuera poco, la guita que se gastaron en sobornos y abogados para tapar las denuncias, sobre todo las de abuso sexual.
—Frena ahí Rogelio, ya vamos a los abusos, hay algo que no entiendo, me tirás una millonada de guita en terrenos, en infraestructura, pero antes me dijiste que la construcción y apertura del nivel secundario estuvo demorada.
—Si Pedro, pero antes de seguir, decime vos algo, ¿no sabías la guita que manejaba este colegio? Sé que rondaste por ahí unos cuantos años, tu hija fue al colegio vecino del Nuestra Sagrada, que era solo de varones, el de mujeres que fue Verónica se llama Devotas de Jesús, pero habrás visto guita en el Nuestra Sagrada y ahí fuiste como buen empresario que sos.
—Sabes muchas cosas Rogelio
—Soy la SIDE Pedrito, sabemos todo de todos.
—Es verdad, conozco íntimamente el Nuestra Sagrada, pero hasta el día de hoy me chupaba un huevo de donde había sacado la guita. Cuando me metí en el colegio ya tenía un capital exorbitante, yo, quizás, ayudé a que creciera un poquito más, el suyo y, de paso, el mío también.
—¿Y ahora porqué te importa tanto Pedro?
—Asuntos míos Rogelio, vos serás la SIDE, pero me debes unos cuantos favores, no preguntes boludeces, te saqué del quilombo con la embajada de Colombia, te metiste hasta los huevos con las FARC, ¿te olvidaste de eso?
—Nunca Peter, te debo la vida. No pregunto más nada.
—Me parece inteligente lo tuyo Rogelio. Seguí contándome ¿porqué estuvo trabada la apertura del secundario?
—La obra ya estaba proyectada, se frenó en el 73 ¿Sabés porqué?
—¿Perón?
—Sí, la vuelta de Perón, la caída de Lanusse, la obra quedó Stan By.
—¿Y después? ¿Cómo levantaron este monstruo actual? Algo conozco, ya te dije, sé que la guita que hicieron con el Turco, pero para principios de los 90´ el Nuestra Sagrada ya tenía dos manzanas de extensión, y el campo de deportes en Pilar.
—Si Pedro, en los 90´ compraron la totalidad de una nueva manzana, construyeron un edificio monumental, separaron la primaria y el jardín de infantes, los más chiquitos pasaron al edifico nuevo. Para 1995 comenzaron a construir el gimnasio.
—Ahí estuve yo Rogelio, financie el gimnasio, metí pesos y recaudé dólares que aportaban los padres. Pobres boludos no saben la que se viene.
—Que se jodan Pedro, cuando se caiga el uno a uno van a putear lindo. ¿Floja guita vas a hacer con eso, no Peter?
—Dejémoslo ahí, además vos tendrás lo tuyo Rogelio, ¿mal no te va no?
—No me quejo Peter, pero si tengo más mejor.
—Siempre más es mejor amigo, pero seguí contándome Rogelio, ¿Cuál fue el salto inicial? ¿Cómo se destrabó la construcción del secundario?
—Los milicos Pedro, y antes el Brujo Lopecito.
—Me imaginé, la guita vino de ahí, militares y católicos siempre se llevaron bien, salvo con la peronchada.
—Si Pedro, pero la guita llegó por razones un poco más oscura de las que vos te imaginas.
—¿Y qué me imagino yo?
—No se Pedro, aparatos ideológicos del Estado, conquista de conciencias, sociedad disciplinada vía educación, boludeces psicológicas.
—Y no es eso.
—No
—¿Entonces? ¿Qué mierda fue? ¿Por qué metieron tanta guita los milicos?
—Torturas Pedro
—¿Torturas? ¿Los milicos torturaban? No te lo puedo creer. Falta que me digas que la CIA también tortura, o que lo hacen ustedes en la SIDE. Pedro se ríe, irónico
—¿Nosotros Pedrito? Jamás lo hicimos, y jamás lo volveremos a hacer.
—En serio Rogelio, contame el tema de las torturas.
—El Nuestra Sagrada fue un centro clandestino de detención Pedro, el más secreto, el menos pensado.
Ahora Pedro ya no ríe, se sorprende, no esperaba ese dato.
—Y si a todo esto sumas las denuncias por abusos sexuales a menores tenés de sobra para apretar a quien te esté jodiendo.
—¿Y quién te dijo que alguien me está jodiendo?
—Somos pocos y nos conocemos muchos Peter.
—Contame todo.
Pedro anota, elucubra un plan, está más seguro que nunca que jamás se hundirá ante nada.
*****
No nació para esto, se hizo con el tiempo. De chico, en su infancia en Chascomús, quería ser policía, o mejor bombero. Pero muerta la infancia murió también su vocación por el bien, por ayudar al otro. A los quince repitió tercer año del secundario por segunda vez, luego otra vez más, a la cuarta dejó los estudios. Su madre ya no estaba, nunca estuvo, lo abandonó poco después del nacimiento, eran solo él y su padre, y su padre le dio la opción: o laburás y aportás guita para la casa o te mandás mudar. No lo dudó ni un segundo, se mandó a mudar.
Llegó a la Capital Federal, que ya era el centro del universo, pero que aún no era la CABA, la autonomía llegaría cinco años después, con la reforma del Más Vivo de Todos. Corría el año 1989: hiperinflación y crisis. No fue fácil establecerse, pero Gonzalo Gutiérrez tenía una gran virtud, algo que pocos poseen: perseverancia ante la adversidad. El destino le tenía su futuro preparado, la Providencia decidió por él, llegó en el momento justo: la Ciudad puerto, su periferia, los saqueos a los supermercado, y él, con diecisiete años, comenzando a robar, aprendiendo a vivir al margen. Cayó preso, en la comisaría primera del Partido del Libertador de América se comió la primera paliza de la bonaerense, serían varias las que seguirían. Se conoció con gente, prosperó, avanzó en la vida, al margen, ese era su lugar, su oficio, su vocación. Él, que quería ser policía, o mejor bombero, comenzó a delinquir como forma de ganarse el pan. Se estableció en Villa Severino a principios de los 90´, cuando el negocio recién comenzaba. Estuvo en el lugar justo y en el momento preciso, todo se estaba por hacer. Comenzó de punta, de gil, fue creciendo, armando sus propias cocinas de merca, su propia empresa, su monopolio del comercio de cocaína. No fue nada fácil, corrió sangre, algo de la suya, mucha de los demás. A los veinte mató por primera vez, un encargo de los de arriba, un ajuste de cuentas con un bobo. No le costó, mató fácil, y algo que sale tan fácil, casi natural, casi un don, no puede dejarse, no debe dejarse. Siguió matando: soplones, adversarios, indecisos. Mató también porque sí, para no perder la práctica.
Los noventa avanzaban y Gonzalo Gutiérrez se nutría de ellos. Capo y señor de Villa Severino, amo de todo, respetado y temido, hombre de negocios, un chiquillo de pueblo comiéndose al mundo. Si lo viera su viejo, pero no, el viejo nada quería saber, no aceptaba su vida, le repugnaba, la rechazaba. Para mediados de 1995 Gonzalo le mandó pasaje, lo recibió emocionado, se excedió en gastos para agasajar a su anfitrión, pero su padre comenzó con las preguntas, quiso saber de dónde salía tanta plata, y se enteró, y se angustió, y se fue ofendido, puteándolo, arrepintiéndose de haberlo procreado. Que se vayan todos a la mierda pensó Gonzalo, a la mierda la familia, a la mierda todo, el mundo es de los audaces, y un audaz no le teme a nada. Se fue haciendo de a poco, se creó el mismo, se convirtió en un narco importante. Pero aunque simulara que nada le importaba fue, de a mucho, de puro nervio, perdiendo todo su pelo, en menos de un año todo Severino lo conocía como el Pelado Gutiérrez
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El corazón le late demasiado rápido, debe calmarse, debe pensar con tranquilidad, pero no puede, hoy es la cena, faltan solo un par de horas. ¿Qué se va a poner? ¿Cómo estar a la altura de las circunstancias? ¿Qué se pondrá ella? ¿Cómo estará? Espectacular sin duda, como siempre, como ella la sueña, la imagina, la fantasea. Debe ducharse, comenzar a prepararse, es una noche especial, no solo para ella, Sergio está como loco, más loco que de costumbre ¿y más agresivo? Ella espera que no, lo que menos necesita ahora es un hematoma, o peor aún, terror de los terrores, un diente menos. Debe lucir hermosa, ella debe verla hermosa. Débora Casillas comienza a prepararse para la cena en casa de los Aversente, Verónica la espera, y eso la llena de entusiasmo, y también, para que negarlo, de lujuria.
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Agustín Casillas dibuja sentimientos, dibuja lo que le pasa en el corazón, se dibuja él: dos palitos por piernas, un palito para el cuerpo, otros dos palitos por brazos, un círculo forma la cabeza, una línea curva la sonrisa, un garabatito le añade el pelo. A su lado, pegado al palito-brazo derecho, la dibuja a ella: iguales palitos, un triángulo simula una pollera, el garabato final es más grande, intenta imitar su pelo, la línea curva, otra vez, emula la sonrisa. Por detrás un sol de crayón amarillo los ilumina.
Ojalá la vida fuera para Julieta y Agustín un dibujo feliz, la realidad es otra, ya lo sabemos.
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Está en la cocina, frente a él un vaso de whisky, primero y último, debe tener la mente lúcida, debe pensar con claridad. Esta noche podría ser la más importante de su vida, negocios, prosperidad, salir de lo chato, de lo mediocre, de la mierda vulgar de la clase media. Crecer, avanzar, conquistar, el mundo debe ser de él, todo es poco, ahora es poco, ¿cuál es su vida? ¿Su mujer, pálida, aburrida? ¿Su hijo, callado, bobo? ¿Sus amantes fugaces? ¿La idiota del boliche del viernes pasado? ¿Su trabajo estancado? No, eso no puede ser la vida, tiene que haber una salida, hoy es la salida, hoy es la noche, su noche, nada la va a arruinar, nada se podrá interponer entre él y su destino. Sergio Casillas toma el vaso de whisky de un sorbo, se siente con fuerzas, lleno de coraje, se levanta, entra en su dormitorio, llama a su mujer, nadie contesta pero escucha la ducha prendida, la idiota debe estar bañándose piensa Sergio, mejor así, hoy hay que ser puntuales, esta noche debe ser perfecta piensa Sergio y sonríe loco de ambición.
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Se está duchando, un baño normal, como siempre, rutinario, hasta que la ve, ahí, al costado de la bañera, la guillete de su marido, la espuma de afeitar, no duda, un impulso inmanejable la dirige, un presentimiento de lo que pasará esa noche, la sensación de querer estar perfecta, inmaculada. Se esparce la espuma por la entrepierna, la acomoda con prolijidad, el pubis, el monte de venus, comienza a afeitarse, no deja de pensar en ella, se moja, todo se confunde en la ducha, la espuma, el flujo, el placer, los orgasmos, el éxtasis total. Termina, la ducha llega a su fin, se pone la bombacha en el baño, no quiere que Sergio la vea así, lampiña, eso es solo para ella y no para el bobo de su marido. Sale del baño cubierta por una mínima tanga, Sergio está en la cama, ve la televisión, ni cuenta se da de la semidesnudez de su mujer, gajes del matrimonio consolidado.
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La familia Casillas está lista para la partida. Sergio de Jean y camisa, ambos Tascani, la apariencia es vital, te juzgan como te ven, Sergio lo sabe muy bien. Débora está hermosa, el pelo planchado, un vestidito liviano, veraniego, le cubre el cuerpo hasta unos centímetros debajo de su culo, provocación buscada por ella; él, su marido, ni se entera. El matrimonio encara la futura noche lleno de deseos, lamentablemente ninguno coincide. Él busca negocios, escaparse de lo que es, de la inconformidad que lo agobia, del presente estancado, mediocre. Ella busca ser vista, seducir a quien la seduce, sentirse deseada por quien ella tanto desea, ser una mujer a la altura de Verónica Aversente. Marido y mujer salen en busca de sus destinos, casi ni perciben a su vástago, su hijo, Agustín, de bermudas y musculosa, con el dibujo de su amada escondido en un bolsillo, que sale también buscando su destino. Una familia más de la CABA, nada distinta a tantas otras, negar lo que se esconde es la idiosincrasia principal de esta hermosa ciudad.
*****
La mansión Alvear-Aversente, siempre Alvear va primero, nadie debe olvidarlo, se prepara para recibir visitas. Pedro, como casi siempre, está encerrado en su estudio, habla por teléfono, una charla pendiente con su amigo, contacto interno de la SIDE, Rogelio Anglada.
—Ya no hay mucho más para contar Pedro. Este tipo Zuñiga comenzó a cuidarse después del escándalo.
—Son más de quince denuncias concretas Rogelio, todas cajoneadas, tonto no es el tipo, o frenaba o el episcopado le retiraba el apoyo,
—El barrio entero cayó en el silencio, nada se dijo del tema de los abusados
—Supuesto abusados Rogelio
—Supuestos tengo los huevos Peter. El tipo estaba hasta el cuello, taparon todo, presionaron, pusieron guita, sobornos, y algo más
—¿Algo más? Pedro disfruta cada vez más de la conversación, informarse sobre posibles enemigos es construir poder.
—Una familia siguió con las denuncias.
—Contame. Dice Pedro, se inclina en su sillón, cierra los ojos, absorbe la información.
—Dejame leer el expediente Peter, a ver, familia Echarte, Guido y Luisa, padres de Lucía, cinco años. Se las buscaba pendejitas de verdad el cura. Rogelio habla y ríe con sarcasmo.
—Y los Echarte ni con presiones ni con sobornos. Arriesga Pedro.
—No, el matrimonio no cedió ante nada. Los frenó el accidente
—¿Accidente? Pedro abre los ojos, se acomoda en el asiento, cuando comenzó a buscar información para presionar a Norma Conesa, si la estúpida directora se metía donde no debía, no esperaba esta novela de intrigas que Rogelio le estaba contando.
—Se mataron Peter, todos, la nena incluida. Invierno de 1981, intoxicación por monóxido de carbono, el calefón mal conectado, la casa poco ventilada, el expediente dice esas y algunas mentiras más.
—¿Y vos crees que el Nuestra Sagrada estuvo metido en esto? ¿Para tanto es el poder de estos tipos?
—Yo no creo en nada Peter, solo te informo.
—Y yo te agradezco. Muy útil todo lo que averiguaste.
—Peter.
—Si Rogelio
—Una cosita más. Dice Rogelio que se propone atacar
—Decime. Contesta Pedro, que se ve venir el ataque.
¿En qué andás? Contame.
—No. El tono de Pedro es frío, terminante
—Te conviene. El tono de Rogelio es sereno, pero algo amenazador
—¿Por qué? ¿Me vas a mandar a la SIDE?
—No jodas Peter, somos amigos.
—Y los amigos se respetan el silencio
—Es verdad.
—Chau Rogelio, te va a llegar el cheque por tu trabajo, pago bien, lo sabés.
—Lo sé Peter. Hasta la próxima amigo.
Pedro cuelga, su mente prende, una vez más, la luz de alarma. En su libreta, recuadrado, entre los datos de las corruptelas varias del Nuestro Sagrada, anota: cuidarse de Rogelio Anglada. En ese momento suena el timbre, las visitas llegaron, Pedro Alvear, señor y anfitrión, baja a recibirlas.
*****
Termina de cambiarse, se mira al espejo, se arrepiente y se quita la corbata, le da más informalidad a su look, mete panza, engordó mucho los últimos años, se le cayó mucho el pelo también, se ve algo pálido, viejo, lo contrario de su mujer, cada día mejor ella, claro que la cirugía ayuda, pero la actividad física también, parece una pendeja, el culo firme, las tetas fabulosas, el abdomen plano, y esas terribles ganas de coger de las últimas semanas, o se ponía en forma o pronto su mujer le iba a meter los cuernos con algún pendejo pelotudo pero con pija firme. Pobre de ella y pobre del bobito que se atreviera, su suegro tenía contactos en la SIDE, un llamadito y el pibito desaparecía. Franco Aversente sale de su habitación, baja a la cocina, allí esta Eva que prepara la cena, le mira el culo, paradito, chiquito, y seguro bien negro, como ella. Se calienta, esa negrita de mierda lo ponía a full, se acerca por detrás, la rodea con sus brazos, le manosea las tetas, Eva se aparta, sin hablar, Franco insiste.
—Dale Evita, hay guita ¿sabés?, más de la mierda que ganás limpiando mugre.
No contesta, Eva calla y sigue trabajando, cocinando para su acosador, para la mujer de su acosador, para el suegro de su acosador, y para las visitas que invitó su acosador.
—Ya vas a ceder Evita, a todas les gusta la pija, y la guita.
Antes de irse le palmea el culo, Eva cierra los ojos, se concentra en sus tareas, una lágrima rueda por su mejilla.
*****
Su marido acaba de salir de la habitación y Verónica Aversente acaba de salir de la ducha, se seca en el dormitorio, elige la ropa interior, la última que compró, osada, hermosa, creada para ocasiones especiales ¿era esa una noche especial? ¿Disfrutaría ella y alguien más de su nueva ropa interior? Su deseo era que sí. Se pone la tanga, se pone los tacos altos, se mira al espejo, bronceada, estilizada, el culo en lo alto como una ermita llena de lujuria, se sabe hermosa, fatal, irresistible. Se termina de cambiar, descarta el corpiño, una musculosa cubre sus tetas, casi no las puede contener, los pezones sobresalen, urgentes, necesitados. Completa su vestuario con una pollera, algo larga, pero suelta, dócil, de fácil acceso para unas manos de amante apasionado, o mejor dicho, apasionada. Se peina, se maquilla, todo listo. Suena el timbre, es ella, es Débora, piensa Verónica y se muerde el labio excitada.
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Vestida para la ocasión, pollerita rosa, remera de Barbie y sandalias blancas, Julieta Aversente está intentando rezar, a solas, porque en familia siempre rezaba y nunca funcionaba, el Monstruo la seguía lastimando. Así que, ahora, volvía a rezar, pero en soledad. Le pide a Dios que la ayude, que se lleve al Monstruo bien lejos, que ya no la lastime, le pide a Dios porque alguien le dijo que Dios existe, que ella estaba equivocada, que Dios además de existir es bueno y nos ayuda, y no fue el padre Foris, que siempre dijo eso de Dios, que existe y que es bueno, no, esta vez quien se lo dijo es alguien en quien ella confía, alguien de quien se enamoró, alguien que esta noche vendrá con sus padres a casa. Entonces Julieta reza:
—Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, salvame del Monstruo, alejame del Monstruo, llevate al Monstruo. Agustín me dijo que sos bueno, que todo lo podés, que me vas a ayudar. Ayudame Diosito, soy chiquita y sufro.
El sonido del timbre interrumpe el rezo. Julieta salta de la cama y corre escaleras abajo, Agustín la espera.
*****
Sábado a la noche y horas extras, estaba podrida de las horas extras, pero eran necesarias, todo era gastos, todo era esfuerzo ¿y para qué? ¿Para sobrevivir y nada más? ¿Valía la pena? Más vale no preguntarse nada, más vale ponerse las anteojeras, no mirar hacia los lados, fijarse el rumbo y darle para adelante. Aguantar la pobreza, aguantar el acoso del pajero de Franco. La humillación le cortaba el alma, pero es parte de la vida, al menos de su vida. Vestida a la orden del día, de muqui diría la chetada, y ella trabaja para la chetada, es limpiamierdas de ricos. Todo saldría bien, sus patrones quedarían contentos y ella llevaría alguna platita más a casa, por Néstor y por Matías, por sobrevivir, que ya era mucho. Eva Ibarguren esta lista, las visitas pronto llegarán, la mansión Alvear-Aversente, siempre, a no olvidarlo, el Alvear va primero, se prepara para la farsa del esnobismo de la CABA. Suena el timbre, Eva abre la puerta, saluda:
—Bienvenido señor, señora, niño. Adelante por favor.
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La cena transcurrió como suelen transcurrir en estos casos, todo políticamente correcto, no hubo palabras de más, tampoco de menos, se evitaron silencios incómodos, hubo risas fingidas, preguntas forzadas, respuestas más forzadas aún, lo típico. Sentados a la mesas están los matrimonios, cada uno en un lateral, los hombres enfrentados, lo mismo las mujeres, los niños enfrentados también. En la cabecera, al mando como siempre, Don Pedro Alvear.
Eva sirvió la entrada: coctel de langostinos. El plato principal: lomo al champiñón. El postre: mousse de chocolate con frutos rojos. Para los niños todo fue milanesas con papas fritas y mucho helado de chocolate y frutilla. Coca-cola para los pequeños, vino tinto, de alta gama, para los adultos. Eva se retira, debía lavar la vajilla usada por los afortunados comensales, ellos de sobremesa, ella, esponja en mano, en el fregadero de la cocina, apurada por volver, Severino se ponía bravo a estas horas. Se acerca Pedro, le habla:
—Evita, linda, apenas terminés te tomás un taxi, un hermosa mujer como vos no es aconsejable que ande sola por la calle a estas horas. Además debés estar cansada.
—No importa señor Pedro, el colectivo viene rápido, no se haga problema.
—Ningún problema Evita, tomá, agarrá y disimulá para que los patrones no se enteren. Pedro le guiña un ojo, le sonríe y deposita en sus manos dos billetes de cien pesos. Eva los toma.
—Gracias señor Pedro, es usted un buen hombre
—Estuviste impecable Evita, sos una gran cocinera, el lomo me hizo acordar al que me hacía mi vieja. Siempre seductor Pedro, no descansaba nunca en su rol.
—Descansá que te lo merecés, nos vemos el lunes.
Eva se sonroja, ese hombre era maravilloso, caballeros así el mundo ya no alumbraba más.
—Gracias Señor Pedro. Hasta el lunes.
Mientras termina de lavar Eva piensa y toma decisiones. Sabe que va a guardar el dinero, sabe que va a tomar el colectivo. Le mentirá al pobre don Pedro, pero necesita esa plata para cosas más urgentes que un viaje en taxi, ahí estaban el pan dulce y la sidra para la navidad, y algún regalito para el Mati. Pobre señor Pedro, piensa Eva, y se siente horrible por tener que mentirle.
A Pedro Alvear Eva Ibarguren le chupa un huevo. Sabe que los doscientos mangos se los va a guardar esa negra, para comprar vino en cartón seguramente, pero no estaba de más dorarle un poco la píldora y tenerla de su lado, nunca se sabe, podían venir tiempos difíciles. El instinto de Pedro auguraba tormentas en su futuro, su percepciones a veces fallaban, pero muchas otras no. Se retira a su estudio, saluda a todos, respetuoso, protocolar, aduce temas de edad, se ríe, seductor, deja solo a los matrimonios con sus charlas estúpidas, seguro se yerno hablará de guita, de lavado, de devaluación futura, él lo sabe, él mismo se va a forrar en guita con eso, pero está cansado y tiene temas más urgentes que resolver, dejará actuar el estúpido de Franco, un inservible, pero padre de su nieta, la criatura que lo pierde, que lo fascina, que lo lanza al extravío. Que haga la pasta el bobo, que se vaya lejos, que quede solo su hija y su nietita, y si su hija se iba, si lo acompañaba, mejor aún, sería como una luna de miel, dos amantes asimétricos: Don Pedro Alvear, sesenta y cinco años, de profesión millonario, Julieta Aversente, seis años, de infancia arruinada. Abuelo y nieta juntos en el medio de la CABA.
*****
Hablan de negocios. Se retiraron al jardín, fuman unos habanos Cohíba y beben whisky Johnny Walker etiqueta negra. La pileta climatizada frente ellos es la única testigo de la una conversación llena de éxito y de tilinguería, la CABA en su estado puro late en ellos.
—¿Hacemos negocios Sergio?
—Hagamos negocios Franco.
—Se viene un estallido amigo, la convertibilidad se va a la mierda, se acabaron las joyas de la abuela, la guita que ingresó vía privatizaciones se acabó, nadie presta un mango más, ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni el Club de París, ni nadie. Se acabó la ilusión, el uno a uno toca su fin.
—Mierda ¿y ahora qué?
—Ahora aprovechamos gilastrún. Dos negocios, uno a corto plazo, otro un poco más largo, pero de mucha más guita.
—A ver, explicame de que se trata. Dice Sergio, que ya siente su despegue de la opaca clase media.
—Primero, ahora, ya, a comprar dólares. A sacar los pesos del banco, hay contactos para evadir el congelamiento de dopósitos, no te preocupes, la gilada no puede sacar la plata, y nosotros de gilada no tenemos nada, no dejamos un solo peso, los convertimos en guita verde, cambiamos todo, en el mercado legal, en el paralelo, donde sea. Todo en guita yanqui.
—Ok. Hasta ahí vamos bien, ¿y después?
—Los dólares a una caja de seguridad, y desde allí los fugamos a Montevideo, en unos meses con parte de esa guita le compramos bonos al Estado.
—¿Estás loco? Si el uno a uno se termina se viene el gran quilombo, y vos querés darle guita al Estado.
—Sergio querido, el Estado en crisis vende barato, bonos basura, en unos años cuando esto levante un poco esos bonos van a valer mucho más. Se llaman fondos buitres, compramos bonos a Estados desesperados, que no tengan chances de discutir ni el valor, ni el interés, ni la plaza financiera que se fije; le damos guita, agarran rápido sin pensar, total cuando tengan que pagar ya no van a ser gobierno, que se arreglen los que vengan, en diez años compramos palas para levantar la guita que ganamos. Hay un yanqui que dirige un fondo de inversión, nos metemos ahí con él, el tipo es serio, pasó por Perú, Nicaragua, Zambia y el Congo, se forro en guita, y ahora se viene para acá, a nuestro querido paisito.
—¿y si el Estado no garpa?
—Hay riesgos que asumir Sergio, pero el Estado no quiebra, si no tiene guita tiene recursos, comenzaran los embargos, leí mucho sobre este yanqui, es dueño de medio planeta el tipo.
—¿Recursos?
—Empresas, petróleo, minerales, lo que quieras. ¿Te ves en diez años como magnate petrolero Sergito?
—Me veo muy bien amigo. ¿Pedro sabe de esto?
—Pedro hizo esto. Estuvo en todos lados, la economía de los últimos veinticinco años se llama Pedro Alvear, es él quien pone la mayoría de la guita, nos da los dólares, con lo nuestro no alcanza Sergio, mi suegro nos da un préstamo desinteresado, no busca ganar, su ganancia está en otro lado, Pedro quiere poder, guita le sobra.
—Entonces él pone la primera guita grosa.
—S, y con esa guita conviene rajarnos por un tiempo, él nos sostiene la fuga, ya te voy a contar, ahora brindemos. Brindá Sergio, brindá que hoy comenzamos la vida de los ricos.
—Por la guita Franco.
—Por la guita Sergio.
Los vasos de whisky chocan, chinchín y que siga el baile nomás.
*****
Es un ritual, una convención de género. No reconoce clases sociales, ni religión, ni apariencia física. No es producto de una determinada generación, más tradición que moda, toda mujer muestra a su invitada, algo orgullosa, algo avergonzada, los casos varían, el lugar donde vive, es decir, su casa, su propiedad, su lugar en el mundo, el oikos posmoderno del cual, al parecer, no puede salir, por más libertad que grite y suponga. En este caso no se produce excepción alguna, Verónica muestra su hogar, Débora observa y admira, a la casa, y a la anfitriona.
—Esta es la pieza de Juli. Hola chicos. Los chicos saludan a Verónica, y luego saludan a Débora. Los chicos son Julieta y Agustín, están, ya se sabe, en el cuarto de Julieta, el cual es presentado por su mamá, Verónica, la otra mamá, la de Agustín, Débora, observa y sonríe.
—Que hermosa decoración Vero.
La decoración, hermosa según Débora Casillas, consiste en paredes de rosa pastel, sobre ellas un aquelarre de hadas, en dibujos, en calcomanías, en lámparas, en muñecos, y en objetos varios.
—Todo elegido por Juli, le encantan las hadas. Hace un tiempito que nos pidió decorar su cuarto así, y la verdad quedó hermoso.
—Hermosísimo. Asiente Débora.
—Buenos sigamos linda. Le dice Verónica a Débora, y le guiña un ojo.
—Dale linda. Responde Débora, y le devuelve el guiño.
—Vení que te muestro mi habitación, y mi gim.
Las mujeres se van, los niños quedan, y los niños hablan y se confiesan
—¿Y a vos?
—¿Y a mí qué?
—¿Te gusta mi cuarto?
—No sé
—¿Por qué?
—Las hadas son cosas de nenas.
—No
—¿Y qué son?
—Me protegen
—¿De qué?
—Del Monstruo
—Los monstruos no existen Julieta.
—Te equivocas, el que no existe es Dios, y vos hiciste que le rece.
—¿Qué decís?
—Por tu culpa creí en Dios otra vez.
—Dios es bueno.
—Dios no me ayuda nene.
—¿En qué no te ayuda Dios?
—En que el Monstruo se muera.
—¿Y las hadas te ayudan?
—Las hadas me cuidan, ya te dije.
—¿Y cómo te cuidan?
—Hacen que el Monstruo se vaya. Pero el Monstruo es muy fuerte, todos lo dicen, todos le tienen miedo, aunque es diferente del miedo que le tengo yo.
—¿Y el Monstruo cuando se va Juli?
—Después de un rato, cuando le sale ese líquido blanco
—¿Qué líquido blanco?
—A los hombres malos les sale un líquido blanco del pito
—A mi no me sale nada, por ahí es pis.
—No nene, vos porque sos bueno, pero a los hombres malos les sale otro cosa, es blanca y fea, como plasticola.
—No sabía
—Ya sé, solo sabés que Dios existe, y eso es mentira.
—Perdoname Juli.
—¿Por qué?
—No quería mentirte, pensé que Dios existía de verdad.
—Ya lo sé
—Juli
—¿Si?
—¿qué es ese monstruo? ¿Un vampiro? ¿Un fantasma?
—No
—¿Y qué es?
—Es alguien
—¿Quién?
—¿Me vas a ayudar Agus?
—Si
—¿Por qué?
—Porque te amo
—Yo también te amo
—Juli, ¿Quién es el Monstruo?
—El Monstruo es mi abuelo. Ayudame Agustín, por favor.
Los dos niños se abrazan y lloran, se quieren, se van a ayudar. Agustín y Julieta están decididos a combatir al Monstruo don Pedro Alvear.
*****
Quinto whisky, quinto brindis, los negocios los atrapan, los aíslan del resto de los integrantes de la casa, dos hombres hablando, transando, especulando, queriendo dejar de ser gilada clase media.
—¿Miami? ¿Cómo la ves? Pregunta Franco
—¿Me lo decís de verdad? Se sorprende Sergio
—Amigo, mejor dicho socio, con vos no jodo. ¿Cómo te ves en Miami?
—Me veo espectacular. Mirá que mi aporte no es tan grande. Habla con cierta vergüenza ahora Sergio
—Todo suma amigo. Lo que pones los vas a multiplicar por mil.
—Voy con todo, pongo todo.Mira que me quedo en bolas Franco.
—Está todo asegurado, vas a tener un retorno de esa guita que ni te imaginas. Primero vivimos un tiempo con los dólares fugados. Allá hay contactos, una financiera yanqui y otra mexicana, pero Miami me va más que el DF, esos chicanos son bastante feos. Franco se ríe al terminar la frase
—¿Y nos metemos a laburar así nomás en las financieras?
—Mi suegro generó el contacto. Con el apoyo de un Alvear todo se puede, nos quiere lejos por un tiempo, hasta que se calme el agite interno, el sabe bien de que se trata, si nos quiere fuera del país por algo será, y la verdad Sergito prefiero Miami a esta mierda de ciudad sudaca en la que vivimos.
—De eso ni hablar Franco. ¿Tu suegro se viene con nosotros?
—No
—¿Se queda acá, en el medio de la mierda?
—Mi suegro es parte de esa mierda, mi suegro es la Argentina Sergio, este país y él son una unidad inescindible.
—Tengo que hablarlo con Débora
—Seguro Sergio, pero mirá que este tren pasa solo una vez, son unos años en Miami, cuando el país repunte exigimos el pago de los bonos, y ahí sí, la guita loca.
—Va a decir que si mi mujer.
—¿Seguro?
—No hay chance que se niegue, la conozco.
Brindan, sexta vez, sexto whisky. Negocios de hombres prósperos: Franco Aversente, yerno del gran Pedro Alvear. Sergio Casillas, un yupi demasiado ambicioso.
Beben, sueñan, sacan cuentas, piensan, cada uno en los suyo. Destronar a su suegro, piensa Franco. Cagar a trompadas a su mujer si le pone trabas al negocio, piensa Sergio.
*****
—¿Y? ¿Qué me decís? Pregunta la anfitriona, que es, ya sabemos, Verónica Aversente.
—Increíble. Responde la invitada que es, también lo sabemos, Débora Casillas.
—Bien completito, cinta, bici fija, dorsalera, banco para los cuádriceps. Los años pasan Debi, hay que mantenerse.
—Si estás espectacular vos, quien pudiera estar así nena.
—Vos estas mejor, sos hermosa Debi.
El primer contacto físico se produce, serán unos cuantos más los que vendrán, más íntimos, más duraderos. Verónica le corre el pelo de la cara, le levanta el mentón, la mira fijo, profundamente.
—Hermosa Debi, de verdad.
Débora se sonroja, alagada, feliz, y ya caliente.
—Gracias Vero.
—Vamos, vení que te muestro el dormitorio.
Ok. Vamos.
Caminan, ambas mujeres, sus maridos sueñan con negocios, dinero, viajes. Los sueños de ellas son más primales, más básicos, húmedos y lascivos.
*****
Siguen abrazados, se confiesan todo, ella cuenta su horror, el Monstruo que la maltrata. Él cuenta el suyo, la violencia de papá. Se descargan, se ayudan, se alivian. Almas gemelas, amor puro.
—Juli. Dice Agustín.
—Sí.
—Tengo algo para darte.
—¿Un regalo?
—Más o menos. Lo hice yo.
—¿Qué es?
—Somos nosotros. Agustín saca el dibujo del bolsillo de su bermuda, se lo alcanza a Julieta. Ella lo mira, su cara se ilumina, sus ojos celestes resucitan.
—Es hermoso.
—Estamos donde no hay tristeza, donde nada nos puede pasar.
—¿En este lugar no hay monstruos?
—Ni uno solo. Es nuestro lugar, nadie nos los puede quitar.
—Gracias.
—Quizás te ayuden, el dibujo y las hadas juntos.
—Voy a ponerlo debajo de mi almohada cuando duerma. Pero ¿y vos?
—¿Y yo qué?
—¿Quién te va a proteger? Si me das el dibujo a mí ¿cómo vas a cuidarte de tu papá enojado?
—Voy a hacer otro dibujo, uno para cada uno, y cada noche dormimos con ellos.
—¿Y no encontramos en sueños?
—Sí, nos juntamos en el lugar que dibujé.
—Donde no hay monstruos.
—Donde no hay papás enojados.
—Juli.
—¿Qué Agus?
—¿Buscamos a nuestras mamás?
—¿Para qué? Quiero estar acá con vos, y con nadie más.
—Yo también.
—¿Y para qué querés a nuestras mamás?
—No sé, ellas ya deben estar buscándonos, no quiero que entren y vean nuestro dibujo, no quiero que nadie descubra nuestro lugar secreto.
—Tenés razón, es nuestro lugar, nadie debe saberlo.
—Nadie, solo nosotros dos.
—En un ratito las buscamos. ¿Agus?
—Si juli.
—Quisiera estar siempre así.
—¿Así como?
—Abrazada a vos tonto.
—Yo también Juli
Se abrazan unos minutos más, ya sin hablarse. Se levantan, se toman de la mano, van a buscar a sus mamás, que, a pesar de la suposición de Agustín, lo que menos hacen es buscarlos a ellos, por más tarde que sea.
*****
La escena transcurre en una enorme habitación, las protagonistas son la señora de Casillas, invitada de honor, y la señora de Aversente, anfitriona generosa. Conversan primero, harán mucho más después.
—Qué bárbaro, que cama amiga.
—Dos metros por dos metros Debi.
—Una enormidad.
—Se necesita una cama grande ¿no Debi? La pregunta de Verónica no es ingenua, va en búsqueda de una futura acción.
—¿Por qué? Dice Débora, haciéndose la desentendida.
—Para dormir bien. Verónica deja en el aire la frase, como si le siguieran tres puntos suspensivos.
—Aja. Débora busca que su amiga dé el primer paso. Y Verónica lo da.
—Y para amar mejor.
—¿Si? Débora arremete, va dejando de lado la timidez.
—¿A vos que te parece amiga?
Verónica se le acerca, quedan cara a cara, sus labios se rozan, el beso se produce. Las lenguas danzan pegadas rítmicamente en la boca de una, en la boca de la otra, un beso húmedo, penetrante, explosivo, un beso que promete mucho más. Ya no hablan, actúan, ya hablaron demasiado, ya se histeriquearon demasiado, hoy durante la cena, en el último año en la salida del Nuestra Sagrada recogiendo a sus hijos. Las palabras ahora están de más, estorban, ahora son los cuerpos los que se expresan, a puro instinto, a pura calentura. Débora, primero pasiva, arremete, le baja la musculosa a su nueva amante, las tetas de Verónica quedan liberadas, son fantásticas, la lengua de Débora opina lo mismo. Se besan más, no pueden detenerse. Verónica le agarra el culo, Débora se deja. Caen ambas tangas y las mujeres se encuentran por fin en humedades compartidas. Verónica empuja levemente a Débora sobre la cama, Débora se deja caer, abre sus piernas, expone su concha, lampiña desde la ducha de esa noche, la lengua de su amiga va a su encuentro.
*****
Caminan juntos, aún están tomados de la mano. Esta noche marca un antes y un después, eran compañeritos de colegio, eran a lo sumo amigos, son ahora almas gemelas. Buscan la escalera, bajar a la sala, volver a la cena de los grandes, un ruido los distrae, los desvía del rumbo fijado. Por el sonido alguien debe haberse lastimado, quizás mamá piensa Agustín, quizás mamá piensa Julieta.
*****
Débora estalla del placer, Verónica la hace estallar. Débora es chupada, Verónica chupa. Todo es vértigo y cambio en la habitación marital de los Aversente. La que chupa, Verónica, deja de hacerlo, se levanta, gira su cuerpo, se inclina sobre su compañera, su entrepierna invade la boca de Débora, se sienta sobre ella, mientras su boca, la de Verónica, busca, una vez más, la concha de su amante. El sesenta y nueve comienza, primero lento, luego con fuerza, por último imparable, ambas gimen de placer, ambas han caído en el pecado de la lujuria, que puede ser, si no se controla adecuadamente, un pecado mortal.
*****
—El sonido viene de la habitación de mamá. Es Julieta la que habla, es Agustín el que escucha y contesta:
—Vamos, algo debe pasar
Los niños van, y llegan, y entran, y ven: los cuerpos desnudos, las lenguas, los genitales expuestos, los culos, los dedos que los invaden, los flujos que conectan todo. Ven mucho y entienden poco, ven y se alejan, ven y quieren olvidar, huyen, se retiran hacia algún lugar que no los lastime, que no duela tanto. El dibujo, hacia allí tienen que ir, Julieta tiene el suyo, Agustín debe dibujar el de él; escaparse a la fantasía, al lugar donde nadie puede lastimarlos. Tratarán de huir del mundo adulto, que decididamente está mal, muy mal, piensa Agustín, y Julieta coincide.
*****
Media hora después todos se reúnen. Media hora después de los arreglos de él, el abuelo. De la lujuria de ellas, las esposas. De las matufias de ellos, los esposos. De los sueños rotos y otros por nacer de los últimos, siempre los últimos, los niños. Todos se reúnen, copa de champagne en mano, los grandes; coca-cola, los chicos. Brindan, por ellos, por el futuro, por el país que aman, por la Patria misma. Por la Patria que nadie sabe qué carajo es.
*****
¿Qué es la Patria? Piensa Daniel. La notebook está apagada, el nuevo intento será escribir a mano, como los viejos poetas, un absurdo en busca de inspiración. Daniel escribe de puño y letra: Sarmiento nos marcó, un tajo, un apotegma: civilización o barbarie, la irreconciliabilidad de los extremos, o sos uno o sos lo otro, nosotros o ellos, y depende quien sea el enunciador para que la consigna se invierta. Si enunciamos nosotros, calificamos, determinamos, a ellos. Si ellos son los enunciadores primeros, serían, ellos, nosotros, y nosotros seríamos ellos para ellos. El país partido ¿Cómo reformular este concepto binario hoy, en el 2001? ¿Quiénes somos nosotros? ¿Quiénes son ellos? Hay una frase, un ingenio popular convertido en axioma nacional: “negros de mierda”, o sos negro o no lo sos. Si no sos negro integras el nosotros, si sos negros formas parte del ellos. Pero cambiemos, otra vez, el enunciador primero. Para un negro los negros son nosotros, y nosotros, que no somos negros, somos ellos. “Negros de mierda”, para la CABA la Patria es todo menos los “negros de mierda”. Entonces, sinteticemos y formulemos:
P=(T-NM)
Donde P es Patria, T es totalidad (nosotros), y NM es negros de mierda (ellos).
Pero para los negros de mierda esa fórmula es otra:
P=(NM-T)
Donde P es Patria, NM es negros de mierda (nosotros), y T es totalidad (ellos). Por lo que la Patria está constituida por los negros de mierda menos el resto, o sea T (totalidad) estorba y hay que eliminarlo.
¿Cómo mixturar ambas fórmulas? ¿Cómo integramos el país en una única Patria? La verdad no tengo idea, la verdad es una mierda lo que escribo, la verdad es bollo y a la basura.
Daniel se obedece, toma las hojas escritas, las abolla y las tira al cesto de basura.
*****
La noche del sábado transcurre apacible, y calurosa, en el barrio del General Entrerriano, varias cosas ocurren, a los despiertos, y a los dormidos. Varias cosas quedan también aún por ocurrir, casi ninguna es buena. A riesgo de coincidir con el presidente es feo dar malas noticias, pero peor es mentir.
Algunos despiertos están bien despiertos, aceleran motores, realizan apuestas, toman fernet, chamuyan minas. El ritual de siempre. Las liturgias de las picadas automovilísticas. Es un clásico del sábado por la noche en el barrio del General Entrerriano, sobre su límite, cuando la Avenida de los Gestores Constitucionales se cruza con la Avenida del Presidente Estadounidense de la Doctrina Invasiva a América Latina. Es pasada la medianoche, están los autos, en su interior los dueños, dispuestos a derrapar adrenalina. Una nueva carrera va a comenzar, recto por la avenida de los Gestores, desde el punto descrito como partida, como meta los espera la Avenida General Antifederal, vigía de la CABA, divisor del conurbano acechante. Dos autos, mano a mano, sin semáforos, sin interrupciones, la policía fue comprada, todo está listo, vía libre, el primero es campeón, el segundo es gilada. Los motores rugen, ellos se creen dueños del mundo, ellas se lo hacen creer. Minifaldas, piernas bronceadas, música hip-hop, toda la bobería junta, todos los números de la lotería, el primer premio es matarse, y de yapa matar a otros, a terceros imprudentes, poco informados, que nos saben que este día, a estas horas, la calle es de ellos, de los pisteros poronga. En primera fila, de espectador privilegiado, Santiago Danti observa y sueña con ser de grande el más poronga de todos los pisteros.
*****
Las vacaciones son un sustituto temporario del paraíso perdido, un somnífero que nos hace olvidar la brevedad y la rutina de la vida. Su fin expresa el fin de un sueño, de una utopía. El paraíso sería una vacación eterna, inagotable, imperecedera. Nada de esto existe, Susana Danti lo supo apenas aterrizó en el aeropuerto de Ezeiza, dejando tras de sí Miami, paraíso perdido si los hay. Sin embargo siempre se puede seguir soñando, y a eso se dedica ella, a soñar...
...suenan de fondo, bastante fuerte para ser el fondo musical y nada más, los Beach Boy. El día es fabuloso, un cartel anuncia que estamos en Miami. Hay un sol brillante, no hay viento, no hay nubes, sería lo que se llama un día peronista, pero no, porque por suerte tampoco hay peronismo. Ella toma sol, viste una diminuta bikini, su aspecto físico es fantástico, sus piernas largas, delgadas, bronceadas, las várices desaparecieron, su cuerpo entero, rollizo, desapareció, mutó a mejor: sus caderas estrechas, su culo firme, sus tetas erguidas, grandes, jóvenes, su cara lisa, lozana, sus ojos verdes, su pelo rubio, porque para soñar soñemos bien. Frente a ella, tirada sobre la arena blanca, el mar Caribe se extiende majestuoso. Miami en todo su esplendor. A su lado, de igual, quizás inferior piensa ella, belleza, esta la Reina de la Televisión, la Diva Total, un perrito surge de su bolso, es lindo, diminuto y estúpido, a ella le encanta. Un rubio, muy rubio, le unta bronceador, se lo esparce por la espalda, desprende la parte superior de la bikini, los pechos de la Diva Total quedan al aire libre, los unta también, el rubio, muy pero muy rubio, está desnudo, su peno erecto es extraordinariamente grande, se apoya sobre la Diva, corre la parte inferior de su malla, la penetra, la Diva goza, el perrito duerme en el bolso.
Más alejada de la orilla, bajo una sombrilla de paja que le da sombra, la Más Grande Dama de la Alta Sociedad, ejemplo para todas las buenas niñas, juega al bridge con la Mujer que Vino de Abajo y Prosperó, Aunque a Veces se Resiente y no Olvida su Origen. En una barra improvisada entre dos palmeras el Conductor Cool, el Soltero más Codiciado, en zunga, de un cuerpo, digámoslo, excepcional, prepara tragos frutales. El glamur explota, se sale de los poros de todos y cada uno de los personajes. Está allí hasta el Ex Presidente, el Más Vivo de Todos, el hacedor de los grandes viajes glamorosos, que toma champagne, que come pizza, que baila con tres odaliscas, de impecable figura, totalmente desnudas. A su alrededor, a unos diez metros de ella, en la cancha de voleibol, un grupo de hombres, cinco por equipo, es decir diez en total, practican el deporte. Sus abdominales parecen talladas a mano, sus pieles son doradas, sus pelos excesivamente rubios, sus músculos resaltan en sus cuerpos desprovistos de ropa, sus pijas, enormes, permanecen erectas, apuntando al sol que las ilumina. Desde las olas, en el mar, surgen los surfistas, están, obviamente, desnudos, y son, de más está decirlo, todos rubios. Montan sus tablas con destreza, dominan las olas, sus cuerpos hercúleos brillan bajo el sol, sus miembros enormes se erectan y viene hacia ella, que está majestuosa en la playa. También se comienzan a acercar hacia ella los jugadores de Voley, todos rubios, todos perfectos, todos erectos, todos superdotados. En sus manos tienen, surfistas y voleibolistas, un pomo de bronceador. Docenas de hombres desnudos, dispuestos a untarla, a masajearla, a mimarla, a penetrarla una y otra vez, hasta el fin, hasta recuperar el paraíso perdido que Susana Danti no cesa de soñar. Porque eso es Miami, su paraíso, su lugar en el mundo.
Los Beach Boys siguen sonando, cantan Serfin USA:
If every body had an ocean,
Across the USA
Then every body´ d be surfin
Life California I-A
You´d see ‘em wearin’ their baggiet
Huarache sandals, too
A bushy bushy blonde hairdo
Surfin USA.
Ella tararea la canción, súbitamente habla el inglés a la perfección. La Reina de la Televisión, Diva Total; la Más Grande Dama de la Alta Sociedad y el Conductor Cool, Soltero Codiciado si los hay, cantan también. El Ex Presidente, vivo entre los vivos, y las odaliscas descorchan otro champagne. Los rubios deportistas, musculosos e increíblemente bien dotados se dirigen hacia ella. Susana Danti, que sueña feliz, los espera con su majestuoso cuerpo, se quita la bikini, exhibe orgullosa su desnudez, cierra los ojos y canta:
We´ll all be plannin´out a ronte
We´re gonna take real soon
We´re waxin´ down our surf boards
We can´t wait for june
We´ll all be gone for the sammer
Were on safari to stay
Tell the teatcher we´re surfin
Surfin USA.
El sol brilla, el sudor se expande sobre su cuerpo, otros sudores, lascivos, le recorren la entrepierna, los rubios se aproximan, ella los espera, y escucha la música:
Every body´s gone surfin
Surfin USA
Y todas las negros con las palmas arriba.
Se le paraliza el corazón, nota la alteración, la transmutación, el ritmo musical deviene en un chingui chingui sostenido. Cambia el clima, el calor se hace insoportable, relamido, de la placidez al sofocamiento. Cambian también los olores, ya no huele a coco y bronceador, ahora todo huele a choripán, a humo, a asado con parquet. De fondo, demasiado fuerte para ser el fondo musical y nada más, suena la nueva melodía:
Ahora nosotros tomamos el control
Somos los dueños del pabellón
Estamos cansados de tanta represión
Y vamos a tomar esta prisión
Quiero que todos se amotinen
Levanten bien las manos
Que se pongan a rezar
Los guardias y refugiados
De esta prisión.
Susana Danti, en sus sueños, abre los ojos. Poco es lo que ve al principio, la luz la ciega, son sombras borrosas que de a poco adquieren nitidez para transformarse en figuras negras, gronchas. La cumbia villera explota, y ella, mientras, observa la invasión que pronto llegará a su lugar. Los Voleiboys corren en manada, desnudos, con sus falos parados, pero son falos negros, pijas negras, tan negras como sus dueños, todos cabezas, avanzan tomando vino de cartón, comiendo sandía, destrozando todo a su paso; se acercan amenazantes hacia ella, hacia toda la buena gente. El gran Ex Presidente, aquel que nos condujo al primer mundo, está siendo copulado por uno de los negros invasores, el champagne es utilizado como lubricante. Las odaliscas son violadas y descuartizadas, aún están vivas cuando empiezan a devorarlas. Los surfistas, ahora negros también, y bien al palo como siempre, desembarcan en la playa, tiran sus tablas de cajón de manzana a un costado, atacan a la Diva Total, la violan, entre tres, entre seis, entre quince, por la concha, por la boca, por el culo, hasta que el cuerpo de la Reina de la Televisión estalla en fragmentos de sangre y mierda. El perrito, diminuto y estúpido sale de la cartera, ladra, un negro cabeza lo toma, lo levanta en el aire, se lo lleva a la boca y lo parte en dos de un solo mordisco. La Más Grande de las Damas de la Alta Sociedad es degollada por un negro catinga jugador de voley, su cabeza es usada para felatios varias. La Mujer que Vino de Abajo y Prosperó, ve como todo pasa, indudablemente no olvidó su pasado, se desnuda, quiere ser parte del frenesí, quiere que se la cojan, pero nadie le da bola. El Conductor Cool, soltero asediado por las más bellas mujeres, corre aterrado, pero los negros punguistas son rápidos de profesión, lo alcanzan, lo golpean, le meten una de las tablas de cajón de manzana por el culo, el astro televisivo muere tras un grito de insoportable dolor.
Susana Danti grita, toda la negrada se da vuelta y la mira, corren hacia ella, entonan una nueva canción:
Susana siempre cuando bailas a vos se te ve la tanga
Y de lo rápida que sos
Vos te sacas tu tanga
Vos te sacas la bombachita
Y le das para abajo
Pa bajo
Pa bajo
Pa bajo
Pa bajo
Pa delante y para tras
Pa delante y pa tras
Pa delante y pa tras
Para delante y para atras
Los negros se le acercan, tiene la pija bien parada, sus bocas chorrean sangre y vísceras. Todos los negros juntos, de la cabeza, la invaden. Una avioneta cruza la playa, por un parlante al ritmo de una estruendosa cumbia villera, anuncia: “bienvenida Susana al lugar donde los sueños se convierten en realidad, y son realidad también tus peores pesadillas”
El sol refulge en el cielo, un cartel anuncia que estamos en alguna parte del conurbano, ni una sola nube lo opaca, es, sin duda, un día peronista.
Susana Danti solloza en la cama. Se mueve, se inquieta, despierta a su marido, conyugue desde hace muchos, demasiados, años, él se enoja:
—Negra, ¿qué hacés?, quedate quieta la puta madre, que quiero dormir che. Facundo Danti habla casi a los gritos, claramente está irritado.
Ella se despierta, le queda la espantosa sensación del sueño vivido, le cuesta diferenciar realidad y fantasía. Se queda mirando el techo, asustada, llorando. Sabe ser buena esposa, finge, traga sus lágrimas
—Perdón negrito, descansa tranquilo
Ni ella, Susana, ni él Facundo, ninguno de los integrantes del matrimonio Danti nota la ausencia en casa de su único hijo Santiago.
*****
El Laucha Alberti es el rey de las picadas. Y no se trata de una mala publicidad de embutidos y fiambres, las picadas son otras, veloces, adrenalínicas, a veces mortales, de autos preparados, desafiantes, que rugen ante el enemigo, que es otro auto como ellos, prepotentes, sin miedos. Estas picadas se producen, ya lo vimos, todos los sábados por la noche en una zona específica del barrio del General Entrerriano, en el límite con el conurbano bárbaro, rancho externo, desigual, y por suerte lejano.
El Laucha es en verdad Martín Alberti, tiene veintidós años y es un nini, ni estudia, ni trabaja, y no quiere hacer ninguna de las dos cosas. Sus padres son dueños de cinco concesionarias de autos, dos de ellas en el barrio, ambas sobre la Avenida de los Originarios del Perú. Plata en la familia Alberti hay, y bastante. Martín creció en la abundancia, sin embargo la abundancia de dinero no se traducía al cuerpo de Martín. Por demás delgado daba siempre el aspecto de un chico con problemas de nutrición serios. La realidad era lejana a esto, Martín Alberti comía bien, pero no salía de su extrema delgadez; era, lo que se dice, flaco, muy flaco, y a los doce años, a causa de ello, comenzaron a llamarlo el Laucha.
En la escuela el Laucha no era muy bueno, terminó el secundario a duras penas, repitiendo segundo y tercer año una vez cada uno. Seguir estudiando no fue siquiera una posibilidad que hubiera pasado por su mente, trabajar menos. Se fue convirtiendo entonces en un joven nini. Pero, sin embargo, el Laucha algo hacía, dos cosas al menos, una era familiar, la otra casi una vocación. De muy pibe el Laucha ayudaba a acomodar los autos en el interior de los locales concesionarios de sus padres, esa actividad le dio al Laucha una gran muñeca en el manejo, meter treinta o cuarenta autos en espacios reducidos, con milímetros de distancia entre uno y otro, evitando roces, era tarea para pocos, y el Laucha era uno de esos pocos; desde los trece años se dedicó a acomodar autos en las cinco concesionarias de los Alberti, jamás hubo rayón alguno. La otra actividad del Laucha, la vocacional, tiene sin duda relación con la primera. La muñeca extraordinaria otorgada por su oficio de acomodar autos despertó en el Laucha un amor por el manejo, se fue haciendo un gran conductor, un apasionado de los autos. Fueron eternos los años transcurridos hasta cumplir los dieciocho para poder sacar el registro. Fueron una decepción sus primeras excursiones en el tránsito diario de la CABA, demasiado fácil, un bodrio. El Laucha se sentía un surfista audaz en un mar calmo, bobo, sin oleaje. Manejar así no servía, necesitaba algo más, y lo obtuvo. A los diecinueve años descubrió las picadas, llevaban años desarrollándose, en el mismo lugar, el mismo día, y a la misma hora, al amparo y el silencio de la Policía Federal. Martín “el Laucha” Alberti por fin se sintió a gusto, manejar así, rápido, de forma imprudente, alocada, era otra cosa. Ese sábado el Laucha conoció, de forma muy poco casual, a su extorsionador, Santiago Danti; pero Santiago ya conocía al Laucha desde hace dos semanas, y ese encuentro si fue de pura casualidad.