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INTERRUPTUS IV

Si hasta el gran George Louis nos dedicó un poema, el mismo que sintió a Sarmiento en aquellas albas de septiembre cuando la libertadora comenzaba a fusilar, cuando, dicen algunos, la catástrofe del siglo XX argentino comenzaba. Para George Louis nuestro barrio eran campos, luego fueron incertidumbres, y son hoy un pathos reconocido, determinado, por su génesis, pero sobre todo por elección, por propia determinación. Elegimos ser uno de los majestuosos núcleos de la CABA, somos la armazón de la clase media argentina, creyente, trabajadora, de buenos sentimientos, quejosa, racista, peligrosa si se siente acorralada, egoísta, materialista al mango, inconforme con todo, nada le alcanza, siempre va por más, siempre quiere que el otro, el de abajo esté lejos, que los desposeídos no posean lo que poseo yo, que los límites sean claros, definidos, y si no se entiende, si los de abajo quieren subir, si el límite se torna difuso hagámoslo concreto, nada de abstracción, amurallemos la Avenida del General Antifederal, levantemos muros que separen, nosotros por un lado, ellos por el otro, es necesario, es urgente. George Louis, que nos dedicó un poema, hubiera estado de acuerdo.

Nuestro barrio remite a una historia, es la historia de la CABA, de la vieja ciudad puerto, de la civilizada Buenos Aires; lo otro, lo de afuera, son los ranchos del interior de los cuales hay que diferenciarse. Somos, qué duda cabe, una sustancia histórica definida, nuestro ethos es la cultura, los buenos modales, el refinamiento, el esprit de finesse.

Nuestra plaza lleva el nombre del primer y más profundo sociólogo argentino, del mejor escritor de la generación del 37´ que, con arte, atacó a la barbarie, que defendió los buenos modales de la ciudad culta invadida, ofendida, agraviada por los federales brutos. La “Plaza del Autor del Matadero”, que mejor nombre que ese, el pulmón que oxigena el barrio, que nos da vida, es el que nos recuerda al enemigo, que fue vencido, pero que siempre está al acecho, que siempre debemos vigilar, alejarlo de nosotros, debemos cerrar el círculo y velar sobre él, somos la cepa criolla, como nos definió el gran Miguel Cané, somos lo único bueno de este paisito agreste, ignorante, brutal.

Nuestra Iglesia fue quemada por las hordas del Tirano, que aún no estaba prófugo pero que pronto lo estaría. Nuestra Señora de la Merced ardió bajo el fuego fatuo de la barbarie, se redujo a humo y cenizas, a devastación. Pero somos el barrio del General Entrerriano, el barrio de un valiente, fundado por otro valiente, que fue al norte argentino a combatir la incivilización, y regresó victorioso. Somos producto de quienes nos crearon, sabemos reconstruirnos, sabemos luchar, el país nos necesita para establecer el orden, el progreso. Surgimos de las cenizas, somos el ave Fénix de la civilización, luchamos porque somos la buena gente, los honrosos habitantes de la CABA, nada nos detendrá, fundaremos el país que queremos y al que no le gusta que se vaya o muera resistiendo en su ignorancia.

Somos un barrio decente, somos la buena gente, la clase media porteña, somos la amalgama que une a este país, que evita que se disgregue, que no caiga en manos de la brutalidad ignorante. Somos la reencarnación del Gran Educador Argentino, del que nunca faltó a la escuela, él es nuestro ejemplo; somos buenos, somos sanos, somos civilizados, somos la Patria, los de afuera, los otros, los ranchos, el conurbano pardo, deben ser vencido, no hay lugar para integrar lo inintegrable. Este es nuestro destino manifiesto, esta es nuestra CABA way of life, y que su lado oscuro, sus miserias se vayan a la recalcada concha de la lora.

La fuga de la Ciudad Eterna

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