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ADVERTENCIA DE LAS CAUSAS
DESTA IMPRESIÓN

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Índice

DON ALONSO MESSÍA DE LEYVA

Habiendo visto impresos en Aragón y en otras partes fuera del reino, con nombre de don Francisco de Quevedo Villegas, estos discursos, con tanto descuido y malicia, que entre lo añadido y olvidado, y errores de traslados e imprenta, se desconocían de su autor, y más teniéndolos yo trasladados de su original, determiné, dándole cuenta, de restituirlos, limpiándolos del contagio de tantos descuidos, porque se vea cuán de otra suerte en su primera edad juzgaba con la pluma, sin apartarse de la enseñanza. Y es cierto no consintiera hoy esta impresión, a no hallarse obligado por las muchas que destos propios tratados se han hecho en toda la Europa, tan adulteradas, que le obligaron a pedir al tribunal supremo de la Inquisición las recogiese, imitando en esta modestia, aunque tan diferente, a Eneas Silvio, que después de pontífice, mandó recoger algunas obras de este estilo que había divulgado en la mocedad. Salen enteras, como se verá en ellas, con cosas que no habían salido, y en todas se ha excusado la mezcla de lugares de la Sagrada Escritura y alguna licencia que no era apacible. Que, aunque hoy se lee uno y otro en el Dante, don Francisco me ha permitido esta lima. Y aseguro en su nombre que procurará agradar a todos, sin ofender a alguno, cosa que en la generalidad con que trata de sólo los malos, forzosamente será bienquisto, sujetándose a la censura de los ministros de la santa Iglesia romana en todo, con intento cristiano y obediencia rendida.

Estos discursos, en la forma que salen corregidos y en parte aumentados, conozco por míos, sin entremetimiento de obras ajenas que me achacaron, y todo lo pongo debajo de la corrección de la santa Iglesia romana y de los ministros que tiene señalados para limpiar errores y escándalos de las impresiones. Y desde luego, con anticipado rendimiento, me retrato de lo que no fuere ajustado a la verdad católica o ofendiere a las buenas costumbres.

Nota: Precédenles en la impresión de Pamplona, de 1631, las poesías y advertencias siguientes, parte de las cuales se hallan en la edición de Barcelona de 1629, y todo creo que debe hallarse en las de la misma ciudad y la de Valencia de 1627:

DEL DOCTOR DON MIGUEL RAMÍREZ

Aprobación.

Por comisión general

De un buen Consejo miré

Este libro, y no habla mal;

Gracia y sal tiene, y a fe

Que cura llagas su sal.

Contra la fe en nada va,

Consejos a tiempo da,

Castiga a quien lo merece;

Parecerá, si parece,

Y así, imprimir se podrá.

DEL BACHILLER PEDRO DE MELÉNDEZ

Aprobación.

Por comisión general

Del Consejo, sin pedillo,

Vi este libro con cuidado,

Y está bien, y bien mirado,

¿Quién puede contradecillo?

Con discreción sin mentir

Murmura por corregir

Algunas malas costumbres;

Quita de vicios vislumbres,

Y así, se podrá imprimir.

DE DOÑA RAIMUNDA MATILDE

Décima.

Murmurando decir bien,

Diciendo bien murmurar,

De todos satirizar,

Y hablar de todos tan bien,

Sólo se hallará en quien

Al mismo infierno ha bajado;

Y aunque el bien ha deseado

Y el mal desterrar procura,

Es ya tal su desventura,

Que el Que-vedó, ha quedado mal15.

DEL CAPITÁN DON JOSÉ DE BRACAMONTE

Dialogístico soneto entre Tomumbeyo Traquitantos, alguacil de la reina Pantasilea, y Dragalvino, corchete.

ALGUACIL

Por el alcázar juro de Toledo,

Y voto al sacro Paladión troyano,

Que tengo de vengarme por mi mano

Y hacer manco del otro pie a Quevedo.

CORCHETE

Y yo a la santa Inquisición, si puedo,

Le tengo de acusar de mal cristiano,

Probándole que cree en sueño vano

Y que habló con demonios a pie quedo.

ALGUACIL

Aquesto, Dragalvino, poco importa:

Las verdades que dice tengo a mengua;

Saberlas todos, esto me deshace

El alma y corazón.

CORCHETE

Su lengua corta,

Y publicarlas no podrá sin lengua;

Que esto del murmurar la lengua lo hace.

Mas temo, si lo hacemos,

Según su pico y lengua me promete,

Que, fuera una, no le nazcan siete.

DE DOÑA VIOLANTE MISEVEA

Soneto a todo lector destos Sueños, en defensa y alabanza del autor.

Ola, lector, cualquiera que tú seas,

Si aquestos Sueños a leer llegares, Y de la vez primera te enfadares, Segunda, por tu vida, no los leas. Si te tocan, y acaso los afeas, Con que sueños son sueños, no repares, Que si como éstos son los que soñares, No pecarás, a fe, aunque en sueños creas. Pero si no te tocan, ve volando Y di a todas las gentes que los gusten, Que el premio es flor que esconde un basilisco; Que no murmuren más de don Francisco Ignorantes; ni es bien que a él se ajusten. Durmiendo sabe él más que otros velando.

EL AUTOR AL VULGO

Si dices mal de mi Sueño,

Vulgo, como tal harás;

Más di, que con decir más,

Dices bien dél y del dueño.

Diga él mal, y tú también;

Tú dél, y él de quien pretende,

Que todo, para el que entiende,

Le está a su gusto muy bien.

Pues si es tu fin ser Marcial

Y decir que es malicioso,

Lo alabas por ingenioso

Diciendo que dice mal.

Mas, vulgo, pues sé quién eres,

A la larga o a la corta

Diga yo lo que me importa,

Y di tú lo que quisieres.

AL ILUSTRE Y DESEOSO LECTOR

Prólogo

“Refiérese, no sé si por modo de cuento gracioso y ficticio, que estando una vez muy enfermo un soldado muy preciado de cortés y ladino, entre muchas de sus oraciones, pregarias y protestaciones que hacía, finalmente vino a rematarlas, diciendo: ‘Y Dios me libre de las manos del señor diablo’ (tratándole siempre con esta cortesía todas las veces que le nombraba). Reparó en esto último uno de los circunstantes, preguntándole juntamente luego por qué llamaba señor al diablo, siendo la más vil criatura del mundo; a que respondió tan presto el enfermo, diciendo: ‘¿Qué pierde el hombre en ser biencriado? ¿Qué sé yo a quién habré de menester, ni en qué manos he de dar?’ Digo esto, señor lector, porque, supuesto que nuestra lengua vulgar, a diferencia de la latina, tiene un vuesamerced y otros varios títulos, mayormente cuando no se conoce la calidad y estado de la persona con quien se habla, por no parecer nadie descortés, y, por el consiguiente, malquisto y aborrecido de todos, me ha parecido tratar a vuesamerced con este lenguaje y término, bien diferente de cuantos yo he podido ver en todos los prólogos de los libros al lector, escritos en romance, donde tratan a vuesamerced con un tú redondo, que si no arguye mucha amistad y familiaridad, por fuerza ha de ser argumento de que quien habla es superior y mandón, y a quien se habla inferior y criado. Y hanme movido a esto las mismas razones del susodicho soldado enfermo, atendiendo y considerando a que es la cortesía la llave maestra para abrir la voluntad y afición, y la que, costando poco, vale mucho, y que, en resolución, no puedo perder nada en ser cortés; que antes entiendo perdería mucho si no lo fuese; que quien ha menester es muy necio si regatea cortesías, y más yo, que tanto necesito de todos para que me compren este libro que saco a luz a mi costa, y para que, comprado y leído, me le alaben, con que de camino inciten y muevan unos a otros a que hagan lo mismo, y tenga con esto este libro lo que merece su bondad, y mayor expedición y corrida, y yo mayor ganancia, para que con esto queden todos aprovechados, yo vendiendo y los otros comprando y leyéndole. Verdad sea que para esto último de que alaben estas obras de ingeniosas y agudas, confío dará poco trabajo y ningún cuidado a los aficionados a ellas y a su autor, pues ellas propias se traen consigo la recomendación y alabanza y el Quevedo me fecit; porque son tales, que sólo tal autor podía hacer obras de tanta erudición y agudeza; y ellas, por tener tanto de entrambas, sólo podían ser hijas de tal y tan raro ingenio. Que si el autor es y debe ser conocido y celebrado por estas obras más que por cuantas ha hecho y se le han impreso hasta hoy en su nombre, ellas también quedan estimadas y calificadas por lo que son, con sólo saber (como ya todos saben) que las hizo don Francisco Quevedo. Y con él y con ellas no me da tanto cuidado como podía darme una de las razones que me movió a tratar a vuesamerced con esta cortesía, considerando que no sé en qué manos ni en qué lenguas ha de dar este libro, que sale agora al teatro del mundo donde nunca faltan censurantes y malcontentos, que con toda propiedad, se llaman Zoilos y críticos, días peligrosos a la salud de los buenos entendimientos, de quienes se puede entender lo que dijo el doctísimo jurisconsulto don Mateo López Bravo16: Ridendi vero, romanuli, et graeculi nostri, qui grammaticorum infantia superbi, et omnium rerum quantum garruli, ignari, triplici lingua stulti, a doctis noscuntur. Porque si vuesamerced las lee, no de prisa ni a pedazos, sino deespacio y con atención todo él, pues no es muy grande (si no quiere que se le pasen algunas de sus muchas sutilezas y agudezas por alto y por entre ringlones), soy más que cierto que no se quejará de que ellas y quien las hizo esparciar y aceptador de personas17, sino que a todos habla y a todos dice la verdad clara y lisa y lo que siente, sin rastro de lisonja; y si acaso escuece y pica, considere que no es sino sólo porque cuanto se dice es verdad y desengaño, que todos le quieren, y nadie por su casa; y así, no hay sino paciencia, y calle y callemos, que sendas nos tenemos. Y harto mejor fuera quejarse de las faltas tan grandes del mundo, que movieron al autor a hablar tan claro contra ellas, diciendo la verdad; que por eso dijo bien cierto alcalde que vió preso a un estudiante porque hizo una sátira en que decía las faltas del lugar, que harto mejor fuera haber preso a los que las tienen. Y cuando nada desto baste a que deje de haber quien se queje y murmure destas obras y de su autor, quiero hacer acordar a vuesamerced, señor lector, sea quien fuere, aquel cuentecillo de cierto clérigo viejo, que tenía una higuera con sus higos ya sazonados y maduros, a la cual, subiendo unos estudiantes a hacerles declinar jurisdicción bucólica, pensando él, por ser corto de vista, que eran aves o algunas crueles sabandijas, puso en ella espantajos hasta conjurarlos; pero, viendo que nada desto aprovechaba, considerando cuán buenas son las oraciones mezcladas en piedras (armas primeras del mundo), se resolvió de tirarlas a estos tordos racionales, diciendo que también Dios había dado virtud a las piedras como a las plantas y yerbas, y hízolo con tal denuedo, que dió con ellos ramas abajo y muy bien descalabrados. Sin propósito parecerá a vuesamerced este cuento, y será, o por no saberme yo bien explicar, o por no quererme vuesamerced entender (que no hay más mal sordo que el que no quiere oir); pero yo sé lo entenderá si ahonda un poco en sus sentidos varios que le puede dar (como en todo lo deste libro). Y por si acaso quiere que yo lo explique, con ser así que frustra exprimitur, quod tacite subintelligitur, l. jam dubitari, dígole que si acaso no le obliga la cortesía y humildad con que le trato, mire lo que dice, y cómo y de qué murmura y dice mal, si del autor del libro o de sus obras; y guárdese de alguna lluvia de piedras de las muchas verdades duras y secas que este libro tiene y su autor puede enviarle, que le descalabren y hagan caer de arriba abajo, quiero decir, de su estado y buena opinión que tiene de sabio, y no haga le tengan por ignorante, murmurador y soberbio maldiciente, y del número de unos necios que quieren parecer sabios en no haber libro que bien les parezca ni cosa de que no hagan burla y menosprecio. Y guárdense no les suceda a los tales lo que al asno de Sileno, que puso Júpiter entre las estrellas; que por ser ellas tan resplandecientes y claras, y él auribus magnis, como advirtió Luciano, descubrió más su disforme fealdad con grande infamia. Y adviertan que el epíteto del autor es el satírico, y créanme, y no errarán, que es más que temeridad echar piedras del tejado del vecino quien tiene el suyo de vidrio.

“Y nadie se maraville de que llame a vuesamerced con este título, al parecer nuevo, de ilustre y deseoso lector, porque cuando no le mereciera por la doctrina común y sabida del filósofo, que todo hombre naturalmente desea saber, cosa que se alcanza con el estudio y atenta lición y meditación de los libros buenos, doctos, agudos, ingeniosos y claros; por sólo este libro (que lo es tanto como el que más) le merecía muy en particular, pues es el que ha sido tan deseado, así de cuantos han leído algo destos Sueños y Discursos, como de los que han oído referir y celebrar algunas o alguna de las innumerables agudezas que contienen, lastimándose de verlos ir manuscritos, tan adulterados y falsos, y muchos a pedazos y hechos un disparate, sin pies ni cabeza, y tan desfigurados como el soldado desdichado que, habiendo salido de su tierra para la guerra con bizarría, tallazo, galas y plumas, vuelve a ella después de muchos años más desgarrado y rompido que soldado, con un ojo menos, hecho un monóculo, medio brazo, con una pierna de palo y todo él hecho un milagro de cera, bueno para ofrecido, con el vestido de la munición, sin color determinado, desconocido y roto, pidiendo limosna: como la cortesana que ha corrido a Italia, Indias y la casa de Meca y del gran Solimán. Por lo cual, cuantos han sabido que yo los tenía enteros y leídos por hombres doctos y entendidos, con particular curiosidad y atención me han solicitado con grandes instancias los hiciese comunes a todos, dándolos a la impresión, asigurándome grande gusto, y, lo que más es, grande provecho espiritual para todos, pues en ellos hallarán desengaños y avisos de lo que pasa en este mundo y ha de pasar en el otro por todos, para estar de todo bien prevenidos, que mala praevisa minas nocent. Con que me he resuelto a condescender con el gusto y deseo de tantos, confiado en que vuesamerced, señor lector, me agradecerá este trabajo y gasto con comprarle; que con sólo esto me daré por satisfecho, y aun por pagado. Y por la agudeza y sutil modo de hablar deste libro, porque no caiga en alguna equivocación, ruego a vuesamerced que corrija las erratas que hallare con su acostumbrada benignidad y clemencia, que también sería demasiada presunción y mucha particularidad pretender que saliese este libro sin ellas. Y porque entienda vuesamerced, señor lector, que le deseo toda honra y provecho y guardarle de todo peligro, ruego a Dios nuestro Señor le haga como el rey de las abejas, que contiene y da de sí por la boca la dulzura de la miel, y no tiene aguijón por no quedar muerto picando con él, como acontece a todas las demás abejas, que le tienen, si bien en la cola y no en la boca; y le guarde de correctores de vidas y obras ajenas, y sopladores de las suyas propias, que no se venden, porque ellos venden en ellas a cuantos ven y tratan”.

He aquí el índice de los discursos en la edición de Barcelona, 1635, y de Sevilla, 1641:

DISCURSOS QUE SALEN EN ESTA IMPRESIÓN, AHORA AÑADIDOS,

QUE NUNCA SE HAN IMPRESO

El Libro de todas las cosas y otras muchas más, fol. 88. Aguja de navegar cultos, fol. 97. La Culta latiniparla, fol. 99.

YA IMPRESOS

El Sueño de las Calaveras, fol. 1. El Alguacil alguacilado, fol. 7. Las Zahurdas de Plutón, fol. 15. El Mundo por de dentro, fol. 41. La Visita de los chistes, fol. 53. El Caballero de la Tenaza, fol. 80. El Entremetido y la Dueña y el Soplón, fol. 105. El Cuento de cuentos entero, fol. 136.

Los Sueños

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